Superarse a sí mismo es una prueba de madurez. Esto tal vez ni lo entienden ni lo quieren saber los adeptos a la «literatura» de superación personal. Debe estar muy atrofiado el intelecto de quien espera que haya recetas para la vida, pero para desgracia de la raza humana, los hay, y no pocos. Atreverse a pensar, diría Kant, sería la mayoría de edad, y esa es la superación de la que hablamos. El miedo de muchas personas en la sociedad contemporánea es el de ser adultos en toda regla. Se dice que en muchos sentidos somos una sociedad infantilizada, es probable. Y si es así, resulta harto peligroso para la especie, pues poca prosperidad le espera a la existencia de quien ha renunciado a la razón para aguardar una mano invisible que le traiga la buena ventura por el simple hecho de que lo ha deseado.
Se supone que la literatura (la de verdad) es un reto a la inteligencia. La escritura debería hacernos crecer y no seguir siendo unos eternos infantes. La tarea de educar a la sociedad es algo que va más allá de los padres y los maestros. Quien ha conocido un buen libro sabe a qué nos referimos, no hay forma de que un buen escritor te deje indiferente. Justamente ese cuestionamiento de las propias creencias y seguridades a que nos somete la buena literatura es lo que nos hace tomar posición, pensar por nosotros mismos, adquirir nuestra propia voz interior y, en últimas, superarnos.
Un verdadero libro de superación personal enseñaría a los hombres a ser racionales, no a ser infantes que esperan soluciones simplistas y mágicas. La verdadera superación personal nos la enseñaron Zenón y Séneca cuando dijeron que deberíamos enfocarnos en decidir racionalmente sobre lo que está dentro de las posibilidades naturales. También Sócrates nos enseñó a superarnos cuando nos mandó a examinar nuestra propia vida. El mismo Cervantes nos hizo crecer cuando por voz de don Quijote nos enseño a poner en evidencia las necedades de la gente que se cree sensata.
Que sea este año 2023 que comienza el año en que miremos con los ojos de una mente abierta y madura los tesoros de crecimiento que nos dan los buenos libros. A leer, entonces, y a pensar bien.
Los editores.