CATALINA D. ROLDÁN O LA FOTOGRAFÍA POR CONEXIÓN
«La concepción de la imagen fotográfica
en el contexto del quehacer antropológico
requiere el conocimiento amplio y profundo
de los motivos que hay que fotografiar y el conocimiento
de su contexto social, cultural o histórico».
(Octavio Hernández Espejo)
«Soy fotógrafa cuando quiero», así lo aclara Catalina de los Ángeles Roldán, fotógrafa invitada de esta edición 92. Al hablar de su trabajo visual también sostiene que el clic debería de ser el resultado del interés genuino por las personas y los hechos. Más que la captura de una imagen, a la manera del fotoperiodista, lo que a ella le interesa es conectarse. Gestos, señas, palabras, silencio, una sonrisa. «Interpretar con los sentidos siempre facilita el proceso: lo que se escucha en el ambiente, el olor que se respira, las texturas que se palpan y se ven, las emociones que se enlazan con el corazón». Está convencida de que antes de fotografiar hay que establecer una relación de cercanía con la realidad. Por su experiencia también considera que en ciertas ocasiones lo más sensato es dejar la cámara en su estuche.
«La parafernalia tecnológica del fotógrafo puede asombrar y hasta paralizar a los sujetos, si no la conocen» [1].
Aparte de apreciar la conexión que Catalina D. Roldán busca en sus motivos, no existe una relación temática en la selección escogida por ella para esta edición. Por el contrario, al apreciarlas en conjunto se infiere un todo simultáneo, que facilita la comprensión de su estilo y la lectura que se hace del entorno que la rodea. Que no haya nada «tan llamativo» en sus imágenes, es lo que las hace parecer tan sinceras y hasta como fragmentos de un álbum familiar.
Cuando nuestra invitada del mes era estudiante de periodismo en California State University Northridge, CSUN, tomó dos años de clases en Francia, como parte del programa de estudiantes internacionales. Esta experiencia le facilitó viajar por diferentes países y ser testigo de problemáticas sociales como el desplazamiento forzado, la explotación infantil, la discriminación contra las mujeres, etc.
C. Roldán acostumbra registrar momentos especiales con las personas que conoce. «Esos retratos significan mucho para mí. Lo que suelo hacer para agradecer el tiempo y la atención que la gente me regala, es devolverles esas fotografías con algún mensaje de agradecimiento y esperanza. También trato de ayudar de algún modo y, hasta donde sea posible, procuro mantener el contacto. Siento que se me facilita establecer conexiones y que todos estamos en condiciones de ayudarnos de algún modo. Nunca olvidaré que en un voluntariado que realicé en un campo de refugiados de Calai, Francia, me tocó convertirme en traductora de inglés a Francés, para explicarle a la policía francesa que un carro había atropellado intencionalmente a un muchacho del campamento y que había que avisarle sobre este hecho a un familiar que vivía en Inglaterra. No sé cómo lo hice porque todavía no hablaba muy bien francés. En ese momento no había nadie más para ayudar porque los demás voluntarios que había en ese lugar sólo hablaban inglés. Sin entrar en muchos detalles sólo puedo decir que la hostilidad hacia los refugiados provenientes de Siria y otros países en Francia era evidente. Recuerdo que el frio de ese diciembre fue aterrador. Ninguna cámara hubiera captado la soledad y dificultades de un escenario como este. Esa fue una gran experiencia de la que quedaron pocas fotos. Respeto mucho el dolor».
«Admitamos que la mera presencia de la cámara suele provocar cambios en el comportamiento de los sujetos. Pero también esa modificación se puede deber a una voluntad expresa, del autor o de ellos mismos» [2].
En la fundación «Good Planet» de París (https://www.goodplanet.org/en/). C. Roldán conoció a su fundador, Yann Arthus–Bertrand, reconocido realizador visual, activista y defensor del medio ambiente. El trabajo que él realiza la ha inspirado para sumarse a las causas que apoya y a ser una «embajadora de buena voluntad» de este proyecto, que ella encuentra fundamental para conectarse con el planeta tierra y sus habitantes. El profesor, académico y fotoperiodista Blumenkratz, también ha influenciado el trabajo fotográfico de Catalina. Siendo su alumna tuvo la oportunidad de trabajar con él en proyectos (2019) de registro de la problemática de la indigencia en la ciudad de Los Ángeles.
Catalina de los Ángeles Roldán, nació en Colombia. Reside en California y cuando le es posible se desplaza a algún lugar con el deseo de conectarse con nuevas realidades, gentes y culturas. Este año (2021) se graduará de un máster en Emprendimiento Social —Science in Social Entrepreneurship— de la Escuela Marshall de negocios de la Universidad del Sur de California (USC). Estudió fotografía durante la secundaria. Tomó clases de fotografía en el «Pierce College» de Los Ángeles y materias electivas de fotoperiodismo durante su formación profesional. En la actualidad trabaja en «Crysalis» (https://www.dogoodla.org/), organización sin ánimo de lucro, cuya misión es la de formar y ayudar a buscar empleo a personas de bajos ingresos o en estado de indigencia. Después de trabajar como voluntaria de varias organizaciones humanitarias, en la actualidad Catalina D. Roldán hace parte de la organización «Niños del lago», con sede en Guatemala.
Con algo de antropóloga; fue al crecer, estudiar y viajar cuando Catalina decidió que para ella la cámara sería un instrumento de conexión, paz y sintonía.
El siguiente es su trabajo.
NOTAS:
[1] y [2] Demetrio E. Brisset Martín. Acerca de la fotografía etnográfica. On ethnographic photography. Facultad de Ciencias de la Información. Universidad de Málaga. Málaga.