Literatura Cronopio

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MI NOMBRE DE LORO

Por Roberto Araque*

La mayoría de mis excompañeros de clases me conocen por mi primer apellido. Es fácil de recordar. Cuando estudiaba, si alguien en el liceo quería encontrarme y pronunciaba mi primer nombre, de inmediato le preguntaban una descripción o algún apodo. Eso se debía a que, como era un lugar enorme y asistían como quinientos muchachos, tenía varios tocayos. Conocí algunos; estaba un gordo que puso un espejito en su zapato, el flaco que me dio un codazo jugando básquet en tercer año, el trigueño que se la pasaba jugando truco; el echón que estaba en el cuadro de honor y siempre quería ser el primero en todo. También había una chica que hubiese tenido el mismo nombre si no fuese porque el suyo terminaba en a, y otro flaco que no hacía nada diferente, pero también tenía un apellido raro. Esos fueron los que conocí, o con los que tuve trato. Habría otro montón con el mismo nombre que hacían las mismas cosas y se vestían igual de lunes a viernes, pero no tengo ni la más mínima idea de sus vidas.

Esta cuestión del apellido me marcó desde la escuela. Siempre era el primero que nombraban cuando pasaban la lista de asistencia. Me sentía orgulloso de mi apellido; es raro y parecía extranjero. No es como un González, Romero, Martínez o Rodríguez, es diferente. Una vez la maestra de sexto grado me preguntó de dónde eran mis padres, respondí que eran de mi casa. Esa respuesta me permitió realizar la fantasía de todo estudiante adolescente y adjudiqué esa victoria a mi apellido. Tener uno así era como ganarse la lotería, lo creí desde la primaria. Era lo único que me diferenciaba del resto y tenía que explotarlo. Un día dibujé un escudo de armas y les dije a mis compañeros que pertenecía a la realeza, por supuesto nadie me creyó y aún me joden la paciencia por esa chiquillada.

En mi casa era una cosa diferente, siempre me llamaron por mi primer nombre, por lo menos por un tiempo. Sucede que, un par de años antes de irnos para la ciudad, se mudó una señora a la casa de al lado. Venía de Barinas —un estado de Venezuela— y era una mujer de una edad considerable, viuda y huraña. Tenía un loro de mascota que adoraba, no lo tenía enjaulado y lo mimaba todo el tiempo. Como no había muchos carajitos por donde vivía, me la pasaba en casa de la señora curioseando. Noté que a veces el loro se perdía por unos días y volvía. Era raro, por lo menos lo pensé así hasta que me enteré de su habilidad. Él era especial, la señora lo había entrenado y macumbeado con una brujería que ya no se practica; bastaba que le susurrara un mensaje seguido de unas oraciones y el animalito volaba a donde la vieja quería. Cuando llegaba repetía lo que le habían dicho hasta que alguien repitiera las mismas oraciones que la vieja había rezado, la respuesta al mensaje y otra vez las oraciones para que el loro se devolviera. Era como la versión mejorada de una paloma mensajera.

La cuestión era que el lorito tenía mi nombre y, como estaba bien entrenado, cada vez que lo llamaba a comer o a llevar mensajes él bajaba de dónde estuviera. Por lo general, estaba en una mata de guayaba que estaba en el patio de mi casa. Además, mi mamá, como yo era muy callejero, siempre gritaba mi nombre; a veces para comer, otras para que hiciera la tarea y muchas para caerme a palos por cualquier vaina. A veces, cuando me llamaba, quien llegaba era el lorito. Eso era un peligro porque teníamos un perro que llamábamos Terrible. Él, cuando era pequeño, mataba gallinas y palomas. De adulto era peor; atacaba a toda persona que no fuera de la casa y se fugaba por las noches. Si el lorito bajaba y el perro lo alcanzaba no quedaría mucho.

Una vez sucedió y el perro de vaina lo mata; le arrancó una patita. Pensé que moriría, pero aguantó como los grandes. La señora cuando se enteró casi que le da un infarto y le formó un peo a mi mamá. Por suerte el animalito sobrevivió, al tiempo se le podía ver con una patita de palo amarrada al muñón, pero no volaba mucho y cuando lo hacía se le veía torpe. A veces el lorito llegaba a la casa y le decía a mi mamá que le regalara azúcar o lo que sea, entonces ella me daba una taza con azúcar o lo que fuese y me enviaba junto con el lorito a casa de la vecina. Allá la señora le susurraba al lorito la oración para que dejara de repetir «Azúcar vecina, Azúcar». Ella empezó a entrenar otro lorito, me dijo que me enseñaría la oración y lo hizo.

La cuestión fue que mi madre, para evitar que se repitiera el incidente, empezó a llamarme por mi segundo nombre. Entonces así fue como sucedió; en la escuela me llamaban por mi apellido, en mi casa por mi segundo nombre y solo mi esposa llegó a llamarme por mi primer nombre. Nunca me gustó, es nombre de loro. Pero cuando nació mi hijo ella insistió en ponerle el nombre por la historia referida.

TIEMPO

Un hombre se apareció en un transitado aeropuerto de Buenos Aires y manifestó provenir del futuro. Su sorpresiva llegada creó gran expectativa entre los presentes, sin embargo, lo único que dijo fue algo relacionado con el iPhone 27:

―Los gráficos son una mierda.

No dijo nada más, pero eso bastó para que el ambiente estuviese tenso por varias horas. Durante la jornada fueron suspendidos algunos vuelos debido a la llegada de un sinnúmero de personas ansiosas por conocer la estrategia del fabricante de la mencionada línea de productos. La autoridad pública se hizo presente y el hombre del futuro fue arrestado bajo los cargos de instigación a delinquir y alteración del orden público. La abrupta detención del individuo creó suspicacia y descontento entre los asistentes, no permitieron su traslado a un centro penitenciario. En vista de eso un comisario de la policía, en una improvisada conferencia de prensa, aseveró:

―Me importa una mierda de dónde venga, tenemos que saber si las siguientes generaciones van a poder tener un iPhone mejor que el nuestro ―hizo una pausa, carraspeó y continuó―. El ciudadano estará bajo custodia de las autoridades mientras se aclara la situación; más adelante daremos detalles…

Eso calmó a los asistentes, abrieron paso y el hombre fue llevado a un centro de reclusión con la esperanza de que las autoridades lograsen dilucidar lo que sucederá con los próximos iPhone.

Hasta ahora no se ha sabido nada de su paradero, se presume que fue deportado, sin embargo, por medio de fuentes extraoficiales, se pudo conocer que había viajado a través de un agujero cola de gusano, procedente del año 2036 y perdió la mayor parte de sus aparatos futuristas en el trayecto; además, el iPhone 27 que trajo el hombre del futuro no tiene linterna ni reproductor de audio. Sin embargo, se cree que posee un dispositivo especial que envía señales directamente al cerebro.

En otro incidente de viajantes del tiempo, el tribunal de segunda instancia en lo Civil, Mercantil del Niño, Niña y Adolescente remitió una demanda de paternidad a la máxima instancia judicial del país ―Venezuela―. A pesar de que en un principio fue calificada como una demanda por inquisición de paternidad, en la actualidad es una paradoja judicial. El demandado apeló el fallo basándose en el hecho de que en un futuro no muy lejano viajó en el tiempo y sostuvo relaciones sexuales con la demandante unas semanas antes de conocerla en el presente.

La demandante indicó que el señor Rodríguez Sarti debía ser condenado por violación, adujo estar bajo el efecto de algún estupefaciente futurista. La defensa arguyó que, a pesar de no negar el delito, no puede culparse ni enjuiciarse a un ciudadano por un crimen que no ha cometido, tampoco otorgar la paternidad porque aún no ha sostenido relaciones sexuales con la agraviada. El dilema se basa en el alegato de la defensa, quien sostiene que el acto no ha sido consumado y los demandantes lo contrario al demostrarse, por medio de pruebas de ADN, que el señor Rodríguez es el progenitor del infante. Por otro lado, juristas indicaron que si se enviaba una comisión al pasado para evitar el crimen se estaría cometiendo el equivalente a un asesinato en primer grado.

Diversas personalidades políticas fijaron posición acerca del tema en cuestión, algunos a favor de la pena de muerte, otros precisaron que el señor Rodríguez debía ser juzgado por los crímenes que cometerá después de su viaje en el tiempo y no antes como sostienen los demandantes, pero no se tiene idea ni de cuándo ni dónde lo hará. Tampoco existe una orden de vigilancia ni presentación en los tribunales porque atentan contra el derecho a la privacidad y libre tránsito del demandado, pero sí una medida de alejamiento.

Legisladores de todo el mundo planean ilegalizar los viajes en el tiempo. Aunque en un principio se creó una atmósfera optimista acerca del tema, surge el escepticismo desde que se demostró que el futuro no debe ser alterado; no obstante, los casos de viajantes particulares se han incrementado; asimismo, los falsos viajantes han creado una gran cantidad de inconvenientes entre los que destacan: quiebra de bancos, histeria colectiva, suicidios masivos y desplome de acciones. La comunidad científica manifestó su preocupación acerca del aumento de los viajes; de mantenerse la tendencia podría colapsar el universo o crearse una brecha en el umbral espacio–tiempo con consecuencias aún desconocidas. Lo único cierto es que un niño tiene un padre que no lo reconoce, una mujer fue ultrajada y el agresor es en gran parte «inocente» del crimen; además, nadie sabe a ciencia cierta el destino del iPhone por lo que la compañía, al conocerse los comentarios del misterioso hombre del futuro, se declaró en quiebra y despidió a 20000 empleados.

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Los presentes cuentos hacen parte del libro «La muerte de Pico Mocho y otros relatos», publicado por Luna Azul Ediciones, en 2017.

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* Roberto Enrique Araque Romero, nacido en Venezuela, es ingeniero mecánico. Escribe bajo el pseudónimo de Morpheo. No ha recibido premios ni reconocimientos, aunque sí ha publicado relatos suyos en las revistas electrónicas «Whisky en las rocas» (México), «Letra Muerta» (Argentina), «La ira de Morfeo» (Argentina), «Heterus» (Colombia), «Mal de ojo» (Argentina), «Pez de plata» (Venezuela), «La palabra» (España). También ha publicado los libros de cuentos «Todas las putas van al cielo» Primera edición electrónica realizada por «Colectivo Río Negro» (Chile, marzo de 2013), «Todas las putas van al cielo» Primera edición impresa (cartonera) por «Casimiro Bigua ediciones» (Argentina, diciembre de 2013). «Todas las putas van al cielo» Primera edición impresa en portugués en proceso. Recientemente (2014) fue finalista en el concurso de cuentos «VIII Premio de Cuento Policlínica Metropolitana para Jóvenes Autores», con el cuento «Una escena al estilo de Steven Seagal». Correo electrónico: robertoenriquearaque@gmail.com. Blog: https://exodoliterario.wordpress.com/

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