Literatura Cronopio

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JORGE VOLPI: LA TRAMA DEL SIGLO

Por Jorge Daniel Ferrera Montalvo*

«Suelo ser muy poca respetuosa de las fórmulas,
y el carácter fragmentario de la literatura contemporánea
(al igual que la de los románticos alemanes; Jean-Paul, Brentano, Ricter)
me parece que corresponde a la pérdida de unidad,
de la integración que caracteriza a la modernidad.
Todo está fracturado꞉ el yo no es más que un mosaico.
¡Enhorabuena! La ilusión del tiempo y del espacio
cada vez es más relativa, y este contexto de desintegración
debe corresponderse en las formas literarias».
(Cristina Peri Rossi: Contar para descubrir

¿Qué define este siglo? ¿Qué eventos o circunstancias históricas lo caracterizan? ¿Será cierto que está marcado por el inicio de la globalización o como postulan algunos investigadores, por los fundamentos de la posmodernidad? Si bien este no es un trabajo que pretende ahondar en los hechos que lo determinan, sí es necesario empezar por describir cómo se articulan sus elementos con las propiedades y construcción de los textos literarios.

En 1986 el filósofo francés Jean Francois Lyotard publica el libro La posmodernidad explicada a los niños. En él, formula el derrumbe de los cuatro grandes relatos que la humanidad ha inventado para narrar su historia. Estos relatos tienen la peculiaridad de contar con una visión de propósito o finalidad. Es decir, el hombre está determinado por su devenir histórico. El primero de ellos es el Cristianismo, en el cual el ser humano encuentra la salvación de su espíritu a través de la creencia en dios. El segundo, el discurso Ilustrado, viene a proponer un estado de plenitud y progreso a partir del uso de la razón, la Diosa Razón como herramienta civilizatoria. El Marxismo, a su vez, facilita la emancipación obrera a través de la lucha de clases. Y por último, el Capitalismo otorga la oportunidad de un bienestar social por la obtención de riquezas.

Es en esta línea donde se inscribe parte fundamental de la obra del escritor Jorge Volpi, pues, el capitalino retoma, sobre todo en su Trilogía del Siglo XX, la idea de la caída de los grandes relatos; señalando, además, la aparición de nuevos géneros discursivos [1] —en el sentido que le otorga Mijaíl Bajtín en su Estética de la creación verbal— como lo son el Psicoanálisis, la Mecánica Cuántica y el Genoma Humano.

Jorge Volpi nace en la Ciudad de México en el año de 1968. Desde temprana edad, a los dieciséis, participa en el Concurso de Cuento del Centro Universitario de México, certamen al que igual acuden los que tiempo después serían sus compañeros de oficio, Ignacio Padilla y Eloy Urroz, y del que se rumoraba había ganado el escritor Carlos Fuentes. Continúa su carrera licenciándose en Derecho por la Universidad de Salamanca con una tesis sobre las relaciones del subcomandante Marcos y los intelectuales en 1994. En esa misma fecha escribe El Magisterio de Jorge Cuesta, trabajo que le merece el Premio Vuelta de Ensayo, y publica su primer libro de cuentos Pieza en forma de Sonata, para flauta, oboe, cello y arpa, op. A partir de 1993 produce su primera serie de novelas que consta de A pesar del oscuro silencio, Días de ira, La paz de los sepulcros, El temperamento melancólico, Sanar tu piel amarga y El juego del Apocalipsis. En 1999 inicia la que para algunos es considerada su obra cumbre: La Trilogía del Siglo XX.

ME PROPONGO CONTAR, PUES, LA TRAMA DEL SIGLO

Publicada en 2003 por la casa editorial Seix Barral, El Fin de la locura posiblemente sea la novela más ambiciosa de Jorge Volpi. En ella, nos narra la historia del psicoanalista mexicano Aníbal Quevedo, quien tras aparecer en París misteriosamente, conoce a una joven llamada Claire de la cual se siente profundamente atraído y en su persecución amorosa le tocará presenciar algunos de los momentos más importantes del Siglo XX: El Mayo Francés, La Revolución Cubana, El Gobierno de Allende, La Masacre en la Plaza de las Tres Culturas, El levantamiento armado del EZLN.

La novela está dividida en tres partes, cada una con igual número de capítulos, en donde el primero se desarrolla principalmente en París y Aníbal Quevedo conoce a las grandes figuras del pensamiento francés tales como Jacques Lacan, Roland Barthes, Michael Foucalt, Derrida, Althusser, Sartre, entre otros. Es a partir de este momento donde Jorge Volpi, tanto en términos formales como de recursos narrativos, empieza a establecer ese juego con la caída de los grandes relatos, pues, desde la estructura como en las técnicas, va incorporando multiplicidad de voces y registros. Pareciera un despropósito que Volpi elija un género tan extenso como el de la novela para relatar el fin de las ideologías del Siglo XX; de las utopías revolucionarias, pero es también una novela hecha de informes, cartas, entrevistas, anotaciones de diarios, recortes de prensa, demostrando así tanto su habilidad como escritor como las preocupaciones de la novela.

Por otra parte, en lo referente al contenido, es una revisión de algunos de los acontecimientos más significativos del Siglo XX, pero desde la perspectiva del que será ahora el nuevo gran relato: la Psicología. ¿Qué importancia tienen en el panorama social los planteamientos de esta disciplina? ¿Qué significa que el inconsciente esté estructurado como un lenguaje?

A mediados del siglo, después de la segunda guerra mundial, Europa se encuentra en un profundo estado de pesimismo, aún no se cree el horror y la devastación de la que fue capaz de generar el hombre. Novelas existencialistas como La Naúsea, de Jean Paul Sartre y La Peste, de Albert Camus, escarban muy hondo en los sentimientos de la gente; incluso filósofos de la escuela de Frankfurth, como Adorno y Horkhaimer, aseguran que es la razón al servicio del hombre, la que causa episodios tan desoladores como Auschwitz. Por ello, cuando Sigmund Freud y Jacques Lacan aseguran que no somos completamente conscientes de nuestros actos, las bases de la civilización occidental se tambalean. ¿En quién o qué confiar ahora si la Razón no es suficiente para habitar el mundo, si ya no es posible estar seguros de nosotros mismos? No es casual que Volpi elija contar el Mayo Francés, y otros hechos, desde la óptica de la psicología; si Volpi se empeña en este cometido es porque sabe también que la psicología es fruto y heredera de la posmodernidad. Es decir, la empresa de Volpi —y creo que esta es la mayor aportación de El Fin de la locura— es, al igual que el Lacan de la novela, hacer una relectura de las ideologías revolucionarias, de los motivos inconscientes del Siglo XX; es más, como bien apunta Roberto González Echeverría en La Razón recobrada [2]: «El libro toma así del psicoanálisis que critica su idea fundamental: que la manera de exorcizar los demonios de la psiquis es expresarlos, darles realidad en el lenguaje». De este modo, la novela se transforma en una muestra, a través de la voz de sus personajes, de los deseos reprimidos, de la memoria colectiva de aquellos años siendo analizada.

La segunda novela de la Trilogía del Siglo XX, aunque no en un orden cronológico [3], es En Busca de Klingsor. Ganadora del Premio Biblioteca Breve en 1999, la historia aborda las pericias del teniente general Francis Bacon y el matemático Gustave Links para hallar al responsable de la aprobación durante la segunda guerra mundial de la bomba atómica en Alemania. La novela, es un compendio de los avances y la carrera científica de aquel período. Con la habitual síntesis que lo caracteriza, Jorge Volpi nos va desentrañando las vidas de físicos notables como Johannes Stark, Werner, Shoring, Heisenberg, Borh, Gödel, Von Neumann, Planck hasta llegar al mismo Einstein. Quizás, como señala Christopher Domínguez Michael, en La Patología de la recepción [4], los posibles defectos de En busca de Klingsor están en la intención didáctica y hasta un poco cansina de Volpi cuando explica el origen del mito de Parsifal y esa obstinación por condescender a las exigencias de las novelas de intriga o los recursos propios del triller, de las peores películas de Hollywood, pero la obra es magnífica en lo referente al contenido porque si en El fin de la locura el propósito era hacer una relectura de las ideologías revolucionarias, de los motivos inconscientes del Siglo XX, ahora el objetivo será demostrar que el motor del rumbo de la historia son (como en los mejores cuentos de Borges) los otros universos del azar, la incertidumbre y el caos. Por ello, la novela explora desde el comienzo las consecuencias de que el mundo sea determinado por estos principios: «A diferencia de otras épocas, la nuestra ha sido decidida con mayor fuerza que nunca por estos guiños, por estas muestras del ingobernable reino del caos. Me propongo contar, pues, la trama del siglo. De mi siglo. Mi versión sobre cómo el azar ha gobernado el mundo y sobre cómo los hombres de ciencia tratamos en vano de domesticar su furia» [5]. Pero ¿Qué influencia tuvieron los nuevos descubrimientos de la ciencia en la publicación, por ejemplo, de la Teoría de la relatividad?

DE LAS PREPOSICIONES FORMALMENTE INDECIDIBLES DE GÖDEL A LOS ESCRITOS DE LACAN (LA PRIMACÍA DE LO NO DICHO)

Dos de los personajes principales de la Trilogía del Siglo XX de Jorge Volpi son el matemático Kurt Gödel y el psicoanalista Jacques Lacan. Del primero sabemos que nace en la ciudad de Brno, el 28 de Abril de 1906, en la actual República Checa. Desde muy pequeño su talento y carácter indagatorio se inclinan por el estudio de la física, pero su fascinación por la verdad y la exactitud lo vuelcan pronto por el campo de las matemáticas. Así, en 1924 ingresa en la Universidad de Viena donde finaliza sus estudios con la tesis doctoral La suficiencia de los axiomas del cálculo lógico de primer orden y en 1931 publica el teorema que lo catapultará como uno de los matemáticos más brillantes y que culmina con más de un siglo de investigaciones en el terreno de la lógica: Sobre sentencias formalmente indecidibles de Principia Mathematica y Sistemas afines. Para entender mejor cuál es la relevancia de este hecho, habrá que describir brevemente el contexto de aquellos días.

Corre la década de 1930 y los estudios por completar el programa de Hilbert acaparan los esfuerzos de la comunidad matemática. El proyecto consiste en dotar de solidez lógica a los métodos de análisis, las formas de aproximación a la verdad por parte de ésta. En otras palabras que las matemáticas no presentaran paradojas o contradicciones. Pues bien, como reacción a ello entre 1910 y 1913 Bertrand Russell y Alfred Whitehead publican el tratado de Principia Mathematica, el cual contiene la totalidad de los razonamientos matemáticos y que por otra parte, contribuye con la Teoría de Conjuntos, de George Cantor, al entorno de bienestar y formalización. Sin embargo, faltaba probar si estos sistemas eran consistentes.

La llave llegaría en 1931. Escrito con sencillez y elegancia asombrosa, de tan sólo veinticinco páginas, el Teorema de incompletitud —como mejor se le conoce a la tesis— pone fin a más de un siglo de nociones sobre la verdad y la exactitud de las matemáticas, pero mejor veamos cómo lo resuelve el propio Gödel:

«Como es sabido, el progreso de la matemática hacia una exactitud cada vez mayor ha llevado a la formalización de amplias partes de ella, de tal modo que las deducciones pueden llevarse a cabo según unas pocas reglas mecánicas. Los sistemas formales amplios construidos hasta ahora son el sistema Principia Mathematica (PM) y la teoría de conjuntos de Zermelo-Fraenkel (desarrollada aún más por J. Von Neumann).

Estos dos sistemas son tan amplios que todos los métodos usados hoy en día en la matemática pueden ser formalizados en ellos, es decir, pueden ser reducidos a unos pocos axiomas y reglas de inferencia. Resulta por lo tanto natural la conjetura de que estos axiomas y reglas basten para decidir todas las cuestiones matemáticas que puedan ser formuladas en dichos sistemas. En lo que sigue se muestra que esto no es así, sino que por el contrario, en ambos sistemas hay problemas relativamente simples de la teoría de números naturales que no pueden ser decididos con sus axiomas (y reglas)» [6].

De lo anterior se desprenden al menos dos aspectos importantes para el ámbito de las matemáticas: el primero, la estandarización de los métodos de análisis para evitar contradicciones y el segundo, no tan evidente, la depuración de un lenguaje que se apegue a la realidad, que se despoje de toda vestidura que lo vuelva impenetrable. En este sentido, la preocupación de Gödel se asemeja más a la de Wittgestein —que a la del propio Lacan— al atender la arbitrariedad y denotación del lenguaje, mientras que a Lacan le interesan esas cadenas o estructuras que producen la noción de realidad. Como se puede entrever, ambos son estudiosos del lenguaje, pero desde distintas áreas o perspectivas.

PALABRAS INDECIBLES…

Otro de los personajes más representativos de la Trilogía del Siglo XX es el psicoanalista francés Jacques Lacan. Discípulo y renovador de las teorías de Sigmund Freud, en sus Escritos publicados en 1956, realiza un diagnóstico en torno a la formación psicoanalítica de aquel entonces y postula un retorno al valor de la Transferencia por medio del lenguaje durante las sesiones. Es decir, al momento en que el inconsciente se refleja a través de éste. Para ello, Lacan pone énfasis en esos conjuntos de significantes [7] que provocan la noción de verdad y que determinan la idea del mundo que se puebla y la personalidad del hablante. Pero a Lacan no es lo único que le preocupa, sino también ese terreno de Lo no dicho, aquellos intervalos del saber que fallan al transmitir, la imposibilidad del lenguaje de poder atrapar la realidad. De hecho, como muchos estudiosos afirman, el estilo de Los Escritos (léase los adjetivos, su sintaxis, la superposición de conceptos, su estructura misma…) es un intento definitivo por demostrar los límites del lenguaje, pero al mismo tiempo, sus virtudes. En este sentido, el interés de Lacan se acerca al de Gödel al buscar un lenguaje —escrito, en el caso del matemático, numérico— que reproduzca fielmente la totalidad. Cabe señalar que las excelentes aportaciones de Lacan, al campo del psicoanálisis, no hubieran sido posibles sin la incorporación de conocimientos de otras ciencias y disciplinas. En parte porque en eso consiste la extraordinaria significación de Los Escritos: en la manera en que Lacan dialoga con los pensadores de su época. Lacan reinterpreta a Ferdinand de Saussure, Claude Lévi-Strauss, Heidegger, Sartre, asiste a seminarios y conferencias y es partícipe de los principales movimientos artísticos como el surrealismo; en suma, es un intelectual comprometido con su tiempo.

Por último, la tercera novela de esta asombrosa trilogía es No será la tierra. Publicada en 2006 por el sello Alfaguara; la historia examina los eventos principales de la segunda mitad del siglo a partir de la vida de tres mujeres: Irina Nikoláivena, bióloga rusa que atestigua el desplome del Imperio y cuya hija muerta (Oksana) representa el éxito del capitalismo; Jennifer Moore, funcionaria del Fondo Monetario Internacional encargada de monitorear la libertad de mercados y distribuir las riquezas a los países en vías de desarrollo; y Éva Halász, subjefa de bioinformática de Celera, matemática brillante e investigadora del genoma humano. Al igual que en las otras dos entregas, Volpi recupera los discursos hegemónicos de la Historia (El martes negro, la Hungría del cincuenta y seis, el Afganistán de los ochenta, el accidente de Chernobil, la caída del Muro, la desintegración de la URSS y el ascenso de Yeltsin), pero entre todos ellos, sobresale uno que pretendo abordar: el Genoma humano.

El Genoma humano es el otro gran relato que Jorge Volpi aterriza. La idea de que los movimientos sociales estén condicionados por nuestro material genético y el rumbo de la historia sea una lucha de especies (no de clases) suena sencillamente aterrador. Por ello, desde el inicio la novela plantea la tensión de que la vida pueda ser de este modo o estar delineada por factores externos: «¿Qué determinaba el carácter de las personas?, se preguntaba. ¿Por qué algunas están preparadas para enfrentarse a las dificultades exteriores, como Olga, mientras que otras parecen condenadas a errar sin fin? ¿Era el medio, la voluntad, la educación? ¿O allí, en el interior del cuerpo, en las células, se inscribía la verdad de cada uno?» [8] Pero la obra no solo señala estas cuestiones, sino que también en el tema del amor se ven plasmadas y traducidas en la voz del personaje de Eva Hálasz:

«Eva me dijo que los sentimientos eran un rescoldo evolutivo, una patología de la inteligencia, en el mejor de los casos un manual de conservación […] el amor es el engrudo de la reproducción, la ira un detonador frente al peligro, el miedo un sucedáneo del dolor y acaso de la muerte [9]. Y más adelante dice «A Eva el amor (no había palabra más empalagosa) le tenía sin cuidado, era una máscara para disfrazar una necesidad evolutiva: el deseo de atrapar un hombre para siempre o al menos durante unos años, a fin de convertirlo en proveedor de genes y alimentos» [10].

De esta forma, con la publicación de su última novela de la Trilogía, Jorge Volpi termina por trazar un amplio proyecto narrativo que comprende los acontecimientos más importantes del Siglo XXI —vistos desde la perspectiva de la historia oficial y de occidente— pero que también señala la irrupción de los nuevos relatos que moldean y definen las corrientes de pensamiento actuales, como lo son la Psicología, la Mecánica Cuántica y el Genoma Humano. Creo que la obra de Volpi es interesante no sólo por los temas que aborda y su sencillez estilística, diferenciada a conciencia de la gran plasticidad del boom latinoamericano, sino porque además es de los pocos escritores que se arriesga, que tiene una preocupación genuina, por relatar de nuevo los eventos centrales de la historia, por urdir la trama del siglo, de nuestro siglo. En ese contexto, pienso que el trabajo de Volpi debe ser leído y revalorado en su justa dimensión.

NOTAS

[1] Bajtín, «El problema de los géneros discursivos», 284.

[2] González Echeverría, «La razón recobrada».

[3] En este punto decidí presentar el trabajo en un orden o sentido anacrónico para fines de análisis y conclusiones y porque pienso, al igual que Christopher Domínguez Michael, que la Trilogía de Jorge Volpi forma parte de un proyecto mucho más ambicioso, de una voluntad por narrar y hacer un estudio, una sociología del Siglo XX.

[4] Domínguez Michael, «La patología de la recepción»

[5] Volpi, En busca de Klingsor,18

[6] Gödel, «Sobre sentencias formalmente indecidibles de Principia Mathematica y Sistemas afines», 53-54

[7] En el sentido que le otorga Ferdinand de Saussure en su Lingüística general. Para Sausser, el Significante es la representación o imagen acústica que se obtiene del significado. Saussure, »Lugar de la lengua en los hechos del lenguaje», 38-39

[8] Volpi, No será la tierra, 69

[9] Ibid, 40

[10] Ibid,106

BIBLIOGRAFÍA

Bajtín, Mijaíl.»El problema de los géneros discursivos.» En Estética de la creación verbal 248. México: Siglo XXI, 1982

Domínguez, Michael. »La patología de la recepción.» Letras Libres, 31 marzo, 2004. Consultado 22 noviembre, 2016. https://www.letraslibres.com/mexico-espana/la-patología-la-recepción

Gödel, Kurt. Kurt Gödel Obras Completas. Introducción y traducción de Jesús Mosterín, Colección. Ensayo, Madrid: alianza Editorial. 2006

Gónzález, Echeverría. »La razón recobrada.» Letras Libres, 29 febrero, 2004. Consultado 22 noviembre, 2016. https://www.letras libres.com/mexico-espana/la-razon-recobrada

Volpi, Jorge. En busca de Klingsor. Barcelona: Seix Barral, 1999

Volpi, Jorge. No será la tierra. México: Alfaguara, 2006

Saussure, Ferdinand. «Lugar de la lengua en los hechos del lenguaje.» En Curso de lingüística general, traducción, prólogo y notas de Amado Alonso, 38-39.Buenos Aires: Editorial Losada, 194

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* Jorge Daniel Ferrera Montalvo es escritor, narrador y ensayista mexicano. Nacido en Mérida, Yucatán en 1989. Es estudiante de literatura latinoamericana de la Universidad Autónoma de Yucatán. Es colaborador del Diario Notisureste y editor en la revista electrónica Delatripa: narrativa y algo más. Ha sido publicado en las revistas Punto en Línea y Sinfín de la Universidad Nacional Autónoma de México, en la revista El Búho, del escritor René Avilés Fabila; en la gaceta electrónica Río Arriba; en la revista Letralia, Tierra de letras; en la revista Palabras Diversas; en la revista Cronopio de Colombia y en la revista chilena Experimental Lunch. Asimismo, ha sido incluido en la Antología de microficción Pluma, Tinta y Papel y en la antología Virtual de Minificción Mexicana.

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