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LOS «YO-PITALISTAS» DE LA «COOLTURE», O SOCIEDAD DE CLICS, LIKES Y TRENDIG TOPICS

Por Omar Rincón*

La política ya no es sección seria en los medios de comunicación, ni en las universidades, ni de la vida ciudadana, pertenece a la farándula, lo irónico-cínico y las redes de la indignación y el matoneo. Y esto es así porque ya no hay partidos y medios sino políticos y periodistas celebrities que sin coherencia discursiva o de storytelling van diciendo lo que emociona al ciudadano para ganar su fe y creencias y convertirlos en fans, cheerleaders o groupies de su causa. Estos políticos, pongamos que hablamos de Trump, Uribe, Macri y demás ceocrátas (el gobierno de los empresarios); creen en el buenaondismo adobado con matoneo y patria (ante la falta de ideas y ética, todo vale para ganar, algo muy de corazón narco); emocionan con las mentiras que podemos creer (dicen impunemente posverdades, proponen una historia llena de alternative facts, ganan elecciones con fakenews); juegan con fragmentos emocionales dispersos y contradictorios en las redes (confundir, indignar, emocionar, evangelizar). Así hemos llegado a la democracia de los clics, likes y trendings. Y esto es así por al menos tres razones: el triunfo del yo-pitalismo cool, el mal periodismo y la ausencia de la cultura crítica.

EL YO-PITALISMO COOLTURE

El capitalismo triunfó: todo por el billete, nada por la cabeza; importo yo y yo, yo y nada más que yo, lo colectivo y lo público solo sirve si es para expandir mi yo-económico. Y el yo se construye vía el consumo. Soy lo que consumo porque eso «produce» mi estilo de vida. Lo más ingenioso de este capitalismo es que ya no se quiere ser Culto o Crítico, eso es mamerto, jurásico, aburrido; se quiere y exige ser cool, divertido, de marca y con gustos de nuevo rico (o narco) a lo Trump, y ese cool lo determinan los glamurosos de la farándula (otra manera de nuevo riquismo).

Somos yos de cultura cool, o sea de coolture: extractivistas de modas, críticos de la política y el sistema, practicantes del mandato consumista. La paradoja está en que somos críticos/cínicos/súbditos del consumo… consumiendo. Bienvenidos a la coolture, donde se critica consumiendo.

Los habitantes de la coolture sienten y creen que la política, la crítica, el pensar, el imaginar órdenes distintos de lo colectivo atenta y conspira contra su yo. Por eso, ellos y ellas se sienten muy pero muy cool consumiendo Netflix y HBO, eso los hace sentir que son muy trendy y críticos (¿de qué? No sé); gozando las comidas, viajes, músicas, los peluquiados, las barberías, las drogas del mundo, eso los convierte en ciudadanos mundo que se ríen de esta chibchombia de sus padres (¡la burla como pensar!); creyendo en lo orgánico, lo ambientalista, lo animalista, eso los convierte en feligreses de la nueva era de buenaondismo (¡pensar aburre, todo es actitud!); y haciendo en política lo que sus mayores les dicen: odiando por herencia, votando por comodidad, delegando la responsabilidad pública en quien les beneficie económicamente: los padres, los jefes, los corruptos, los narcos… (¡prefieren una dictadura a una democracia!).

Y esto es así porque a los yo-pitalistas de la coolture les encanta creer en las celebrities (es más, esa es su máxima aspiración: ser celebrity), más que ciudadanos son fans, más que pensar quieren practicar sus creencias. Su evangelio está en las series, las redes, la farándula y el new age. Y esto es así porque en sociedades muy de derecha, de tradición hipercapitalista y modelo económico «sálvese quien pueda» como Colombia se ha vendido que menos Estados y menos derechos sociales significa más crecimiento y eficiencia privada; poco o nada hemos tenido proyectos de índole más socialista y progresista que crean y fortalezcan el Estado y amplíen los derechos de los ciudadanos. Entonces, no es tan raro que en esta sociedad de capitalismos extremos y de la caridad cristiana triunfen las opiniones autoritaristas al estilo Uribe.

En este escenario, las elecciones se han convertido en un campo de prueba social que se practica cada tanto y poco significa, ya que hemos llegado al estado cínico de saber que toda la política es de posverdades, o sea, de contar y prometer lo que la gente quiere creer y escuchar para emocionarse. Así llegamos a una sociedad de indignados contra todo pero que no hace nada con tal de no perder el pequeño confort capitalista, una sociedad aburrida con la vida pública y emocionada con la vida privada, una sociedad decepcionada de la democracia.

Más que ideologías, triunfan las cruzadas morales llamadas IDEOLOGÍA DE GÉNERO (o con mi familia o mis hijos no se metan, una ideología de ética sexual) o cruzadas contra el CASTROCHAVISMO (que invocan el terror para no convertir a Colombia en petrochavista…), por el NEOLIBERALISMO (cada uno es dueño de su destino de billete y diversión, el resto que se joda) y lo CONTRACULTURAL (lo cool es criticar el consumismo y el capitalismo vía el consumo y el capital). La fórmula es simple: Contra los demonios (la ideología de género y el chavismo), por el liberalismo radical (el yo) y en actitud contracultural (somos buenistas de aspiraciones elementales como la alegría y la esperanza)… perdemos derecho, sociedad y cultura. Una cruzada antidemocrática pro-empresa privada para celebrar al yo consumista sin comunidad.

EL PERIODISMO GUAU (leáse wow, wow, wow)

El yo-pitalismo coolture se vende con medios y redes porque instituye estilos de vida. Todo se hace más contundente cuando los medios de comunicación dejaron de ser narradores críticos de la democracia y se convirtieron en actores políticos militantes en sus dueños y amos y abdicaron de hacer periodismo al dedicarse a «viralizar» posverdades (mentiras que si salen en los medios es porque el periodismo no se hizo cargo de lo suyo: verificar datos, decires, contextos, verdades) y a «pasar» los que dicen las redes, tanto que ahora la noticia es lo que dicen las redes, no la realidad. Y cada individuo vive sus creencias y sus pequeñas batallas en Whats app con su familia y amigos con lo cual pierde de vista lo colectivo y estructural de la vida pública.

Y es que el periodismo pasó de ser el oficio de perros salvajes e indomables que defendían al ciudadano, luchaban contra los poderosos y narraban éticamente la democracia para terminar siendo periodismo domesticado. El periodismo se solía definir como el «perro guardián» de la democracia, esa raza que luchaba por el bien público y era contrapoder. Ahora, es el perro guardián de los empresarios, el capital y los dueños; la democracia les tiene sin cuidado. Por eso, ya ni ladra ni muerde (guau-guau), sino que hace wow-wow en la pirotecnia del clic, el halago de colegas, fuentes y anunciantes.

El periodismo se ha convertido en mascota del amo, ese periodista o medio que bate la cola ante su amo/fuente o amo/dueño o amo/anunciante. El periodista-mascota se conforma con ir de bozal y correa ya que le gusta que le den comida gratis, que lo muestren como trofeo, que cuando defeca su amo le recoge sus malas-prácticas. Ese periodismo mascota es el que abunda en nuestro tiempo. Hay otras especies como perro que tuitea, no muerde; periodismo perro callejero que se la pasa escarbando en las basuras para ver si encuentra algo que comer, algo que noticiar, bien sea sangre, semen, violencia o un pobre; periodismo perro-ovejero para ese que se convierte en onegero, milita en una causa y promueve su agenda.

Lo que ha muerto es el pensamiento crítico, el pensar con la propia cabeza, el tener criterio propio, el imaginar en libertad. Necesitamos un periodismo que esté dispuesto a morder al amo, molestar al poder, defender lo público. Hay que hacer otra cosa con esto que amamos y llamamos periodismo; por ejemplo, dejar se ser esa raza domesticada para volver a morder al poder y a las buenas morales empresariales.

CULTURA (anti)CRÍTICA

La ausencia de pensamiento crítico de nuestra coolture donde el dinero son los likes y pensar no es cool ha llevado a que la democracia haya dejado de ser sexi y entretenida; a que los ciudadanos anden en guerras de whats app; a que la vida pública aburra, mientras lo doméstico entretiene. Mientras tanto los políticos apestan pero no se han enterado. Y así hemos llegado a esta sociedad celebrity con democracia cínica.

La actitud y el pensar crítico es sacar y poner en juego el fan, el hincha, el groupie democrático que llevamos dentro. Más que de contenidos es de estilo, estética, narrativa y modo de jugar. La actitud es volver sexy la democracia. Para comprender el papel de las redes y los medios en la producción de la democracia hay que echar mano menos a la teoría política y más al saber melodramático (referente popular) y pop (entretenimiento y espectáculo); tenemos que conectarnos con los modos de sentir, comprender e interpretar de la gente: y la gente sabe de telenovelas (modos populares) y mundos del entretenimiento (modos pop).

Necesitamos urgentemente que la política y la democracia zumben, pinchen, piquen e hinchen. Entonces, hay que imaginarse una sociedad más solidaria con menos capitalismo y más comunitarismo.

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* Omar Rincón. Periodista, académico y ensayista colombiano en temas de periodismo, medios y entornos digitales, cultura, entretenimiento y comunicación política. Profesor asociado de la Universidad de los Andes (Colombia). Investigador y creador del Centro de Estudios en Periodismo, CEPER, de la Universidad de los Andes (Colombia). Director de FES COMUNICACIÓN para la Fundación alemana Friedrich Ebert. Crítico de tv de El Tiempo. Ensayista y consultor de la revista digital 070. Correo-e: orincon61@hotmail.com

 

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