Literatura Cronopio

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NOTAS SOBRE LO INSÓLITO Y CONCEPTOS DE ANTROPOLOGÍA EN BORGES Y CARPENTIER

Por Alejandro Cortázar*

Lo insólito y lo antropológico son sin duda elementos que convergen en el contexto de la escritura, tanto en la obra de Borges como en la de Carpentier. Para diferenciar su peculiaridad quizás debamos empezar por señalar que cada uno emprende su obra con una forma y un contenido muy a su manera. En Ficciones, Borges, por ejemplo, emplea un estilo indagador en la historia que nos lleva hasta cierto punto de abstracción. En él crea, recrea, e inclusive invierte el orden y el sentido filtrados en el proceso de pretender situar cronologías históricas en un sentido universalista. Es decir, Borges pretende encontrar el origen de cierto orden histórico a través de la universalidad del hombre. Dicho propósito, sin embargo, se sustenta y se conforma en la presunción de un juego paródico de lo imposible ya que la temática de su obra se gesta y gira precisamente en torno a ese vacío que marca la ruptura o la desconexión de la historia que el autor pretende hilar. Carpentier por su parte, trae esa universalidad a un espacio más concreto para encontrar el origen cultural de su personaje: al ir penetrando en los espacios de la madre naturaleza, asimismo irá descubriendo la dependencia y el beneficio de convivencia del hombre con ella. De aquí se desprenden los valores culturales que el personaje–narrador de Los pasos perdidos experimentará, por ejemplo, con Rosario, su querida, y el Adelantado.

Vale decir que tanto Borges como Carpentier poseen un alto grado de erudición. Por ello mismo, para hacer la posible conexión que existe entre ambos, en cuanto al tema que aquí nos ocupa, considero pertinente mencionar la influencia literaria que pudo haber dado cierto impulso al estilo y contenido en la obra de cada uno de ellos. Ángel Flores señala que Borges fue influido por varios escritores de la talla de Chesterton, Wells, Machen, etcétera, pero que el que quizás hizo sentir su impacto más profundo y revelador fue Franz Kafka (189). No obstante, esta influencia kafkiana dejaría su huella no sólo en Borges sino en un gran número de escritores de toda la gran prosa ficticia latinoamericana de los años cuarenta, incluyendo al mismo Carpentier (190). El marco generador serían las frases de apertura en los textos de Kafka El juicio (Der Prozess) y La metamorfosis. En estas obras la conversión física y la inversión de sentido se funden en un ayer, un hoy y un mañana en los que el «tiempo existe en una forma de fluidez sin tiempo y lo irreal sucede como parte de la realidad» (191) [1]. Así, universalidad, intertextualidad y ficción harán de la obra de Borges una metaficción en la cual la realidad temporal será borrada por la idea de lo infinito.

En Carpentier se puede decir que, no obstante su formación intelectual obtenida en casa desde muy pequeño, su experiencia mundana y su condición de trilingüe despertaron en él, una vez estando en el extranjero, la necesidad por indagar en temas latinoamericanos. También, por otro lado, una serie de acusaciones por su supuesta inestabilidad ideológico-política instigaría su sensibilidad emocional e intelectual para ocuparse de temas autóctonos de la cultura negra e india, así como del mestizaje y la influencia occidental en toda la cultura latinoamericana en general. Su preocupación se centraría en remitirse al origen del hombre americano, a través de la naturaleza y, de ahí, de los hechos percibidos como insólitos a falta de un contacto propicio con aquella. Presenciamos que en Los pasos perdidos el propósito inicial del narrador–personaje es impulsado por la monotonía conyugal y la sugestiva carencia de un artefacto musical, aborigen americano, el cual facilitaría (y quizás daría lugar a otra monotonía) su actividad económico–funcional. La idea de aventurarse para encontrar ese artefacto despierta en él la necesidad de encontrar el origen de sus raíces (tradiciones culturales) americanas, «[a]demás [de que] el español había sido el idioma de [su] infancia» (26). Ya una vez al alcance de ese contacto con la naturaleza (simbolizada aquí a través del personaje Rosario) difícil le será aprehenderlo. El narrador–personaje advierte que el acorde humano requiere de «teoría» (entiéndase conocimiento) y práctica, empero en un proceso simultáneo, aprehensible, empresa inquietante ahora para él. Es decir, advierte que la ideología cultural siempre estará marcada por diferencias de costumbres y prácticas simbióticas:

Me sentía cada vez más cerca de Rosario… Y, sin embargo, al mirar a la mujer como mujer, me veía torpe, cohibido, consciente de mi propio exotismo… No eran tan solo botellas las que se alzaban ahí, en barrera de vidrio que imponía cuidado a las manos; eran los mil libros leídos por mí, ignorados por ella… Mi formación, sus prejuicios, los que le habían enseñado, lo que sobre ella pasaba, eran otros tantos factores que, en aquel momento, me parecían inconciliables. Me repetía a mí mismo que nada de esto tenía que ver con el siempre posible acoplamiento de un cuerpo de hombre y un cuerpo de mujer, y, no obstante, reconocía que toda una cultura, con sus deformaciones y exigencias, me separaba de esa frente de la cual no debía haber siquiera una noción muy clara de la redondez de la tierra, ni la disposición de los países sobre el mapa. (107. El subrayado es mío).

Si la obra de Carpentier se centra en un contexto telúrico de una región particular, su temática no deja de incluir al menos un punto de referencia universal, aunque de grado oscilante entre uno y otro individuo: «Y al ver la pequeña cruz de oro que le colgaba del cuello, observé que el único terreno de entendimiento que podíamos tener en común, [era] el de la fe en Cristo» (107).

Con Borges tenemos que, en su colección de cuentos Ficciones, el personaje–narrador de «El jardín de los senderos que se bifurcan» se aferra al tema del «abismal problema del tiempo» (113). En «La Biblioteca de Babel» se cuestiona el razonamiento y la veracidad de la escritura indagando por encontrar, paradójicamente en lo frecuente, un sentido original, dado que «La Biblioteca es ilimitada y periódica» (110). Pero es «Las ruinas circulares» el cuento que marca con mayor nitidez la fusión de tiempo y espacio. Aunque el tema de la escritura no está tan palpable, es decir, no se sigue una huella lingüística, lo que sí ocupa al narrador es encontrar un origen, el inexplicable origen existencial que convierte su cuerpo, el mismo que lo impulsa al deseo de lo sobrenatural. Si bien el personaje parte de una realidad (de un viaje) comprometedora [«besó el fango, repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, marcado y ensangrentado, hasta el recinto circular…» (61)], un jirón mágico le hará sentir lo favorablemente inesperado. En éste se adentrará y sentirá el deseo de encontrar la cúspide encantadora con el propósito de poder traerla a su realidad.

Carpentier bien podría cuestionar el elemento onírico en «Las ruinas circulares» para que éste pudiera catalogarse como mágico–realista. Sin embargo, no debemos olvidar que éste contiene varios de los elementos que dan modelo a la narración mágico–antropológica. Primero, porque hay una exploración que parte de un hecho insólito, empero textualmente real. Sucede una transformación que le da su toque mágico, inexplicable. Y es así como se emprende ese viaje, esa búsqueda por la entidad. La concepción de lo extraño, de sentirse fuera de su simbiosis es lo que motiva a los personajes de «Las ruinas circulares» y Los pasos perdidos a anhelar ese origen que no podrán aprehender porque queda preestablecido de antemano un distanciamiento que a su vez los ata a otra realidad cultural, otro origen.

Borges y Carpentier son, pues, dos fervientes escritores que con su imaginación recrean su mundo de experiencias textuales, cotidianas, urbanas, dirigiéndose a realidades telúricas e histórico–ficticias respectivamente plasmando en sus textos ficciones y metaficciones sobre el origen y la universalidad que pudieran comprender la inquietante existencia del ser humano.

NOTA:

[1] «Time exists in a time of timeless fluidity and the unreal happens as part of reality» (Flores 191).

OBRAS CONSULTADAS

Borges, Jorge Luis. Ficciones. Madrid: Alianza Editorial, 1993.

—. «El arte narrativo y la magia». Discusión. Buenos Aires: Emece Editores, 1964.

Carpentier, Alejo. Los pasos perdidos. Madrid: Alianza Editorial, 1993

—. Prologo. El reino de este mundo. México, D. F.: EDIAPSA, 1953.

—. «Viaje a la semilla». Guerra del tiempo. México, D. F.: Compañía General de Editores

Flores, Angel. «Magical Realism in Spanish American Fiction». Hispania 38 (1955): 187-192.

González Echevarría, Roberto. «A clearing in the jungle: From Santa Monica to Macondo». Myth and Archive: A Theory of Latin American Narrative. Cambridge: Cambridge UP, 1995.

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* Alejandro Cortázar. Doctor por la universidad de Iowa (1997). Profesor titular en Louisiana State University, Baton Rouge, desde el año 2000. Sus intereses de investigación abarcan la creación de la nación y la formación de identidades étnicas y culturales. Ha publicado «El antihéroe de ‘necio quijotismo’ en Tomochic (1893) de Heriberto Frías» (2013), «Emancipación, romanticismo y consolidación de las letras criollas: el caso de El criollo (1837) de José Ramón Pacheco» (2010), «Priests and caudillos in the novel of the Mexican nation» (2007) y Reforma, novela y nación: México en el siglo XIX (2006), entre otros. También ha publicado sobre la contracultura, cuestiones de género e identidad y el otro subalterno en la narrativa mexicana. Co–editó con Rafael Orozco la colección Lenguaje, arte y revoluciones ayer y hoy: New Approaches to Hispanic Linguistic, Literary, and Cultural Studies (Cambridge Scholars Publishing, 2011).

Correo–e: acorta1@lsu.edu

 

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