Cicatrices de Guerra Cronopio

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MI INFANCIA LA MARCÓ EL CONFLICTO ARMADO

Por Universidad de la Amazonia.

Hola, mi nombre es LAURA VANESSA PARRA CHACON, les voy hablar sobre mi experiencia de vida: Los llevo al año 1998 en el municipio de PUERTO RICO-CAQUETA donde vivía con mi mamá y mi papá.

Yo tenía 4 años de edad y me acuerdo con mucho terror, cuando mi pueblo era hostigado por las guerrillas de las FARC, para esa época se iniciaba la negociación del proceso de Paz entre el gobierno del presidente ANDRES PASTRANA y las guerrillas de las FARC, para la cual se acordó una zona de distención, conformada por cuatro municipios del departamento del Meta (La Uribe, Mesetas, La Macarena y Vista Hermosa) y por el departamento del Caquetá el municipio de San Vicente del Caguán, el cual limita con Puerto Rico.

El Municipio de Puerto Rico, fue atacado sin consideración por las guerrillas de las FARC. Nosotros vivíamos cerca de la Estación de Policía, por tal razón estábamos en la zona más neurálgica, mi mamá trabajaba con el Programa Plante en la Alcaldía Municipal y mi papá secretario de un Juzgado. En todo momento vivíamos en permanente zozobra por los rumores de tomas guerrilleras. Me acuerdo de las bombas, el sobrevuelo del avión fantasma, los bombardeos por parte de la fuerza aérea. Para tal punto que es la hora y me asusta escuchar los voladores y los helicópteros. Estas situaciones que se volvieron cotidianas, llevaron a mi mamá a salir de allí.

Después de 8 años, regresamos a visitar a mis abuelos y tíos, y me acuerdo como si fuera ayer que salimos a la cancha “la rabonera” que queda a la entrada del casco urbano, a ver unos partidos de fútbol, cuando en un momento empieza una balacera, vuelve y juega, la guerrilla hostigando la base militar y nosotros en medio de las balas. Mi mamá no sabía qué hacer si correr o quedarse parada, tomó la decisión de salir corriendo a la casa de mi tío Leonel que vivía lejos de la Policía. Estos son recuerdos que han marcado mi vida y la de mi hermanito. Somos personas muy nerviosas, cualquier ruido fuerte nos altera.

Para terminar, quiero resaltar que el Municipio de Puerto Rico, a pesar de ser a nivel departamental su población estigmatizada, acusándolos de ser auxiliadores de las guerrillas de las FARC, ha sido epicentro de fuertes ataques de estas guerrillas hacia su población civil, como los asesinatos a funcionarios de la Administración Municipal, empleados de la Rama Judicial y el hecho más nombrado como el de los Concejales. Adicionalmente el atentado a la infraestructura vial (tumba del puente sobre el río Guayas), que marcó la vida de sus pobladores.

Laura Vanessa Parra Chacón.

Programa de Derecho

Universidad de la Amazonia

MI MEMORIA HISTORICA Y QUE NO QUEDE EN EL OLVIDO

Tengo 17 años de edad nací bajo el seno de una familia compuesta por mis padres y mi único hermano producto de la primera relación sentimental de mi madre. Para mi fortuna no he tenido que vivir la zozobra que produce el hecho de ser víctima de un conflicto armado interno, pero esto no significa que la ola de violencia al trasegar de los años no haya tocado mi familia; realizando esta investigación descubrí que en mi familia también se vivieron eventos de violencia.

Me reconozco como afrodescendiente. Mi padre es oriundo de Quibdó -Chocó y siendo un niño llegó al Caquetá en compañía de mi abuela y mis tíos; mi abuela paterna se ubicó a laborar como docente en básica primaria de esta ciudad, mis tíos concluyeron estudios y uno de ellos descubrió que su vocación era la docencia. Con mucho esfuerzo logró ubicarse como docente de la Secretaria de Educación Departamental, motivo por el cual ella se va a vivir en una vereda del municipio de Puerto Rico, donde el acceso vial es casi nulo para llegar a la escuela que le habían asignado, lo que hacía que ella tardara muchas horas para llegar.

En este lugar existía la presencia del grupo subversivo de las FARC, quienes tenían el control de la zona, porque fueron pocos los meses que duró mi tía en este lugar, pues sin tener certeza del porqué, fue obligada a salir en poco tiempo de la zona, debido a que estaba en riesgo su vida, pues la guerrilla la había amenazado y desplazado por que ella no generaba confianza en ellos y no obedecía las órdenes impartidas por este grupo armado.

Una vez llegó mi tía de nuevo a Florencia y la familia entera nos preocupamos por que su situación de seguridad no era fácil y más cuando en el centro de la ciudad varias veces se encontró integrantes del frente de las FARC que le género el desplazamiento. Aún después de varios años hablar de este tema le genera temor.

La historia de mi tía despierta en mí una profunda curiosidad por saber si existe otro episodio de violencia en mi familia. Con profunda tristeza mi madre me cuenta que su niñez la vivió a lado de sus 9 hermanos en el caserío de Resinas que pertenece al departamento del Huila, donde mis abuelos tenían mucha tierra, al punto que mi madre no dimensiona cuántas hectáreas. Mis bisabuelos eran colonos de este lugar y ella dice que la finca abarcaba 3 montañas de tierra, de las cuales solo se trabajaba una parte, pues ellos vivían de la agricultura y tenían cultivos de papas, frijol y maíz.

También dependían económicamente de la venta de marranos en la finca y se tenían unas vacas de las cuales se cuajaba la leche; todos estos productos se sacaban a la venta ya fuera en el Caquetá o en el Huila, pero era más fácil sacarlos a la venta en Guadalupe, Huila.

La zona se prestaba para que existiera presencia de la guerrilla de las FARC, motivo por el cual mi madre siendo un adolescente decide salir de la Vereda para evitar problemas con integrantes de este grupo, ya que ella por ser una de las mayores era asediada por guerrilleros para que se uniera a las filas de las FARC. Al salir de la zona, quienes sufrieron las consecuencias fueron mis demás tíos debido a que por ser hombres servían más para ser reclutados. El mayor de los varones en muchas oportunidades fue utilizado por este grupo para que comprara remesas y los llevara a donde ellos le indicaban; él debía estar disponible para lo que ellos quisieran a la hora que ellos dijeran sin importar si llovía o estaba enfermo.

En una oportunidad llegó a tener un percance con el ejército que transitaba en la zona, pues le tocó ocultar su única yegua en las montañas que estaba cargada con mercado y medicinas para las FARC. El animal se rodó y perdió la vida; la guerrilla rescató sus víveres y jamás le reconocieron dinero a mi tío por la yegua. La situación del resto de mis tíos se tornó complicada por lo que decidieron ingresar al ejército nacional cómo soldados profesionales, lo que desató una polémica muy grande en la zona; mis abuelos y el resto de la familia fueron amenazados y desplazados por este grupo por supuestamente ser colaboradores del estado o como ellos lo llaman sapos.

La familia se dividió: algunos se ubicaron en el Huila y el resto en el Caquetá. La finca completa se perdió, ya que la prioridad en ese momento era huir por salvar la vida. Pero eso no fueron los únicos episodios de violencia que se vivieron en esta familia.

Un hermano de mi abuelo o sea tío de mi madre quien logró posicionarse como un comerciante solvente y reconocido en esta ciudad, tuvo que soportar que en el año 2001 su esposa fuera secuestrada en la ciudad de Florencia. Mi tía me cuenta que se encontraba trabajando en el establecimiento de comercio de su propiedad, ella no recuerda con exactitud la hora, pero piensa que eran entre las 3 y las 4 de la tarde, cuando se encontraba sola, se presentaron en su oficina unos hombres, que inicialmente pensó que eran clientes. Uno de ellos la llama por el nombre y ella sin ningún temor les contesta “a la orden”.

El hombre muestra un arma y se identifican como miembros activos de la guerrilla de las FARC y le dicen que desde ese momento está secuestrada por este grupo armado. La sacan como si nada y muy disimuladamente la suben a un carro, la llevan a las afueras de la ciudad donde le tapan los ojos y la sacan del municipio a un lugar descocido. Luego se enteró que estaba por los lados del Huila; la pusieron a caminar muchas horas por zonas inhóspitas de la selva, hasta llegar a un campamento donde la recibe el comandante del frente, él le saluda con mucha cordialidad y le dice que ha sido secuestrada para fines económicos y que su vida dependía de como la familia aceptara un intercambio por una cantidad de dinero que ellos luego le dirían.

Luego de conocer que el monto exigido por este comandante que era de 300 millones de pesos, ella trata de llegar a un acuerdo más bajo dándoles a conocer que el negocio también tenía deudas por cancelar a los bancos, pero no fue posible que este comandante entrara en razón. Ellos enviaban pruebas de supervivencia mientras la familia reunía el dinero. Para nosotros fue muy duro este episodio pues es una tortura saber cómo la iban a entregar y cuándo, porque para ese año se conocía de muchas personas secuestradas que nunca más aparecían.

Me cuenta que mientras estuvo secuestrada la tuvieron amarrada día y noche, no podía dormir de la pensadera en la familia y en lo que le podía pasar donde no se lograra recolectar la suma que ellos pedían, le daban buena comida y donde estaba secuestrada habían más personas, pero a ellos no les iba tan bien, pues a veces les daban de comer y otras no, cuando tenían ganas de ir al baño iban acompañados, no había privacidad ni siquiera para eso; finalmente la familia logró conseguir la totalidad de la plata que exigieron y así la dejaron en libertad tres meses después, cuando la dejaron en un lugar llamado La Virgen, como a 4 metros de la carretera.

Ahí logró hacer comunicación con la familia y avisar que estaba bien y así lograr retornar al seno de su hogar. Este episodio sin duda alguna marcó en dos la historia de mi familia. Como se puede evidenciar mi historia familiar también se ve opacada por la violencia que se vive en Colombia.

María Paula Porras Garzón.

Programa de Derecho

Semillero Inti Wayra-Universidad de la Amazonia

RELATOS DE RECONOCIMIENTO DE VICTIMAS DEL CONFLICTO

Estas son algunas historias de mis allegados, que a continuación voy a relatar:

MAYORDOMOS DE LA FINCA.

“Yo vivía en una finca llamada Las Camelias del Caguán y allí trabajaba en una finca con mi compañero sentimental. Êramos los mayordomos de allí y fue a donde la guerrilla llegó a cobrar la vacuna por valor de 50 millones de pesos y los dueños de la finca no estaban, ya que ellos no vivían en esa finca, porque le cobraban mucha vacuna. Entonces él siempre buscaba mayordomos, por eso nosotros fuimos a trabajar allá; le cobraban 50 millones de vacuna porque esa finca era grande y tenía muchos bienes. Esa finca estaba dividida para dos hermanos, era una herencia paterna, entonces ellos tenían la finca muy bonita y tenían mucho ganado entre todos.

La guerrilla siempre les había sacado 50 millones de pesos y ellos ya estaban aburridos de esto y fue por eso que se fueron a vivir a Cali y entonces dejaban mayordomos y cómo nosotros éramos pobres entramos a vivir allá, a trabajar de mayordomos. Ahí fue donde llegó la guerrilla a cobrarnos las vacunas, nosotros llamamos al patrón y le comentamos, él nos dijo que no teníamos orden de dar ganado ni vacuna ni nada a nadie, porque él no tenía la finca en compañía con ellos, eso fué lo que él les mandó a decir.

Esa era la rabia que tenía la guerrilla, por eso fue que atentaron con dos tiros en contra de mi marido y luego se lo llevaron y lo desaparecieron; después de ésto yo logré reunir a la junta de acción comunal para buscarlo, pero no lo encontramos, no lo volvimos a ver nunca más.

Después de tres meses volvieron por la misma vacuna y en ese entonces, al no entregarles nada, se llevaron a mi hijo, secuestraron a mi hijo, se lo llevaron, también luché en buscarlo y en reclamarlo y no, nunca me lo entregaron. Ahí acudí a esa gente para pedir citas a mirar donde me lo tenían, me dijeron que ellos no tenían orden de darme noticias, que el único que tenía que mirar era el secretariado para ver que noticias me daban.

Nunca me dieron una cita ni pude hablar con ellos, porque tenía que dar la vacuna para poder saber de él, entonces yo ¿de dónde iba a dar esa vacuna? Entonces reuní la junta para ir a buscar a mi hijo por todos lados, llegamos a la recepción en una zona en donde unos señores que se hacían llamar “camaradas” y nos dijeron que no, que del secretariado no habían recibido ninguna orden y que ellos no sabían nada, entonces nos hicieron devolver.

Yo me desplacé para la verda La Argentina, Huila, perdí tres años por allá, volteé, trabajé y siempre pensando que mi hijo alguna vez iba a estar; me devolví aquí al Caquetá, estuve en el Doncello y trabajé, hice estudiar a mis hijos por allá y otra vez me devolví para el Huila y en el 2006 dí mi declaración como desplazada.

A los 8 años volví de allá y me dieron las noticias de que mi hijo estaba vivo, me enteré por un amigo que estaba en el Doncello, que compraba ganado, me dijo que había visto a mi hijo y que estaba bien, desde ese entonces yo me empecé a meter en la zona, por eso distinguí a mucha de esa gente. Cuando fui a reclamar a mi hijo diciendo que estaba vivo, ellos me contestaron que el ejército lo había matado, que sí, que ellos lo tuvieron pero que cuando tuvieron un enfrentamiento con el ejército, lo mataron. Con eso me despacharon, pero ellos sabían que realmente mi hijo estaba vivo.

Al final, mi hijo se dió cuenta que lo estaba buscando y por eso nos volvimos a encontrar, ahí fue dónde me contó que duró once años y medio, casi doce años amarrado y secuestrado, hasta que ellos le dijeron que no sufriera más, que les colaborara a ellos, que luchara por la causa, que ya se habían entrevistado conmigo y que me habían dado una hacienda grande para trabajar y que yo estaba viva, entonces de ahí se lo llevaron seis meses para una escuela, le dieron instrucciones, de todo.

Mi hijo actualmente se encuentra en la ciudad de Florencia, a custodia mía, bajo mi techo, tiene 25 años y ahora no se dedica a nada porque no puede ni trabajar, ni salir a la puerta de la casa, no puede salir por razones de seguridad. Después me enteré que parece que esa vacuna de 50 millones se la seguían cobrando a los mayordomos que llegaban nuevos”.

“YO FUI GUERRILLERO”:

“Cuando yo tenía 12 años me encontraba en la vereda Panamá Doce, ahí fue dónde me encontraba cuando decidí formar parte del grupo. Hoy tengo 19 años, soy ex combatiente de la guerrilla, pertenecí al frente 14 Luis Emiro Mosquera durante 5 años, era guerrillero raso, mi función era cumplir órdenes, hacer la guardia o de lo que le encargaran a uno o algo como estar pendiente de algunas personas o llevar tal cosa a alguna parte.

Allá a uno lo ponen a hacer cursos, yo tuve que hacer un curso en la Sabana de Yari de francotirador o teoría del tiro y explosivos, éramos un grupo como de veinticinco o treinta personas y duramos unos tres meses haciendo el curso. La zona de injerencia del frente 14 está por Santa Fe del Caguán, Panamá Uno y Dos, Retiros, La Holanda, Nubia, Sabanas del Yari, Campo hermoso, Pilones, es siempre grande.

Cuando yo estaba allá usaba armamento, a veces ametralladora, el MGL o fusil, o pistola, en fin, todo dependía de donde me fuera a mover, así mismo, porque si andaba de civil, andaba enpistolado. No quiero contar mucho, pero nosotros solíamos tener enfrentamientos; una vez que recuerdo mucho fue el hostigamiento con el ejército, no recuerdo con cual brigada, pero creo que no hubo muertos por la balacera, pero sí sé que unos dos soldados cayeron muertos por las minas y tal vez hubo heridos.

Una vez estaba en el campamento y junto a unos milicianos nos fuimos para allá arriba al borde de Suncilla a minar todo. Le puedo contar que en la guerrilla hay milicianos, que llevan mucha antigüedad, están los bolivarianos y los populares, los milicianos son las personas más cercanas a los jefes y hacen y ordenan lo que ellos manden.

La verdad uno ve, escucha y hace muchas cosas, después de muy poco tiempo uno comienza a arrepentirse, la vida resulta muy dura, pero ¿cómo uno se sale de eso?

Eso era como querer matarse. Así, un día del 2013 tuve la oportunidad de escaparme, fue algo duro para mí y la verdad tenía miedo, no sólo por mi sino por mi familia. Me desmovilicé y pues a mi mamá le tocó irse a vivir a otro lado y yo después de unos meses me fue a vivir con ella.

CASI SE LLEVAN A MI HERMANO

Parece ser que mi familia no vivió en ningún momento la violencia ocasionada por la guerra, pero después de pensarlo bien, me doy cuenta que siempre hubo temor, miedo en nuestros corazones. Mi papá trabajaba vendiendo su medicina natural en municipios y veredas; antes de que yo naciera viajaba a diferentes departamentos De esos viajes no tengo alguna historia que contar, pero después de que yo naciera y ya mi papá en sus 50 años, lo aquejaban los malestares de la edad, por tal razón decidió seguir trabajando dentro del Caquetá y no hacer más viajes largos.

Lo acompañé a algunos viajes, me daba cuenta del cariño que le tenían las personas, él era algo así como lo más cercano a un médico, en lugares en dónde no llegaban medicinas ni médicos. Cuando yo tenía 6 años viajé con él a la vereda de… recuerdo muy bien que nos quedamos en la casa de una señora a la que mi papá le decía “comadre”, era de edad, cerca de ella vivía su hijo y sus nietos, era una familia muy cercana a mi papá.

Una noche, en una conversación, escuché como recordaban cuando mi papá fue sorprendido en medio de la calle, lo acusaban de ir a espiar y entre varios uniformados de la guerrilla le apuntaron con sus armas, en ese momento, varias personas de la comunidad lo rodearon y comenzaron a gritar que, para matarlo a él, primero debían matar a medio pueblo. Esta pequeña parte de la historia sólo la sabía yo, nadie de mi familia se llegó a enterar, lo supe después de que lo comenté para todos y pude notar el asombro en sus rostros, evidentemente era una historia nueva para ellos y de la que se enteraron después de tantos años.

Mi mamá si suele contar mucho una historia y después de analizar nos dimos cuenta que todo iba enlazado.

Con mi familia vivíamos en Florencia en una casa muy humilde cerca la quebrada… habíamos pasado por tiempos muy difíciles después de una inundación que nos dejó sin nada; no había comedor, sillas, televisor, nevera, era una casa grande, pero, tan vacía. Un día llegó a la casa, sin ser invitado y sin avisar, un señor y preguntó por mi papá y sin más quiso seguir, con sus ojos lo veía todo, cada rincón.

Entabló una conversación con mis padres, mi mamá después de un momento le ofreció algo de comer y tuvo que sentarse en el suelo porque no había más. Después de unas cuantas horas le confesó a mi papá que él había sido enviado por la guerrilla para que lo vigilaran, querían saber si era un “espía o infiltrado” esas fueron sus palabras y después exclamó, “pero veo hermanito que usted es muy humilde y que claramente se gana lo de las medicinas vendidas en los pueblos”.

El señor se fue, pero no demoró mucho en volver, en la segunda visita mi papá ya había comprado comedor, así fue como todos se sentaron en el comedor para almorzar, mi hermana mayor quien no tenía más de 15 años, mi hermano con 13 años, mi hermana de 12 años y mis papas, yo aún era una bebé, y fue una conversación larga y de un momento a otro el señor comenzó a hablar con mi hermano, le preguntó si alguna vez había montado en caballo, mi hermano le respondió que no, le preguntó si quería hacerlo y mi hermano asintió entusiasmado, fue así como aquel señor le prometió regresar 15 días después para llevarlo a una hermosa finca con caballos.

Mis papás asustados al otro día enviaron a mi hermano para Ibagué, ya que no iban a permitir que el señor volviera y lo encontrara en casa y así fue como mi hermano dejó el colegio por 3 meses, 3 meses en donde el señor no regresó a la casa.

Pasaron los meses con normalidad hasta que un día el señor regresó, pero esta vez no fue sólo, se encontraba con su mujer, sus hijos y con toda su ropa empacada en costales.

Llegó a casa a pedirle ayuda a mi papá, quería que los dejaran quedarse esa noche, puesto que no tenían donde quedarse. Esa noche comentó que unos días después de la última visita que nos hizo, regresó al campamento; la situación estaba difícil y él se encontraba aburrido de esa vida, además, su mujer y sus hijos estaban en el campo pasando necesidades, y con sus niños creciendo, por lo que temía verlos convertidos en lo que él era.

Decidió escapar, su huida no fue tan obvia porque él fue enviado a una misión, sólo se desvió en el camino y llegó donde su esposa, hizo que empacaran solo la ropa y así fue como entre el miedo y el contratiempo lograron llegar a Florencia.

Se quedaron donde un amigo por varios meses, hasta que alguien les aviso que lo mejor era salir de esa casa porque posiblemente los irían a buscar allá. Ese mismo día fué cuando llegó a mi casa, sin mucho dinero, pero diciendo que estaba dispuesto a hacer lo que fuera para sacar a su familia de Florencia. Al otro día se dirigió al terminal, parece que le insinuó a mi papá que iría a Manizales, pero no fue nada concreto.

Así han pasado los años y no volvimos a tener noticias de ellos. Recuerdo que en cada viaje de mi papá, a mí se me salía el corazón, el miedo se apoderaba y no descansaba hasta que veía a mi papá de nuevo en casa, yo escuchaba de sucesos atroces que sucedían en todo momento y me moría de la angustia al pensar que algo le podría pasar.

Daniela Alejandra Hernández Hernández.

Programa de Derecho

Semillero Inti Wayra-Universidad de la Amazonia

RECUERDOS DE MI TIO

Todo empezó un día que llegó un sobrino de mi abuelo que venía de Chaparral Tolima. Este sobrino de mi abuelo tenía de todo un poquito: tomaba trago, ladrón, peleón y este sobrino de mi abuelo incitaba a mi tío a que salieran a tomar y pues mi tío lo seguía. Este sobrino de mi abuelo le gustaba mucho la pelea y no la pelea a mano limpia, si no que a puro machete.

En una salida que hizo mi tío con el primo tuvieron un problema en una cantina, ellos machetearon, hubo un problema muy grande y de ahí recibieron unas amenazas, que los iban a matar, entonces mi abuelo decidió mandarlo a vivir a san Vicente del Caguán. A mi abuelo le tocó vender dos vacas, una para los viáticos y otra para que se sostuvieran los primeros días en san Vicente del Caguán.

Mi tío vivió 2 años en San Vicente, consiguió mujer y se hizo conocido en la región por que el compraba ganado, pero como todo el mundo sabe, esta zona estaba contagiada de guerrilla y a mi tío le insinuaban que se metiera a la guerrilla y le infundían los ideales de la guerrilla y pues, a mí tío le estaba sonando la idea de la guerrilla. Mi tío se aburrió en San Vicente y decidió regresarse para donde vivía mi abuelo en la vereda Agua Azul, esta vereda queda en el municipio de El paujil.

Ya estando mi tío de regreso, mi abuelo le regalo una finquita. Mi tío trabajó juicioso en su finquita y estaba saliendo adelante pero, a él le seguía sonando la idea de irse a la guerrilla.

Un día, mi tío decidió dejar todo botado y quiso integrarse a la guerrilla; estuvo en entrenamiento 2 meses y cuando tenía la prueba final que era matar a alguien, él ya dijo que él no servía para eso y la guerrilla le decía que si el no servía para matar si servía para que lo mataran, pero mi tío se negaba a matar a alguien y él les decía que no servía para matar pero si para que lo mataran.

Mi tío, hablando con ellos, logró salirse de la guerrilla y volvió a coger su finquita y la trabajó, aunque el seguía en contacto con la guerrilla, pero no como un integrante de ellos, sino como un simple mandadero; a mi tío lo citaban a las reuniones que la guerrilla hacía.

Mi tío, con el tiempo abrió los ojos y se cansó de que le estuvieran pidiendo muchas cosas, desde dinero, hasta que traficara armas para ellos o que la casa de él la cogieran para hacer reuniones o que la cogieran de campamento. Mi tío se aburrió de todo esto, entonces en una reunión que la guerrilla hizo en su casa, él les dijo que el ya no quería seguir ayudándolos pues en ese entonces él tenía sus hijos pequeños y les dijo que no quería que los niños crecieran en ese entorno.

Ninguno de los guerrilleros se vieron disgustados por este inconveniente y esto quedo así ese día, nadie dijo nada, pues este comandante que tenía este grupo era buena gente y mi tío tenía una relación muy buena con este comandante.

Pero a este comandante que era muy amigo de mi tío lo trasladaron de zona y llegó uno muy riata, que era conocido con el alias de “el mocho Cesar”. Este comandante no era tan buena gente como era el otro y mi tío nunca le cayó bien y más con las inconformidades que se venían presentando. En una reunión mi tío le dijo que ya él no seguía con ellos y este comandante no reaccionó como el otro, sino éste amenazó a mi tío de muerte, le dijo “si usted no va servir para esto, es mejor que esté muerto, que sirve para lo mismo. Esta reunión quedó así y pues mi tío quedó asustado pues pensaba que lo iban a matar.

Una semana después le llegó una razón a mi tío, le mandaron a decir que si él no iba a servir para nada era mejor que desocupara la zona o si no ellos lo mataban y pues mi abuelo le ayudó a vender la finca, pero mi tío creyó que la guerrilla estaba jugando y el compró una finca en una vereda vecina.

Mi tío alcanzó a estar dos meses en su nueva finca, tranquilo sin recibir amenazas, el creyó que ya el problema se había acabado, pero a los poquitos días él estaba en su finca tranquilo, cuando llegó un grupo de guerrilleros y a mi tío lo llamaron, mi tío salió y conforme salió el mismo “mocho Cesar” le dijo unas palabras ofensivas y saco una pistola y le pegó dos disparos en el pecho y otro en la cara y ahí quedo mi tío.

Leider Julian Roa García.

Programa de Derecho

Universidad de la Amazonia

RELATO DE MI PADRE

Mi nombre es Hernando Suta Garrido, nací el 11 de diciembre de 1972 en la ciudad de Neiva-Huila, mi padre era transportador por lo cual decidí ser transportador desde pequeño; mi madre a los 3 años de haber nacido se fué de la casa.

Desde ese entonces mi padre se encargó de mí, era muy estricto a la hora de formarme. Tal vez fué porque era el hombre mayor de mis hermanos, siempre me decía que tenía que trabajar duro y desde pequeño me enseñó a trabajar. A los 12 años dejé la escuela porque lo que me gustaba eran los carros grandes y fue así como dure 14 años trabajando para mi papá al régimen militar, no me perdonaba un error y sus tratos hacia mi eran bruscos. Después de muchos años duros de trabajo, aprendí hacer lo que me gustaba.

Nos vinimos para Florencia, porque aquí teníamos familia. Un día conocí a una mujer que se llamaba MARIA ARACELY GARCIA ACOSTA; me gustó tanto que empezamos a salir y tiempo después nos salimos a vivir juntos. Ella quedó embarazada y yo estaba ¡muy feliz!, había anhelado ser papá durante mucho tiempo; cuando nació le pusimos Hernando Suta García lo cargué y grite al cielo ¡nació mi hijo!, era tanta la emoción que llamé a un vecino y gritaba.

Tiempo después tuve que irme a trabajar como transportador, para responder por mi familia. Viajaba mucho y en aquellas épocas no eran muy seguras las vías. Había comprado mi camión con tanto esfuerzo que era feliz trabajando, pero no todo era color de rosa: el 26 de agosto de 1998 viajaba hacia Cartagena del Chairá; íbamos muchos colegas y amigos en caravana, cuando de repente nos paró un retén de la guerrilla. Por unos momentos bajamos hablar con ellos y nos pidieron papeles, también nos preguntaron qué cargábamos y nos interrogaron.

Estábamos a punto de irnos cuando el guerrillero encargado fue llamado por la radio por un comandante de más rango, el cual dio la orden que quemaran nuestros carros, nuestro medio de trabajo y que ante cualquier oposición nos quitarían la vida. Nos tocó correr por miedo a nuestras vidas y con gran tristeza vimos como nuestras herramientas de trabajo eran destruidas con fusiles y granadas. Corrimos con tanto miedo a ser alcanzados, que sin darnos cuenta, llegamos a una vía muy angosta, cerca de una vereda. Ahí cogimos un mixto y nos fuimos para Florencia.

Triste por lo sucedido llegué a casa llorando, mi mujer me preguntó qué pasó mijo y yo le conté. Después de eso luché nuevamente por conseguir las cosas poco a poco. Años después el problema fue con mi hijo ya que tenemos poca comunicación, ambos cometimos errores y sólo espero poder estar bien con el algún día.

Me pregunto ¿el error fue de mi padre por haberme criado así? No sé, pero de lo que sí estoy seguro es que no quiero que a él le pase nada.Hace poco hablamos y ¡que alegría me dió!. Quiero que sepa que siempre estaré ahí para él.

Este fue el relato que me contó mi padre. Ya estamos hablando poco a poco y espero que sigamos mejorando la comunicación.

Hernando Suta García.

Programa de Derecho

Universidad de la Amazonia

EL AMOR DE UN PADRE, RELATO SOBRE EL CONFLICTO ARMADO EN COLOMBIA

Las historias que marcaron mi vida y la de mi familia fueron muchas, ya que el conflicto armado se sentía en cada rincón de Colombia y más aún en el bello departamento del Caquetá, que después de ser un lugar de oportunidades y maravillosa zona turística, pasó a ser una llamada “zona roja” y sus habitantes estigmatizados como “guerrilleros”, por la simple y sencilla razón de pertenecer a esta región del país.

Nosotros somos del municipio de Puerto Rico, más específicamente de una vereda llamada “La Aguililla”, donde mis abuelos tenían una finca, la cual administraban prácticamente mis padres. Somos cuatro hermanos y todos colaborábamos en los que haceres; las Farc le cobraban a mi padre la popular “vacuna”, sino era dinero, era queso o leche, pero siempre exprimían y sacaban provecho de la producción. Vivíamos alcanzados, había que pagar trabajadores, remesa, droga para el ganado y demás gastos. Cada vez los guerrilleros se aprovechaban más de la situación, tocaba vender las reses a escondidas, porque cada venta había quedarles un porcentaje que no beneficiaba en lo absoluto.

Todos los días, me levantaba junto con mi hermana gemela para llevarles café con pan a mi padre y los trabajadores, mientras mi mamá preparaba el desayuno, todo aparentemente marchaba bien, cuando de repente llegó un escuadrón de guerrilleros a la finca, buscando a mi papá, porque supuestamente tenían una deuda pendiente; se lo llevaron casi arrastrado, rasgando sus vestiduras y nosotras detrás de él, rogando con lágrimas en los ojos que no se lo llevaran. Fueron noches y días de tristeza y de un vacío que se notaba en la finca, todo estaba en silencio, nadie decía nada, ni se hacia el ordeño, los trabajadores se fueron como volador sin palo.

Después de varios días, llegaron dos campesinos a la finca pidiendo unas indicaciones y mientras se relacionaban con mis abuelos, les contaron que en el caño de arriba llegando a San Vicente, habían encontrado un cuerpo casi descompuesto, que no se podía reconocer a simple vista.

De inmediato, mi abuelo y mi madre se fueron en bestias para verificar si era mi padre o no, porque ya no sabíamos dónde buscar.

La incertumbre y la tristeza en la cara de mi abuela, hacía que ese tormento que estábamos viviendo, se convertiera en un calvario cada segundo, recibimos una llamada que cambió el rumbo de todo, era mi mamá diciendo que aquel cuerpo casi descompuesto era mi papá, el guía de la familia, el que nos protegía y siempre estaba con nosotras; la voz desgarradora de mi madre acabó de destruir nuestras esperanzas y más aún con la noticia, del por qué se lo habían llevado de esa forma y matado tan inhumanamente.

Aquella noticia, se dió tras la llegada de mi abuelo y mi mamá a la finca. A mi papá se lo llevaron de esa forma porque no había querido entregarnos a las Farc, si, así como se escucha, ya el comandante había pedido a las dos gemelas Torres para hacer parte de su ejército. Cada que tocaba dar la vacuna, mi papá hacia todo lo posible por ir a llevarla antes de que ellos pisaran los terrenos de la finca, para que no tuviéramos ningún vínculo con esa gente y eso que apenas contábamos con 10 años de edad. Era tanta la crueldad de la guerrilla que hasta reclutaba niños aun menores que nosotras y mis otros dos hermanos estaban aún muy pequeños.

Tras saber de esta noticia nos conmovió a todos, mi madre llegó a la conclusión de irse para la capital, a buscar un mejor futuro. Afortunadamente mi papá había dejado unas reses listas para la venta, mas unos marranos y demás animales; porque sin lugar a dudas nosotras y mis abuelos también hacíamos parte del viaje. No se opinó más sobre el tema, con el dolor en el alma y en el corazón, teníamos que dejar aquel hogar donde crecimos y pasamos muchos momentos maravillosos, juntos, como una verdadera familia.

Teníamos tantas tradiciones y tantas cosas por hacer juntos que sin piedad alguna el conflicto nos arrebató, prácticamente nos habían echado, porque ya no era si queríamos seguir ahí, sino que nos tocaba y más porque había un varón en crecimiento que merecía la protección de su familia y un mejor futuro.

Después de dos días de trajín, vendiendo y empacando todo, ya se acercaba la hora de irnos, cuando de repente llegó un vecino, el dueño de la finca del frente, quien nos avisó que el comandante, nos tenía entre ceja y ceja y que a más tardar hoy nos hacían visita. De ante mano le agradecimos y de una vez nos despedimos con lágrimas que recorrían nuestras mejillas; en media hora logramos empacar lo necesario y cogimos un mixto como a las diez de la mañana rumbo a Florencia. En en el instante que nos montamos, empezamos a orar para que en la carretera no hubiese reten de ellos, porque siendo así, ya estaríamos perdidos; después de tres horas de viaje, ni un solo obstáculo que nos impidera que siguiéramos nuestro camino.

Llegamos a Florencia, donde una tía, que fue esa luz de esperanza en un camino oscuro, que al parecer no tenía fin. Nos atendió durante dos días, en su casa, junto a su familia, logramos conseguir una casa en arrendo mientras mi madre y mi abuelo conseguían trabajo, ya que mi abuela, ya estaba muy desgastada, enferma y con los años encima.

La ciudad nos dió duro al principio, pero todo se compuso, cuando los abuelos pudieron vender aquellas tierras, no en el precio que verdaderamente tenían, pero como dicen por ahí, algo es algo peor es nada. La persona que compró las tierras al parecer era miembro de ese grupo al margen de la ley que tanto daño nos hizo.

La pesadilla no paraba, el comprador citó a mi abuelo para que terminar de finiquitar los acuerdos, inocentemente éste accedió y cuando llegaron a aquel lugar, de inmediato el jefe de la familia lo reconoció, trato de retroceder y huir de ese lugar, pero ya era demasiado tarde, esa gente nunca andaba sola; lo obligaron a firmar las escrituras, dándole un millón de pesos como remuneración, dizque por haber cooperado con las fuerzas armadas revolucionarias de Colombia. Esa fue la triste y conmovedora historia que marcó mi vida para siempre; afortunadamente mi viejo sigue vivo.

Dios ha iluminado nuestro camino, mis abuelos lograron una buena estabilidad económica con sus otros bienes y mi madre nos sacó adelante trabajando, formando mujeres con una mentalidad emprendedora, siempre pensando en grande, porque pobre no es sino aquel que piensa como tal.

Janny Lorena Torres Rojas.

Programa de Derecho

Universidad de la Amazonia

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La columna Cicatrices de Guerra Cronopio recoge relatos de jóvenes sobrevivientes del conflicto armado colombiano, estudiantes de la Universidad de la Amazonia y de lideresas del movimiento de víctimas, construidos desde el Semillero Inti Wayra, la Oficina de Paz y la Cátedra de Sociología Jurídica de la misma universidad. Estos relatos hacen parte del libro «Huellas de una historia, voces que no se olvidan».

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