Literatura Cronopio

0
751

C:\Users\Juan Zuluaga\AppData\Local\Temp\Temp2_Articulos-Edicion-94-01-29 (1).zip\01- milena Rondon\images\01-percepciones.jpg

PERCEPCIONES, ESTEREOTIPOS Y REALIDADES DE LA MUJER AFROCOLOMBIANA EN LA NOVELA «LA CASA DE LA BELLEZA» DE MELBA ESCOBAR

Por Milena Rondón González*

La novela La casa de la belleza, de la escritora colombiana Melba Escobar (1976), publicada en 2015, presenta un espejo de la sociedad colombiana contemporánea, donde la clase social, la belleza física concebida como activo social y el imaginario de «raza» actúan como factores determinantes en la exotización, estigmatización y discriminación de los cuerpos femeninos afrodescendientes en la lucha por el ascenso social y la supervivencia en un entorno clasista, racista y sexista. En este ensayo se exploran los posibles puntos de conexión entre clase, género y raza en referencia a la exotización del cuerpo de la mujer afrocolombiana, al tiempo que se examina la toxicidad de los estándares de belleza impuestos por la sociedad dominante en cuerpos marcados por su etnicidad y en correspondencia a un ideal violento de «ser mujer», en el contexto ficcional de la novela.

Teniendo en cuenta que el género, la raza y la clase social son parte de un solo sistema de dominación, el trabajo de la activista estadounidense Kimberlé Crenshaw es pertinente al señalar que la situación particular de las mujeres afroamericanas se debe a la co-construcción histórica de las categorías de «raza», clase y género. A raíz de estas categorizaciones, Crenshaw propone el concepto de «interseccionalidad» que yo uso como marco para entender y desglosar la discriminación social, racial genérica y estructural que sufren las mujeres afrocolombianas.

En La Casa de la belleza se presenta un mundo femenino enmarcado por un clasismo que no escapa a las inseguridades de sus cuerpos, a sus necesidades afectivas, a la presión de las apariencias sociales y al sometimiento al dolor para satisfacer los requerimientos del deseo masculino. No obstante, es dentro de este universo femenino, estrato seis [1], que la autora ejemplifica el clasismo bogotano, ya que las mujeres de tez blanca o mestiza de clase alta son agentes con mas poder adquisitivo y encuentran a su servicio personas de estratos sociales mas bajos y de tez morena que además de servirles, posibilitan la reiteración de su posición de poder y privilegio de clase. Adicionalmente, el texto narrativo también nos ofrece una crítica a la corrupción que permea las entidades y funcionarios del gobierno poniendo en relieve las desigualdades sociales exacerbadas por la migración interna hacia la capital y la violencia cotidiana instaladas en la cartografía bogotana, que contrasta bruscamente entre el norte y el sur de la ciudad.

La novela de Escobar ha sido catalogada como novela negra y social por su carácter crudo y de elementos hiperrealistas. Asimismo, el texto incorpora otros formatos como refranes y letras de canciones o noticias de radio, haciendo de este texto una escritura híbrida que se extiende a la búsqueda de una interpretación de la sociedad en que rige y al discurso sexista arraigado culturalmente. El argumento central de la historia gira en torno a la discriminación y la violencia sutil pero hiriente y maliciosa entre mujeres, a un asesinato, al sexismo, la percepción de belleza y su uso como herramienta de poder. Me enfocaré en tres personajes femeninos principales, por representar tres estratos sociales y raciales diferentes. Primero, Claire Dalvart, mujer de rasgos anglo, Lucía Estrada, mujer mestiza, no muy bonita, y Karen Valdez, una mulata bonita y con garbo pero humilde. Claire Dalvart es una psicoanalista colombo-francesa, de rasgos físicos «ideales» según los estándares dominantes; es divorciada, independiente y de clase alta, quien en medio de la soledad de sus 60 años se siente conmovida y atraída por la sencilla elegancia de la belleza de Karen, a quien de alguna manera termina por mirar con cierto exotismo. Karen es una joven mulata cartagenera, de unos 25 años, madre soltera y que trabaja como esteticista en un salón de belleza al norte de Bogotá. Karen es el personaje central de la historia, y a quien sus deseos por salir adelante y traer a su pequeño hijo a la capital la enredan en una serie de malas decisiones que la llevan a la cárcel.

Como punto intermedio entre Claire y Karen se encuentra el personaje de Lucía Estrada, quien hace contrapeso en la historia al ser la voz de la mujer mestiza «feíta» pero inteligente y de clase media-alta. Una mujer tímida y mojigata que se fue borrando con el tiempo por satisfacer a su marido. A través de Lucía, y de otros personajes como la joven Sabrina Guzmán, quien es asesinada por su novio, se entreabre la cortina de una diversa intimidad emocional femenina para dar luz a lo que por siglos ha sido la base de la discriminación genérica: la deficiente educación y carente empoderamiento femenino en el contexto latinoamericano que ha exaltado el callar y obedecer como virtudes femeninas, incluso cuando esto pone en riesgo la vida misma. Es así como estos tres personajes femeninos actúan como un prisma en el cual se extrapolan aspectos de raza, clase social marcados por el nivel de educación, el poder adquisitivo, la cartografía bogotana dividida entre norte-sur donde contrastan aspectos tan sencillos y a la vez tan rutinarios como el bullicio, la estrechez de los andenes, la inseguridad, el cansancio y el sudor del mar de gente que se mueve cada día de sur a norte para ir a trabajar. Karen entiende la diferencia que ofrecen estos polos geo-sociales, y el marcado privilegio entre norte y sur que solo unos pocos pueden comprar y con los que la mayoría solo puede soñar, como le sucede a ella.

A nivel narrativo, llama la atención que sea Claire, la mujer blanca, bonita y adinerada, quien no solo se narra a sí misma, sino que es quien narra la voz de Karen, la mulata pobre. Lucía, la mujer mestiza, también se va narrando a sí misma: sus inseguridades y su progresivo empoderamiento. Sin embargo, la voz de Karen desaparece en un juego de poder en el que se privilegia la clase y la blanquedad de la piel, pues es la mujer blanca quien decide qué le permite decir a Karen y cómo interpretar su objeto de estudio.

Siguiendo con la línea teórica y para contextualizar un poco el concepto de interseccionalidad de Crenshaw, la argentina María Lugones considera que dentro del contexto latinoamericano es necesario tener en cuenta la relación de poder entre la colonialidad y género, ya que esta intersección conlleva a la subordinación y opresión de las mujeres de ascendencia africana dada la continua «organización diferenciada del género en términos raciales» (Lugones, 78). Esta organización ilustra la singular problemática de las mujeres afrodescendientes frente al racismo, sexismo, clasismo y heterosexismo, etc., por tanto, la interseccionalidad entre estos aspectos se traduce en una mayor vulnerabilidad y en múltiples formas de violencia y micro-agresión con las que tienen que lidiar de manera cotidiana las mujeres afrocolombianas dentro y fuera de sus comunidades.

En la novela, Karen, al ser mulata y de origen humilde representa los desafíos que una mujer afro enfrenta para poder sobrevivir. Comenzando por la negación de la identidad propia y lo que pareciera la postergada mirada al imaginario de la sociedad dominante blanca-mestiza colombiana. Entonces, Karen nos comparte las vicisitudes de su madre y de la pobreza que las ha rodeado. Por un lado, nos llegan los visos de las supersticiones que mantienen algunas mujeres afro, como por ejemplo las señales de abundancia que se leen en las lluvias torrenciales, pero también nos ilustra los vestigios históricos de un abandono social y político aun, en pleno siglo XXI, en el que el cuerpo y la belleza de la mulata son moneda de intercambio para intentar avanzar socialmente. Así nos lo hace saber Yolanda, la madre de Karen, quien tenía la esperanza de salir de pobre casando «bien» a su hija o consiguiendo un buen «sugar daddy». No obstante dentro de la especificad del contexto histórico marcado por la discriminación y precariedad que data de tiempos de la colonia, a raíz de la esclavización de las personas africanas traídas al nuevo mundo, considero el uso de su cuerpo como una estrategia de supervivencia para la mujer afro, porque hay una conciencia de su utilidad y un propósito personal. Al respecto, la autora hace posible la conexión con un caso literario muy conocido como es el de Cecilia Valdés, publicada en 1839 por el cubano Cirilo Villaverde, que consiste en un detalle sencillo como es el apellido que comparten las dos protagonistas: Valdés. Esta coincidencia permite observar la continuidad histórica de la situación de precariedad y discriminación que las mujeres afrodescendientes como Karen y su madre han sufrido siglo tras siglo, y permite la denuncia política y social por la persistencia de esta precariedad en comunidades o regiones mayoritariamente afro.

C:\Users\Juan Zuluaga\AppData\Local\Temp\Temp2_Articulos-Edicion-94-01-29 (1).zip\01- milena Rondon\images\02-percepciones.jpg

Otro aspecto importante que ha promovido resistencia en las comunidades afrocolombianas es el reconocimiento y rescate de su identidad y de los rasgos afro, por lo que se ha comenzado a cuestionar el discurso dominante en torno a la raza y a lo que se considera hermoso y valioso dentro del contexto multicultural colombiano. Es importante mencionar que la inclusión, difusión y discusión de la historia, la literatura y teoría afro, tanto en contextos educativos como en plataformas digitales, ha promovido el surgir de una conciencia de resistencia, de auto reconocimiento y de orgullo. Lo lamentable es que estos contenidos sobre la historia de la diáspora africana no hacen parte de los currículos oficiales en la educación primaria y secundaria y en la educación superior solo atañe a programas específicos, dejando en la ignorancia o en la amnesia histórica a la mayoría de los colombianos. De esta manera las narrativas dominantes que privilegian la noción de «blanquedad», según Sarah Ahmed (153), continúan estigmatizando a los sujetos afro como individuos descuidados, perezosos o menos valiosos, promoviendo la internalización de una enajenación de su propia identidad. De otro lado, con mas educación, conciencia y activismo dentro de la misma comunidad afro, acciones tan sencillas como llevar el pelo suelto y rizado adquieren connotaciones de resistencia y empoderamiento contra la imposición de ideales de belleza y otras narrativas de discriminación de la sociedad dominante. Para la protagonista del texto, Karen, el re-descubrimiento y re-apropiación breve de sus raíces africanas inspira una temporada de rebeldía y libertad de saberse bella en su forma natural. No obstante, tras el continuo acoso de su madre y la eminente necesidad de encontrar empleo como esteticista, Karen vuelve a adoptar los parámetros de belleza dominante: llevar el cabello liso y tratar de hablar como cachaca [2].

En el contexto colombiano, el cuerpo de la mujer afro se ha concebido de diversas maneras: se le ha percibido como el cuerpo exótico, el cuerpo hiper-sexualizado o erótico, el cuerpo criminal, o el cuerpo negro apto para el trabajo duro y doméstico. Lo innegable es que dentro de todas estas percepciones y estigmatizaciones ha quedado invisibilizada y oprimida la capacidad mental del individuo negro para producir conocimiento, su capacidad de empoderamiento y de representación en escenarios profesionales y de poder social y político. Por esto es importante resaltar que en las dos últimas décadas, dado el despegue y la amplitud de los medios sociales, se han abierto paso algunos personajes femeninos afrodescendientes en espacios antes vetados para personas afro. Personajes como Vanessa Alexandra Mendoza Bustos, primera afrocolombiana en ser Miss Colombia 2001-2002; la periodista y presentadora de televisión Edna Liliana Valencia, o la senadora Piedad Córdoba, son claros ejemplos de mujeres afro que se han empoderado y rebelado contra la narrativa dominante limitante, racista y sexista, a pesar de los incontables abusos verbales y el racismo explícito del que han sido víctimas. Ellas han superado estas barreras y se reconocen como modelos de inteligencia, belleza y poder para futuras generaciones.

Lamentablemente, para la protagonista de nuestro texto literario, la suerte no la acompaña. El deseo de mejorar su posición social la lleva a valerse de su cuerpo y su belleza para trabajar como prepago [3]. Sin embargo, uno de sus clientes es asesinado por una banda de taxistas atracadores y poco después su «suggar daddy» es también asesinado por hacer parte de la mafia política corrupta y estar conectado con el asesinato de la joven Sabrina Guzmán por el hijo de su amigo congresista. Karen pasa de ser pieza clave en estas investigaciones a convertirse en la principal sospechosa de todos estos asesinatos. Su voz se silencia en el texto. Su testimonio se deslegitimiza en un contexto manipulado por la corrupción del sistema de justicia y los funcionarios poderosos que tienen acceso a este, los medios de comunicación la enmarcan como culpable y Claire, quien se decía su amiga y protectora, la traiciona al entregarla a las autoridades sin darle la oportunidad de explicarse. De esta manera concluye la metáfora histórica que describe la soledad y el silenciamiento de la mujer afrodescendiente, deseada por su belleza y su cuerpo pero al mismo tiempo estigmatizada por su color de piel y su condición social, al punto de concebírsele como un cuerpo altamente propenso a la criminalidad.

C:\Users\Juan Zuluaga\AppData\Local\Temp\Temp2_Articulos-Edicion-94-01-29 (1).zip\01- milena Rondon\images\03-percepciones.jpg

NOTAS:

[1] En Colombia las clases sociales se determinan por el costo de los servicios públicos del barrio en que residen. Se divide en seis niveles o estratos, siendo el seis el más costoso (i. e. el de la clase alta). N. del e.

[2] Así le dicen despectivamente las personas de la costa caribe (a la que pertenece Karen) a las gentes «acartonadas» del interior, en especial a las de la capital de la República. N. del e.

[3] Eufemismo para prostituta. Más específicamente se dice de las trabajadoras sexuales que exigen previa consignación en una cuenta antes de prestar el servicio. N. del e.

BIBLIOGRAFÍA

Ahmed, Sara. A Phenomenology of Whiteness. 2007. Feminist Theory 8.2 (2007): 149-168.

Escobar, Melba. La Casa De La Belleza, 2019. Print.

Crenshaw, Kimberlé. Mapping the Margins: Intersectionality, Identity Politics, and Violence

against Women of Color. Stanford Law Review 43.6 (1991): 1241-1299.

Lugones, María. Colonialidad y género. Tabula Rasa 9 (2008): 73-101.

_________

* Milena Rondón González tiene una licenciatura en Lenguas Modernas de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (Tunja) y una maestría en Lenguas Romances y Literatura de la Universidad de Missouri. Su investigación se enfoca en roles de género y feminicidio en la narrativa contemporánea latinoamericana. Rondón ha presentado diversas conferencias en instituciones como la Rocky Mountain Modern Language Association, the Southeastern Council of Latin American Studies y el Primer Encuentro Internacional de Investigadores en Estudios Afrolatinoamericanos (2021). Merecedora de la Beca Carrie Wilkins Fellowship y beneficiaria de the Bridge Support program de la Universidad de Missouri (2021-2022). También fue presidente de la organización MU Latinx Graduate and Professional Network (LGPN) (2018-19) y ha co-liderado el programa de Global Service in Costa Rica a través de la oficina de MU Service Learning. Contacto: milena.rondon.co@gmail.com / jrhh4@mail.missouri.edu

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.