Acronopismos y otras delicatesen Cronopio

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triptico de la sabiduria

TRÍPTICO DE LA SABIDURÍA

Por Manuel Cortés Castañeda*

el bibliotecario

cansado de leer documentos digitalizados y organizados y clasificados y comentados y evaluados a la luz del conocimiento y a la perfección… y diseminados en el universo de la nada que todo lo puede, de repente le puso punto final al asunto, y se echó en la puerta de la casa a pensar como un perro que todo lo piensa y lo sabe porque nada sabe y nada piensa…

el perro disfruta de la mosca dejando que la mosca disfrute de su hocico una vez ha aprendido a disfrutar sin ser perro y la mosca sin ser mosca en el hocico de nadie… nosotros solo disfrutamos de la mosca persiguiéndola por todas partes con el limpión en la mano, hasta dejarla finalmente convertida en una mancha de nada en la pared… una huella del miedo y del asombro…

también se metió de cabeza en los depósitos de la luz como una rata hambrienta se mete en el traste de los desperdicios dispuesta a montarse su festín sin pensar que puede ser su primera y su última fiesta… y se cansó como siempre, y se untó de polvo, y se hizo polvo, y el polvo de la sabiduría se le pudrió en las pupilas; y una vez perdido en los montones de periódicos apilados por todas partes y bien amarrados; una vez perdido en las páginas que todo asunto requiere para que el final sea definitivo, —con nombre propio y entidad propia y marca propia—, se sacudió como pudo y a rastras, también le puso punto final al asunto y un segundo perro se tiró en la puerta de la casa, y la mosca se hecho a volar y el limpión no pudo encontrar la mano que le correspondía, la adecuada, el asombro adecuado, el miedo adecuado, y la pared sigue limpia como estaba mucho antes de ser construida y nombrada y marcada y emparedada…

ahora después de tantos siglos de luz en sus pupilas, después de tanto masticar y rumiar sin tener tiempo para comérselo todo con los ojos como debe ser, se había acostumbrado a ladrar, y lo disfrutaba y le gustaba… y se sacudía cada vez que ladraba sin tener que ladrar… se sacudía como si quisiera cambiar de piel… como había visto sacudirse la perra del lado una vez disfrutaba una caricia, o cada vez que salía del baño cubierta de felicidad y olorosa a manos llenas que se le meten y buscan y se le quedan por todas partes… se le dibujan por todas partes en la intimidad….

el asunto que lo había llevado a volar tan lejos y a quedarse finalmente tan cerca de lo que al final de cuentas nada importa porque todo importa… el asunto que lo había dejado casi ciego y sin olfato y sin cuerpo —una vez ya no es necesario ladrar sin dejar de ser perro o de tanto serlo—, lo había echado en un saco, le había amarrado una piedra y lo había enterrado una vez perdida la memoria, en un lugar todavía ajeno a los hechos y las circunstancias de tal encubrimiento, de tal secreto, de tal cosa tan habida y tan poca cosa en el tiempo y sus tantos resabios…

tanto tiempo enamorados de una carga que nada tiene que ver con nuestro propio amor… y cada vez metiéndole algo más un poco más al paquete donde ya nada cabe hasta que de repente el saco se rompe, y la bestia se desploma, y delira e implora, y el tiempo se nos pudre de repente también, y nos quedamos sin mosca y sin hocico y sin limpión y sin perro, y sin una sola pared donde deletrear la mancha que le queda a la respiración…

y el resto que nos queda; la pausa que hacemos para volver a tirarnos en la puerta y disfrutar de la perra de la casa del lado, cada vez menos perra sin dejar de ser perra… ese resto, —esa pausa—, lo dividimos entre borrar todo el día lo que nunca escribimos ni dijimos y en inventarnos formas de respiración para que no se nos olvide del todo cómo respirar…

inhalaciones largas una vez en el fondo del hueco no nos damos cuenta de que alguien nos tira la cuerda para que la mosca se duerma en el hocico… respiraciones cortas o entrecortadas, para que las inhalaciones largas no se hagan tan largas o se alarguen tanto y entonces se nos olvide tomar la cuerda y una vez volvamos a respirar ya sea demasiado tarde…

exhalaciones controladas, enumeradas y en pequeñas porciones bien dosificadas, para que una vez volvamos a inhalar no nos alarguemos demasiado en el instante que nos antecede una vez hemos vuelto a respirar…

del asunto que lo llevó a construir más puertas en la casa y a cancelar algunas… a dejar que más perros se echaran a dormir en la puerta de otra casa apenas construida o por construir… de ese asunto inevitable, todavía quedan ciertas manchas en el piso, diseños emborronados ya casi nada… garabatos que la muerte araña en las paredes y mancha de sangre y restriega y borra sin borrar del todo… garrapiños que un niña perversa deletrea con mierda en el delirio una vez su sombra se ha extraviado dejándola desnuda a la intemperie…

pueblos enteros y mujeres enteras y hombres enteros y seres enteros que todavía no respiran o que ya han dejado de respirar, aunque sigan respirando y se lo crean… montones de respiraciones que solo respiran con el propósito de volver a respirar su propia mierda en las paredes del sueño…

cosas como: «el sufrimiento mío es más grande que el tuyo, más sufrimiento» …igual que «la mosca mía es más grande que tu mosca que se ha quedado dormida en el hocico de otro perro que no eres tú ni yo ni nadie, ni nunca…».

cosas tales como: «el balazo que se me metió de repente en el corazón es más balazo que el tuyo, solamente porque mi corazón tiene que ser más corazón que el tuyo, como el polvo más polvo en mi olfato, en mis manos, y la carga más carga en mi bestia, y mi caída más caída que la tuya, más golpe, más sangre, más aire que respiro y me respira…»

cosas tales como.: «mi muerte es la muerte verdadera, la única, la ideal, la perfecta, la que fue diseñada para mí, a mi medida, confeccionada para mí, solo para mí, soñada para mí, escrita para mi… y la tuya solo un diseño inconcluso, una sombra sin luz y sin materia, una noche de placer equivocada, una palabra mal escrita, una mosca aplastada en la ventana, un perro que se ha quedado sin hocico, y en la pared, solo las marcas que dibujó la nada…».

una perfección a la medida de otro una vez nos han tomado la medida… un fantasma que dibuja en las paredes el horror del fantasma que persigue… el rostro del miedo sin heridas pero que nunca sana… y que también reclama como todos, como él, como nadie, un puesto de privilegio junto a la puerta donde el hocico es todo lo que nos queda y nada… y un bibliotecario que finalmente se le ha olvidado leer…

tratado de la burrosidad

lo que más me encanta de la sociedad moderna y sus instituciones educativas superiores es que hasta los «burros» pueden ir a la universidad. Y se educan y adquieren conocimientos y buenos modales, y como entre burros siempre hay alguno que se destaca, un adelantado, o que pretende serlo y los demás se lo creen, o él encuentra la forma de hacérselo creer —burros avivatos, serían estos—, entonces los hay que incluso llegan a diplomarse con altas cuotas de sabiduría…

burros sabios, únicos, ideales, fuera de serie… y como las brujas, que los hay los hay, aunque sea puro cuento. Siempre a un paso de salir de su burrosidad, saltársela, de superar el gen que los hace burros, cada vez más ajenos a sus burradas, a su especie, a su identidad de cosa simbólica, hiperdesinflada, de siglos de reproducir en su piel la misma marca, de arrastrar los que todos somos y que no queremos, sin un solo reproche, ni una sola queja, ni un solo paso en falso…

y entonces uno no tiene más remedio que preguntarse, si tales atributos, marcas imperativas, rebuznos a priori y facultades para cosechar y enmascarar tantas y tales burradas, es cosa de la sociedad, o de las instituciones educativas o del conocimiento, que no de los burros, ni de sus burronadas… y mientras tanto los burros siguen pasando —y repitiéndose cada vez más— por los filtros del saber, de patas abiertos en las cloacas de la verdad, los agujeros de la ética y de la ciencia… y cada vez la carga es más pesada, más carga, más reiterativa, más abundante, casi aterradora, heperburrética, desgarradora, hinchada, multiburreica, desmadrada…

y una vez salen del claustro, con una marca más en la frente, en el delirio, en el silencio, y la cola que se les avergüenza entre las piernas, ya no caminan, sino que se derrengan y se desploman y se arrastran intentando como pueden recuperar su rebuzno para poder sacudirse la carga, hacerla más ligera, más íntima, más olvido… esperando como niños que alguien les dé cuerda y que un día los llame por su nombre de pila…

definición

una vez su pregunta había sido respondida con sumo cuidado y dedicación, el alumno adelantado formulaba una nueva pregunta y así sucesivamente como si todas las preguntas que quería hacer ya las hubiese hecho… o como si las tuviese escritas desde antes del comienzo de los tiempos en algún rincón de su memoria…

al iniciar la partida, el matemático, casi como si se tratara de una criatura indefensa, se quedaba en vilo y miraba al alumno adelantado no sin dejar entrever cierta sorpresa y encanto… y después como si saliera de una parálisis ya para el muy bien conocida, volvía y respondía al alumno adelantado con tal precisión, destreza y conocimiento que cuando decía la última palabra y escribía la última cifra era como si ya nada quedara por decir ni escribir.

al alumno adelantado sin detenerse a pensarlo un solo segundo le tiraba la siguiente pregunta a la cara con tal precisión y seguridad que parecía que ya había hecho lo mismo mil veces… y sin disimular en su rostro la seguridad que le daba el conocimiento de saber que esta vez estaba seguro que las palabras y las fórmulas no tendrían ninguna validez…

el matemático salía nuevamente de su parálisis, desentrañaba fórmulas, trazos, geometrías inesperadas, puntos de contacto, recurrencias concéntricas, aceleraciones inconexas, signos apenas imaginados, múltiples coordenadas y cálculos y cocientes y sumas y substratos y resultados impecables por encima del tiempo y de la nada…

el alumno adelantado se sacudía un momento y lanzaba la siguiente pregunta como si se tratara de lanzar una piedra a un agujero que se ha visto solamente unos segundos antes de articular la primera palabra… esta vez no fueron más que cuatro palabras y una transición indeseada. ¿Entonces, qué es el infinito? —dijo—, y se quedó de pie catatónico y digestivo…

el matemático, lo miró a los ojos con una ternura inexplicable y como si hubiese encontrado lo que hacía mucho tiempo había estado buscando, sonrió a sus anchas, recogió varios pedazos de tiza que se le habían caído al piso, levantó la mano y empezó a garabatear una línea en el pizarrón… y siguió su movimiento perpetuo sin detenerse un solo momento como si buscara el alma del pizarrón… y después se fue por las paredes y las puertas y las ventanas y los pasillos y los tantos edificios del claustro y otros pizarrones y otras ventanas y puertas y otras almas… y escribió en los cuerpos de los que con su mirada lo seguían por todos los rincones… y en el sueño de los enamorados y en la lengua de los desposeídos… y ya sólo una mano huérfana siguió por las calles y las ciudades escribiendo en el aire, en el delito, en las noches en vela, en la intimidad de las moscas, en los depósitos de la nada… hasta que desapareció sin que él mismo, ni nadie, se diera cuenta que había desaparecido… solo un pedazo de tiza encabronado de la línea que parecía seguirla como el más fiel de los amantes… solo un punto sin clic y sin agujero…

desde ese día, para tantos aciago y para otros infiel e infame y hasta feliz, el matemático nunca regresó a sus clases, los alumnos se negaron a tomar más cursos de matemáticas y el alumno adelantado perdió el habla…

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* Manuel Cortés Castañeda, nacido en Colombia, es licenciado en Español y Literatura de la Universidad Nacional Pedagógica (Bogotá), director y actor de teatro. Cursó estudios de doctorado en la universidad Complutense (Madrid). Enseña español y literatura del siglo XX en Eastern Kentucky University. Ha publicado seis libros de poesía: Trazos al margen. Madrid, España: Ediciones Clown, 1990; Prohibido fijar avisos. Madrid, España: Editorial Betania, 1991; Caja de iniquidades. Valparaíso, Chile: Editorial Vertiente, 1995; El espejo del otro. París, Francia: Editions Ellgé, 1998. Aperitivos, Xalapa, México: Editorial Graffiti, 2004; Clic. Puebla, México: Editorial Lunareada, 2005. Dos antologías de su trabajo literario han aparecido recientemente: Delitos menores, Cali, Colombia: Programa editorial Universidad del Valle. Colección Escala de Jacob, 2006; y Oglinda Celuilalt, Cluj–Napoca, Rumania: Casa Cărţii de Ştiinţă, 2006. Ha sido incluido en antologías tales como Trayecto contiguo. Madrid, España: Editorial Betania, 1993; Los pasajeros del arca. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1994. Libro de bitácora. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1996. Donde mora el amor. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1997. Raíces latinas, narradores y poetas inmigrantes, Perú, 2012. Además, escribe sobre poesía, cuento y cine. Actualmente está traduciendo al español textos de poetas norteamericanos de las últimas décadas: Charles Bernstein, Leslie Scalapino, Andrei Codrescu, Susan Howe y Janine Canan, entre otros.

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