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DE GOLONDRINAS Y CASTORES, DE GRANDES MUJERES AL LADO DE GRANDES HOMBRES

Por José Cardona López*

I

Para que la mujer llegue al ahora que vivimos ella ha estado sometida a las exigencias que por siempre mitos, religiones y sociedades le han impuesto, las que desde hace unos siglos en buena parte han estado ungidas por el frufrú del «eterno femenino» que hemos leído, visto, sentido, y hasta heredado. Ya en los tiempos actuales, aquellas exigencias van a ser potenciadas por la industria del cuerpo que por lo general desde el mundo virtual enajena tanto a mujer como hombre, circunstancias que en el caso de la primera son mayores.

Una vez ella y él han sido capturados por la dinámica de la industria que menciono, ambos acaban por enfrentarse al secuestro de sus cuerpos que perpetra el mercado de aquel mismo mundo virtual. En el físico sus cuerpos se yerguen desde la punta de los pies, y animados por la voluntad del deseo muchos irán a enfrentar dietas, gimnasios, y tallas soñadas. Faenas en procura de salud y bienestar que suelen nacer en consultorios médicos, vecindario, teléfono y redes sociales. En el virtual, y sobre todo en esas mismas redes sociales, sus cuerpos se alzarán desde la mente, lugar donde florean todos los elementos de la personalidad, de lo síquico. Cada clic en el ratón o de la punta del pulgar cae en el charco del tiempo virtual y a este lo dispersa en sus tentáculos como de goma que se llevan la personalidad de quien voluntaria o automáticamente ejecuta la acción. La personalidad, el aforo de lo síquico, es la materia prima que en el ciberespacio constituyen al ser, mismo que termina convertido en la carne en canal de los frigoríficos de los algoritmos que se exponen en los mercados bursátiles de las empresas de tecnología digital. Sin embargo, en el mundo físico el cuerpo existe, el que apuntalado en sus centros de gravedad logra presencia y espacio sociales, labor que para muchos que son millones y millones es una brega infinita de ahogos y empujones de principio a fin de sus vidas.

Y entonces todavía podemos acudir al «Yo soy mi cuerpo» que planteó Jean Paul Sartre, al «la mujer, como el hombre, es su cuerpo», de Simone de Beauvoir. Para esta pareja de grandes en literatura, filosofía y humanidad, ser mujer u hombre es también un estar situado en el mundo, en el aquí y el ahora que les corresponde. O sea, el cuerpo en situación.

II

Como lo han dicho quienes con su debida propiedad conocen y hablan del tema, a Simone de Beauvoir se deben ideas principales y esenciales para las luchas de la mujer del siglo XX y lo que va del XXI. El género, según ella, como construcción cultural viene a ser lo que está detrás de casi todas las conquistas de las mujeres y de quienes luchan por el reconocimiento de sus derechos en torno a lo femenino. Es lo que vemos y sentimos en este ahora que nació en el siglo pasado. Con sus planteamientos, De Beauvoir aporta elementos claves para ayudarnos a recordar e imaginar la historia, sustancia social del tiempo en la que vivimos, la que como sabemos es una elaboración masculina que ha puesto a la mujer en un segundo plano, y soslayado a tantos otros sectores oprimidos.

A lo largo de la mucha historia hemos aprendido que la construcción social del hombre y la mujer asigna destinos diferentes, para él una proyección hacia el exterior; para ella hacia el interior. El uno hacia la calle, el mundo; la otra hacia la casa, espacio de lo social donde se aloja la familia. En este punto cabría volver a recordar lo que Ernesto Sábato dijo en Uno y el universo: «Habrá siempre un hombre tal que, aunque su casa se derrumbe, estará preocupado por el Universo. Habrá siempre una mujer tal que, aunque el Universo se derrumbe, estará preocupada por su hogar». Así las cosas, entonces el hombre acabaría por ser preparado para moverse en un espacio bastante ampliado, en tanto que la mujer para hacerlo en uno mucho más restringido y en el que impera la condición del sometimiento.

La Declaración Universal de Derechos humanos reza en su artículo primero: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente». Tal comportamiento fraternal, para la vida en pareja, muy seguramente germinará en el terreno del amor y sus pronunciamientos mediante el deseo. Ellos dos se unieron gracias al amor, para estar en las buenas y en las malas, se nos dice siempre, con religión o código civil de por medio, o no. Pero es claro que la mujer debe gastar más vida en procura de ejercer sus derechos, en una condición social en la que además las labores del corazón como que solo corresponderían a la mujer, en tanto que las de la razón al hombre.

III

En algunos países, ser mujer es uno de los mayores peligros actuales. En ellos, la mujer sufre diversas formas de violencia. Se maltrata y ultraja a la mujer. También se asesina a la mujer, y en esta forma terminal de violencia pareciera que el hombre cobrara venganza contra la vida. De nuevo las ironías de la historia frente al mito: se mata aquel vientre que hay que salvar cuando el barco está naufragando, y se lo envía a la barca de Caronte.

Con los tantos feminicidios que a diario ocurren en el mundo, como que asistimos a un ajuste de cuentas con el inconveniente de haber nacido del Segismundo de Calderón de la Barca, o el que expone Emilio M. Cioran, o solamente con el hecho de haber nacido que leemos en los versos de Rafael Pombo en su inquietante y desgarrador poema «La hora de tinieblas». Ya en la primera estrofa el hablante se pregunta: «¿Por qué vine yo a nacer?/ ¿Quién a padecer me obliga?/ ¿Quién dio esa ley enemiga/ De ser para padecer?»

Ya en los terrenos de la leyenda, que exudan mucho cuerpo, mucha condición humana, a cambio de una Llorona que va por el mundo cargando con el dolor de haber matado a sus hijos, a pistoletazo o cuchilladas estos la sacan de ahí para… ¿quizá llorar por haberla matado?

IV

Y sin embargo podemos hablar de grandes mujeres al lado de grandes hombres.

¿Son grandes ellas porque también hicieron o hacen una obra, al igual que sus grandes hombres? ¿Son grandes porque al estar junto a sus hombres a estos les apoyaron para hacer una obra? Estas dos preguntas serían iguales para el caso de grandes hombres junto a grandes mujeres. Y para todas las respuestas aparecerían con una nómina amplia.

Mi nómina de grandes mujeres junto a grandes hombres quiero encabezarla con Georgette Phillippart y Simone de Beauvoir.

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Georgette es la golondrina que en la rue de Montpensier esperaba a César Vallejo cuando éste cruza el Atlántico. Sucede en Vallejo el arco de agua, como llamo yo su salida de Lima rumbo a París en 1923, y en esta ciudad se inicia su arco de vida hacia la historia y la literatura, mismo en el que se inscribe profundamente el amor del poeta por ella, el amor de los dos. En este orden de ideas, habría que decir que por causa de este amor todos los que leemos a Vallejo acabamos por ser soñados por Georgette, pues gran parte de la obra de aquel se conoce en el mundo gracias a ella.

Al llegar a este punto quiero imaginar una confluencia de vidas y destinos. Georgette Phillipart camina aprensiva entre las calles de una París ocupada por los nazis, sin soltar los manuscritos de César Vallejo; al mismo tiempo, en algún espacio de esa misma París, Simone de Beauvoir, el querido Castor de Jean Paul Sartre, reflexiona sobre el ser mujer y escribe sus ensayos y novelas. Una y otra en afirmación de sus existencias en el aquí y ahora que les correspondía, ese de la resistencia y la lucha contra el régimen colaboracionista de Vichy.

Siguiendo con la nómina de grandes mujeres junto a grandes hombres yo agregaría a Sofía Tolstaya y León Tolstoy, Mileva Maric y Albert Einstein, Clara Schuman y Robert Schuman, Aurora Bernárdez y Julio Cortázar, Mercedes Barcha y Gabriel García Márquez.

Por Aurora Bernárdez leemos en español traducciones de la obra de Albert Camus, Sartre y Lawrence Durrell, autores tan indispensables en la educación sentimental de muchos de nosotros. En 1967, los dos se separaron, dejando muchas de sus complicidades intactas. De 1983 a 1984 ella estuvo al lado de Cortázar, hasta cuando éste falleció en el hospital de Saint Lazare, luego se convertiría en la albacea de la obra de él, así como una feroz guardiana de la imagen que él construyera y nos dejara.

Al alimón Bernárdez y Cortázar descubrieron París desde sus calles, se respiraron su amor a lo puro cronopio en Pont des Arts y en el Polidor. Y siempre conversando de todo, y por ahí algunos oídos deslumbrados por las faenas de ese tándem. Glop, como él la llamaba, estuvo a su lado mientras escribía Rayuela y muchos de sus cuentos, como los de Todos los fuegos el fuego. Y entonces ella le recordaba a él que había que comer algo para poder seguir escribiendo. Ya lo sabemos, la escritura literaria, como el amor, no es que aguante mucho estómago vacío.

Por Aurora Bernárdez se publicaron en forma póstuma textos de Cortázar. Si el título del cuento «Queremos tanto a Glenda» sirvió para dar paso al «Queremos tanto a Julio» que por años ha circulado entre los lectores de Cortázar, ahora quizؘá tendríamos que decir «Queremos tanto a Aurora».

En 1961, cuando Mercedes Barcha y Gabriel García Márquez salieron de Nueva York porque habían cerrado la agencia de Prensa Latina, pasaron por Nuevo Laredo (Tamaulipas, México) y ahí se detuvieron por un rato. Después de cruzar el puente, y ya sobre la Avenida Guerrero, entraron al restaurante Alicia. Entre lo que pidieron estaba un plato de arroz frito. Al terminar de comer, Mercedes dijo «yo no me voy de un país que hace un arroz así». García Márquez menciona esta anécdota en Vivir para contarla. Al cabo de 47 años, Mercedes y él volvieron a visitar el mismo restaurante en 2008, y de nuevo comieron arroz frito.

Una vez en México, luego de que su cultura culinaria pasara por el paladar de Mercedes, se instalan en México D.F. Mientras ella se hace cargo de todo lo de la casa y el hogar, por 18 meses Gabo se sienta a escribir Cien años de soledad, que luego saldrá publicada en 1967, novela que además contiene grandes mujeres, empezando por Úrsula Iguarán. Habrá que decir que Mercedes, La Gaba, como se la llama también, estuvo junto a Gabo en sus años de Colombia antes de él salir para Europa e instalarse en París, donde escribirá El coronel no tiene quien le escriba.

Pero ahora quiero quedarme con la imagen de ella que me ha dejado la lectura de Gabo y Mercedes: una despedida, de Rodrigo García. Una mujer al frente del hogar y la custodia de la obra de su esposo, mientras éste se hundía en la sopa de los blancos espesos de la desmemoria, también mientras él fallecía. Y ella siempre altiva, solemne, elegante frente a estos aullidos rotundos de la vida. Su corazón de nuevo tenía que cederle puesto a las razones de la razón. Y también de nuevo lo hacía desde lo más profundo de su corazón. Así Mercedes volvía a rubricar su grandeza junto a Gabo.

Mercedes Barcha sobrevivirá a su esposo hasta 2020. Mientras gran parte del mundo sucumbía entre los espumarajos de la Covid-19, ella fallecía a causa de sus propias afecciones. Entonces en el entorno familiar ya no quedaría una «Jefa del departamento de crisis», como Gabo la llamaba.

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*José Cardona López es Regents Professor de Texas A&M International University, donde enseña literatura hispanoamericana y creación literaria. Ha publicado Teoría y práctica de la nouvelle (2003), la plaquette Versos para um ser ideal: «muger fermosa» de Juan Ruiz e «receita de mulher» de Vinícius de Moraes (2014), es coeditor de Teoría de la novela corta: deslindes y reflexiones, Vol. V. de la serie Una selva tan infinita, del Instituto de Investigaciones Filológicas, Universidad Nacional Autónoma de México (2022). Como escritor de ficción ha publicado el libro de cuentos La puerta del espejo (1983) y la novela Sueños para una siesta (1986). Con Todo es adrede (1993, 2009) fue finalista en el VI Concurso Internacional Letras de Oro organizado por la Universidad de Miami, modalidad colección de cuentos. Algunos cuentos de Siete y tres nueve (2003) y de Al otro lado del acaso (2012) han aparecido en textos universitarios para la enseñanza de español y literatura en los Estados Unidos. En 2014 publicó su nouvelle o novela corta Mercedes y en 2018 Do outro lado do acaso. En 2022 publicó la novela corta La vieja Inés (Todo sobre el caso Torres Villaquirán).

1 COMENTARIO

  1. Buen recuento de las mujeres mencionadas . Remenciono dos con su pareja :
    Mercedes Barcha y Gabriel García Márquez, y Aurora Bernárdez y Cortázar…el cronopio
    mayor.

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