Cronoctámbulo

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NOCTÁMBULO

Por Juan Velasco*

«Enciendo el incienso y me siento a meditar;
durante la noche una constante llovizna tras la oscura ventana.
En el interior, recuerdos intensos de estos largos años de peregrinaje».
(Ryokan)

Escribir para no escribir: Seis visiones de la conciencia

Quizás lo que quiero contar vive en una sola cita: «Un escritor, o todo hombre, debe pensar que cuanto le ocurre es un instrumento», afirma Jorge Luis Borges. «La ceguera es un don», añadió el poeta ciego. Su invidencia, que fue su destino, también fue su poesía. Miro hacia afuera y pienso en mi vida. La noche aún me alumbra con su oscuridad, las estrellas vibran débilmente entre la neblina. Lo cierto es que mi suerte y mi destino fue una ceguera parcial: la de un ojo destrozado por un dardo, que me hizo cíclope, me hizo monstruo griego a manos de un héroe que murió más tarde, mi hermano Manuel. Lo que quiero decir es esto: Desde el dolor entro en una primera visión de la conciencia. Vivir en este cuerpo es experimentar el caos, los accidentes de la fortuna, pero el dolor es también maestro, es un don. En mi caso, fui cegado por un dardo pero su estrella, el don de la escritura, fue también mi antídoto, su luz; la poesía me enseñó a morir mejor.

¿Vive la palabra en esos duelos que nos encienden el espíritu? ¿Vive el verbo en la agria violencia de esos dardos de luz, en la cruda soledad con la que nos violentan las masacres diarias? La escritura es el don de lo feroz e insólito pero el poeta es un ciego, y la poesía es su ceguera. Puesto que escribir es también ceguera, mi salvación es doble ofuscación: Mi escritura es un internarme en esa doble oscuridad, es practicar el recogimiento, es atender a mi experiencia y comprender mi dolor: El recogimiento nos provee con la segunda visión de la conciencia.

La palabra me redime momentáneamente, me enseña y guía, me salva, pero la claridad del viaje se revela en los encuentros conmigo mismo. Cae la mañana. El cielo se encapota y un aroma de otoño se esparce entre los chopos altos. Dejo que la palabra roce la esencia misteriosa de esa experiencia cegadora que me tocó cuando tenía cinco años, me abandono para que el Logos se haga instrumento en mí: Escribo para entender, para internarme en esa doble ceguera. ¿Es esta una inútil tarea? ¿De qué misteriosa textura está hecha la vida? Los poetas y los místicos nos recuerdan que «la vida es sueño», o que «we are such stuff as dreams are made on». Tercera visión: Practicar el recogimiento es entender el vacío.

Soy un poeta noctámbulo que contempla su vida, mientras otros descansan en el sueño. Me recojo y me interno en el silencio, en las sombras de la noche, escribo mientras otros duermen. Ese sueño es vacío y mi vida también lo es, pero no lo veo como nihilismo o nulidad en tanto que esa experiencia me muestra una dimensión de la experiencia que semeja un inmenso espacio. Me interesa la palabra que nos abre a ese espacio infinito que todo lo contiene, a la poesía del no‒ser, a la de la no‒mente, a la que ofrece otra dimensión de la existencia: la de la posibilidad de no ser nada para serlo todo, la de ser uno siendo muchos. Busco otra cosa, quizás un despertar, un cruzar, sin hacerme añicos, al otro lado. Quiero descubrirme de nuevo, habitar, al fin, en la divina unidad de todas las cosas.

Entender el vacío es despertar a la divina unión de todas las cosas. Busco en la palabra mi única manera de vivir y reconozco mi única manera de morir. El falso ego desaparece y escucho la llamada del amado, la de mi verdadero ser. Desde el vacío descubro el despertar de la conciencia. La cuarta visión es un despertar a ese amor que es espacio infinito y se hace uno contigo. ¿Cómo escribir para no escribir? ¿Cómo escribir cuando ese falso ego ya es sólo parte del pasado y se ha desvanecido? ¿Cómo escribir en la plenitud de ser sin ese monstruoso dolor que me reclame? Quiero vivir, no en lo feroz e insólito sino en lo cotidiano y humilde, donde yace una llama curiosa: la del sencillo don del ser. La quinta visión de la conciencia nos enseña que despertar es vivir en plenitud. Otros arden sin el don de lo feroz e insólito. ¿Son una muestra de otro destino o un reflejo de lo que soy? Querría haber sido el colibrí y la ardilla, la nube pasajera y el árbol que se agita. El vecino habla en el teléfono, ríe y vibra mientras prepara su bicicleta. Atisbo otra suerte, otra vida más sencilla que pudo, en algún momento, haber sido mía. La palabra me devuelve a lo pequeño, a los rostros y lugares de este milagro diario, a la sencillez de la hierba que vibra en la desnudez del mediodía. El cielo claro es tan real que parece como si en su vasto espacio residiera la misteriosa consigna del mundo. Amar es mejor que escribir, arder es mejor que saber.

La última visión de la conciencia nos enseña que vivir en la plenitud es llegar al amor por todas las cosas. Quisiera ser poeta del no‒escribir, brillar en la llana luz de la simplicidad sin nombre. El don de lo feroz e insólito es la poesía, pero el don de lo cotidiano y lo humilde es un beso divino hecho de silencio, es la plenitud de ser. Quiero escribir para no escribir, para llegar al amor, allí donde ya no queda nada qué hacer, donde no hay nada qué decir. En otra vida fui parcialmente ciego por un dardo de luz, a manos de un hermano muerto. Ahora, bajo la llamarada de otro dios, el don del no‒escribir me libra del canto. Inserto en la verdadera substancia de la palabra, abrazo mi silencio. Existo en el instante, he llegado. Aquí: en la totalidad del silencio, entro en la dicha de ser, vivo en el eterno espacio. Ahora: Estoy despierto en el sueño.

TERCERA VISIÓN: Cuatro poemas sobre el vacío

INTERVALO

NO ESCRIBO para llenar las páginas con palabras aprendidas. Busco desaprender, busco entrar en todo lo que primero es y luego desaparece. ¿Hay vacío en la forma? ¿Hay vacío en el vacío? Inmerso en el sueño, el mundo es una burbuja suspendida en el espacio abierto de la noche. ¿Es amor esta bóveda de azabache infinito? ¿Es infinito amor este espacio?

NADA SÉ y no quiero pensar sino en una dulce llama. No hay nada más en esta espera, intoxicado como estoy en el cuerpo del silencio. Miro, más allá de la ventana, la curva de un sendero y respiro el aire de la alta noche. ¿Existe realmente este silencio, o soy yo el que se ha quedado callado para siempre? No me puedo ver. Se ha detenido el tiempo, todo se ha borrado.

DETENIDO

OSCILAN LAS HOJAS en las ramas, y cuando se detienen, revelan la vastedad del espacio que se abre más allá de la apariencia. Carecen de color, de luz, del brillo que antes encarnaban. En la sencilla quietud las percibo desnudas, son la nada. ¿Podrán vibrar de nuevo, sin luz, sin cuerpo? Imperceptible, detenido en el espacio que se abre, yo también espero. No quiero pensarte, quisiera buscarte en la conjunción de lo que vive en movimiento y se revela en lo inmóvil. Respiro. Hay una invitación a entrar en ese redondo espacio, a sentirte en su ligero beso.

VIBRA TODO DE NUEVO, la brisa vuelve, se hace una con las hojas que brillan en su ondulado movimiento. Mi alma se vierte en ellas, todo se filtra; transparente, se hace todo en la nada.

TRANSPARENTE

LOS ÁRBOLES BLANCOS de luz brillan en el fulgor de la mañana. Camino solo en el sendero, sin tráfico o personas, y voy desnudo de todo. Los árboles, sus ramas transparentes de luz, son los hijos tiernos de una tierra antigua, baldía y rala. Quisiera no pensar, abrir los ojos, ver la semilla que les da el ser, su lento movimiento, las transparencias de la luz blanca. Tuerzo una vereda y más allá, en su centro, veo el rastro de un incendio feroz, ahora tierra y ceniza, entre unas ruinas vanas. ¿Será posible despertar? ¿Sera posible ver, desaprenderlo todo? En mis ojos aún vibra el recuerdo de ti, de la pasada noche. Hubo una hoguera anoche pero hoy en mis ojos sólo habita su delicada llama. 

CESACIÓN

LA NUBE SE DERRAMA en el espacio y es un arroyo de claror, es un cielo metálico y blanco que, silenciosamente redondo, gira suavemente en la bóveda sin centro. Dejo que me acaricie la brisa, que un rayo de sol fugaz me toque, que me ilumine el claroscuro de una lluvia de pájaros que cruza más allá de mí, flota en otro espacio más mudo y más lento. Otro ser me está viviendo. ¿Qué eres sino la plenitud de un vacío que todo lo llena? La nube desaparece en él como la ola que retrocede hacia otro mar, al que fluye, y la pausa del momento es una inmensa quietud transparente que se abre. Ida para siempre la nube, se enciende el cielo de un azul evanescente, tenue. Vasto y cristalino, el espacio se abre ante mí, y voy subiendo.

* * *

Sobre la presente columna: La poesía me ha enseñado a morir mejor. Y aprender a morir, es aprender a vivir. En Cronoctámbulo buscaremos la palabra auténtica, la que vive dentro de nosotros y, en nuestras muertes, trasciende y se convierte en oportunidad. Cronoctámbulo se propone indagar en los rincones más oscuros de la conciencia: en la violencia y la muerte, en el caos y el vacío, en el éxtasis y la plenitud.  Nos acercamos al misterio con cautela pero tras los feroces guerreros del miedo se esconde nuestra liberación.

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*Juan Velasco Moreno es Doctor en Filología Hispánica, por la Universidad Complutense de Madrid, y Doctor en Filología Inglesa, por la University of California, Los Ángeles (UCLA). Profesor, desde hace más de veinte años, en Santa Clara University, la institución universitaria más antigua de California. Es docente en el programa de Filología Inglesa y en los campos de literatura latinoamericana y chicana. Producto de su labor como investigador y conferenciante es responsable de la edición de Cartones de Madrid, de Alfonso Reyes (Madrid, Hiperión, 1988) y de la obra poética de José Juan Tablada, Tres libros: Un día (Poemas Sintéticos), Lí-Pó y otros poemas, y El jarro de flores (Madrid, Hiperión, 2000). En 2002 preparó la antología Under the Fifth Sun: Latino Literature from California (Berkeley, Heyday Books), y Las fronteras móviles: tradición, modernidad y la búsqueda de «lo mexicano» en la literatura chicana contemporánea (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2003). Es también el autor de la novela Enamorado, (Madrid, Ediciones Miraguano, 2000), y de Call Me When I Am Gone, un DVD con su poesía y fotografías del artista David Pace. De 2011 es La masacre de los soñadores (Madrid, Editorial Polibea), una colección de poemas sobre California y el Oeste americano. Su últimas obras hasta la fecha, son Collective Identity and Cultural Resistance in Contemporary Chicana/o Autobiography (Palgrave Mcmillan, 2016) y 1988:NY-LA (Polibea, 2021), una colección de ensayos autobiográficos cortos que son una meditación sobre el concepto de América.

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