MOBY DICK: LA CREACIÓN DEL MITO

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moby dick

Por Octavio Libreros*

«Para Melville lo que yace en el fondo de nosotros como individuos
y como pueblo no es la voluntad de ser libres
sino la voluntad de abrumar a la naturaleza».
(Llámenme Ismael, Olson Charles)

La creación de una obra literaria va mucho más allá del correcto uso del lenguaje, el conocimiento de las normas gramaticales o la determinación por un estilo en particular. Pocos autores logran crear «prototipos» de los que otros se alimenten. Por poner un ejemplo, podemos recurrir al Quijote de Miguel de Cervantes Saavedra quien, a partir de su genialidad, hizo de un desquiciado lector de novelas de caballería un prototipo de todos los locos aventureros del mundo. Lo mismo ocurre con el Raskólnikov de Dostoievski en su novela Crimen y Castigo, que atrapa y personifica en el joven estudiante al criminal que todos llevamos dentro.

Esto no ocurre siempre. Se precisa de una mente creativa capaz de leer su contexto socio-cultural para poder atrapar en su narrativa elementos que sean factor común para un tipo determinado de individuo. ¿Podemos ver en Melville a un autor de este talante? ¿Sus personajes son lo realmente certeros como para contener características comunes semejantes a las que hemos mencionado? Acercarnos a su obra es un acto arriesgado sin tener la previa preparación. Lo mismo ocurre con todos los grandes autores; a riesgo de mal interpretar o manipular sus creaciones. Hermann Melville no sólo crea un prototipo con su Moby Dick sino que va mucho más allá y nos ofrece un mito.

Melville recurre a los hechos propiamente vividos por él para alimentar la creación de su enorme cetáceo, terror de los balleneros y dominio de los más profundos océanos. «Tenía el mar de sí mismo vigoroso» (Olson, 21), es decir que en su narración se expone su existencia en sí misma. Él conocía de primera mano, por sus diferentes expediciones en buques balleneros, la diferencia entre un cachalote y una ballena. Elige por lo tanto para su personaje central a un gigantesco cachalote y le da una característica extra: es blanco como no hay otro igual. Este animal salvaje posee enormes dientes en su mandíbula inferior, lo que lo hace mucho más peligroso que la ballena que sólo puede comer plancton a causa de sus limitantes barbas que le cubren el interior de su enorme boca. Contrario al negro en la nieve, el blanquecino Moby Dick resalta en el oscuro profundo del océano. ¿Puede haber algo más terrorífico para los que sufrimos de megalofobia que esto?

Pero no limitemos la genialidad de Melville a la tarea compiladora de narrar lo que había vivido. Moby Dick es la representación de la naturaleza que se opone a ser dominada. Justamente aquí es donde nace el mito y donde el ‘prototipo’ de lo salvajemente indomable cobra valor. Cuando leemos esta novela no podemos escapar al efecto natural de sentir miedo, pánico o angustia. Nos vemos expuestos a nuestros instintos más primitivos, el yo salvaje de los antepasados humanos que genéticamente habita en nosotros vuelve a asombrarse ante el enorme animal que vamos imaginando.

Si Moby Dick es la representación de la naturaleza salvaje que se opone a ser dominada, el capitán Ahab es la fuerza que busca impedir este objetivo. No hemos de pensar en este personaje como un hombre arriesgado y aventurero que desea atrapar al blanco cachalote para saciar su sed de obsesión, sino como el deseo y la entrega del ser humano como especie histórica por dominar a la naturaleza más salvaje. «Para Melville lo que yace en el fondo de nosotros como individuos y como pueblo no es la voluntad de ser libres sino la voluntad de abrumar a la naturaleza» (Olson, 20). Hombre como especie versus la más implacable fuerza. El capitán Ahab versus Moby Dick. Estamos pues ante la hecatombe de una tragedia. «Un hecho trágico, un acontecimiento trágico, una forma trágica de existir, sólo ocurre cuando se encuentran dos potencias igualmente válidas y no logran una síntesis» (Hegel, 213), dice Hegel en el segundo tomo de las Lecciones de historia de la filosofía.

El mito creado por Melville se eleva entonces a los niveles de lo sumamente trágico. Apalancado en sus dos prototipos, los hace enfrentarse en un mismo campo de batalla: «El Pacífico como taller» (Olson, 33), el océano del que todo emerge y a donde todo confluye, el mar que nos es tan familiar. Como la explosión de dos supernovas, estas dos fuerzas se posicionan una frente a la otra. El capitán Ahab mira el enorme ojo de Moby Dick y en este se refleja su figura diminuta en comparación a él, pero enorme en potencia. Sin embargo, ni la una ni la otra logran sintetizarse, ninguna de las dos traga a la contrincante porque ambas son igualmente válidas.

El cachalote requiere nueve meses de gestación para nacer, posee pulmones y necesita de oxígeno para respirar. Esto lo vuelve mucho más cercano a nosotros y a la vez tan débil como al mismo hombre. A pesar de su magnificencia, no puede pasar más de treinta minutos bajo el agua sin tener que subir a la superficie a tomar una bocanada de aire, y es justamente aquí cuando el hombre y la bestia se enfrentan, cuando las dos potencias de la tragedia se igualan y cuando finalmente comprenden que ninguna podrá dominar a la otra. Las dos necesitan respirar para poder vivir, por lo tanto, están en igualdad de condiciones. El tamaño físico de ambas desaparece y se vuelven potencias amorfas, energías metafísicas igualmente débiles y condicionadas para poder existir. ¿Quién es pues la más fuerte? No hay un ganador en esta batalla y justamente por ello Melville nos ha legado un mito del que no podremos salir jamás.

Inicialmente la novela se comienza a escribir en febrero de 1850 como una narración enfocada en la pesca de ballenas. A mediados de dicho año, en el verano, «Melville cambió su idea de la obra» (Olson, 47), a lo que le sumó un año entero de trabajo. La primera narración no contenía al capitán Ahab, lo que muy seguramente limitaba la función de contraste que requería para llegar a una narración trágica. «En agosto de 1851, había creado lo que hoy conocemos como Moby Dick» (Ídem).

Melville había descendido a las profundidades del mundo: hombre y naturaleza para reunirlos en un escenario común. Su novela no es una narración espontánea que únicamente describe aventuras por el autor vividas. Va mucho más allá y nos ofrece un mito trágico donde el hombre como especie se enfrenta a la potencia de la naturaleza. Es el hijo revelándose contra su madre, es el acto rebelde del impulso dominante del ser humano ante la libertad energizada del mundo. Pasarán milenios y seguiremos siendo ese capitán Ahab arriesgado y temerario, ¡he aquí la visión profética de Melville!: continuaremos elevándonos en nuestros instintos de querer someter lo que jamás podrá ser subyugado.

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El presente texto hace parte del libro en preparación «Mi Hermann Melville», de Octavio Libreros

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REFERENCIAS

Olson, C. (1977). Llámenme Ismael. Un estudio de Melville. México: Ediciones Era.
Hegel, G. (1955). Lecciones sobre la historia de la filosofía. México: Fondo de Cultura Económica.

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*Octavio Libreros nació el 4 de octubre de 1990 en San Juan de Pasto, al suroeste de Colombia. Es Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Nariño, Colombia; Especialista en Literatura Comparada por la Universidad de Antioquia y Magister en Educación por la Universidad Cuauhtémoc de México.

En su desarrollo profesional se ha dedicado a estudiar y analizar la vida y obra de Fiódor Dostoievski, lo que le ha permitido dar conferencias y ponencias en la embajada cultural de Rusia en Colombia: Instituto Lev Tolstoi, Centro de Estudios Clásicos y Medievales (CESCLAM) de la Universidad de Antioquia, Biblioteca Virgilio Barco de Bogotá, Feria del libro de Bogotá —FilBo 2019 y Feria del Libro de Pasto 2021—. Su primer libro publicado sobre el escritor ruso se titula «Dostoievski entre su crimen y su castigo» y es un estudio que profundiza en los elementos creativos y estructurales de la obra Crimen y Castigo. Su actual trabajo literario «Mi Dostoievski», antología de ensayos dedicados a la comparativa crítica y literaria, con elementos de psicología, filosofía y metafísica, sobre conceptos como el amor, la muerte y el parricidio en las obras del escritor ruso, fue presentado en la Universidad de la Amistad de los Pueblos Patrice Lumumba de Moscú. Dicha obra cuenta con prólogo del Doctor Gerardo de la Fuente Lora, docente de la Universidad Nacional Autónoma de México, y presentación de los doctores José de Jesús Herrera Ospina, Filósofo de la Universidad Pontificia Bolivariana de Colombia; y Nelson Ramiro Reinoso Fonseca, investigador becario CONACYT de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Diario Semanario es un espacio dedicado a la crítica, los ensayos biográficos y el comparatismo en de obras literarias a cargo de Octavio Libreros.

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