Por Consuelo Hernández*
Cuando pienso en el surrealismo me deslizo por un paisaje personal y revisito los museos de Salvador Dalí y Joan Miró, el Museo de Louvre, la retrospectiva de Wilfredo Lam en Nueva York y desando clases de pregrado en los setenta, cuando leí Manifiesto del surrealismo que aparecía como prefacio en El pez soluble. Voy a Caracas al curso de vanguardismo, y me deslumbra la poesía de Vicente Huidobro, su encarnizada crítica al futurismo, y adhesión y simultáneo distanciamiento del surrealismo. Salto a la definición de imagen de Baltazar Gracián o Lautréamont, tan similar a la que tomó primero Reverdy y después André Breton. Vuelo a New York University a la clase sobre Modernismo brasileño de Wilson Matins, para aterrizar en la Galería Nacional de Arte en Washington, siguiendo esta procesión que desde mi subconsciente agita memorias soterradas.
Me posee la libre asociación y automáticamente lo registro casi como nace un poema, lejos del control que me asiste en la escritura racional y en mis elecciones afectivas. Ingreso a la época en que como Breton creí que la posible iluminación a partir de disciplinas liberadoras del espíritu, y practico yoga, naturismo, medito, y estudio las correspondencias en el tarot, La Arqueometría, la astrología, y práctico surrealismo escribiendo mis sueños, movida por un anhelo de liberación interior. Allí aparece la joven inquieta leyendo en clases de psicología Psicopatología de la vida cotidiana, Interpretación de los sueños, Chistes y su relación con el inconsciente, y Civilización y su descontento de Freud y asimilo conceptos nuevos: humor, inconsciente, represión, lo onírico y empiezo a sentir la necesidad de penetrar en esa área sombría que custodia la cantera de saber que nos enseñaron a reprimir desde niñas para hacernos más aptas y funcionales en una cultura.
Este paseo mental lo motivan un coloquio sobre surrealismo en el que participé recientemente, y la invitación del director de Cronopio (2009 – presente), revista que hace honor al surrealismo por su vocación de libertad, sus prácticas inclusivas, y desinteresadas de los mecanismos del poder y del mercado. Al inicio dudé en aceptar el reto, pues atravieso un estado de desidia para escribir artículos, pero las fichas del azar se ordenaron llevándome a revisitar sin pretensiones el surrealismo y su misión subversiva, desde una perspectiva limitada a su impacto en Latinoamérica, pues sobre el surrealismo casi todo está dicho.
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Tres manifiestos publicó Bretón. Manifiesto del surrealismo (1924), primero y más importante porque fija sus ideas, su concepción del movimiento, y expone las técnicas creativas anticonformistas con modos convencionales de comunicarse y percibir la realidad. Segundo manifiesto del surrealismo (1929) fija su posición ética frente a la vida, y critica los surrealistas «puros», que no apoyan la revolución marxista; sin duda polémico por el encasillamiento ideológico, testimonio de una época. El tercero Prolegómenos a un tercer manifiesto surrealista o no (1942) confronta la sociedad en la que se desenvuelve y «muestra el destino de toda gran ideología o sistema que resulta fatalmente corrompida y desfigurada por los epígonos» (Breton 2001, 9). Desde el primer Manifiesto diagnostica poéticamente el estado cultural y le imprime su doble autoridad de poeta y médico. Sorprende que el hombre que proponía una estética de lo ilógico, lo extraño, lo elusivo, no consumía drogas, no frecuentaba prostíbulos, ni le gustaba estar fuera de su casa tarde en la noche. En Why Surrealism Matters Mark Polizotti, también biógrafo de Breton se pregunta si esta tendencia a contenerse fue factor importante para sostener el movimiento por casi medio siglo y asegurar su legado.
En surrealismo no fue inmune a detractores. En 1930, miembros derechistas de La liga de la patria interrumpieron la proyección de la película surrealista L’Age d‘Or de Luis Buñuel, lanzando bombas fétidas y tinta contra la pantalla. En 1930, René Magrite, el más reconocido después de Salvador Dalí, abandona el surrealismo y vuelve a Bélgica a encontrar su propio desarrollo. En 1939, Bretón excluye a Dalí por enfrentamientos personales y desacuerdos ideológicos, y Dalí respondió: «¡No podéis expulsarme porque yo soy el surrealismo!» (Dalí, 2003, 952). Otros dijeron que el surrealismo confundía psicología con arte y producía obras triviales en su afán de sorprender. Pero el surrealismo tenía su futuro asegurado para prosperar globalmente.
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La facilidad con que penetró en América Latina se debe en parte a su realidad mítico-histórica. El arte de las culturas indígenas y sus concepciones cosmogónicas fueron surrealistas Avant la lettre a la luz de la mentalidad europea; basta pensar en los ritos a la muerte, la estatua de Coatlicue que se levanta a la entrada del Museo Antropológico de México; o en los ángeles con arcabuces, trajeados como conquistadores de la Escuela de Cusco. De allí que Breton al encontrar en las sociedades indígenas numerosos ejemplos de esta visión primitiva dijera: «México tiene en actividad su pasado mítico y tiende a ser una atmósfera surrealista por excelencia…» (Breton, Diálogo). El surrealismo con su énfasis en el amor, la libertad y la poesía logra tocar las fibras del espíritu, y atiende a problemas fundamentales de la vida y del ser humano. A diferencia de los movimientos precedentes, el amor propicia la liberación del erotismo, el interés en el tantrismo y el instinto, acorde con conceptos freudianos: del inconsciente, lo onírico y la liberación de las represiones. Por esa vía ingresa el budismo Zen que niega las dualidades y afirma la identidad de contrarios, resonando con la definición de imagen surrealista: «La imagen es una creación pura del espíritu. No puede nacer de una comparación sino del acercamiento de dos realidades más o menos alejadas. Cuanto más distantes y precisas sean las relaciones entre las dos realidades que se ponen en contacto, más intensa será la imagen, y tendrá más fuerza emotiva y realidad poética (Breton: 2001, 38). Ante la ineficacia de la contemplación mística, el surrealismo agrega al conocimiento del mundo un método y un decidido propósito de alcanzar su transformación total.
A América Latina la seduce también la perspectiva integradora de un saber más cercano a sus prácticas culturales autóctonas representadas en el surrealismo por el ocultismo, el tarot, la alquimia para explorar las estructuras analógicas y eliminar los opuestos; Buda, el Dalai Lama, lo oriental en general y el mito colectivo latente en las culturas primitivas. El surrealismo rechaza la cultura occidental por el peligro que implica su nivel represivo positivista y aconsejó a los mexicanos mantenerse lejos de ella. Bretón dice: «Es de oriente de donde nos viene hoy la luz». (Breton, 1924, Cahiers 3). Socialmente, el surrealismo encuentra en Latinoamérica un terreno fecundo, donde después de la Revolución Rusa habían proliferado nacionalismos de izquierda, populismos, organizaciones obreras y había ocurrido la reforma universitaria de Córdoba (1918).
El espíritu rebelde y la recuperación de la imaginación quedan delineados desde el inicio en la definición de surrealismo de Breton: «Automatismo psíquico puro por el cual se intenta expresar verbalmente o por escrito o de cualquier otro modo el funcionamiento real del pensamiento sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral» (Breton, 2001, 44). Hoy sabemos que las estadías de Breton en México y Estados Unidos y su paso por Martinica, Guadalupe, República Dominicana y Haití fueron decisivas; retomaré este punto. América Latina acogió la práctica del surrealismo con retraso, excepto Chile, donde Vicente Huidobro joven todavía exhibía características del futuro surrealismo y la vanguardia. El énfasis en la creación del Manifiesto surrealista lo había planteado ya Huidobro en «Non Serviam» (1913): una declaración antiimitativa, crear como hace la naturaleza: «Nosotros también podemos crear realidades en un mundo nuestro…» (Huidobro, 1976, 715). En 1916 plantea su teoría creacionista en Buenos Aires y publica El espejo de agua que inicia con su «Arte poética» adelantando así principios surrealistas. Estuvo en Europa (1916 –1925), y labora en las revistas Sic y Nord Sud, junto a los íconos del nuevo espíritu poético: Breton, Reverdy y también Apollinaire quien pronunció por primera vez la palabra surrealista en 1917, a falta de otra mejor para calificar Las tetas de Tiresias/ Les mamelles de Tirésias como «Drama surrealista». El surrealismo persiste en Chile hasta 1940, cuando todavía está activo el grupo Mandrágoras (1938), fundado por Braulio Arenas, en el cual participó también Gonzalo Rojas. Entre «Non Serviam» y Mandrágoras sucede todo lo demás.
Huidobro coincide con el surrealismo en la estimación por la poesía y en el desprecio por el realismo, aunque discrepa del automatismo psíquico que separa el pensamiento del control de la razón. Para Huidobro la razón no se puede aislar del acto de creación y del trabajo del poeta. Pero no la razón fría «que mata los versos y los oráculos», sino la otra razón «que mientras el poeta trabaja se haya al unísono con el calor de su alma» (Huidobro, 1976, 723). Este genio poético que no logró formar escuelas en Chile tal vez por la discrepancia de su obra con las condiciones históricas coincide con el surrealismo igualmente en la transgresión del lenguaje como lo prueba Altazor. La poesía se reduce a la imagen y el verso libre y esto vale para el creacionismo, el ultraísmo como para los norteamericanos, los futuristas y todos los vanguardistas. Tristemente, Huidobro vivió una época en que la autosuficiencia europea desconfía de la capacidad genial de los creadores latinoamericanos e incita polémicas que se disputan la paternidad de los movimientos de vanguardia como es el caso de Reverdy que a toda costa quiere opacar a Huidobro.
El surrealismo prefigurado por Huidobro tiene mayor alcance a partir de 1922, cuando estaba por aparecer el Manifiesto surrealista. Es el caso del modernismo en Brasil (1922) que no tiene relación con el modernismo de Darío y concuerda con el surrealismo en la ruptura con valores del pasado y la búsqueda de una poesía nueva. Su origen está vinculado a las artes plásticas y a la Semana de arte moderno de la cual formaron parte Anita Malfatti y Tarsila do Amaral. Más allá del surrealismo y sus postulados estéticos, el modernismo plantea la búsqueda de identidad y un tipo de nacionalismo que alcanza carácter de regionalismo. Como decía mi profesor Wilson Martins: «la conciencia nacionalista fue la atmósfera en que se envolvían todos los espíritus, a partir de 1916: es el nacionalismo que pondrá en vereda al modernismo, después de la Semana de Arte Moderno, pasado su instante cosmopolita» (Martins, 2002, 143). Sus representantes más destacados son Mario Andrade, Jorge Amado y Carlos Drummond de Andrade y las artistas Anita Malfatti y Tarsila do Amaral.
La ambigüedad inicial frente al surrealismo en Brasil se ve en Alceu Amado Lima quien, por sus convicciones religiosas, rechazó la propuesta de libertad absoluta, pues le pareció una involución, un retorno a la materia y sintió amenazada «la noción de límites» ante el imperio de la imaginación y el libre tránsito del inconsciente. La exclusión de la razón y el dominio del instinto los percibió como el suicidio de la civilización (Alceu, 1977). Mario Andrade que anhelaba un arte interesado en lo nacional en consonancia con la realidad del país, también se opuso inicialmente. En cambio, Carlos Drummond de Andrade, en una reunión de jóvenes con Mario Andrade, mostró su simpatía por el surrealismo: «Mi poesía ahora: o caigo en un lirismo absoluto, casi automático, superrealista, intelectual, incomprensible, o más bien, paralógico, junto a la lógica intelectual, los llamados ‘versos de loco’, o traiciono totalmente este concepto de poesía que es mi actual y justamente drástica e incisiva evolución de las ideas expuestas en Escrava» (Andrade, 1982, 157), aludiendo así al poema realista social «Dos veces esclava» sobre la doble desgracia de la mujer negra: esclava y esposa de esclavo. La obra de Drummond de Andrade sustentada en el cristianismo y la inspiración lingüística es la más cercana al surrealismo. Después de superar las reservas iniciales, Osvaldo Andrade también reconocerá la influencia surrealista y abraza con los antropófagos las sintonías que comparten con el movimiento: la fuerza trasformadora del arte al ejercer la libertad individual y la posibilidad de liberación para crear un mundo más justo y agradable.
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La presencia de Breton en México y luego en Estados Unidos contribuyó al impacto del surrealismo en América. En 1938 se embarcó en Europa en un viaje gestionado por Saint Johns Perse y Henry Laugier, francés que sirvió en la II Guerra Mundial. Al llegar a México con su esposa lo recibieron en su casa Diego de Rivera y Frida Kahlo y en la pintura de ésta Breton observó un auténtico surrealismo fusionado con elementos primitivos. Allí conoce a León Trotski y entablan una amistad de recíproca admiración. Igualmente conoce a Octavio Paz y Alejo Carpentier que habían aprendido el surrealismo en España y en Francia respectivamente. (IS Gómez).
Carpentier perteneció desde su fundación al Grupo Minorista (1923), el cual significó la búsqueda de la cubanidad y el rescate de la población negra que no había pasado de ser un elemento exótico y marginal. En 1939 había regresado, con otra perspectiva después de once años exiliado en Francia y prologaría un catálogo de Wilfredo Lam, donde reconoce que el surrealismo está vivo en Cuba y no necesitaba de artificios. Como Martí, Carpentier es un creador e intelectual que se politiza y es él quien formula el concepto de Lo real maravilloso y que supo aplicar en sus novelas como El arpa y la sombra o Concierto barroco. El nuevo concepto surge en 1943, luego de visitar en Haití el palacio de Sans Souci, donde residió Paulina Bonaparte, y la Ciudadela de La Ferriére. Allí, vivió la revelación sobre el relativo valor del surrealismo y lo calificó de mero truco de prestidigitación reuniendo objetos que nunca suelen encontrarse. Luego presentó su definición: «Lo maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una inesperada alteración de la realidad (el milagro), de una iluminación privilegiada de la realidad… La sensación de lo maravilloso presupone una fe. Los que no creen en santos no pueden curarse con milagros hechos por los santos» (Carpentier, 1978, 11).
Cuando Carpentier regresa de su exilio en 1939, «Breton que se había revelado contra la dictadura del inconsciente y el nuevo academicismo de los realizadores de sueños, cuya mediocridad asfixiaba» (Gómez I.S.), planea una exposición en México en 1940 e incluye a Cesar Moro, el surrealista más consecuente desde los inicios y pleno apogeo del movimiento en 1925, mientras residía en París. Parece que sus primeros poemas se perdieron posiblemente en manos de Paul Éluard, pero queda mucho de su obra a partir de La tortuga ecuestre y otros poemas de 1927.
El surrealismo se extendió por América Latina, impulsado por la idea de que el primitivismo, lo exótico y la superación de las fórmulas lógicas y morales eran posibles, y por el propio círculo de Breton que incluye a Wilfredo Lam, Roberto Matta, Wolfang Robert Paalen, pintor mexicano–austriaco; Octavio Paz, César Moro y Leonora Carrington. En México Breton se pronuncia contra el totalitarismo alemán y ruso, deja clara su posición y la del movimiento contra el fascismo, así como su desilusión con el gobierno francés, documento que compartió con Trotski. Asimismo narró las impresiones de su viaje en «Recuerdo de México» (Breton, 1989, 17).
Al regresar a París proyecta una exposición de la obra de Frida Kahlo, pero terminó exhibiendo lo que había llevado de México, pinturas, esculturas, retablos y objetos precolombinos, lo cual enfureció a Kahlo. Posteriormente, desde Europa organiza la exposición internacional del surrealismo en México con artistas europeos y mexicanos, y, además, objetos precolombinos de la colección privada de Diego de Rivera y cinco Oceánicas, obras del pintor Wolfgang Paalen. En 1942, prepara Prolegómeno al tercer manifiesto surrealista o no y se refiere al movimiento de la Negritud de Aimé Cesaire y Leopoldo Sedar Sengor, como necesario para mostrar en momentos de guerra la posición de los refugiados políticos que miraban las culturas indígenas desde la antropología, sociología y psicología. Esto está pasando en México que no era ajeno a la vanguardia; ya existía el estridentismo (1922-1927), fundado por Manuel Maples Arce, en un período que coincide con el retorno de exiliados de la Revolución a México. Sin embargo, los estridentistas no conocen el surrealismo, siguen a Marinetti, aunque no se quedan en el futurismo italiano fascista y desde una perspectiva opuesta toman la postura de la Revolución Mexicana y por su aspecto reivindicador puede decirse que adelantaron al surrealismo.
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Volviendo a Bretón, entre su regreso a Francia, 1938 y la salida para Nueva York en 1941 vive otra dramática situación. Por segunda vez lo asedia la tragedia de la guerra, y allí prueba su compromiso sirviendo a los refugiados de la guerra civil española, a los judíos alemanes y a los comunistas perseguidos por los nazis. En 1941, realiza un juego basado en las cartas del Tarot de Marsella que, según explicó, tenía el propósito político de mostrar la comunidad de intereses entre el surrealismo, Estados Unidos y Francia (Mahon, 2005, 72). Ese mismo año arriba a Nueva York con 300 intelectuales en un viaje financiado por Peggy Guggenheim. En su travesía el barco atracó en Martinica y allí se reunió con Aimé Cesaire, quien con Leopoldo Sedar Sengor son de una segunda generación surrealista; también hizo escala en Guadalupe y luego en Santo Domingo donde lo espera Eugenio Fernández Granell, artista y escritor español nacido en 1912, más joven que Bretón, pero ambos víctimas de la persecución política; se habían pronunciado contra el estalinismo, responsable del asesinado de Trotski en México en 1940. Su presencia con su familia en Santo Domingo fue un suceso. Granell, ilustrador de la revista Poesía sorprendida, entrevistó a Breton y publicó en La Nación la entrevista en la cual Bretón habló de su viaje, de su travesía y de la censura francesa que había prohibido sus obras Antología del humor negro y Fata Morgana. En dicha entrevista, Granell agregó que Breton había rendido reconocimiento a Leonidas Trujillo en estos términos: «Me siento feliz al testimoniar que la República Dominicana es actualmente la esperanza de todos los que, como yo, aspiran a reencontrar lo que consideran su razón de ser, algunos de los cuales, en territorio francés, no se hallan fuera de peligro». Realmente un hecho insólito (Breton, 1941, La Nación).
Al llegar a Estados Unidos dicta conferencias en Yale University sobre el estado de libertad y el surrealismo y continúa sus actividades con otros surrealistas en un café de la 57 Street del West Side en Manhattan. Visita algunas reservas indígenas y es locutor de La voz de América y así se mantiene presente y comunicado con Francia, y aunque continuó coleccionado objetos culturales, ya no le interesaba el arte nacional exótico: el surrealismo se debía entender como algo claramente internacional, y las actividades del inconsciente no responden a nacionalismos, sino a la fuente de la existencia humana. En diciembre de 1945, va a Haití, país que le interesaba mucho por su capacidad de hacer lo imposible, era el país donde se materializó la Revolución de 1804, precursora de las guerras de independencia en las colonias españolas. Bretón va a disertar sobre Haití y el surrealismo y fascinado por la cultura haitiana asiste con Pierre Mabille —médico, director editorial de Minotauro y agregado cultural de Francia en Haití— a presenciar en los templos vuduistas los rituales, que recordará luego en «Puente levadizo» (1962). Después de regresar a EE. UU. vuelve a París en mayo de 1946, cuando la guerra había terminado. Su influencia atraviesa la historia artística de EE. UU. entre 1930 a 1950 y se manifestó en el surrealismo, el realismo social, el post surrealismo y el realismo mágico de California. En un principio, el surrealismo se mantiene vivo gracias a los propios artistas europeos que se trasladan a América, y más tarde en los años 50 y 60, el movimiento se asienta gracias a los propios artistas latinoamericanos.
El papel de Breton fue fundamental para la recuperación del poder ritual del arte del pasado, fuente del arte precolombino, tan importante para los surrealistas latinoamericanos que confirmaron en la cultura sus postulados, mediante el estudio de las cosmogonías indígenas. El legado de Breton y Antonín Artaud, Philippe Soupault y Benjamín Péret quedó impreso tanto en poetas y escritores como en los artistas plásticos americanos.
La práctica del surrealismo en América Latina tuvo, por una parte, un significado estético que rompe con un tipo del lenguaje estandarizado y con una manera de concebir la vida. Y un carácter político nacionalista que asume la lucha política como fenómeno real que los toca. Sin embargo, no podemos hablar de un movimiento estructurado comparable a la dimensión del creacionismo, el ultraísmo o el estridentismo porque no hubo una conciencia concertada de grupo literario que persiguiera principios que guiaran de lo destructivo a lo constructivo y de la teoría a la práctica. Con excepción del tardío Mandrágora, sólo encontramos practicantes que hacen su paso por el surrealismo. Para Octavio Paz el surrealismo fue decisivo en la apertura de puertas a la libertad personal y a la creatividad. El Surrealismo le enseñó a liberar la imaginación, una sintaxis más flexible, la libertad del inconsciente, y sistemas analógicos incluyendo el Tarot lo que lo llevó a una visión del universo como sistema de correspondencias y a ver «el lenguaje como un doble del universo» (Paz, 1974, 10). Igualmente, Libertad bajo palabra (1949) es un hito en la poesía de Paz. Éste marca la entrada a la tradición francesa del surrealismo, Mallarmé y lo simbolistas; al lado de la inglesa a través de T.S. Eliot, E.E. Cummings, y Ezra Pound. Luego vendrá ¿Águila o sol? (1951) más confesamente surrealista. En Libertad bajo palabra el lenguaje conversacional y la simplicidad sintáctica están presentes como también sonetos, Haikus, forma poética introducida a México por Juan Tablada, y otras formas de versificación tradicionales. Se ve aquí el surrealismo como actitud libertaria hacia la vida. La idea central de este poemario es la libertad que encuentra expresión a través del erotismo, la otredad como un puente hacia el retorno al paraíso, mediante esta búsqueda de la palabra que sea capaz de ser imagen exacta de la realidad (Hernández, 2011, 234).
Álvaro Mutis también hizo su noviciado surrealista. Coincidió en México con Luis Buñuel, ícono del cine surrealista, y con un amigo de Breton, Luis Cardoza, exiliado por segunda vez en México. En nuestras conversaciones, Álvaro se refirió a «El capitán Cook», uno de sus poemas surrealistas que le gustaba mucho a Octavio Paz: «En verdad, hay que tener cuidado con esta presencia y con el nombre del Capitán Cook porque es un poema hecho dentro de ciertas pautas del surrealismo. Ahí no hay ningún Capitán Cook, ni sus viajes… Se me ocurrió nombrar esa serie de escenas “Los viajes del Capitán Cook” precisamente porque sentí que sería lo más alejado y lo más distante para unir dos cosas completamente distintas que al unirlas crean una perfecta consonancia. ¿Te acuerdas, la definición que hace Lautréamont de poesía?: “El encuentro entre un paraguas y una máquina de escribir sobre una mesa de disección”. Bueno eso yo lo usaba con mucha frecuencia, ya no lo hago, pero sí está en La balanza, y en Los elementos del desastre… Entonces, no es el Capitán Cook que ya tú sabes, era el navegante del siglo dieciocho, asesinado por unos indígenas en Samoa, un ser conmovedor, y un marino extraordinario» (Mutis, 1991, Entrevista).
He citado a Álvaro Mutis y me parece oportuno mencionar que Colombia a pesar de su espíritu conservador sintió el influjo de las vanguardias desde inicios de los años veinte del siglo pasado. En 1925, León de Greiff publica Tergiversaciones, su primera obra, donde ya anunciaba las características que distinguen toda su poesía: la musicalidad y las innovaciones del lenguaje, los heterónimos y la erudición visible en los contextos poéticos. Extraño que tal vez por su posición políticamente no beligerante se le ha negado su merecido sitio como vanguardista. En la revista Los nuevos (1925) vuelve a destacar al lado del surrealismo de Jorge Zalamea y Luis Vidales, autor de Suenan Timbres (1926), a quien, desde 1975 se ha considerado el más representativo de la vanguardia colombiana. Conocí esta obra de Vidales mientras investigaba sobre vanguardismo en Colombia durante mi maestría y al leerla encontré una poesía comprometida, demoledora de una tradición literaria conservadora y de una sociedad mojigata; marcada por el uso del humor, incluso por la ironía, por los poemas cortos y por ser diferente a la poesía colombiana de su tiempo. Vidales lo dice mejor: «era un libro de demolición. Había que destruirlo todo: lo establecido o comúnmente aceptado, la moral, las buenas costumbres sin descartar la poesía manida» (Vidales, 1976, 20). Vidales fue un poeta de izquierda y por esa razón fue exiliado dos veces, militó en el partido comunista desde 1930 y después del asesinato de Gaitán tuvo que exiliarse en Chile hasta 1958; luego retornó al país, pero en 1979 fue arrestado con su esposa en una búsqueda de armas del M19 y varios intelectuales, entre ellos Jean Paul Sartre, firmaron una carta exigiendo su liberación (Díaz Granados).
Gabriel García Márquez afina con el surrealismo en la exploración del inconsciente y lo onírico la presencia de lo mítico, la imaginación desbordada y en su portentoso talento para calar en el subconsciente colectivo, cualidades que se perciben en toda su obra. Más tarde, los poetas colombianos fundadores de Mito tomaron del surrealismo la misma actitud crítica y beligerante y se acogieron a la lucha por la libertad de la imaginación, en todas sus expresiones (Cobo Borda, 1980, 409). Hubo otros autores en Colombia que hicieron su paso por el surrealismo y su lectura les arrojó una nueva luz espiritual en su propia poesía y en su reacción al Romanticismo. Pero como indica Fernando Charry Lara en el proceso de modernización de la poesía colombiana, «no hay, pues, un salto hacia la negación o hacia la rebelión contra todo un sistema establecido, sino un penetrar lentamente en el recinto de la poesía colombiana, a fin de tratar de renovar las cosas desde adentro, sin «cadáveres exquisitos» (Charry Lara, 1986, 57).
Asimismo, experimentaron su etapa surrealista Neruda con Residencia en la tierra I y II, y Vallejo en sus inicios, especialmente de algunos poemas de Los heraldos negros. A Jorge Luis Borges se le atribuye un surrealismo visto en Ficciones y también en el tema del doble sobre el cual publica un texto corto que se titula «Borges y yo». Por encima de todo, hay una conexión con el surrealismo en la importancia que dio a la imagen. En Perú es José Carlos Mariátegui quien da a conocer el surrealismo en su revista Amauta. Después de pasar tres años en Europa y de asistir al desarrollo de las vanguardias y al nacimiento del surrealismo, cuando regresa en 1923, lo sigue y lo difunde. Su obra maestra Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana parte de una afirmación nacionalista del pasado para abrir una ventana hacia el futuro con sus planteamientos basados en la aplicación del modelo marxista a la realidad nacional. Mientras Vallejo se convertía en el más destacado poeta vanguardista, Mariátegui lideraba la vanguardia sociopolítica, cuyos señalamientos siguen vigentes esperando ser resueltos, al contrario de su idea de llegar a una cultura puramente indigenista que resulto ser utópica. Algunas mujeres como Blanca Varela (1926–2009) y Olga Orozco (1920–1999), aunque tardías, también practican el surrealismo; ambas cronológicamente se ubican más bien en la generación posvanguardista.
El surrealismo que desde el inicio fue una alianza entre poetas y pintores, tuvo mayor impacto en la pintura que en la literatura. Los artistas latinoamericanos se definieron con respecto a la Europa colonizadora, de ahí que los muralistas de 1920, después de la Revolución Mexicana exaltaran la vida del pueblo, algunos ejemplos de obras que muestran influencias surrealistas son: «La marcha de la humanidad» de David Alfaro Siqueiros; «Hombre de fuego» de José Clemente Orozco, y «Dualidad», de Rufino Tamayo. Entre las mujeres surrealistas son reconocidas las artistas Eleonora Carrington, pintora, novelista y fundadora del movimiento de liberación de la mujer en México, conoció a los surrealistas incluido Paul Éluard; y desinteresada en Freud puso las técnicas surrealistas al servicio de sus anécdotas personales para exponer la sexualidad como ella la experimentaba en su cuerpo femenino que analoga a las fuerzas de la naturaleza. En su «Autorretrato», que pude apreciar en el Museo Metropolitano de New York, aparece ella en su cuarto con una hiena y dos caballos, uno de juguete y otro que se divisa a través de la ventana corriendo por el campo. Frida Kahlo (1907–1954) y Remedios Varo (1908–1963) son también surrealistas y a pesar de no coincidir con la efervescencia del primer surrealismo europeo, testimonian la activa participación de las mujeres en la pintura surrealista y dejan constancia de que no todas fueron sólo amantes o musas de los surrealistas, y de que sus obras no siempre quedaron en la sombra.
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Las diferencias entre el surrealismo latinoamericano y el europeo se pueden ver desde varios ángulos. El surrealismo francés obedece a un proceso iniciado en 1907 con «Las señoritas de Avignon» de Picasso, quien con Juan Gris y Georges Braque habían encontrado otras dimensiones del arte, en sus talleres de Le bateau Lavoir, la casa donde vivían en Montmartre, el barrio parisino. Apollinaire había publicado Los pintores cubistas. Meditaciones estéticas que fue asumido como el manifiesto de cubismo que rompió con la pintura figurativa distanciándose claramente del impresionismo y el simbolismo. Siguió el antecedente del futurismo (1909) impulsado por Marinetti, y su manifiesto y luego por el Dadaísmo (1916) de Tristán Tzara y su Manifiesto. En ese ambiente anárquico del dada y como respuesta a la irracionalidad de la Primera Guerra Mundial, nace el surrealismo. Desde el punto de vista literario sus sólidos fundamentos incluyen a Baudelaire y su propuesta de un nuevo lenguaje de «Correspondencias»; que era el paso de viaje romántico al viaje metafísico en lo desconocido. También Mallarmé que introdujo el ideograma en Un golpe de dados (1897), en el cual la distribución de los versos en el espacio expresan la intención del poema y condicionan el modo de lectura, tendiendo puentes entre la poesía y el arte; y Rimbaud que por el uso de la sinestesia que valora las percepción de los sentidos y el alcance del estado poético mediante «el desorden razonado de todos los sentidos» y por su temática surreal y su poesía transgresora fue considerado por Bretón un precursor del surrealismo (Preminger, 1993, 1235). Otro hito en el surrealismo es Apollinaire quien, además de su actividad en las revistas Nord Sud (1918) y sic, publica dos textos fundamentales: Alcoholes y Caligramas y, como ya dije, es inventor de la palabra «surrealista». Breton lo reconoce como el precursor del surrealismo, pues de Apollinaire toma el término, lo resemantiza y conceptualiza en Manifiesto del surrealismo (1924), dando origen al movimiento transcontinental.
En cambio, en América Latina la realidad político–cultural es distinta, viviendo los inicios de la industrialización y un capitalismo incipiente, con la situación socio histórica indígena todavía viva e irresuelta en muchos países y un modo de pensar a saltos que sucede dentro de la irracionalidad no cartesiana, el surrealismo fue no sólo estético sino reivindicativo política y socialmente, pero sin dejar de ser subsidiario del surrealismo francés. Y si bien no se experimentó de la misma manera la realidad abrumadora europea resultante del desarrollo capitalista y la Primera Guerra Mundial, tampoco contó con los sólidos antecedentes artístico–literarios y filosóficos que tuvo el surrealismo francés, ni tuvo los mismos propósitos. Sin embargo, a pesar de ser un movimiento heredado, lejos de copiar o a asumir modelos externos adquiere un carácter propio y delinea su propia ruta en la búsqueda de reivindicaciones sociales y su carácter nacional atendiendo a sus propios conflictos y turbulencias.
Por otra parte, se podría afirmar que América Latina ya era surrealista Avant la lettre. Pues esa fusión de realidad real y realidad imaginada fue el mismo soporte que utilizaron los habitantes de América en sus intentos por darle sentido a un trauma tan desbordante como el provocado por la conquista y la colonia y en este aspecto se toca con el surrealismo europeo que debe encontrar otra forma de ver el mundo ante la brutalidad de la guerra. ¿Hasta qué punto no es esto lo que foráneos han mal llamado realismo mágico después de que Uslar Pietri popularizó el término que inventó Franz Roh para calificar el expresionismo alemán?
La poesía posterior le debe mucho al surrealismo, al igual que la narrativa a pesar de que Breton desecha a Dostoievski y con él desclasifica toda la novela decimonónica, pues el surrealismo aporta un nuevo lenguaje que en América Latina tomó forma de lo fantástico, lo real maravilloso, lo surreal y el realismo mágico. También le adeuda el haber podido verbalizar su fe en América y en su capacidad creativa de renovación, lo cual constituía un panorama esperanzador en un tiempo de dictaduras: Gerardo Machado en Cuba, Anastasio Somoza en Nicaragua, Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana, y en México habían asesinado a Álvaro Obregón en 1928. Toda la poesía que vino después y la narrativa del llamado Boom no hubiera sido posible sin el nuevo lenguaje y las posibilidades que abrió el surrealismo con la libre asociación, la escritura automática y la proposición de libertad absoluta. En el surrealismo la poesía encuentra un sustento filosófico, artístico e incluso, político que la potencia para una transformación espiritual en un momento en que se había olvidado su función social.
La fuerza del surrealismo reside en sus ideas, no precisamente en las obras; aunque algunas son obras maestras, muchas no tienen ninguna consecuencia, pero sus ideas dieron el primer impulso significativo para ingresar lo universal a la creatividad al incluir lo que Oriente significa fusionado con la cultura occidental. El movimiento posvanguardista que vino después tuvo precisamente estas mismas preocupaciones unidas, en algunos casos, a la urgencia de un compromiso político. De otro lado, la libertad sin límites y lo erótico como formas de lucha contra la tradición positivista, normativa y autoritaria, se han ido consolidado como parte de un proyecto de completa actualidad.
La aplicación de las teorías freudianas, la importancia del sueño frente a la vigilia para estimular la imaginación poética y la ubicación en el presente donde se localiza el poema fueron aciertos que potenciaron el alcance creativo del encuentro entre lo visible y lo invisible e intangible desde un plano de realidad concreta. Breton lo reafirma al relativizar el concepto de lo maravilloso mostrando que no es igual en todas las épocas porque siempre estará en relación con la fundamental inquietud humana (Breton 2001, 33).
La fe en la verdad superior del libre ejercicio del pensamiento, y la libre asociación desdeñadas hasta su aparición, abrió espacios nuevos y proporcionó instrumentos para validar la diversidad inspirando el desarrollo de movimientos tan importantes como Negritud y Harlem Renaissance (1918–1937). Pues su propuesta de sustituir los mecanismos psíquicos conocidos hasta entonces por otros capaces de contribuir a la resolución de conflictos fundamentales en la vida y del individuo, rompe los límites de la rigidez dogmática y conduce hacia una búsqueda espiritual para que sea en cada uno donde el problema empiece a resolverse.
De igual modo la aceptación del azar objetivo una expresión que procede de Engels y que Bretón la definió como la coincidencia entre lo que el individuo quiere y lo que el mundo ofrece (Abolgassemi, 2008), abrió camino para entender el azar como una progresión desconocida, pero tan exacta como las progresiones aritméticas o geométricas, aunque sus leyes escapen a nuestra comprensión.
La citación de tantos autores en el primer Manifiesto —Virgilio, Swift, Sade, Rousseau, Hugo, Bertrand, Poe, Baudelaire, Mallarmé, Rimbaud, Reverdy, Saint Johns Perse, Santo Tomás, Anatole France, Dostoievski, Stendhal, etc.— es una llamada de atención de Breton sobre la necesidad de conocer la tradición literaria antes de construir una obra nueva, y una urgencia de que haya gente que piense en modo diferente. En esto armoniza con Borges quien en alguna parte dice que lo nuevo pertenece al lenguaje de la tradición y que todo poeta inventa, pero todo texto viene de otro texto.
El sitio que el surrealismo concedió a la mujer es otro aporte interesante. Esto no niega que hubo una hipersexualización de la mujer, pues era un movimiento dominado por hombres de principios del siglo XX con algunas ideas feministas y a sus reuniones pocas mujeres asistían, y no todas se sintieron interpretadas. Pero no fue un movimiento misógino, ni la mujer fue marginalizada; el surrealismo fue más bien una alternativa en un país patriarcal como era entonces Francia, donde los surrealistas incluyeron más mujeres que otros movimientos incluso posteriores a su tiempo.
Otro aporte del surrealismo fue el haber integrado lo social a la creatividad y la inclusión del humor negro, lo cual ejemplificó Bretón con su Antología del humor negro que va desde Jonathan Swift hasta el siglo XX. El propio Breton dijo que no se trata del humor que hace reír sino del que perturba y descoloca, el que intenta seguir a Freud en el sentido de buscar ese momento cuasi maravilloso que nos desplaza de nosotros mismos, y nos pone a salvo de la tragedia. En resumen, todos sus aportes y propuestas se sintetizan en una, la más revolucionaria y vigente de todas: revertir la realidad y encontrar otras maneras de vivir ¿Y cómo cambiar la realidad si no es a través de la palabra?
Cuando pienso en la vigencia del surrealismo digo con palabras de Jung ¡Qué sincronicidad! Estoy hablando del surrealismo surgido entre guerras, hoy que atravesamos una situación más grave que la del siglo pasado por todos los factores simultáneamente presentes: amenazas nucleares, desarrollo tecnológico e inteligencia artificial, desbordamiento de las migraciones, cambio climático, poder descontrolado del crimen transnacional y las eternas guerras ideológicas. Pensar en el surrealismo es revisitar una propuesta estética afirmativa, esperanzadora y un movimiento creador y constructor que toca el arte, la poesía y la vida misma. Por ello y por su impacto global es la corriente más importante del siglo XX y a pesar de las críticas seguirá vivo por mucho tiempo.
REFERENCIAS
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*Consuelo Hernández es una poeta colombiana-estadounidense, crítica literaria y Profesora Emérita de American University en la ciudad de Washington.
Como poeta ha publicado ocho obras que incluyen Estela del azar/ Wake of Chance, Mi reino sin orillas, Poems from Debris and Ashes / Poemas de escombros y cenizas, Manual de peregrina y Solo de violín Poemario para músicos y pintores por los cuales ha recibido numerosos reconocimientos entre ellos Premio Antonio Machado en España, Mención Honorífica: Mejor libro bilingüe de poesía 2022, otorgado por Internacional Latino Book Awards en Estados Unidos y del premio Letras de Oro de la Universidad de Miami.
Consuelo Hernández es también una destacada ensayista en Estados Unidos, campo en el que cuenta con el premio James Street Prize otorgado por la organización de investigadores del Atlántico Medio de Estudios Latinoamericanos por la excelencia en la investigación y por el mejor artículo publicado en el Volumen 24 de Latin American Essays. Es reconocida en el mundo literario por su obra Álvaro Mutis una estética del deterioro, primer libro de investigación sobre la obra poética y narrativa del autor, prologado por el mismo Mutis. Este libro le mereció el premio Ciarf Wagner de New York University. También es autora de uno de los libros más completos sobre poesía, Voces y perspectivas en la poesía latinoamericana del siglo XX, y que ha sido adoptado como texto de departamentos universitarios de español. Ha sido invitada por la prestigiosa revista académica Hispania, donde publicó “Homenaje a la vida y obra de Gabriel García Márquez”. Y ha sido oradora principal en el Tributo a Octavio Paz y a César Vallejo en la Biblioteca del Congreso, cuyas grabaciones están disponibles electrónicamente en el sitio de la Library of Congress. Además, es autora de más de cincuenta artículos investigativos sobre literatura.
- Hernández realizó sus estudios de Doctorado en New York University (1991), la Maestría en la Universidad Simón Bolívar de Caracas, y la licenciatura en La universidad de Antioquia en Medellín.