Sociedad Cronopio

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¿PARA QUÉ QUIERO UNA CONSTITUCIÓN?

Por: Juliana Mejía.

Introduciendo…

Cuando se abordan temas pertinentes al constitucionalismo, es posible encontrar en la literatura diversas interpretaciones, que más que definiciones entran a categorizar el término de acuerdo a su significado en los diversos contextos de la vida de cada sociedad.

Sus acepciones parecen tener una relación fuerte que termina por convertir estas diferencias en hilos invisibles, los cuales requieren un análisis minucioso que permita comprender de manera clara, ¿qué tipo de constitucionalismo vive nuestra sociedad?, ¿cuál es su función?, ¿cuáles son sus contradicciones?, y como último interrogante y sustrato del texto ¿Para qué quiero una constitución?

Y va de constitucionalismo…

Pensar en la constitución es pensar en procesos históricos acaecidos en la humanidad y que terminan por encontrar en la carta magna la forma de reivindicar las injusticias, plasmar los derechos ya existentes o bien garantizar al menos algunos derechos fundamentales.

Siempre me pregunto cuál ha sido en gran error de nuestros países a nivel de la región, y en donde se encuentra nuestras fisuras políticas, pues bien, alguna vez analizaba dos aspectos que a mi modo de ver dan respuesta en relación a estas cuestiones:

El primero tiene que ver con la implantación de los modelos políticos desde lo exógeno y el  otro, con la implementación de una planificación de carácter normativo que termina por desconocer las necesidades particulares de la población.

Al referirme al primer asunto debo decir que cada territorio y cada nación tiene su propia historia, sus propios dolores, sus propios anhelos y esperanzas, por tanto trasladar un modelo más o menos funcional de constitucionalismo resulta nefasto en la medida en desconoce las necesidades endógenas y es ahí en donde entramos a encontrar una de la grandes contradicciones.
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Cuando se nos enseña en nuestro primeros años que los héroes de la patria mostraron a pueblo aquello de los derechos fundamentales del hombre y que esto generó una revolución, pareciera mágico el proceso de liberación de la época de la colonia y además que la independencia nos hizo la grande y soberana nación que somos.

Pues bien, ¿de qué sirvió librarnos del yugo español cuando nos atamos a las informidades del pueblo francés, y cuando la garantía de los derechos fundamentales respondía a procesos históricos ocurridos en la revolución francesa?

En aquel momento, haber alcanzado una independencia perfilada como utópica a través de la revolución, y la consecución del logro, debió ser un respiro profundo para los nacionalistas. Esta implementación de un modelo exógeno en últimas, término por desconocer muchos de los derechos fundamentales que pertenecían directamente a nuestras propias necesidades.

En segundo lugar, la implementación de nuestros planes de desarrollo ha sido estrictamente normativa, es decir, las decisiones se toman desde los fríos escritorios, desde la burocracia y termina por robar a la población la posibilidad de entregar su perspectiva en relación  a lo que en realidad necesitan las comunidades.

Por tanto la carta magna, termina siendo un papel que se acomoda más que a las necesidades colectivas, a las necesidades de las administraciones públicas.

Las anteriores cuestiones, más que remitirnos a un determinismo histórico, nos dan luces para entender el asunto del constitucionalismo en nuestro país y para generar propuestas en torno al tema, que den respuestas a los fenómenos y necesidades sociales que se encuentran día a día.

Profundizando en la historia, mi historia…

Pareciera que hablar del constitucionalismo se hiciera fácil, más aun cuando todos en Colombia creemos entender los asuntos pertinentes a la política, tanto así que la generalidad afirma tener una amplia e igualitaria carta constitucional que proclama los derechos, la democracia y las libertades.

Antes de abordar la pregunta movilizadora del texto, me gustaría remitirme a parte de la experiencia de mi vida:

Fui criada en cuna de padres conservadores (del partido conservador) y educada por religiosas de esa misma tendencia. Se me inculcaron ideas en relación  a los valores y a lo grande y hermosa que era nuestra constitución.

De pequeña me decían incluso que era la más bella después de la Francesa, y además de eso nos invitaban a recitar en el salón de clases un poema a la patria que recuerdo aún, y que decía así:

“Colombia patria mía te llevo con amor en mi corazón, creo en tu destino, espero verte siempre grande, respetada y libre; en ti amo todo lo que me es querido, las tumbas de mis mayores, mis creencias, el fruto de mis esfuerzos y la realización de mis sueños. Ser hijo tuyo, es la mayor de mis glorias. Mi ambición más grande es la de llevar con honor el título de Colombiano, y llegado el caso, morir por defenderte.”

Y de eso se trataba la formación que nos daba las Hermanas Salesianas, como decían, la filosofía de San Juan Bosco era educar a los niños y jóvenes para hacer de ellos  buenos cristianos y honestos ciudadanos.
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Y bien, esa era la patria, ese era el legado que se me regaló del constitucionalismo. Si en esos cortos años de vida se me hubiera preguntado ¿para que quisiera una constitución? Tal vez hubiera dicho que para garantizar mis derechos y para acordarme de mis deberes; mi padre y yo discutíamos, y en esas tertulias le expresaba: papá he aprendido que la constitución dice que los niños tenemos derechos, luego de esta afirmación él me respondía: y deberes también.

Ahora bien, el tiempo trascurrió y una parte de esa niñez se fue desarrollando entre mediados de los años ochenta y una fracción de los noventa , momento histórico en donde no solo se implementa una nueva constitución, la de 1991, sino también cuando la violencia y el narcotráfico crecía sin precedentes.

Ante estos hechos, los ciudadanos parecían volverse escépticos y además en relación a lo social se respiraba una sensación de pérdida de confianza en los partidos políticos, y en lo que representaba la política en general, incluso en la constitución, ¿para que servía la constitución si no existían  buenos ciudadanos, si no se respetaba la libertad, si la democracia parecía de cristal y los derechos de fantasía?

Esos tiempos difíciles impactaron de manera profunda la mentalidad colectiva, además del tema de las guerrillas y la violación constante de los derechos humanos por diversos actores sociales.

La fantasía de la bella y grande constitución se fue desplomando poco a poco, y en mi difícil e irreverente adolescencia termine por pensar que quería una constitución para nada, de que servía un papel al que nadie observaba, al que nadie respetaba, para absolutamente nada.

La pasión por lo político nace después, en el momento en que por mi profesión de Trabajadora social me acerque a las realidades social,  vi el hambre, observé la tristeza, el dolor, las enfermedades, y en base a estas situaciones reflexioné que el escepticismo se alejaba de las posibilidades de cambio y de transformación social y las herramientas constitucionales eran instrumentos para hacernos transformadores  y contribuir al mejoramiento de  la calidad de vida.

En relación a estas experiencias y haciendo una lectura de estas maneras de ver las sociedad, de estos diversos tipos de idiosincrasia, he comprendido que el conocimiento es una fuente que permite ver a un país el cual heredó una constitución de un modelo exógeno, el Francés, elemento que contradice la identificación de los actores sociales con la carta magna ya que nuestras realidades y necesidades son endógenas y  no necesariamente se asemejan a las de afuera. De esta importación de valores es que parte ese idealismo inicial, la incompatibilidad, la ineficacia, la anomia y  la incredulidad.

El hoy…

El aire es nuevo, hoy puedo respirar otras razones de para que quiero una constitución, puedo además proclamar algunas ideas que creo serán importantes a la hora de pensar el mundo e intentar dar propuestas para la consecución del bienestar social.

La lectura formal del tema del constitucionalismo y más del que se nos heredo, el garantista, pareciera dividirse en tres tipos: el constitucionalismo como cuento de hadas, el real constitucionalismo, y el constitucionalismo como debería ser. A continuación explicare estas tres categorías que expongo:

El constitucionalismo como cuento de hadas:

Este tipo de constitucionalismo agrupa las constituciones idealistas que pretenden que los derechos se construyan a partir de lo planteado en ellas, a los ciudadanos se nos vende una idea romántica de la constitución, un verdadero cuento de hadas con finales felices; una constitución que traerá democracia, libertad, justicia para todos, ciegamente, esa es la idea que nos han regalado de la constitución, empero ante esta visión encuentro otra categoría:

El real constitucionalismo:

Es aquel  que pareciera incorporar el concepto de, la perversidad, ya que el choque de poderes, el no reconocimiento de los derechos fundamentales, la decisión de la inclusión social en manos de unos pocos, ha permitido que la constitución pierda credulidad, además por su incorporación desde los exógeno hasta lo endógeno y por desconocer las necesidades reales de lo local; esta construcción ha traído en parte una anomia social. Y es aquí donde me interesaría dar un giro propositivo al texto, es en este punto en donde respondo a la cuestión ¿Para que quiero una constitución? Y es donde nace una tercera categoría:

El constitucionalismo como debería ser

Aquel que independiente de donde haya sido importado, que a pesar de enfrentarse a los poderes de las cortes constitucionales, incluya, entregue a los ciudadanos la posibilidad de participar en el proceso del mejoramiento de la calidad de vida, es refrescar la mirada hacia la constitución, es entregar una nueva posibilidad a las minorías, sin temor a que un día la norma vuelva nuevamente a restarles sus derechos.

Quiero una constitución para la gente una constitución que nazca de la entrañas de las comunidades, que  reescriba la historia indicando el hoy como  el primero del resto de nuestro días; es el momento de la reivindicación social, es el momento de la justica.

Si Rawls viera como su teoría del velo de ignorancia se hace añicos con la planificación normativa, si Locke viera como los derechos fundamentales no son respetados por el Estado, si quienes plantearon teorías buscando interpretar y dar prognosis a las naciones vieran como la perversidad se apodero del constitucionalismo creo que se habrían sentido profundamente heridos por no haber sido leídos.

Quiero una constitución ideal, sea o no sea un mito, esta constitución de la que hablo se asemeja  al aspiracional que plantea Mauricio García, una constitución que sea entendida desde lo social.

Quiero una constitución que sea concebida por la sociedad, una en donde la participación democrática sea una verdadera realidad, en donde a través de metodologías de investigación participativa se conozca cual es el sentir colectivo en relación a los derechos.
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Advierto, que no propongo una carta que retorne al antiguo Estado de Bienestar, expongo una que considere las necesidades sociales, sobre todo desde las mismas personas, que si garantice los derechos, pero no solo aquellos que unos pocos de la corte constitucional consideran viables, sino que se lea desde la minoras, que se examine como bien  dice la constitución colombiana la diversidad, lo étnico, el pluralismo.

Es decir, quiero una constitución para que se me garanticen mis derechos, para poderme desarrollar de manera libre en este país no una que preserve el status quo, ni que cree democracias, una que lea a la sociedad, a sus localidades, que proyecte en papel parte de lo que somos de lo que queremos, que nos devuelva la libertad que por años nos ha sido robada.

Una constitución de las negritudes, de los indígenas, de población LGBT, de los pobres, no solo de las mayorías, no solo de las burocracias, esa es la constitución que quiero una que no tenga que cuestionar si existe justicia para todos.

1 COMENTARIO

  1. July, me gusta la forma clara y directa como expones tus ideas, te felicito por tu profesionalismo y sinceridad.

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