«PARA CIERTA BELLEZA EL SILENCIO SUELE SER MI MEJOR HOMENAJE»:MARTÍN CAPARRÓS
Por: Viviana Londoño
Escribe vestido de negro, con la certeza que tiene que hacerlo para mantener el buen humor. Aquel hombre alto, siempre con bigote poblado y ojos atentos, habla sin prisa, no se preocupa por algunas cosas y no cree muchas otras. Tampoco teme no estar de acuerdo consigo mismo.
A Caparrós lo puedes ver tomando fotografías de las mujeres de Níger o en Hawái, New Orleans, Marruecos, Kishinau o Barcelona, escribiendo historias de jóvenes relacionados con la migración. Es posible encontrarlo en su casa en Buenos Aires dándole de comer a su gato o en un partido del Boca Juniors, su equipo favorito. También en La voluntad o La historia, dos de sus más de 20 libros, en sus crónicas, ensayos y novelas. Lo puedes entrevistar en Medellín mientras dirige un taller de crónica de la Fundación Nuevo Periodismo acerca de las diversas formas de contar la realidad.
¿Cuándo te sedujo la crónica?
No se si podría decir que la crónica me sedujo, porque cuando yo empecé a escribir estos reportajes largos, nadie los llamaba crónica, es más había muy poco de eso. Entonces no fue algo que me sedujera. En un momento decidí que la única manera en que podía viajar, era si alguien me pagaba para ir a escribir algunas cosas. Entonces con ese noble propósito de salir un poco por ahí, ofrecí cosas.
Antes de ser periodista. Fuiste un vouyerista…
Siempre me gustó mirar todo tipo de cuestiones en cualquiera de las acepciones posibles de la palabra. Ya había hecho periodismo, tenía ganas de salir a dar unas vueltas por ahí y salir un poco al mundo, evidentemente no tenía la plata para hacerlo, entonces, hace unos 20 años se me ocurrió que podía ofrecer la idea de contar historias, por eso digo que empecé a escribir para poder viajar y ahora tengo miedo de viajar para poder escribir. Viajar es una condición bastante fuerte, es un momento en el que con mucha frecuencia se me ocurren cosas qué escribir. En un momento quería viajar. Pensé que escribir era una buena manera de que me pagara los pasajes y me empezó a gustar lo que resultaba.
Usted empezó a escribir como quería…
Yo sabía que tenía que buscarme la vida de alguna manera. Lo que quería era encontrar un tono propio de la prosa, lo que suele llamarse un estilo, que me parece una palabra muy pretensiosa. Antes de empezar a escribir reportajes largos se me ocurrió releer tres libros que me habían gustado en cuanto a la prosa, para tener un poco de música en la cabeza: Lugar común la muerte de Tomás Eloy Martínez; Música para Camaleones de Truman Capote y Crónicas de Otoño de Manuel Vicent, un excelente prosista. Toda la forma de pensar y estructurar el relato lo fui encontrando con el tiempo.
Si, lo que estaba buscando era una música de la cual pudiera apropiarme y a partir de la cual poder empezar a variar y a ver si encontraba un tono mío, pero fuera de eso toda la forma de pensar y estructurar el relato lo fui encontrando. No había mucho de eso en castellano en esa época. Tomás Eloy Martínez, a quien respeto mucho, no estaba, había hecho grandes crónicas quince años antes. Vicent hacia textos más cortos, totalmente bien escritos pero eran otra cosa. No había nadie que estuviera trabajando ese género.
Hoy, después de escribir durante tantos años ¿Qué crees que hay más allá de la crónica?
No lo sé, cómo debería ser la primera respuesta a todo lo que preguntan. Por otro lado, creo que las formas de escribir la no ficción deberían renovarse. La idea de retomar formas literarias para contar la realidad es muy interesante y venimos usando su resultado hace 50 años. Creo que deberíamos volver a usar el mecanismo, no el resultado. Es hora de buscar otras formas literarias, nuevas formas narrativas de contar la no ficción.
¿Encuentras nuevas propuestas que reflejen esas formas narrativas?
Mis tentativas tienden hacia formas más poemáticas, pero sospecho que ahora la modernidad más rabiosa tiene que ver con los medios electrónicos. Hay que ver formas de retomar esos medios electrónicos e incluirlas en el relato escrito, de lo contrario simplemente, la crónica va a quedar como un objeto de coleccionistas.
Un relato de no ficción es una de las cien maneras de contar lo que pasa, no es mejor o peor que otras, no merece más respeto ni más fidelidad. Supongo que dentro de algunos años habrá formas mucho mejores de contar eso que pasa, con medios electrónicos, con computadores y cosas por el estilo.
Uno puede empezar a imaginar formas de utilización de lo virtual que te den una amplitud de relato que hasta ahora es inimaginable pero esto es muy primitivo todavía. Ahora estamos pegados a una especie de relato lineal. Uno empieza leyendo A y termina leyendo Z y eso es lo que hubo.
Yo sospecho que en 20 o 30 años esto que llamamos crónica va a ser una curiosidad.
¿Nos tocó una época de cambio?
Si tuviera 20 o 30 años menos estaría mirando cómo usar los medios electrónicos y armar nuevas formas de relato con éstos. Yo lo he hecho un poco. He intentado hacer crónicas con una cámara de video, hace como doce años. Fue muy interesante, lo hice por un par de años. Después dejó de interesarme pero creo que hay todo tipo de espacios para ser explorados. Parece que para la gente de vuestras edades, es mucho mejor eso que tratar de aprender el sujeto y el predicado, de todas maneras no van a aprenderlo nunca.
¿Cuándo sabes que una historia está lista para ser leída?
Cuando me aburro tratando de corregirla. Si la segunda vez que la repaso no encuentra nada, hay dos opciones o la dejo una semana para mirarla después con la mirada más clara y ver si le encuentro cosas que cambiar o la envío a que se imprima.
¿Cómo sabes que una historia merece ser contada?
Nunca puedes estar seguro que una historia merece ser contada. Tengo amigos que dicen que no hay malas historias sino malos periodistas. Cualquier historia merece ser contada, pero si la historia es buena es mucho más fácil contarla. El momento de la elección es decisivo, no se cuáles son los criterios, creo que si una historia me interesa, le va a interesar a otra gente. Eso es todo lo que puedo saber.
Yo me entero de algo. Si un par de días después no sigo pensando que quiero hacer algo con esto, no me interesa. Tiene que ser una historia que me caliente lo suficiente para darle bola.
¿Cuándo sabemos más de ti, cuando escribes ficción o realidad?
Cuando quiero hacer autobiografía escribo una crónica y cuando quiero hablar del mundo escribo una novela. Supongo que está todo muy mezclado, salvo en mi último libro que se llama Una Luna que es como un diario de hiperviaje, más personal o íntimo. Lo escribí pensando que no lo iba a publicar.
¿Por qué sigues escribiendo?
Sigo escribiendo porque de lo contrario me pongo de mal humor, por supuesto si quiero hacer cosas en la vida tengo que estar de buen humor entonces tengo que seguir escribiendo. Los días en que llega la noche y no escribí nada son mucho peores que los que llega la noche y he escrito algo que me gusta.
¿Cómo percibes hoy a Medellín para contar historias?
Tuve problemas, estuve muy encerrado, me trajeron y llevaron de un lado para otro como un perro fino y he andado muy poco por la ciudad. Un día me escapé un poco al centro como para tener la sensación de que había estado en algún lugar. El Poblado es un espacio muy extraño. Una incrustación “miamesca” en medio de Colombia.
Me tiene impresionado el fenómeno bogotano de recuperación del orgullo ciudadano, muy interesante el proceso. Ustedes tienen énfasis en la cultura, increíble que hayan creído para empezar, que hacer una biblioteca puede ser bueno para mejorar.
¿Cómo llegaste a Colombia?
No de una manera muy presentable. Creo que Colombia es el último país de Latinoamérica que conocí, fue porque me enamoré de una colombiana en Alemania. Después volví a estar con otra colombiana, a esta altura esto ya se ha transformado en un vicio un poco peligroso, sospechoso sobre todo. Soy una especie de prócer y mártir de la patria colombiana porque que los colombianos se junten con las colombianas es normal, en cambio que lo haga yo, tiene un mérito extraordinario.
Querías ser fotógrafo antes de ser periodista…
Soy fotógrafo, siempre hago las fotos de mis notas. Hace dos meses me encargaron por primera vez un libro de fotos de mujeres de Níger que me tiene encantadísimo. ¡Por fin descubrieron quien era yo de verdad! Hace mucho que publico mis fotos pero la verdad es que soy un aficionado, eso es lo que me gusta de hacer fotos, que soy un aficionado. Realmente no soy capaz de pensar una historia muy coherente en fotos, no lo puedo hacer bien. Lo que me gusta de hacer fotos es que se que no tengo talento particular y eso me permite hacer las cosas mucho más tranquilo, porque no me estoy jugando nada. Cuando escribo tengo la estúpida pretensión de que eso es lo que hago y me importa hacerlo bien.
También te gusta la gastronomía
Como casi todos los días, cosa que mucha gente cree que hace pero no necesariamente hace. Cocino todos los días, me da mucho placer comer bien, le presto mucha atención. Me gusta comer mucho en la calle.
¿Qué más te apasiona?
Alguna vez había hecho una lista de las cosas que me gustaban, Pensar, escribir, viajar, coger y comer algunas me gustan menos que otras pero siguen siendo las mismas.
Estudiaste historia y ejerces el periodismo, ¿eso quiere decir que los que los estudiantes de periodismo estamos perdiendo la plata?
Rodolfo Walsh, mi primer jefe en el periodismo, un tipo muy respetado en Argentina decía que cuando buscaba un periodista nunca tomaba a uno que dijera que había salido de una escuela de periodismo. Decía que los periodistas pueden ser cualquier cosa menos idiotas y un tipo que se pasa cuatro años estudiando periodismo es un idiota. En la época que Rodolfo lo decía por lo menos en Argentina, las universidades eran trampas casa bobos, eran institutos, lo que aquí se llaman universidades de garaje mal puestas y mal dirigidas.
No sé si aprender periodismo tiene mucho sentido de verdad. Creo que las cuestiones técnicas se aprenden muy rápido. El resto de lo que se necesita para ser periodista es el mundo. Se necesita ser curioso, leer mucho, tener ganas de saber, de enterarse y eso no lo da la universidad.
Supongo que es una carrera como cualquier otra, una forma de aprender cosas, una forma de estar en el mundo durante un tiempo en el que a ciertos sectores sociales les corresponde ser estudiantes. No creo que sea nocivo estudiar periodismo, no creo que haga bien pero con que no haga mal, te pasas cuatro cinco años divertidos.
Aparte de escribir una historia, el periodista no puede hacer mucho por sus fuentes. ¿Esto te cuestiona acerca de los alcances reales del periodismo?
Mucho, no me hago grandes ilusiones sobre lo que supuestamente el periodismo podría cambiar, sobre todo porque estamos en una época en la que es muy difícil hacerse ilusiones sobre cambios en general, lo cual no significa que no voy a hacer lo posible para que haya cambios.
Estoy casi seguro, de que cuando hago algo así, no sirve para que las cosas mejoren, pero me sentiría un canalla si no lo hiciera. A lo que voy, es que no hay que medir lo que uno hace por sus resultados y hay que hacer lo que uno cree que tiene que hacer. Hay que seguir intentando.
¿Alguna vez las palabras no te han alcanzado para escribir una historia?
No una historia. En general las historias son reductibles, se rinden ante el relato. Ciertas imágenes y paisajes me dejan sensación de que no estoy a la altura. Parece que cualquiera cosa que yo diga es infinitamente inferior a lo que quiero escribir, entonces siento impotencia frente a eso. Para cierta belleza el silencio suele ser mi mejor homenaje.
¿Cómo traducir la realidad en palabras?
Cuando una historia no está escrita es infinitamente potente en el sentido estricto de la palabra, puede ser todo y al escribirla lo que uno hace es reducirla a una sola de esas posibilidades. Es un trabajo de reducción, de pérdida. Escribir es la pérdida de todo aquello que podrías haber escrito y no has escrito. Escribir es resignarse a que las infinitas posibilidades de algo van a quedar reducidas a uno solo.
La entrevista es una situación extraña…
La entrevista es una de los grandes momentos de la ficción contemporánea porque consiste en que alguien haga preguntas que generalmente no le haría ni a su primo.
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*Viviana Londoño es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Pontificia Bolivariana y colaboradora del periódico estudiantil Contexto, donde se publicó por primera vez esta entrevista.
Mi nombre es Marcos De Carlo, soy parte de la producción de «Dicen que dicen», el programa del cual está colgada la entrevista del reproductor de YouTube… Quería felicitarte, ¡realmente me gustó mucho la entrevista! ¡Saludos desde Argentina!