apuesta
la ventana siempre abierta de par en par… los pájaros se agolpan en la cocina a recoger las migajas que los niños dejan en la mesa… la luz estalla en el apetito de los pájaros y se derrama dibujando una danza macabra en el teatro de la disputa… la ventana calla hecha un espejo en la memoria de los transeúntes
cuántas veces un pájaro destrozado en la ventana… en la esquina del cuarto un gato disfrutando de las vísceras de otro… un rebaño de moscas en las pupilas de un amanecer extraviado… la mierda que se repite como un milagro en las bodegas de la crueldad y del sueño… y la ventana en ascuas
y al final de la jornada una riña macabra apostando y disfrutando el último pedazo de la agonía… una última miga de pan… y los insectos que vuelven y hacen su entrada a una hora prohibida… y el limpión que hace de las suyas a la hora de la caza nupcial, su golpe preciso y mortal, un lamparón de sangre… y la ventana que se castiga y se apena
la ventana cierra la puerta y se echa de cuerpo entero sobre los despojos… la luz se levanta y echa a correr en llamaradas de sangre… debajo de la ventana un vagabundo tira una última piedra en el agua …
uno dos y tres saltos en la superficie del día que muere sin saberlo, y la piedra se encapricha en su salto mortal, se asoma a la ventana, rompe el vidrio y se desangra en la mesa…
el lado oscuro del deseo
me metieron al cristo hasta en la sopa
y yo terminé almorzando
con el zorro de hollywood…
me dijeron que según mi diseño genético
estaba hecho para grandes cosas
y yo insisto en escribir poemas…
me hicieron un trasplante de filosofía
primero en la cornea del ojo derecho
después en la izquierda
y ya yo no veo más que mujeres desnudas
y a veces hasta hombres…
en la escuela me dijeron que todo dependía de mí
y de cómo jugara mis cartas
y lo cierto es que mis mejores jugadas las he hecho
a costa de un jugador desconocido…
todavía niño me ofrecieron a la virgen de los milagros
y dos o tres días después la virgen se quedó rezagada
y el milagro se arrancó con sus propias manos su virginidad
y se la dio de comer a los perros…
pensamientos
sentado en el borde del barranco el perro se ha quedado quieto y mudo como si se hubiese perdido para siempre sin saberlo, o como si una criatura extraña lo hubiese hechizado sin dejar ni una sola evidencia…
me acerco silencioso y me miro en sus ojos que me ignoran, o se quedan ajenos sin mirarme -como dos huecos ya vacíos de otro mundo…
lo acaricio como antes lo esperaba y nada responde… pareciera que sus nervios y sus músculos ya no fueran suyos, sino de lo que en sus ojos se esconde, o ya se ha ido…
me siento a su lado al borde del barranco y me quedo mirando sin saber lo que miro, mientras lo poco que queda de él sigue mirando lo que quizás tampoco ha visto…
los dos esperando que un desconocido haga un alto en el camino y nos mire para poder ver, quizás, lo que en sus ojos nos despierte a la nada, o nos empuje al abismo…
escritura
una mirada en el vacío que se nos llena de moscas a la hora de la siesta, la mano se entrega devota a su puntada hasta que la herida se materializa en el espejismo y las horas tejen su mortaja sin enterarse que las sirenas están sordas de viejas -y han perdido el apetito…
pum… pum… ¿quién es? el perro de Ulises buscando un poco de privacidad para hacer sus necesidades más íntimas y demás… y ¿Ulises? perdió la memoria y se quedó dormido a las puertas de un burdel todavía a tientas en su cueva…
el burro también se queda dormido bajo la canícula infectada de imágenes y la verga se le pela de improviso y sin uso de razón se le cae de lleno en los agujeros negros que da pena… buscando el ojo del cíclope para pasarle la cuenta…
una sílaba tras otra sílaba hasta que la sarta se desangra o se despoja en el extremo que falta y el pescado ciego y sofista salta del agua a la olla y le pone la tapa…
el mendigo se desnuda y se queda en ascuas a la sombra de las arquitecturas del sueño con la mano que le falta en alto y a la vuelta de la esquina la mas joven de las sirenas hace lo que puede para hacerse con unas monedas de mas; mientras Ulises vuelto mierda y envejecido se deja caer a la sombra del burro que mueve indiferente la verga y de repaso la cola para espantar una mosca…
de Penélope, aparte de su ceguera, no queda ni el cuento…
pollo con salsa de boleros
entre mis brazos te me hiciste pollo, enamorado-sazonado pollo, y me quedo con la cabeza entre mis manos, y la sangre se me mancha en las pupilas, y desciende en el delirio de mis besos, y en la verga se derrama al infinito, y se sacude y me salpica el alma…
y le arranco las plumas una a una, y voy tirando los gritos en las ascuas, le rasuro las últimas escamas, otro tanto de grasa y en el fuego la piel del apetito es todo y nada…
y desciendo buscando sus caricias, sus lamentos, sus noches sin mañanas, y le meto la mano entre las piernas y se la subo hasta tocarle el alma, y me da paso y en el culo siento que todo empieza donde todo acaba…
y me hundo y me agarro las entrañas, un intestino que jamás se acaba, una bolsa repleta de sustancias se me agarra a los dedos y reclama, un agujero caliente donde bebo y araño y me arrastro hasta robarle el plasma, el hígado que se me desliza entre los dedos, el páncreas donde apesta el infinito, me agarro el corazón y me retiro de vuelta al culo que se cierra y calla…
y a fuerza de insistencia y largas noches me quedo con el resto de la salsa, los despojos, las heces, el silencio, el estómago que se escurre entre las piernas, los dos pulmones que también se ufanan, una pata enredada en las entrañas y al final ese olor que nunca acaba …
y vuelvo y meto la mano y en silencio exploro y limpio, y en silencio observo el hueco delicioso de la nada…:
5 libras de pollo en el mercado, nadando en los despojos de la sangre, otro cliente que sopesa y sueña que el pollo es todo, cuando el pollo es nada… una mujer desnuda que le ofrece la cabeza del pollo en una escoba y en el piso la lengua que se lame, el hueco que le queda a la mañana…
segunda parte
La noche que fue concebido, lo mismo que cuando nació, soñó que empuñaba un fusil, y que sus manos olían a pólvora… se despertó cazando ardillas y cuando no, lagartos y pájaros que detenían su vuelo como atragantados en su silencio…
eran tantas y tantos y sus tiros tan certeros y tantos, que tanto muerto parecía tener su propia madriguera, haber sido engendrado y nacido y renacido en el cañón de su fusil…
los recogía una a uno, y uno a una los amarraba de las patas hasta tener un lazo sin puntas, solo los muertos, y se lo echaba al hombro, y así, untado de ardillas, manchado de lagartos, tatuado de pájaros, regresaba a casa…
en el porche, sin aún haber probado un solo bocado de comida todo el día, el fusil todavía ardiendo en las piernas, los desollaba uno a uno, y uno a uno de los tiraba a los perros…
y el día en cuatro patas vomitaba como una mujer preñada, y la noche rezongaba como un niño que no quiere ir a la escuela, y los perros se ponían a llorar como una novia abandonada y ya comida y relamida y sazonada…
sexto sentido
la tarde como un miembro infectado se cae a pedazos… el miedo arrebujado en un rincón, de rodillas, se encomienda a otro mundo… la nada, una herida en el agujero del corazón, saborea por primera vez el hedor de la sangre…
el silencio se envuelve una venda sin patas ni cola y se la quita solo para volvérsela a poner… la ceguera recoge las lágrimas en sus manos y se las ofrece al delirio… la noche se muere por un vaso de agua y un rezago de luz en las pupilas…
mi hija se me acerca a la cama y me dice al oído que un desconocido la está cortando en pedacitos y uno a uno se los está comiendo sin la mínima esperanza de que se acabe el plato…
mi mujer, sentada en la bañera, hace dos meses que no deja de menstruar y esta tan pálida que se le puede ver todo por dentro… de reojo parece un batracio trasparente sin sangre y sin entrañas… y sus ojos un túnel a la intemperie…
en la mitad de la plaza, un cerdo destazado, degollado, despellejado, deja llover un mar de intestinos, un verano nauseabundo que se escurre y se cuela y se mete de lleno debajo de las puertas y ventanas y apetitos descabellados…
mi hija insiste en voz baja que ya se la han comido hasta el último pedazo, pero que aún le queda mucho por comer y que los comensales no dan señas de haber perdido el apetito o de largarse…
sentado en el lugar de siempre, por el rabillo del ojo, un desconocido sigue leyendo el mismo libro sin páginas y sin palabras… flotando en los desperdicios del verano…
La tarde ya no puede más, -hizo lo que pudo-, y como un niño malcriado tira lo que no le gusta a la basura y se ahoga en los últimos vestigios del silencio…
elogio a la perrunidad (—repetitiva—)
caminaba por los pasillos del claustro universitario con su perrita ridícula y pueril y la miraba repetidamente de soslayo como si con esa mirada de perro viejo se la quisiera meter a los demás por los ojos, o quién sabe dónde… el animalillo con pasitos como de nada lo seguía a todos lados moviendo el culo que daba pena, y si él se detenía por un momento a comentar con un amigo de ocasión de los últimos logros académicos, la bestiecilla se detenía de inmediato como haciendo caso a un pacto secreto y asentía a cada una de sus palabras con la cola…
era tal el parecido que habían logrado en tantos años de convivencia que era un verdadero acertijo mental saber quién era quién. dicen los que saben de estas cosas tan complejas que uno termina pareciéndose a sus pesadillas, o a su perro cuando no a sí mismo… y los que no tenemos perro o perra, sin que nos enteremos de las perradas del otro, al perro o a la perra del vecino…
caminaban los dos al unísono y de cuerpo entero y ya en la clase la similitud era tal que se hacía una tarea casi imposible saber a ciencia cierta, si era la perra la que estaba en primera fila escuchando las reflexiones sesudas del académico, o si era el académico el que ocupaba su lugar escuchando a la perra sus mismas perradas…
un día la situación se tornó de tal forma tan confusa que uno de los estudiantes, para salvar de algún modo la función, agarró la perra por el pedazo de cola que le quedaba, -el otro lo había perdido de pura reflexión-, le dio tres vueltas al aire y la tiró por la ventana…
los que insisten en saber de estas cosas dicen que uno nunca sabe para quien trabaja y que haga lo que haga uno termina colgando de sus propios tirantes, cuando no es que el sueño que nos acosa a toda hora termina pareciéndose a uno… o a uno cualquiera de los personajes del cuento…
también dicen que el académico sigue aún sentado en primera fila, la cola entre las piernas y una procesión de moscas en cada una de las sílabas…
Cuenta bancaria
cuando niño me caía a cada momento esperando una mirada compasiva, el calor de una mano en la mía, el aullido indiferente de la sangre…
y me paseaba en los aposentos del deseo con la camisa manchada y en los ojos náufragos los despojos aún tibios de la vigilia…
el tiempo entró por la ventana sin que me diera cuenta y se acomodó como un animal enfermo en los desechos de mi intimidad…
me levantaba entonces con un brazo roto… los síntomas frescos de un puñetazo en los labios, un arañazo precioso de pies a cabeza y en las pupilas las huellas indiferentes de la pesadilla…
en la calle la gente me miraba por el rabillo del ojo y apresuraba el paso… las viejas se santiguaban y clamaban al cielo, los niños me insultaban y me tiraban piedras, las adolescentes se me acercaban en silencio y al oído me murmuraban palabras obscenas…
…después me pasaban de una mano a otra como una mercancía nueva haciéndose cargo de mis heridas y alimentando con ellas los sueños todavía febriles en el paraíso…
ayer finalmente encontré el tiempo hecho un asco entre unos trapos viejos y sin decirnos nada y ni siquiera mirarnos, se me subió a la cabeza y se quedó dormido mascullando entre dientes una pena de amor…
…daba lástima verlo respirar y cómo se clavaba las uñas en el delirio hasta hacerse sangrar…
en una calle céntrica, en una esquina, al lado de un semáforo, me hice una urna de cristal, me desnudé completamente a la vista de todos, y ya dentro me crucifiqué sin que nadie moviera un solo dedo para impedírmelo…
la maleta
siento que ya me fui, nada ha quedado… nada que no sea delirio, lo soñado, una forma que estaba y que no ha estado, un hueco bien abierto al otro lado…
me detengo un instante, me perforo, y sin ser lo que soy vuelvo lo andado, con la misma maleta que me echaron, cada vez menos mía, cada vez más vacía, una maleta que siempre ha naufragado…
y es lo poco que es mío lo que falta, una vez el olvido ha regresado, solo los pasos míos lo que falta, pisadas de un fantasma enamorado…
una forma sin tiempo que regresa a recoger lo que queda, lo soñado, el delirio, lo abierto, lo sangrado, otra maleta que el tiempo ha devorado…
y sigo tan campante a la intemperie, desnudo sin saberlo, bien tragado, con la misma maleta donde escondo sin que nadie lo sepa lo soñado…
tu mirada, tus huecos, lo que sangra, una vez tus entrañas se desgarran y en la maleta el placer duerme a mi lado…
y se agita la maleta y se perfora y se filtra y se arranca lo soñado y se muerde y se chupa y se devora una vez el amor ha naufragado…
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* Manuel Cortés Castañeda, nacido en Colombia, es licenciado en Español y Literatura de la Universidad Nacional Pedagógica (Bogotá), director y actor de teatro. Cursó estudios de doctorado en la universidad Complutense (Madrid). Enseña español y literatura del siglo XX en Eastern Kentucky University. Ha publicado seis libros de poesía: Trazos al margen. Madrid, España: Ediciones Clown, 1990; Prohibido fijar avisos. Madrid, España: Editorial Betania, 1991; Caja de iniquidades. Valparaíso, Chile: Editorial Vertiente, 1995; El espejo del otro. París, Francia: Editions Ellgé, 1998. Aperitivos, Xalapa, México: Editorial Graffiti, 2004; Clic. Puebla, México: Editorial Lunareada, 2005. Dos antologías de su trabajo literario han aparecido recientemente: Delitos menores, Cali, Colombia: Programa editorial Universidad del Valle. Colección Escala de Jacob, 2006; y Oglinda Celuilalt, Cluj-Napoca, Rumania: Casa Cărţii de Ştiinţă, 2006. Ha sido incluido en antologías tales como Trayecto contiguo. Madrid, España: Editorial Betania, 1993; Los pasajeros del arca. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1994. Libro de bitácora. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1996. Donde mora el amor. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1997. Raíces latinas, narradores y poetas inmigrantes, Perú, 2012. Además, escribe sobre poesía, cuento y cine. Actualmente está traduciendo al español textos de poetas norteamericanos de las últimas décadas: Charles Bernstein, Leslie Scalapino, Andrei Codrescu, Susan Howe y Janine Canan, entre otros.