Acronopismos y otras delicatesen Cronopio

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Dos textos sagrados

DOS TEXTOS SAGRADOS

Por Manuel Cortés Castañeda*

Cirugía avanzada

Soñé que era una mujer y que me habían crucificado y que manadas de machos se arrodillaban ante mi cruz, rogando por una palabra de aliento, por un instante de placer…  día y noche las filas crecían hasta perderse en la consumación de los siglos y yo, ahí, en mi cruz, desnuda, disfrutando y malgastando la misma ración hasta que el infinito se me ahogaba entre las piernas y soñaba que en una de las filas yo mismo esperaba mi turno para poseerme y penetrarme y devorarme…  y que sin darme cuenta me escabullía por entre las piernas de los penitentes y a zapatazos por el rescoldo de las noches, y ya estaba en primera fila, de primero, haciéndome mía y disfrutándome mía con una pasión inusitada, mientras el delirio de yo me hacía suya en el hueco enorme del placer que también hacía fila dispuesto a quedarse con lo mejor de la ración del día…

Me desperté bañado en sudor y no pude levantar mi cuerpo que de momento parecía atrapado en un incendio…  tomé impulso  meciéndome de un lado a otro, pero pesaba más de la cuenta y me quedé varado en mi necesidad y mi delirio…  sentí  una especie como de abrazo en los hombros y en las caderas una cosa trabada, amodorrada…  me toqué y mis dedos se enredaron en un bulto que no era mío…  corrí al espejo y vi a medias que la vida se me había pegado a la espalda como una malformación congénita, como un parásito sexual, como un ladrón que se toma todo el tiempo del mundo para agarrarse lo mejor de su extravío…

No fue fácil hacerme con la fuerza adicional y la voluntad que requería tal estado de cosas, pero poco a poco fui haciéndome a la idea de que todo seguía igual que antes, a pesar del exceso de identidad que cada vez más se me agarraba a la espalda y a la cintura, tomando las dimensiones de un coito enorme que no encuentra la puerta final, su grito y su memoria…  su vómito…

Desde ese día aciago llevo mi vida para todas partes para no decir que me lleva, ya que para aliviar la carga y sus berrinches he tenido que declararme su prisionero…  le he pasado un cheque en blanco y le he firmado todo tipo de documentos no sin antes consultar con un especialista,  aunque nada de esto tiene sentido…  si al menos se tratara de una joroba, o de la carga de todos los días, todo sería más fácil…  pero esta cosa me exige, y se me hincha a toda hora que da pena…  y se me mete en las horas como un avestruz de mil cabezas…  y se me despatarra y se me mea por dentro casi siempre sin que yo me dé cuenta y a veces sin parar…

Me las he ingeniado de mil maneras para intentar arrancármela de mis horas y de mis noches y de mis sueños que no cesan, pero sigue ahí  pegada como una ladilla mejor que nunca disfrutando de los rezagos del placer…  si al menos diera la cara…  si me diera al menos la oportunidad de mirarla frente a frente, de saber con quién tengo que vérmelas…  pero nada…  solo me permite saber que está ahí y que soy suyo sin que yo pueda decir ni de chiste que ella es mía…  que putada…  todo es peor que la mierda que no tapo el gato… ni siquiera he podido volver a insultarla como lo hacía una vez me llevaba a la cama, ya que últimamente me ha prohibido incluso que le dirija la palabra, o que intente acariciarla sin avisarle de antemano…

El quid de la cosa está en que cada vez se vuelve más caprichosa y malgeniada y hace de las suyas y me dice cuanto se le viene en gana como si no tuviera pelos en la lengua…  y sin que yo pueda ni siquiera chistar…  me pellizca como una madre pellizca a un hijo malcriado…  me tapa los ojos y me obliga como un caballo a hacer cosas que mejor sería al menos por ahora no mencionar,  y me pierde por lugares inhóspitos cuando no es que me hace subir y bajar escaleras interminables y retorcidas…  me mete los dedos a la boca y me obliga a que se los chupe simulando que chupo un biberón…  últimamente y sin razón alguna se mea a toda ahora que apesta, o mejor sería decir que apesto y se caga y me unta de mierda las horas y el silencio y luego me pide que me revuelque como una perra en celo entre las sábanas…

Hace unos días sin que se diera cuenta, aunque esto es mucho decir, la llevé a la cocina y en un descuido, como pude, tomé un cuchillo y le clavé sin compasión una puñalada donde no sé dónde… gritó y me arrancó a mordiscos una de las orejas y me untó de sangre la cara, y me arañó la frente, y se mió y defecó la semana entera sin parar, para que dejara de lado, -parecía decirme-, cualquier impulso o idea descabellada…  y después me tuvo en vela noches enteras curándole la herida y echándole aceites y ungüentos de pies a cabeza…  hasta que ya no pude más y me hice el que me desmayaba…  ya no lo sé con certeza…

No se imaginan ustedes cómo quisiera verle la cara… esta necesidad ha aumentado después del incidente de la cocina…  pero ninguno de los trucos que he puesto en acción me han servido de nada… es como si todo lo supiera de antemano y se deleita haciéndome creer  que esta vez sí, y en el momento menos esperado se sale otra vez con la suya, y no…  me acuerdo que aún bebé mis hermanos me mostraban el biberón y cuando ya casi lo tenía atrapado en la boca desaparecía como por arte de magia…  y a llorar por primera vez debajo de la cama…  con el tiempo aprendí  a cortarme el pelo para que les sirviera de escarmiento y a mí… para que mi madre los castigara…  es lo que me hace ella a mi hasta que huele a quemado… hasta que a ella como a mí nos salen pelos en la puta madre…

No sé porqué la divina providencia no viene en mi ayuda…  el mes pasado me emborraché hasta que no pude más y me desparraté en el piso del baño entre vómitos vociferando y metiendo las manos y las uñas donde se me había prohibido…  me gusta esta nueva estrategia y parece que a ella también le gusta porque me deja hacer a mis anchas,  aunque sin perder del todo el control de la situación… anoche me las ingenié para que se tomara unos tragos conmigo, pero como si ya hubiese adivinado mis intenciones tuvo mucho cuidado en no sobrepasarse, a pesar de lo agradable que nos resultó la función…  Simbad se las apañó después de unos meses de agonía, -recordé-, para emborrachar al genio malo  que lo había convertido en su esclavo y después se lo arrancó como pudo de la espalda y lo destripó con una piedra…  el caso parece muy similar, pero en verdad las circunstancias y la sustancia difieren en un alto porcentaje del mío…  mi caso es fuera de lo común,  ya que cuando se pasa de  tragos parece estar más y más en control de los hechos… así que no me ha quedado otra alternativa que emborracharme, sólo para olvidarme en medio de mi borrachera, al menos por unos segundos, de mi suerte perra…  me hago el perdido o el dormido o el idiota, pero me tira agua fría en la cara, me arranca el pelo y me mete la lengua en los oídos…  me clava las uñas y no me queda de otra, cuando esto sucede, que levantarme de mi borrachera… y limpiar con la lengua los desechos…

Lo único bueno de todo este asunto que me tiene ya al borde del colapso es que cuando me paso de tragos, últimamente he vuelto a soñar…  y eso me da cierto alivio y consuelo…  e incluso muchas veces me ilusiono y me encanta que la fila de machos esperando poseerme, penetrarme, devorarme en mi cruz, sea cada vez más larga ya que de esta forma logro que la vida se me salga de los hombros al menos en las cuentas de la ficción y me deje en paz con mi cruz y mis amantes…  y cuando alguien logra darme un orgasmo, que no son pocas veces atendiendo a mi caso,  la cosa se pone seria y siento que a mis espaldas rezonga y se queja, quizás de envidia, qué sé yo, con un tono poco acostumbrado… últimamente la he visto mal humorada y hasta parece que se preocupa más por mí… al menos ahora controla sus funciones digestivas y no se ha vuelto a mear en la cama…  ni a meterme los dedos apestosos en la boca… ni su baba lenguosa en mis oídos…  al menos no con tanta frecuencia como antes lo hacía…

Bendito sea el Espíritu Santo que se me dio por fin el milagro… o mejor sería decir que encontré la solución perfecta a mi calvario, cuando menos lo esperaba y cuando ya estaba pensando en cortarme las venas o tirarme por un precipicio…  no son pocas las noches que he estado cavilando sobre el asunto, así que mejor me quedo yo mismo con los créditos y nada de extras ni de personajes secundarios que ya es más que suficiente la carga que llevo…

Muy bien…  la cosa está en que he decidido hacerme definitivamente mujer…   así que en una de mis borracheras la convencí para que me acompañara al cirujano y accedió de inmediato sin cortapisas, cosa que me hizo dudar…  pero no me quedaba otra alternativa…  a ella, además, le gusta verme cuando abro otra vez las piernas en la cruz y le sonrío al próximo cliente…  me hice operar y me gustó mi nueva condición a pesar de la nostalgia que produce toda pérdida…  ahora tengo una vagina jugosa y me placen sus resabios y sus manías…  sobre todo me encanta la labia interiora que, aunque no sabe besar, no se niega al beso, y de la lengua solo sé decir últimamente cosas buenas… y especialmente me enloquece ese pequeño apéndice que en la cima del delirio a veces me complica las cosas, pero que me borra los últimos vestigios del tiempo y la memoria…

Regresamos a casa después del éxito de la operación…  no me dijo ni una sola palabra, pero su silencio me fue suficiente para entender que no le disgustaba en lo más mínimo mi nueva condición…  en la noche fue amable y por primera vez ha dejado de insultarme y de babearme en las orejas…  así que en un descuido, y aprovechando de mis nuevos encantos, me la arranque de la espalda, la tiré en la cama y como pude me las arreglé para amarrarla de patas y manos y después le salté encima y durante toda la noche me la cogí como ninguno de mis clientes en la cruz había sido capaz de cogerme, penetrarme, devorarme…  gritaba y gemía como una perra y me clavaba las uñas en la espalda y me miraba fijamente a los ojos como si quisiera más, o como si hubiese encontrado la horma de su zapato…  su carga ideal…

Creo que le gusta demasiado y si no estoy mal, no creo equivocarme si les digo que está perdidamente enamorada de mí y yo también…  que mierda…  estas cosas suceden…  tanto que me he olvidado de mi calvario y de las cuentas pendientes y a veces hasta cocino para los dos y la dejo que coma de mi propio plato y hasta que me robe lo mejor de mi ración… o me meta las patas por debajo de la mesa…

Me despierto y ahí está entre mis piernas gozando y malgastando…  me toco frecuentemente por todos lados como alguien que no puede creer, o se niega a creer que sigue vivo, después de haber saboreado uno a uno los síntomas de la muerte…  me miro en el espejo con cierta vanidad y efectivamente ahí está mi órgano femenino…   es bellísimo…  siempre caliente e hinchado y dispuesto a alimentar a toda hora a su prisionero…

Estoy feliz de ser mujer… y me encanta que hayan cambiado los papeles, aunque a decir verdad yo la dejo que haga de las suyas y que se emborrache y se vomite y que vocifere como dios manda…  hasta ahora todo marcha de maravilla…  incluso me deja que yo le haga las perradas que ella antes me hacía… me le cago y me le meo encima y le meto la lengua en las orejas y ella  disfruta de una manera que da envidia…  pero uno nunca sabe en que terminan estas cosas…  un día de estos le pongo los cuernos como debe ser o me le puteo…  qué más da…  por ahora lo único valioso, lo único que importa, que cuenta,  es que el sueño se me ha hecho realidad…

Fórmula perfecta

…mi  legado, lo único que te puedo dar y  asegurar que es tuyo…

Sus olores me embriagaban de tal forma y despertaban en mi tal apetito que donde quiera que iba me llevaba alguna de sus prendas más íntimas…  ella lo sabía y disfrutaba como una novia fea a punto de casarse, haciéndome la tarea más fácil…  era tan sabrosa que la necesidad de tenerla todo el tiempo entre mis brazos me robaba la respiración y me dejaba indefenso y perdido en los huecos de mi propia intimidad, oliendo y saboreando y malgastando olores desconocidos…

Primero fue un par de calzones que sabían a gloria…todavía tibios y untados de apetitosas secreciones y que ella me entregaba cada amanecer, o que yo guardaba todo el tiempo debajo de la almohada para embriagarme aún más, mientras ella se quedaba dormida y olorosa entre mis brazos…

El coche se fue penetrando del tal delicia que aún no habían pasado unas cuantas semanas de ser solo mía y ya  toda su ropa interior había desaparecido de la casa… hubo días en que se cambió de calzones  ocho o diez días a la semana… olía a delirio, a largas noches de placer, a besos entre sus piernas, a montones de frutos siempre a punto de pudrirse, pero que nunca se pudren… sabía a lamentos, quejidos, sangre fresca que manaba indiferente de sus pupilas…  carne adobada y marinada y macerada en los recipientes de la eternidad…  en las cloacas del delirio…

Agarré entonces la costumbre de ir todos los días a cuanta lencería encontré en las páginas del Internet a comprarle calzones… ahora les puedo decir que en este negocio soy un experto si quisiesen mi consejo… y hubo días en que agoté las existencias de varias tiendas… también pasaba mucho más tiempo en el coche que antes… ahí comía cuando no comíamos juntos, dormía la siesta, le escribía cartas de amor,  preparaba mis clases para la universidad…  era como si finalmente hubiese encontrado la panacea por tantos buscada, la mandrágora ideal, la piedra filosofal, la fruta de la felicidad, el paraíso del placer, el veneno que nos hace inmortales…  la muerte del tiempo, la píldora mágica,  la silaba que le falta  a un dios ebrio…

Ella por su parte hacía lo suyo y se entregaba, y secretaba, y ebullía, y se regaba  y se venía de tal forma y regurgitaba que ya no solo sus detritus más íntimos se untaban en los calzones, sino también sus gritos y sus silencios y sus uñas, y sus pupilas y sus quejidos… tantos, como los que el amanecer soltaba todavía ileso en el apetito de la noche para iniciar su jornada…

Muchas veces la encontré dormida en el coche y me dormí a su lado y el olor y los sabores eran tan intensos y gratos y sublimes,  que nos accidentábamos en los huecos del delirio para aumentar el olor de la sangre y así poder meter los dos juntos la lengua hasta el hueco de la nada…

Con el tiempo terminé poniéndome sus vestidos y sus pantalones cortos, sus blusas de mil colores, sus medias veladas,  los corsés que ella se ponía antes de entregarse, y que yo le arrancaba dedo a dedo… y su pintalabios y sus cremas y afeites y perfumes y hasta aprendí a caminar con sus zapatos altos y sus botas de cowboy…  y así vestido como ella la esperaba a toda hora, me esperaba, nos esperábamos, y ella con una delicia incomparable me quitaba las prendas, me mordía, y se las ponía, y yo se las quitaba y nos las quitábamos y nos mordíamos y después sumergidos en el agua delicada de sus prendas cada vez más ella, su sangre, sus secreciones, sus quejidos, sus calzones,  sus silencios, sus glándulas, íbamos desapareciendo como una tela que hilo a hilo se deshace, como el agua caliente se evapora, como un fantasma que nunca supo que estuvo ahí…

Y en el cuarto y en el coche y en el sueño y en las calles y en el delirio y en las clases de la universidad, solo quedaba el olor  delicioso de su carne, de sus entrañas, de sus sexo, de sus tetas, de su culo, y el infinito que se inunda de tanto ella,  de mí, mientras la espero y la sigo esperando y me condeno a esperarla y me condena, ahora ya vestido con su ropa más íntima, el tiempo convertido en una fruta perfumada, un río de sangre a punto en las orillas del delirio, y sus calzones en el coche, en mis bolsillos, en mi boca, en mis palabras, en el aliento de una noche que se me pone de rodillas y me pide una limosna…

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* Manuel Cortés Castañeda, nacido en Colombia, es licenciado en Español y Literatura de la Universidad Nacional Pedagógica (Bogotá), director y actor de teatro. Cursó estudios de doctorado en la universidad Complutense (Madrid). Enseña español y literatura del siglo XX en Eastern Kentucky University. Ha publicado seis libros de poesía: Trazos al margen. Madrid, España: Ediciones Clown, 1990; Prohibido fijar avisos. Madrid, España: Editorial Betania, 1991; Caja de iniquidades. Valparaíso, Chile: Editorial Vertiente, 1995; El espejo del otro. París, Francia: Editions Ellgé, 1998. Aperitivos, Xalapa, México: Editorial Graffiti, 2004; Clic. Puebla, México: Editorial Lunareada, 2005. Dos antologías de su trabajo literario han aparecido recientemente: Delitos menores, Cali, Colombia: Programa editorial Universidad del Valle. Colección Escala de Jacob, 2006; y Oglinda Celuilalt, Cluj-Napoca, Rumania: Casa Cărţii de Ştiinţă, 2006. Ha sido incluido en antologías tales como Trayecto contiguo. Madrid, España: Editorial Betania, 1993; Los pasajeros del arca. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1994. Libro de bitácora. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1996. Donde mora el amor. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1997. Raíces latinas, narradores y poetas inmigrantes, Perú, 2012. Además, escribe sobre poesía, cuento y cine. Actualmente está traduciendo al español textos de poetas norteamericanos de las últimas décadas: Charles Bernstein, Leslie Scalapino, Andrei Codrescu, Susan Howe y Janine Canan, entre otros.

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