Acronopismos y otras delicatesen Cronopio

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amores prohibidos

con los mismos ojos que la encontró abandonada en sus sueños y la amó y la hizo suya y la adoró de rodillas, se le acercó un día y le sacó los suyos y los echó a rodar como una última jugada en el infinito…

no pudo aguantar que otros ojos la hubiesen encontrado y amado y adorado y gozado de rodillas, antes que el tiempo hubiera hecho su entrada en la gloria… en el delirio…

tampoco pudo soportar que una vez el tiempo se hubiese marchado, otros ojos desconocidos pudieran encontrarla perdida en el camino y amarla y de rodillas, para siempre, parar el juego y cambiar el curso de su jugada…

ya había hecho muchas veces lo mismo en sus días sin tiempo y sin sueños, cuando enamorado de los murciélagos los atrapaba y los disfrutaba hasta el delirio, antes de traspasarles los ojos con una espina encarnada…

y ahora estaba ahí, de pie, junto al abismo, sin saberlo, buscando incansable con sus manos deshabitadas, el último paso que apagara para siempre la mirada insondable de su propia ceguera…

ángel de la guarda

extraña sensación como de carne podrida
de volver a poner los ojos
donde ya quizás alguna vez los puse…

una sílaba hecha de luz que ahora
de repente —se vuelve— y me da la espalda…

una mujer desnuda que recoge sus prendas mas íntimas
sin haberme aun entregado su estallido de sangre y de luz…

una mano pródiga que me clava la punta del cuchillo
con toda delicadeza, en la misma herida…

la mirada de un niño que arde y se quema entre ritos y fantasmas…

una sola línea en el libro que un día te empujó hasta la playa
y en el naufragio ahora te ciega y te duele el pisotón…

y esa orfandad de haber sido, —que te muestra los dientes —,
una vez se ha hecho mierda tu reino…

calígula

desde el primer día lo encerraron en la jaula, demasiado pequeña para él, y con el tiempo perdió la voz y el sueño y los dientes sin haber osado a cabalidad ninguno de ellos… son demasiados los dedos de una mano para contar las veces que hizo sus necesidades más íntimas bajo la luz del sol… al menos él no lo recordaba y si alguno de esos instantes encontró por un instante acomodo en su memoria, el olvido lo había hecho picadillo… afuera, para él, sólo era una explosión excesiva de luz en las pupilas… una moneda demasiado valiosa, a pesar de la ceguera, para prestarle algún interés a los hechos o a él mismo…

cuando llegó, todo parecía color de rosa: una estrella caída en su inocencia (o al menos, eso fue lo que él husmeó en los ojos de los suyos); sólo que un amanecer su cuerpo hecho para las faenas de la muerte y el halago se le quedó grande a su prisión, donde permaneció, con escasas excepciones, hasta el día en que se acabó para siempre…

había resistido como el mejor de los guerreros el envenenamiento de su sangre a pesar de que en su mirada, él mismo sólo alcanzaba a vislumbrar dos huecos nauseabundos… hizo lo posible y lo imposible por ganarle días a los días y llegar hasta el fin antes del fin, y después con su carne retorcida y encorvada, con la ilusión de un niño, acomodar mejor sus despojos en la cuna materna…

al principio sus ojos saltaban como dos mariposas apenas salidas de su crisálida, y su voz se perdía en el infinito de las noches sin cause, y sus dientes figuraban batallas inimaginables en los paraísos de la vigilia, y su hocico se humedecía en los riachuelos de un tiempo sin noche y sin memoria…

pero todo no fue mas que una luz incierta en un firmamento apagado… y el día que lo encontraron muerto en su jaula, hecho una momia y casi invertebrado, una cosa como una ameba gigantesca… infectado por la parálisis de sus sueños, en sus ojos todavía rodaba una lágrima… y ni siquiera las moscas vinieron a deleitarse en su guiñapo…

se fue solo, como ya estaba escrito en el libro de los días que llevamos a cuestas, sin la pausa que nos niega y nos devora y que nos hace otros entre la cima y el pie de la montaña…

antecedentes poéticos

sangraba sin derramar una sola gota de sangre y arrastraba a plena luz del día su tragedia hasta los más prestigiosos escenarios esperando que los dolientes se apiadasen para siempre de un cadáver que se ha quedado varado a las puertas de la muerte…

como un bocado en vilo que no encuentra la boca y que al final del cuento sigue como si fuera en su ficción sin hacer aún parte de la trama…

noche tras noche la palabra sagrada, ajena por completo a su divinidad, se le pudre in fraganti debajo de la lengua y en las páginas los tachones y las evidencias echan a volar, antes que los desechos alcancen la gloria y el elegido de turno se consagre y consagre su campo de concentración…

en el sueño la herida una a una va deletreando sus sílabas, como el amante que, en el rostro apaciguado de su amada, una vez consumado el festín, cree que lo sabe todo…

mas tarde en la plaza pública su disfraz alcanza su medida y su peso específico… un brazo intacto que oculta una venda empapada en la sangre de un cadáver desconocido…

los ojos martirizados por la mala conciencia que se empoza en la ficción y una mano tierna que cae en la trampa y se nos entrega hasta ser devorada por un deseo hecho de letras y de papel…

una mentira que nos salva una vez en el borde del precipicio… una vez ya nos han dado en el culo la patada de gracia, pero que no impide que nos caigamos al abismo…

april fool’s day

la mujer caminaba con el viejecillo de la mano como si se tratara de la bolsa de compras, o de la cartera… una sombra ridícula que a cada instante parecía perder el paso, el peso… no serían más que las nueve en punto de la tarde de un verano injusto y devoto… el sol todavía se derramaba copioso en la ciudad obligando la pupila a un juego oblicuo y perverso…

el cuello erguido de la mujer competía con los rascacielos y su forma de andar y respirar los convertía a los dos en juguetes insignificantes… una ciudad en miniatura aterrorizada por dos piernas enormes que parecían perderse en el infinito… y el viejecillo, ahora ya hecho un muñeco de trapo que una niña malvada arrastra a los destazaderos del sueño, masculla palabras ininteligibles y se resiste como un perro a la soga que se le incrusta en el cuello y se desangra…

el tiempo también se había quedado varado en los intersticios de un bostezo, mientras la otra mano del viejecillo se agarraba con horror a una pequeña maleta que parecía por instantes quedársele atrás, perdérsele atrás… dibujando su súplica en las paredes del silencio… del asombro, del horror…

era todo lo que le quedaba: su vieja maleta, su guiñapo y el vértigo del pájaro que arrastra la corriente… y junto a los primeros golpes de oscuridad, el viejecillo y las piernas y la maleta dibujaban en el firmamento una trilogía dantesca que desaparecía y reaparecía en su nada, dejando a la deriva un negativo infame y el eco de los pasos que salpicaban de espanto y de sangre la ciudad…

una última esquina y el chapoteo del viejecillo en la pesadilla dio con sus huesos en la calle… no está acostumbrado a creer en milagros… se levanta como puede y emprende la huida… dos o tres pasos insignificantes en el sueño o en la nada… y en un santiamén las manos que un día lo amaron, —una vez abierta la puerta de un destino ya escrito—, lo agarraron, esta vez del cogote y lo abandonaron como un trapo viejo en la casa de los desechos…

apuesta

la ventana siempre abierta de par en par… los pájaros se agolpan en la cocina a recoger las migajas que los niños dejan en la mesa… la luz estalla en el apetito de los pájaros y se derrama dibujando una danza macabra en el teatro de la disputa… la ventana calla hecha un espejo en la memoria de los transeúntes

cuántas veces un pájaro destrozado en la ventana… en la esquina del cuarto un gato disfrutando de las vísceras de otro… un rebaño de moscas en las pupilas de un amanecer extraviado… la mierda que se repite como un milagro en las bodegas de la crueldad y del sueño… y la ventana en ascuas

y al final de la jornada una riña macabra apostando y disfrutando el último pedazo de la agonía… una última miga de pan… y los insectos que vuelven y hacen su entrada a una hora prohibida… y el limpión que hace de las suyas a la hora de la caza nupcial, su golpe preciso y mortal, un lamparón de sangre… y la ventana que se castiga y se apena

la ventana cierra la puerta y se echa de cuerpo entero sobre los despojos… la luz se levanta y echa a correr en llamaradas de sangre… debajo de la ventana un vagabundo tira una última piedra en el agua

uno dos y tres saltos en la superficie del día que muere sin saberlo y la piedra se encapricha en su salto mortal, se asoma a la ventana, rompe el vidrio y se desangra la casa…

el país de los milagros

abrió la puerta y el plato ya servido desapareció como por arte de magia junto al apetito voraz de su sombra… y lo que dice la historia que refundió sus papeles y sus pruebas también se fue a la mierda…

como entonces no tuve tiempo de enterarme de los hechos recurro ahora a la fidelidad de las palabras y a los despojos de la muerte para contarles en que lugares de su intimidad o quizás de la mía me asestó el hachazo definitivo…

del primer acto, sólo se ahogan en mi nada imágenes confusas… un naufragio de barcos inexistentes en un mar también náufrago de si y ajeno a las gaviotas nauseabundas que se hacen pedazos en el espejismo…

sus pezones mordidos y manchados de sangre en mi boca que ya no es la mía ni de nadie… el pálpito de su vientre dando tumbos en el ocaso de mis ojos… el sonido monocorde de la aspiradora que se atraganta en su devoción hasta que ya no queda mas que el polvo de los zapatos y alguno que otro pelo en la memoria…

como pueden ver, unas cuantas pisadas en las calles deshabitadas no son un buen síntoma de las noches regurgitadas… ni tampoco del eco que sigue azotando sus trapos sucios en el muro derruido…

de los actos que siguen o que tal vez salgan sobrando o que falten, el olor acre de la sangre se inunda en las mucosas del sueño como una caricia inesperada… y a su paso, in fraganti, el delicado sabor de la mierda cae con su otoño de hojas destiladas y me ciega en los desaguaderos de la delicia…

la promesa arde con sus despojos en los despeñaderos del amanecer y la llama que aún tiembla en las cenizas se apaga para siempre en otra hoguera que nada sabe de la llama que la consume… ni ella ni y…

entre un acto y otro, un entreacto que nos pone de vuelta sobre nuestros pasos y los suyos para que podamos recoger los despojos y echarle mas leña a los depósitos de la fiebre…

una mano todavía virgen en el acento del hígado que se desflora… un ojo flotando en el vaho somnífero de un intestino… los labios vociferando incansables a las puertas del páncreas… una sílaba inerme pegada como una ladilla a las paredes del útero… una masa confusa tomando forma en lo más íntimo de su digestión y la mía…

sopló, mamó, tragó, se atragantó, se puso de rodillas para facilitar su estado de gravidez, se desgarró los esfínteres en los míos sin dejar una mínima señal, se arañó a las puertas de la agonía, se lamió como el perro que se lame su encono y el mío, se inundó de gases y me inundó la nada que quedaba de mi, se meó a gotitas en los socavones del alma, se cagó mis residuos y los suyos y en su boca la aspiradora no detuvo un instante su súplica…

ahora me lleva ahí dentro no sé dónde… como un incendio sin tiempo y de vez en cuando me recuerda y abre las esclusas y me eventra y me caga entre las manos y me unta su intimidad en mi nada y en la suya… y de vez en cuando escribe mi nombre en las paredes sin escribirlo con una devoción inusitada y apaga la aspiradora como si quisiera conciliar el sueño…

y yo ahí en algún lugar de la fiesta todavía una boca de mas que se extasía, un hueco en la nariz que se inunda de materias confusas en el umbral de la puerta, un dedo que se mete los dedos a la boca… una muerte sin fin en los cagaderos del amanecer temblando de felicidad en la intimidad de sus vísceras y sus secreciones que se manchan y me manchan en el sueño…

y el hacha que vuelve y me castiga en el lugar señalado todavía en carne viva …

asesinato en primer grado

ya son muchas las lenguas que han venido por estos lados del desamparo a decirme que la gente se está muriendo de repente sin ton ni son… y que los muertos ya son varios y que hay problemas para reconocerlos e identificarlos…

que ayer un cristiano piadoso se estaba por tragar una papa y que, así no mas porque sí, los ojos se le quedaron varados en el apetito y se desgajó sin decir ni pío, como un paquete sin dueño y ya viejo… me dijeron, creo, si mal no recuerdo…

estas cosas no deberían estar permitidas… esto de saber que a uno le puede pasar o suceder desde antes lo que a otros les ha pasado o sucedido después, es como para tumbarse de rodillas y echarse a llorar… tener que morirse como sin haberse aun muerto no es pan comido… saber que uno le mete inocentemente la tijera a la tela y saber desde siempre que no se acaba de cortar ni se deja es peor que morirse de un espasmo o de risa…

no es fácil aguantar, el estar completamente seguros de que se nos va a aparecer un fantasma y que este nunca termina de aparecerse, aunque esta siempre ahí del otro lado de la puerta como un perro echado en sus desperdicios… entrando a sus anchas sin haber aun entrado y salido…

acabo de abrir el periódico y leo que un montón considerable de niños, después de haber cumplido dos años o antes, sin haber aun aprendido a llevarse la cuchara a la boca, se quedan ahí, de un momento a otro, fritos donde están, como si se les hubiera olvidado respirar y que los padres tardan unos cuantos días en enterarse de los hechos… y yo también me quedo ahí colgando indefenso de una sola pata como un juguete desbaratado…

mi compañera de trabajo se ha aparecido de improviso en mi oficina y me ha repetido hasta el cansancio, con una voz casi imperceptible, que no quiere salir mas de casa o volver, porque sus amigos mas queridos se han ido muriendo uno a uno, como si de repente se acordaran que tienen que morirse y se mueren, y que son muertos saludables y que su apariencia parece haber mejorado después del golpe definitivo…

ya ustedes se podrán imaginar cómo me encuentro si es que ustedes no se encuentran en las mismas y en tal caso ni modo de contarles nada… cargando de un lado a otro con mi muerto de todas las horas como si no fuera mío, y haciéndome el que no sé dónde lo pongo en el último segundo, o creyéndomelo sin creerlo del todo que es de otro que no es suyo ni de nadie…

si abro un cajón del clóset para sacar unos calzoncillos o la puerta del horno para calentarme un mendrugo de pan, se me aparece como por arte de magia y se me agarra desesperado a las manos y aprieta y me implora y me echa los brazos al cuello y me lame inofensivo como se lame a un amante y otra vez tengo que hacerme el que si cuando no, y seguir adelante con mi muerto a cuestas cada vez mas exacto a mis mismo y sin serlo… y los dos esperando sin reconocerlo que uno de los dos pierda la paciencia y se quede en vilo antes del último traspiés, dándole tiempo al otro para quedarse en veremos o a la intemperie…

cuando niño cada vez que mi madre me dejaba solo agarraba una de las muñecas de mis hermanas y la enterraba en un lugar hasta hoy desconocido para mí con la vana esperanza de que mi madre regresara antes de largarse y yo pudiera sobrevivir mi partida… si pudiera encontrar la muñeca de turno, o las tantas ya desaparecidas, seguro que me salgo con la mía y me pongo con mi muerto a comer tortillas, o lo dejo viendo un chispazo, o en veremos…

(Continua página 4 – link más abajo)

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