EL DURO ASCENSO HACIA LA PAZ
Marcel Hofstetter Gascón*
Hace un par de meses, el país recibió con gran júbilo la noticia sobre el inicio de las conversaciones de paz con el principal grupo alzado en armas, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –FARC-. Bastó que se instalaran los diálogos para que el discurso de Luciano Marín remitiera de la euforia a un pragmático escepticismo. Esta migración ilustra la enorme dificultad que representa pacificar la conducta de los actores violentos inmersos en la sociedad y obliga a reflexionar sobre la intolerancia como característica intrínseca del ser colombiano.
La violencia no sólo es generada por la guerrilla como podría desprenderse al analizar un conflicto endémico de medio siglo, sino que es alimentada por las estructuras de las bandas paramilitares, el narcoterrorismo, la denominada delincuencia común, y en general la sociedad como un todo que posicionado al crimen como una opción aparente en la solución de conflictos. La dinámica propia de la violencia conduce a una espiral casi irreductible, basado en la nefasta premisa de la ley del talión.
El país precisa de un cambio en su idiosincrasia, en la cual se precise desterrar a ese mal endémico. De lograrse la paz con el grupo guerrillero, se habrá labrado el primer eslabón de una larga cadena de hechos que se deben ir propiciando. De hecho, la consolidación del proceso de paz representaría la victoria del diálogo sobre las armas, labrando una senda diferente. Sin embargo, no será suficiente para ver el cese de las agresiones. El pilar del cambio debe estar regido por una política pública basada en la educación como vehículo de movilidad social, el fortalecimiento de las alternativas pacíficas de resolución de disputas y la cultura ciudadana que promueva el respeto por el otro.
El anuncio del proceso de paz es una gran oportunidad para enfrentar el principal factor de atraso de nuestros pueblos. El reto de legarle una sociedad en paz a las nuevas generaciones, aparece hoy como un sueño con una posible hoja de ruta. Sin embargo, la contundencia y la duración de la actividad bélica, posicionan la escultura de la paz como digna de titanes.
¿Podremos tejer la paz como el pilar de Colombia?
____________
*Marcel Hofstetter Gascón es Director del Programa de Economía y Finanzas Internacionales de la Universidad de La Sabana