DELIRANTE
Por Marcel Hofstetter Gascón*
Desde que abandonó el Palacio de Nariño, el ex presidente Uribe ha tenido un actuar diferenciado a los demás mandatarios. El típico comportamiento ha consistido en pocas apariciones políticas aderezadas con algunas entrevistas puntuales que hacían pensar al país. Álvaro Uribe, en cambio no ha dejado de trinar y ha participado activamente en la política, haciéndose elegir como senador e impulsando la candidatura presidencial en cuerpo ajeno de Oscar Iván Zuluaga. Los innumerables trinos emitidos en los cuatro largos años alejado del poder, hace que su mensaje se diluya sin generar la reflexión propia de los ex mandatarios. Sin embargo, su trasegar por el desierto ha sido una lucha caótica caracterizada por frenéticos saltos de error en error.
El delirio comienza en el instante en que sus políticas guerreristas no tenían la continuidad deseada en el gobierno del Presidente Santos. Preso del desespero, funda con su guardia pretoriana el movimiento político denominado Centro Democrático, una organización de extrema derecha dirigida autoritariamente por el caudillo. La simple elección del candidato Zuluaga fue precedida por fraude ante la inminente victoria del Francisco Santos, lo que afirma que ni es de centro, ni es democrática.
La degradación continúa con la única orientación clara del nuevo movimiento político, que es continuar con la guerra fratricida hasta eliminar físicamente a los movimientos insurgentes. Esta política utilizada con firmeza en los últimos doce años, ha logrado revertir la correlación de fuerzas a favor del estado colombiano. Sin embargo, a pesar de los enormes avances, la solución militar no es viable en el corto plazo. En este escenario, la negociación es un intento coherente y pertinente para la solución del conflicto. La posibilidad de perpetuar la guerra generó un sentimiento de miedo, impulsando la candidatura presidencial de su archienemigo, Juan Manuel Santos. Gran error estratégico.
Posteriormente, en los continuos ataques el gobierno, el ex presidente convirtió el mote del castro-chavismo en el caballito de batalla. Colombia podrá ser un Estado en construcción, una economía en proceso de internacionalización y una democracia imperfecta, pero es improbable que transite hacia un país sin libertades políticas y con orientaciones de la izquierda radical. La estrategia de la muletilla para desacreditar al primer mandatario luce desproporcionada con connotaciones de irrealidad.
Finalmente, el último episodio lunático, fue la alocución presentada al finalizar la jornada electoral, en la que acusa al presidente por haber realizado el peor fraude de la historia, en contravía del mensaje moderado del candidato Zuluaga. Es evidente que en algunos territorios del país la compra de votos y algunas anomalías menores son una práctica recurrente en los procesos electorales, elementos que no desvirtúan la legalidad global del proceso. Ahora bien, Uribe en su momento también se benefició de votos y apoyos provenientes del paramilitarismo y organizaciones al margen de la ley, sin que se generaran mayores cuestionamientos. Es más, su gobierno no tuvo reparos en comprar los votos parlamentarios necesarios para perpetuarse en el poder, por lo que su argumentación es falaz e incongruente.
La construcción de un nuevo país en paz, requiere de posturas políticas que inviten a la sensatez y a la reconciliación. Los razonamientos del expresidente no contribuyen al progreso de la nación ni a la construcción de argumentos que inviten a la reflexión. Una dura enseñanza.
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* Marcel Hofstetter Gascón es un reconocido economista y catedrático bogotano.