Alfil Cronopio

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La nueva Colombia

LA NUEVA COLOMBIA

Por Marcel Hofstetter Gascón*

Después de arduos trabajos y de innegables exigencias, el día esperado había llegado. La firma de la paz que ponía fin a cincuenta años de enfrentamiento armado era una realidad. El Presidente amaneció eufórico al lograr la materialización de su única apuesta al asumir el solio de Bolívar. Una estrategia profunda, elaborada con la maestría de los tahúres había generado el clima adecuado para el desarrollo del proceso. Pasaba a la historia como el gran estadista, el hombre de la paz.

Sin embargo, un sentimiento de intranquilidad lo perseguía. Pensó que se debía a su próximo reto, y se dio cuenta que poco o nada le interesaba. Quiso focalizarse en la foto, la pose, y el discurso para pasar a la historia. Los asesores de imagen y de comunicaciones se esmeraban en la búsqueda de la perfección para el momento sublime. Los pasos pausados, y la aparente tranquilidad maquillaban el paso de los eternos minutos. El ego, ese monstruo que atenaza la capacidad del ser humano al creerlo omnipotente, se resquebrajaba en mil pedazos.

Subió a la tarima con los dotes de líder de antaño, respiró profundo e inició su alocución. El tedio que lo perseguía era insostenible, por lo que pronunció su discurso lo mejor que pudo, sabiendo que era el fin. Evitó las preguntas de rigor dejando en el ambiente un halo de expectación. ¿Y ahora qué? Esa era la pregunta, no sólo para el Presidente sino de toda Colombia. ¿Y ahora qué? Después de cincuenta años de conflicto armado, se vislumbraba la posibilidad de vivir diferente. La violencia, ese medio terrible para dirimir las controversias cedía ante el razonamiento y la lucha democrática. Sin embargo, el miedo natural por adelantar los procesos en un entorno de paz, sumía a los agentes económicos en el pánico. La reinserción, el postconflicto eran dinámicas desconocidas. El Presidente, desconcertado por sus sensaciones, ordenó a su esquema de seguridad su traslado inmediato a su residencia en la capital de la República. En el vuelo sintió náuseas y pensó que era a causa del trajín que le había impuesto el cargo. Pero no era así. Algo más profundo lo embargaba.

Cabeceó en la silla, reclinó el espaldar e intentó un sueño que le iba a resultar esquivo. Sintió las turbulencias del vuelo desde su ser interior, y aterrizó con la sensación que ya no era de este mundo. Al llegar a su residencia, no tuvo otra intención que acostarse y sentir la sensación del deber cumplido. Pero algo muy profundo lo carcomía. Sentía en las entrañas un dolor de patria, la de Colombia en llamas. Se reacomodó en la almohada, dio un giro con las cobijas buscando la posición que naturalmente le inducía el sueño. No lo lograba. Mientras apaciguaba su alma, la sudoración fría manchaba la impoluta piyama. La angustia por su estado lo empezaba preocupar. Una vida luchando por el establecimiento, y al lograr la paz su alma lo convertía en un infierno.

Llamó a su médico de cabecera para que le recetara las pastillas para dormir. Se levantó, fue al baño y se tomó dos veces la dosis recomendada por el galeno con la firme esperanza de lograr un sueño reparador. Volvió a acostarse y empezó a temblar. La ansiedad era incontrolable. Pensó en su trayectoria, en la trayectoria de su generación y sintió asco. Recordó las estrategias macabras que había diseñado para lograr la Presidencia. Recordó sus travesías por el país, la miseria de sus conciudadanos y la falta de Estado… o el Estado para pocos como lo había discutido con sus ministros. Sin embargo fue el fin, el fin de la vieja Colombia.

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* Marcel Hofstetter Gascón es un reconocido economista y catedrático bogotano.

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