DELIRIUM TREMENS
El Presidente llegó cansado a su residencia. Había sido un día difícil, uno más en el inútil intento de gobernar el país. Llevaba ya varios meses sintiéndose indispuesto. Los síntomas lo carcomían minuto a minuto, expresados en temblores y escalofríos. Sus sensaciones no eran las mejores, sin embargo, su compromiso con su plan de gobierno se convertían en algo irrenunciable. Se recostó en el sofá, y empezó a visualizar el inicio de la última parte de su mandato. El inicio del fin, vocalizó con desgana.
Empezó a repasar mentalmente las iniciativas de gobierno en el quinquenio. Analizó infraestructura, educación y su gran apuesta: la paz. De lejos la paz era la iniciativa más arriesgada y profunda del mandato. Desde hacía un tiempo sabía que lo había logrado. El acuerdo estaba finiquitado, los principales obstáculos habían sido negociados y lo que quedaban eran cuestiones de trámite. En ese instante el ego lo dominó y alcanzó un instante de tranquilidad: pasaría a la historia como el gran pacificador.
De repente rebobinó la película unos años, cuando era el adalid de la guerra, y se vio a sí mismo como el gran estadista que todo lo podía. La angustia retornó de repente y el malestar continuó, la ansiedad, la angustia era una cosa insoportable. Pensó en los miles de muertos de un enfrentamiento sin cuartel, de la cual él había sido protagonista de primera fila. La sudoración fría en cara y manos empezó a emerger en su cansada humanidad, retornándolo al momento presente. Respiró suavemente recordando sus épocas de yogui, pero todo resultaba en vano. Pensó en los tres años de mandato que le quedaban, tres años y él con la tarea principal de gobierno ejecutada. ¿Y ahora qué? Esa era la gran pregunta del momento. Tres años más, sin una agenda estructural, viendo descomponerse el gobierno paso a paso con las ratas de alcantarilla que lo acompañaban.
Pensó en cuál debería ser la nueva apuesta, educación, trabajo, salud… pero todo se quedaba pequeño frente al reto de la paz. El desgaste de tantos años de lucha había minado la capacidad de estructurar megaproyectos. Empezó a imaginarse una Colombia diferente, una Colombia líder a nivel mundial, en la frontera del conocimiento, la tecnología y la responsabilidad social. Divagó sobre el humanismo, la equidad y demás valores que se le hacían cada vez más difusos. Se dio cuenta que estaba teniendo alucinaciones, y en un acto de mero desespero llamó al médico de confianza. Le comentó los principales síntomas: sudoración, insomnio, ansiedad, temblores y alucinaciones. La sintomatología le comentó el galeno, son calcados y propios del Delirium Tremens, esa enfermedad propia de los alcohólicos cuando intentan rehabilitarse. El Presidente reflexionó con cautela, y exhausto respondió iracundo: – Hace años que no bebo.
El asunto lo siguió carcomiendo el resto de noche hasta que pensó en su antecesor y sus frases castro-chavistas. Se dio cuenta que lo había atacado el síndrome de los poderosos. Fue el fin.
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*Marcel Hofstetter Gascón es un reconocido economista y catedrático bogotano.