Alfil Cronopio

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Lentejas

POR UN PUÑADO DE LENTEJAS…

Por Marcel Hofstetter Gascón*

La democracia es considerada el esquema político más adecuado para los países que han desarrollado economías capitalistas. La elección popular periódica valida el grado de éxito de las políticas implementadas en el período por los gobernantes y captura una muestra sobre los intereses y las principales preocupaciones de la sociedad que urgen ser tratadas a través de la política pública.

Para obtener los beneficios plenos de la democracia, el proceso político debe estar dotado de una serie de buenas prácticas que contribuyan a la transparencia, pilar del institucionalismo y del juego democrático. La relación entre la sociedad y las autoridades políticas es de vital importancia dado que se construyen las estrategias que han de conducir hacia la senda del desarrollo económico. En caso en que las elecciones ocurran prácticas al margen de la ley, o que se elijan actores con dudosas reputaciones, el proceso político se contamina y se pierden de tajo todos los beneficios que se pretenden recoger con el sistema político.

El proceso democrático en Colombia ha sido permeado a lo largo de la historia por la presencia de distintos grupos mafiosos. A la tradicional “maquinaria política”, que recopila el conjunto de prácticas clientelistas para capturar votos, se han incluido las acciones del narcotráfico y la influencia de los paramilitares, los grupos guerrilleros, las bandas criminales  y la delincuencia común.

Este conjunto de actores, han debilitado no sólo la transparencia del proceso democrático, sino que los gobiernos elegidos se concentran en favorecer a un reducido grupo de interés, lejos de la búsqueda del bienestar colectivo que es el principal objeto de la política. Este tipo de prácticas han hecho que el elector se vea enceguecido por un “puñado de lentejas”. En este complejo entorno, no es extraño constatar que candidatos cuestionados lideren las encuestas en varias gobernaciones y alcaldías.

El principal objetivo económico del país debería consistir en alcanzar altas tasas de crecimiento que permitan sacar de la pobreza extrema a gran parte de los ciudadanos. Para ello, la cultura política que permea los procesos electorales ha de cambiar radicalmente.

La sociedad en su conjunto debe realizar un alto en el camino, y tomar conciencia sobre las implicaciones de tomar decisiones miopes, que no contribuyen al desarrollo económico.

Las mafias electorales han de sentir un rechazo sostenido y generalizado por parte de la sociedad. En la medida en que esa dinámica se vaya consolidando, se logrará dar el primer paso hacia el camino correcto. La receta para ello es muy sencilla: elegir bien, y gobernar aún mejor, ambas actividades que subyacen en una interacción perpetua que no permita la irrupción de la ilegalidad.

Bogotá constituye un claro ejemplo sobre las consecuencias y los impactos de haber elegido durante veinte años con visión de largo plazo, y sobre los retrocesos y costos que se experimenta al elegir un puñado de lentejas. Es esta una dolorosa lección de la capital de la República.

*Marcel Hofstetter Gascón es Director del Programa de Economía y Finanzas Internacionales de la Universidad de La Sabana.

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