Arte Cronopio

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LA SUIZA MISTERIOSA: BOCKLIN Y FUSELI

Por: Juan Miguel Ortiz.

Los lugares homéricos de Bocklin

Visitando algunas de las localidades marinas que tocan el mar mediterráneo, es imposible no transportarse en el tiempo y en otra dimensión, imaginar dioses y monstruos marinos que cabalgan las olas y que reposan en los arrecifes. El aire salado que respiran las sirenas mientras juegan y se cortejan con los tritones dentro la espuma del mar. Todo esto nos envuelve en una atmósfera mitológica.

Son imágenes que conocemos, no a través de nuestra propia imaginación, sino mediante las iconografías que dichos personajes mitológicos han adquirido durante siglos. Uno de los mayores contribuyentes para el desarrollo de estas formas de representación en nuestro imaginario colectivo, fue un pintor suizo del siglo XIX.

Los paisajes marinos y agrestes de Arnold Bocklin, poseen una especie de simbiosis sugestiva con el inmenso patrimonio imaginario de la Odisea. Refiriéndose explícitamente a los temas homéricos en algunas obras libremente interpretadas. La pintura de Bocklin está impregnada de atmósferas y particularidades del poema, que han quedado grabados en la memoria profunda del artista, desde donde emergen con la vivacidad de recuerdos casuales.

Podemos citar como ejemplos, el velo que envuelve el tronco y los brazos del tritón triste en  Tritón y Nereida, que en Homero es el velo donado por Ino Laucótea a Odiseo, para salvarse de la ira de Poseidón. El muro de bronce y la lisa escollera de la isla de Eolo, que es perceptible en los muros funerarios presentes en todas las versiones de La Isla de los Muertos.

Muchas alusiones a las descripciones homéricas son evidentes, en ésta que es la obra maestra por excelencia de Arnold Bocklin y el cuadro favorito de Hitler.  También en los álamos del lugar donde fue raptada Perséfone o de la isla de Ogigia, que se ven en el cuadro Día de Verano y en otros cuadros silvestres de Bocklin. El vuelo de las almas como sombras en el Hades, suscita por analogía el recuerdo de figuras suspendidas y turbulentas en el aire de los cuadros tardíos de Bocklin.

He citado algunas obras ocasionales entre todas las posibles, de igual manera toda la naturaleza ligada a las aguas y a las costumbres pastoriles es en Bocklin homérica, sobre todo desde el canto V hasta el XII de la Odisea, donde domina la fábula del viaje. Aparecen islas desconocidas, magas, encantamientos, tempestades y catástrofes, grandes extensiones de agua negra y agua luciente, rocas y picos, encuentros con monstruos, prodigios y muerte. Todo con la riqueza de realidades particulares que fluyen en Homero, de manera funcional en relación con lo inverosímil de la historia.

En el estilo de Bocklin, nunca falta el ilusionismo de una corporeidad precisa que vuelve creíble lo sobrenatural. Sabemos gracias a los biógrafos que el pintor, poco locuaz sobre los sentimientos y sobre la estética del arte, amaba la música y la literatura, y en sus peregrinaciones por Suiza, Italia y Alemania, además del Armonium, llevó consigo algunos libros que leía para reflexionar y pensar como: El Fausto de Goethe, Orlando Furioso, la Divina Comedia y la Odisea.

La Odisea fue el libro que lo acompañó en los momentos de crisis, en San Terenzo y durante el viaje a Ischia en 1880, cuando estaba desesperado a causa de los reumatismos que le atormentaban las articulaciones. A Ischia fue con su amigo Schmidt y desde allí realizó con él y con Dohrn, que en ese momento era el director del acuario de Nápoles, paseos en lancha en los mares entre Sperlonga y Nápoles, parando en las islas Ventotene y Procida. De esos paseos y a la vista de aquellos paisajes nacieron las imaginaciones de la Isla de los muertos y de La batalla de centauros.

Por lo que concierne el carácter flotante y tenebroso de la Isla de los muertos, recordemos que aunque su aspecto es de prado y selvático, todas las islas de la odisea son islas de la muerte: desde Ogigia, la isla de Calipso, a Eea, la isla de Circe.

El mar de Bocklin es poblado por deidades femeninas y masculinas, serpientes y monstruos marinos, guerreros sobre veteranas barcas de batalla que nos recuerdan las grandes aventuras de Jasón y los argonautas. De misteriosas figuras sobre rocas en mares agitados y furiosos, cíclopes salvajes que recuerdan la ferocidad de los imponentes centauros.

Quién sabe cuántas veces Bocklin habrá leído el canto V, lo único que sabemos es que en obras como La Bonanza y el Juego de las Náyades, Arnold supo capturar la vida mitológica marina según los cánones homéricos de la Odisea, otorgando al espectador una sensación de pertenencia al mundo de las profundidades y las ganas de hacer parte de la comparsa mitológica.

La pasión por la literatura y la mitología llevó a Bocklin, a pintar una gran variedad de paisajes y ambientaciones. Pinturas donde los verdes bosques repletos de pinos son los protagonistas de la escena, panoramas desérticos y rocosos, ríos y mares; la única cosa que pone en común estas pinturas es la presencia de personajes como sacados de la imaginación de  autores como Homero y Esíodo hasta Ovidio y Ariosto. Por ejemplo, en Pánico, un pastor escapa apresuradamente dejando sus bestias atrás, después de haber visto de repente al dios Pan escondido detrás de una roca.

El paisaje rocoso y árido pertenece a la localidad de Palestrina a pocos kilómetros de Roma, donde el pintor decidió pasar su luna de miel y donde ideó dos cuadros con el mismo tema. Sobre la aparición de Pan y el terror que causa a los pastores que lo ven. La figura del fauno Pan,  es apenas visible en reducidas dimensiones, en la parte superior de la pintura. Mientras en primer plano, es representada la fuga apresurada del pastor aterrorizado, de aquí el título del cuadro y la explicación etimológica de la palabra.

De dónde vino la imaginación y la pintura de este gran artista suizo, es difícil decirlo. Como muchos artistas geniales, cito entre otros a Caravaggio, Monet y Van Gogh, es un inventor absoluto de técnicas y de iconografías. Su fuerza concentrada logra transfigurar en un estilo inconfundible los estímulos de las fuentes más heterogéneas. Así como Bocklin era apasionado por la literatura y la mitología griega, otro pintor suizo perteneciente al mismo siglo se interesó también por dichos temas. La gran diferencia es más bien geográfica y temporal, porque éste novedoso artista se interesó en la mitología nórdica y en la literatura moderna, en mayor medida en Shakespeare.
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Fuseli pintor oficial del diablo

Hace dos años tuve la oportunidad de visitar el museo de Louvre de Paris. Como muchos saben, este gigantesco museo posee una gran cantidad de obras maestras del arte occidental, muchas de ellas robadas por Napoleón Bonaparte y luego llevadas hasta allí. Donde se encuentran artistas de la talla de Miguel Ángel, Rafael y Leonardo hasta los románticos Delacroix y Géricault.

Las enormes telas de estos dos últimos me causaron un gran estupor, como a todos los turistas y apasionados de arte que visitan diariamente este gigantesco museo. Pero en el último recorrido que realicé aquella tarde, una tela de dimensiones medianas y que muchos turistas descartaban, me llamó la atención más que todas las otras. Era una pintura en óleo, muy oscura, iluminada solamente por la luz de una vela, que llevaba la protagonista del cuadro a su derecha y que me recordaba mucho a las pinturas de Goya, como El Vuelo de los Brujos o La Lámpara del Diablo.

Había logrado admirar ya obras de arte barrocas, donde las tinieblas son el verdadero protagonista. Roma está llena de obras maestras de Caravaggio, quien por primera vez hizo de la oscuridad el principal medio de interacción entre el espectador y la pintura. La ciudad de Madrid, también posee una gran cantidad de obras del famoso pintor sordo. Sin embargo, este cuadro era diferente tenía un no se qué fabuloso. Fue hasta que leí la Didascalia, cuando entendí de donde provenía el misterio de esta visión onírica.

Se trataba del pintor suizo Johan Heinrich Fuseli y la obra representaba una escena de uno de los pilares de la literatura moderna inglesa, el Macbeth de Shakespeare. La mujer en primer plano con los brazos abiertos que sostiene una vela, casi corriendo y con turbadora expresión es Lady Macbeth sonámbula, la dama a su servicio y el médico que se ven en el lado derecho, la observan y comentan sobre su estado: “Doctor: mirad, tiene los ojos abiertos, / Dama: si, pero están cerrados al sentido”.

Esta pintura representa la escena del acto I, cuando Lady Macbeth, devorada por los sentimientos de culpa, camina sonámbula por el castillo para escapar de la obsesión de los delitos inconfesables cumplidos por su mente inquieta. Observando bien la pintura entendí que más que una obra pictórica, Fuseli había capturado el momento culminante de una obra teatral, un momento particular en la creación del escritor inglés, como es también evidente en otro cuadro perteneciente a la misma tragedia de Macbeth, Las Tres Brujas de 1788.

Además del insólito corte cercano y descontextualizado de la escena, se debe notar la gran mariposa negra “cabeza de muerto” que sale de la boca de la tercera bruja y que significa el valor funesto de sus palabras. Los perfiles caricaturescos y la sincronía del gesto son fieles al texto. Esta pintura analiza el elemento crucial de la escena III del acto I del drama: las brujas encontradas por Macbeth y Banquo en el páramo que lanzan su profecía mortal.

Naturalmente cuando regresé a casa decidí investigar, y me di cuenta que en este genial e innovador pintor se encontraban elementos, que sólo en una mente con una gran imaginación y una observación introspectiva de sí mismo —capaz de navegar entre las más profundas y oscuras sensaciones del propio ánimo, así como el ya nombrado Goya o Blake—, podía expresar mediante la teatralidad toda su pintura.

Un mundo encantado de hadas musicales y elfos, damas y hombres insectos, es el escenario que rodea a Titania y Bottom con la Cabeza de Asno, donde Fuseli retrae una escena del Sueño de una Noche de Verano de Shakespeare. Esta tierna manifestación de amor, mezclada con una sensación de grotesca perversión, da cuenta de manera emblemática del viaje del artista a los más profundos antros de la inquietud humana.

En esta famosa tela realizada para la Irish Shakespeare Gallery, viene representado el despertar de Titania, reina de las hadas que, rodeada por sus secuaces, se aprieta afectuosamente a Bottom con la cabeza de asno. La atmósfera suspendida y la fascinación del mundo encantado de las hadas, colocan la pintura entre las obras más poéticas del artista. Un hombre extremadamente encantado y atraído culturalmente por las supersticiones y las creencias populares. La introducción en su mundo de hadas, elfos, nomos despectivos y criaturas incapturables alimenta sugestiones siniestras y misteriosas, intensificadas por la exhibición de atuendos totalmente a la moda del tiempo de Fuseli.

Fuseli es un teórico y un crítico, que persigue la más libre actividad creativa. Un moderno con el culto de lo antiguo, un moralista con el gusto del pecado; sus personajes se convierten en embajadores de lo irracional, cosa que el pintor investiga sin cesar. Pero los espectros y los fantasmas que pinta, asumen a menudo un carácter fuertemente alusivo, alegórico y satírico desde el momento que estas criaturas son representadas con los atuendos contemporáneos.

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El Paraíso Perdido de John Milton, también fue una infinita fuente de inspiración en la obra de Fuseli, en “El Sueño del Pastor” de la Tate Gallery de Londres, tema tomado del primer libro de la obra literaria de Milton. La pose del Pastor durmiente recuerda una figura de Miguel Ángel, de la cúpula de la Capilla Sixtina; y el gesto de la mano apoyada sobre la cabeza, el Endimión durmiente del British Museum. El perro, fiel compañero del pastor, dirige la cabeza hacia los elementos del sueño que giran en el aire tejiendo una danza.

El interés hacia la mitología lo dirigió Fuseli, como se dijo anteriormente, en otra dimensión temporal y geográfica respecto a Bocklin. Con este pintor al contrario de Arnold y su pasión por Homero y las leyendas de la antigua Grecia, nos trasladamos al norte de Europa, específicamente a la península escandinava, la tierra de los vikingos. Así como Bocklin era apasionado de Homero, Fuseli era apasionado de Snorri Sturludson y su gran obra La Edda y en la saga de los Nibelungos, que narran los acontecimientos de dioses y guerreros de la mitología nórdica.

En el cuadro Thor que Lucha con la Serpiente Marina, Fuseli percibe los grandes cambios de su época y rompe el enlace entre lo prodigioso y lo divino. La elección del tema tomado de la mitología de la Edda, habla sobre la pasión pre- romántica del artista, también vivida por Blake, hacia todo ese mundo todavía poco conocido, en el cual se entierran las raíces de las creencias populares. La figura sentada en el fondo de la balsa es la imagen del gigante Eymer, mientras, desde lo más alto de las nubes, el dios supremo de la mitología nórdica, Odín, observa la lucha furiosa entre su hijo Thor que empuña su legendario martillo y la colosal serpiente marina.

Es un cuadro que representa una espectacular acción de batalla. En el es evidente la lección que Fuseli aprendió durante su estadía en Roma, estudiando la anatomía perfecta de los corpulentos desnudos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.

Para concluir, no podemos dejar atrás la obra más famosa de este pintor suizo, La Pesadilla, existente en varias versiones. En la del 1871, perteneciente a la Royal Accademy, al lado al cuerpo de la joven, abandonada en un sueño profundo, el artista pinta la cabeza espectral de una yegua con los ojos blancos casi en trance. Es el Nightmare, que en la pesadilla cabalga durante la noche, según una tradición popular inglesa. Sobre el cuerpo de la joven, con la cabeza en dirección de los brazos que están fuera de la cama, está sentada en forma de nomo la pesadilla: un horrendo monstruo mitad hombre, mitad bestia.

Sin haber tomado en cuenta características particulares o especificas de esta pequeña nación europea, a la cual se debe el título de este ensayo, puedo sólo concluir afirmando que Suiza cuna y casa de Bocklin y Fuseli, contribuyó en buena parte a la cultura artística del siglo XIX. A la vez transformándose en una especie de puente, que unirá la cultura figurativa romántica anglosajona con la cultura francesa de su tiempo, y que duraría hasta el auge del impresionismo al final del siglo. Gracias a estos dos artistas, todo un conjunto de leyendas, creencias, mitos populares y obras literarias han adquirido durante los últimos dos siglos una forma, materializándose desde lo más profundo de nuestros ánimos, pensamientos, reflexiones, deseos y pesadillas.

1 COMENTARIO

  1. Es un articulo muy bien logrado, aborda un tema muy complejo y de un nivel cultural muy alto, de una forma muy didactica y amena, Felicitaciones!!!

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