Arte Cronopio

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ANTONIN DVORAK: EL OBSTINADO COMPOSITOR CHECO

Por: Catalina Echeverri

Dvorak es hijo y un producto musical del siglo dieciocho. Una centuria colmada por ángeles y demonios, de notorias injusticias sociales que influyeron notoriamente en  el ambiente musical de la época.

Por lo tanto, Dvorak es consecuencia contestataria de algunos muros de contención que no permitieron que este periodo gozara de paz y armonía entre los hombre del viejo mundo.

Ese ambiente adverso le dio un golpe certero de inspiración a la música elaborada por compositores obstinados, que en un principio no encontraron el apoyo del establecimiento.

Para los amantes de la buena música, de esas melodías colmadas de aires campesinos, pero que no estaba exenta de sofisticación, muchas veces ignoran que esas deliciosas composiciones tuvieron que encontrar su propio camino. En la hora precisa en la que las cortes reales intentaban restaurar sus privilegios injustos, imponiendo sus oscuros designios y subyugando la libertad de pensamiento a sus mezquinos intereses.

Antonin Dvorak,  el gran compositor checo, el incomprendido, el renegado, el libertino en sus primeros años. El obstinado compositor que sufrió y padeció en carne propia el sistema de fronteras que establecieron los diplomáticos de Viena, situación que sólo conllevó a un estado alarmante y extendido de guerras que corroyeron el corazón de Europa.

En ese contexto, surgen los nacionalistas, un grupo de músicos y maestros de la composición que tratan de conservar sus costumbres, sus ritmos musicales, confabulados con una atmósfera folclórica que los diferencia del resto  de músicos  europeos.

En ese estado larval, su música se gesta después de la independencia austrohúngara que logra zafarse del yugo opresivo de las provincias checas de la Bohemia y Moravia.

Por eso, se pude inferir que Antonin Dvorak es alma y reflejo de esa época nacionalista.

Sus inicios: de carnicero a músico

Antonin Dvorak nace en 1844. Es uno de los compositores  más prolíficos de su generación.  De nacionalidad checa, hijo de un posadero, estaba destinado en su juventud a pasar horas y horas partiendo carne en un pequeño local de su pueblo. Mientras partía cartílagos y espinazos, mientras afilaba con paciencia el cuchillo de matarife se dio cuenta que lo suyo era el oficio de la composición musical.

Entonces tomó la decisión más radical de su vida temprana: decidió pasar de carnicero a músico profesional. Prefirió el arco del violín que la cuchilla de cortar carne.

En medio de un  radicalismo extremo, a los 16 años se escapó de la casa. Cansado y aturdido llegó Praga donde se ganó la vida como violinista. Comenzando de cero  en sus inicios ya que era un incomprendido, pero que su talento lo lleva a escalar posiciones rápidamente.
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Después de algunos años de intensas labores ejerce el cargo de director de la Orquesta de Praga y director del conservatorio de Praga.

Lo apasionante de su música

La música de Dvorak no se separa nunca de sus ancestros campesinos, artesanos, hombres sencillos y descomplicados. Su reto y talento radica en mezclarla con los mejores aires sinfónicos del mundo.

Sus composiciones tienen una invención melódica y rítmica obstinada y una técnica constructiva algo tosca, pero esto es lo que lo lleva a un sentimiento netamente nacional y popular. Es la música rural de ese entonces, compaginada con los mejores instrumentos y aires sinfónicos.

Dvorak fue un músico ecléctico y un trotamundos. En ese sentido Dvorak recoge el acervo popular no sólo de su país, sino de aquellos lugares distantes que lo acogieron con los brazos abiertos. Por ejemplo, al viajar a los Estados Unidos,  recopila melodías y ritmos de la música popular indígena y negra. Luego las mezcla con las más selectas piezas europeas. De ahí nace la famosa Sinfonía nuevo mundo.

En la actualidad, es posible afirmar que en la República Checa contemporánea, la música para piano  de Dvorak no ha sido superada. Por eso Dvorak no pasa de moda y obras famosas como Las humorescas se divulgan tal como si fueran nuevas, gracias a sus ritmos excitantes y sus melodías populares.

Es que la música de Dvorak tiene el mismo efecto imperecedero de los grandes de todas las épocas: desde Mozart, Beethoven, Chopin y ya ubicados en orbes un poco más contemporáneos con aquellos exponentes que enloquecieron a la juventud (y lo siguen haciendo así estemos un poco viejitos) como los Beatles, Pink Floyd o Queen. Eso quiere decir que  Dvorak escribió para la posteridad y su música no es pieza obsoleta de museo.

Al estudiar su obra, existen dos trabajos bastante recomendados para los amantes de las buenas melodías interpretadas en el violín. El concierto para violín op.53 en la menor y  el concierto para violonchelo op. 104 en si menor. Te sumerges y caes de lleno en un vasto océano azul apacible del que nunca querrás ser rescatado, ni como naufrago ni como héroe. Sólo quieres quedarte ahí y punto.

Yo me atrevo a afirmar que El concierto para violín, es una de las obras más valiosas para el repertorio violinístico, en especial por su movimiento final basado en los ritmos excitantes de la danza popular bohemia. También no se puede dejar a un lado la romanza en fa menor op.11 para violín y orquesta.

Antonin Dvorak fue un compositor completo e integro. Escribió cinco poemas sinfónicos entre los que sobresale La golondrina silvestre, obra de un gran colorido exótico y una invención melódica ardiente.

De estas cinco sinfonías, sólo perdura El nuevo mundo en mi menor, de un exotismo romántico único. Tiene mezclado el carácter folclórico y el esquema clásico en el cual está basada.

Definitivamente el estilo de Dvorak constituyó en cierto modo, una síntesis entre las tendencias beethovenianas y brahmsianas con una fuerte dosis folclórica.

He aquí la ocasión ideal para disfrutar de su música. Melodías que evocan y crean la imagen de pequeñas campesinas europeas que danzaban al compás de su corazón. Dvorak…el gran compositor que hizo de la obstinación, una manera de creación musical. De la carne a la música. Producto de una época turbulenta, su obstinación le permitió ser reconocido y admirado por las generaciones venideras.

Es el  ritmo de marcha que utilizó para la entrada a Praga del ejército checo después de luchar en una batalla. Es un clásico que puede confundirse con un tema de Brahams. Luego escucharemos una parte de la misma leyenda con la sonoridad típica de Dvorák.

¡Viva Dvorak! Viva su música eternamente.

* Catalina Echeverri es una música y pianista de la Universidad de Antioquia. Es una destacada directora de coros infantiles y juveniles. Actualmente es la directora de la Academia Musical Arte Amarillo.

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