Arte Cronopio

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EL ARTE DE LAS BRUJAS

Por: Juan Miguel Ortiz G.

Mitos y leyendas pueblan durante generaciones nuestras costumbres. Recuerdo más o menos hace 17 años, cuando aún mi familia tenía una finca de café en el norte del Valle. La típica casa campesina en forma de ele y con el piso de tablas de madera que separaba el dormidero predilecto de las gallinas de nuestras pisadas. El olor de la hornilla de leña, mientras se cocinaba el sancocho campesino y los niñitos que abandonan la mesa con una pata de gallina entre los dientes.

Un territorio basto donde la superstición era un asunto cotidiano y donde cada niño le daba terror pasear o jugar lejos de la casa. Donde hacían todo por no encontrarse con la Pata Sola o la Madre Monte. En ese mismo ambiente transcurrí todas mis vacaciones de año.

Recuerdo que muchas veces, aparecían las yeguas con unas gruesas trenzas que decoraban sus cuellos. Las leyendas y cuentos que contaban los campesinos, remitían la culpa a las brujas. Que según ellos durante las noches, se divertían carcajeándose mientras cabalgaban las bestias haciendo sus hechizos. Y antes del amanecer dejaban la huella de sus fiestas macabras, con estas raras trenzas que cautivaron mi imaginación durante los años de infancia.

Otras veces, la culpa venia atribuida a un extraño pájaro. Que con su canto terrible parecido al de una bruja, me hacía estremecer bajo las pesadas cobijas de lana. Imaginaba la horrible presencia de una vieja en los cañaverales, que embolataba a algún desafortunado infante.

También escuchaba los típicos cuentos de personas que cuando descansaban, una bruja se le sentaba encima del pecho y no los dejaba respirar. Concluyendo que seguramente la bruja era la vieja vecina de mala clase de la finca limítrofe.

La verdad es que las trenzas venían tejidas por los mismos habitantes de la finca con el fin de embellecer a las yeguas. Sólo que aprovechándose de la inocencia de los niños, y queriéndolos espantar, dejaban las puertas abiertas de sus mentes con el cuento de las brujas y la sal.

Afortunadamente, en todo éste ámbito fantástico de la infancia no se tenía en cuenta el componente que había hecho de las brujas objeto de persecución en toda la Europa moderna: La herejía.

Con el tiempo entendí que las brujas tal y como las imaginaba no eran ninguna invención de los campesinos. Supe que existieron de verdad y aprendí que las hierbas y menjurjes, orgías y sacrificios satánicos, escobas y verrugas son términos que durante siglos han conducido a este original y milenario personaje.

Al escuchar la palabra bruja, nuestra imaginación y memoria nos conducen a la típica imagen de la vieja decrepita. Que con su cuerpo habitualmente violado por el diablo, sólo puede tener una apariencia horrible y terrorífica. Como proceso psíquico fundamental, la fantasía tiene un valor propio de verdad, que corresponde a una experiencia propia.

Por este motivo, la construcción de estas imágenes en nuestro subconsciente proviene en mayor parte de los recuerdos, que nos proporcionan una iconografía casi única de un personaje. Que durante siglos, ha sido representado en obras inmortales de la pintura por grandes maestros, afligidos por el mismo tiempo.

Particularmente, dos pintores con sus obras enigmáticas cargadas de sentimientos y supersticiones populares, nos llevan a aclarar a profundidad la difusión de la iconografía de la bruja a partir del siglo XVII, la obra de Salvador Rosa y de Francisco Goya. No sólo representaron una fuga del ambiente en el cual vivían, sino también pinturas que manifestaron sus propias inconformidades y cambios en la vida y en la obra de los dos maestros.

Por  agua y por viento bajo la nuez de Benevento

Para entender de una manera más adecuada el origen de la imagen de la bruja, en estos dos  artistas, debemos transferirnos a una localidad italiana que a partir del siglo VII de la era cristiana, cuenta con una tradición en la cual, las brujas fueron las protagonistas de la leyenda e hicieron, que esta pequeña ciudad haya alcanzado una fama internacional durante siglos: Benevento. Allí podríamos encontrar el origen de la bruja que todos conocemos.

El culto de las brujas de Benevento, contribuyó  en el arco de cuatro siglos, a definir agudamente la forma pictórica de la bruja. Con todos sus atributos y objetos que completan el conjunto figurativo de las hechiceras; la vejez, las escobas, los animales diabólicos, los conjuros y los sacrificios a Satanás.

“Por  agua y por viento bajo la nuez de Benevento”,  solían decir las brujas durante la época de la inquisición.  Esta frase era una invitación para todas las brujas a reunirse en Benevento (Italia), bajo un enorme árbol de nuez que se encontraba en los bosques vecinos.

Según  Pietro Piperno, beneventano de nacimiento, en su ensayo de 1639 “Della supersticiosa nuez de Benevento”, afirma que el mito de las brujas deriva de una tradición longobarda, en la cual celebraban sus ritos paganos bajo un enorme árbol sagrado.

Durante el dominio de los longobardos, muchas mujeres siendo rechazadas de los cargos eclesiásticos y hasta de las ceremonias cristianas, fueron a alargar las filas del paganismo longobardo, donde eran aceptadas en todos los rituales y sacrificios. Es decir, tenían vos y palabra. Estas mujeres empezaron a ser vistas como brujas y heréticas.  Sacrificios de niños y animales eran frecuentes durante las ceremonias longobardas que se celebraban en honor a Wotan, padre de los dioses.

Durante el periodo en que fue instaurado el tribunal de la inquisición, el papa  Inocencio VIII, estipuló una bula contra la herejía y la brujería y encargó dos inquisidores Heinrich Krammer y Jakob Spranger de castigar severamente a las hechiceras.

Estos dos inquisidores publicaron en 1484 el Malleus Maleficarum (el martillo de las brujas), el mayor tratado contra la brujería. Era un manual que enseñaba a reconocer a interrogar y a torturar a las brujas para obligarlas a confesar el pacto con el diablo. Y no faltaban en este tratado, descripciones sobre brujas que atajaban la respiración a los hombres, que eran violados literalmente por ellas durante el sueño.

La inquisición operó gran parte en Europa occidental  y llegó hasta el New England, como las famosas brujas de Salem. En el nuevo continente, el tribunal de la inquisición se mantuvo lejano, aunque fuertes de una tradición secular de las prácticas mágicas no fuimos considerados heréticos en cuanto nuestros brujos y chamanes, que no eran devotos al Satanás cristiano.

En Italia, la presencia de la sede pontificia excluía  hipotéticamente la existencia masiva de la brujería. Se formó una congregación en las cercanías del lugar de culto de los longobardos, Benevento. Sin embargo resultan escasos documentos sobre la cacería y la hoguera de brujas en la península.

Por este motivo, Benevento se convirtió en un refugio seguro y hospital donde las verdaderas brujas se daban cita para celebrar en cercanías del río “Sábato”, los rituales satánicos  bajo el famoso árbol de nuez.

Calla a menos que las palabras no sean mejores que el silencio

Es la frase que aparece en uno de los autoretratos más famosos del pintor napolitano Salvador Rosa (1615-1673) curiosa figura de pintor, hombre de teatro y de poesía que desde un punto de vista, anticipa la inconformidad y el rechazo que caracterizará las grandes personalidades del romanticismo dos siglos después.

De hecho dicha inconformidad y rabia con el propio tiempo, son descritas perfectamente en las Siete Sátiras, en las que se lanza en ristre contra las costumbres y con la pintura de su tiempo. Criticando y saboteando las ideas de los otros pintores y tratadistas barrocos, con esta frase invitándolos al silencio.

Salvador Rosa, quiso huir de su contemporaneidad y esta fuga la dirigió hacia el imaginario, al fantástico y a lo supersticioso. Rosa polemizó con la pintura de Caravaggio, de los Carracci y de todos los artistas barrocos que trabajaron en Roma durante el seiscientos.

Él prefirió las escenas de batalla y de fantasía, por eso encontró en las brujas una forma de expresión y de invención para un nuevo tipo de pintura. El Paisaje Fantástico: paisajes salvajes y tenebrosos con escenas de brujería y de magia, deleite del gusto popular y primitivo.
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“La Bruja”, es una pintura del 1646 donde experimenta todas estas nuevas temáticas del paisaje fantástico, acompañadas por el papel protagónico de la hechicera fea y macabra, en perfecta sintonía con aquella imagen que nos trae, nuestra ingenua memoria de infancia, sólo que llena de significados esotéricos y malvados.

Las tinieblas del paisaje ya nos ofrecen la atmosfera de la escena. La corona de uva es una alusión a la relación de la brujería con los arcaicos ritos dionisiacos en favor de la fertilidad de la naturaleza. La disposición de las velas y el signo diseñado bajo los pies de la bruja, son el círculo mágico fundamental y preeliminar para ciertos conjuros.

Quizás la vieja bruja, esta por cumplir un rito satánico para recuperar la juventud perdida. El libro que está leyendo, contiene caracteres jeroglíficos y símbolos alquímicos. Mientras la caverna, según algunos estudiosos,  representa simbólicamente el  útero materno y es un potente emblema de la fertilidad femenina.

Goya y las putas del diablo

Un siglo después, la invasión napoleónica en España de 1808 cargada de barbaridades y represiones contra los ciudadanos madrileños y la extraña enfermedad  que en el 1819 cayó sobre el gran maestro español Francisco Goya (1746-1828), cambió la inspiración de las obras del pintor de Carlos IV, que durante estos años se convierten en composiciones macabras, enigmáticas y grotesca, dominadas por un pesimismo tenebroso y oprimente.

Baudelaire definió al pintor español  “pesadilla llena de misterios”. En las obras de la famosa “Pintura negra”, se abre a un atmosfera oscura y aterradora. En esta pintura los seres monstruosamente deformes, los grupos de brujas, las cabras negras en las cuales se encarna el diablo, aluden a las tinieblas que envuelven la civilización.

Goya pinta almas poseídas por la naturaleza bestial; sensualidad y violencia se unen creando imágenes de una fuerte connotación fantástica y supersticiosa. Es un tiempo donde el hombre deja un menudo espacio, para el surgimiento del demonio y de las brujas.  Es por causa de esta posesión, que se deforman los rostros de los personajes hasta alcanzar expresiones decrepitas y la naturaleza se convierte en paisajes dignos de las valles del infierno.

Fue un periodo particularmente confuso para  Goya, que dando vida a estas obras llenas de superstición como en la serie de “Los Caprichos”, no abandonaba la otra vía de la pintura que realizaba durante este periodo,  es decir, los  retratos de corte, de amigos y conocidos.

El Sabbath, es la pintura que mejor refleja este periodo de pesadillas e incertidumbres políticas que agobiaban a España. Las brujas representan para Goya el mejor vehiculo para abandonar una realidad que ya está acabando con la misma vida del artista. La obra que es precedente a las pinturas negras de la quinta del sordo representa al Sabbath, la reunión de brujas que desde Benevento se había difundido por toda Europa.

Una luna que se nota en la parte superior izquierda de la pintura, es una alusión a la diosa Diana. Mientras la gran cabra negra con enormes cuernos y con una corona con las hojas de hederá, es una transfiguración del diablo que está por recibir como sacrificio a un niño del aspecto esquelético antes de fornicar con las “putas del diablo”, y el cadáver de otro infante que yace en el suelo.
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El aspecto deforme de las brujas producido por las veloces pinceladas de Goya, es una alusión a la deformidad del propio tiempo, lleno de miseria, guerra y barbaridades.
El Sabbath era la cita nocturna de las brujas, quienes llegaban a la reunión prohibida cabalgando animales reales, asnos y cabras o fantásticos como dragones y basiliscos o también sobre una escoba.

Para poder realizar estas cabalgatas y vuelos mágicos, las brujas se untaban ellas mismas y a sus escobas un aceite narcótico y alucinógeno y vestían  disfraces y mascaras para esconder su identidad ante los otros. Bajo estos atuendos macabros, podían esconderse personajes de todas las clases sociales, desde la aristocracia hasta los marginados sociales.  Todo un conjunto de elementos que sin lugar a dudas nos conducen a los rituales de Benevento y por ende a la conformación de la iconografía de la bruja que actualmente todos conocemos.

Estas obras maestras de la pintura moderna europea, nos enseñan como un imaginario colectivo se ha desplazado por los continentes y durante siglos creando unas imágenes símiles en las culturas.

Para un europeo, la bruja tiene las mismas apariencias que para un americano. De hecho las imágenes más recientes para nuestra generación provienen de la cultura cinematográfica, de películas como el Mago de Oz, Blanca Nieves, Hocus Pocus hasta las últimas brujas y magos de Harry Potter. Son el fruto que la imaginación popular ha cultivado durante siglos.

Pero antes de que esta iconografía tocara el mundo del cine, las pinturas de Rosa y de Goya sirvieron para crear una cantidad de creencias populares, de colores y aspectos que han reforzado desde hace casi 5 siglos la figura de la mujer corrompida por el pecado. Precisamente violada por el diablo, que todavía es el temor de niños y también de los grandes supersticiosos. Un periodo dominado por la ciencia y la razón, donde la superstición queda marginada en la inocencia, la ignorancia y las tradiciones populares.

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