Arte Cronopio

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Paco, no podrás quejarte de la trayectoria, que estás llevando, y no sabes cuánto te envidio, bueno envidiar no, porque ese pecado capital yo no lo he cometido nunca, pero lo que quiero es decirte que cuánto me hubiese gustado bailar todos esos papelones como tú has tenido la suerte de interpretar en el Ballet Nacional y con la Compañía de Antonio y que además se cumplió tu deseo de bailar con esa «Gran Dama de la Danza Española», como dice nuestro compañero Víctor Ullate.

El subscrito se quedó con las ganas de bailar con Rosita Segovia; lo único que bailé con ella fue un Vals en una cena que organizaba la Federación Catalana de Profesores de la Danza, pero como estaba con su último marido, que según dice ella los celos se lo comían (con toda la razón) me dejó solo en la pista a mitad de «Las Olas». Y ya que no pude bailar con Rosita me tuve que conformar con su hermana Ana Dolores, que hacíamos un baile castellano, por supuesto con toda la influencia «Antoniana», estilo y fuente de la que todos hemos mamado. La llevé en mi compañía en varias tournées por Europa, pero no siempre la llamaba, pues, como ya queda reseñado, me salía muy cara.
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RAPSODIA Y JUGADA AL TORO

En Abril de 1960 la famosa Compañía «Antonio Ballet Español» avalada por sus actuaciones en los más importantes Coliseos del Mundo al anunciarse su presentación en el Teatro Liceo de Barcelona desató grandes contradicciones. Los no partidarios de la presencia en el histórico palco escénico del Liceo de una Compañía de Baile Español iniciaron una controversia que tuvo una gran repercusión en el ámbito liceísta.

Los opositores que supongo que serían descendientes de Mariona Rebull, aquellos que se pasaban la velada en el ante-palco, porque lo que menos les interesaba era la Opera o el Ballet que se representaba, tuvieron que sucumbir abandonando la antesalita y permaneciendo durante todas las actuaciones del Ballet de Antonio fundido en los aplausos de la gran afición danzaría que abarrotó el primer Teatro de España.

«La Rapsodia Española» del compositor de Camprodón Isaac Albéniz, arreglada musicalmente por Cristóbal Halffter, fue un gran acierto para celebrar el centenario del nacimiento de aquel niño prodigio que a los cuatro años ya daría su primer concierto. La obra cubría la primera parte del programa que presentaba por primera vez Antonio en el Gran Teatro del Liceo, pues hasta entonces sus actuaciones siempre habían tenido lugar en el Teatro Calderón de la Ciudad Condal. Al lado derecho del escenario aparecía un caballete que sostenía una gran fotografía del músico catalán en su homenaje póstumo, mientras Antonio le bailaba su «Preludio» del que hizo una maravillosa interpretación dándonos una buena lección del dominio de sus castañuelas.

De un sorprendente efecto escénico « Nocturno» con la aparición de Rosita Segovia, vestida de verde, debajo de una mantilla blanca que sostenían con los brazos en alto ocho bailarines vestidos de gris, sugerencia que únicamente encontraríamos en las Vírgenes Sevillanas debajo del palio durante la Semana Santa.

Otro baile precioso de esta Rapsodia fue «La Petenera de Mariani» en el que Rosita estaba impresionante vestida de negro haciendo alarde de cómo se debe manejar una bata de cola.

Luminosidad y dinámica coreografía en la «Jota» final con toda la Compañía. Todo esto adobado además con unos magníficos decorados por López Sevilla y los figurines por Encarnación, Maribel-Ruppert y Ricardo Vargas de Madrid.

2 de Mayo de 1960. Teatro del Liceo.
Homenaje a Albéniz. Conmemoración del Centenario.

MAESTRO RODRIGO: «Antonio ha superado el Flamenco.»

«—Yo creo que el mejor homenaje que se le ha podido rendir a Albéniz en España es el de esta noche. No se podía hacer en otro teatro ni haber Interpretado otro programa mejor. Reúne varias épocas de Albéniz sobre todo la «Suite Iberia» que es la que le da su gran proyección universal. La actuación de Antonio me parece un acierto, porque a fin de cuentas la música de Albéniz es ritmo y color. Antonio ha superado el Flamenco.»
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JUGANDO AL TORO

Ballet de Vicente Vila Belda, al que puso música el compositor Cristóbal Halffter, fue otra obra de Antonio que cubría la segunda parte del programa.

Una puesta en escena maravillosa, tanto los decorados como el vestuario de Bernard Dayde realizados por Maribel- Ruppert y los trajes de torero de Ricardo Vargas fueron de una gran categoría, como nunca habíamos visto en una Compañía de Ballet Español. A pesar de tanta riqueza no me agarró. Volví a verlo en Octubre del mismo año en el Teatro Alambra de París y no tuve mejor ventura que la vez anterior en Barcelona.

Argumento:
«Un niño de la calle duerme. El sueña de devenir un torero célebre. El Dios de la Tauromaquia le guía, por el intermedio de los Símbolos- El Renombre, El Valor, La Fortuna, como también el Fracaso, la Vanidad o el Miedo- hacia su destino. Pero solo el Amor tendrá el poder de hacerlo acceder a la Gloria.»

Al gran compositor y crítico musical Xavier Montsalvatge le encantó:

(…) Ha reunido una numerosa compañía de cerca de medio centenar de elementos, con cinco estrellas- la excelente Rosita Segovia la mejor de todas ellas-, y nueve solistas(…)
La obra más ambiciosa, tanto para el coreógrafo como para el músico y decorador, ha sido la realización de una idea de Vila Belda, a la que se puso el título de «Jugando al Toro». El Ballet transcurre en un crescendo espectacular, culminando con una corrida cuyos episodios sugieren igualmente los bailarines, los figurines y la música. Cristóbal Halffter ha escrito para este importante Ballet (que después de esta primera representación mundial pasará a ser el más completo en el repertorio de Antonio), una partitura admirable, sobretodo porque a pesar de servir plenamente a las necesidades rítmicas de los bailarines y al sentido del argumento, no representa una claudicación de las ideas que informan la obra total del joven compositor madrileño. La música de Halffter es clara, vital, sugestiva y refinada. Ni por un momento (y hay tantos momentos en este Ballet en los que se podría resbalar por la pendiente del tópico vulgar), el compositor se abandona a la facilidad, a los efectos primarios, a las soluciones elementales. Y a pesar de toda esta música es directa y funcional. La orquesta suena maravillosamente dulce y dramática o alegre y brillante, según las necesidades de la escena.
El decorado – unas simples cortinas y bastidores de saco y los figurines de una riqueza y originalidad fuera de lo corriente, se deben a Bernard Dayde. Pueden compararse perfectamente a lo mejor que se ha visto en el Liceo, incluyendo las realizaciones inolvidables de las compañías de Ballet Internacionales.
Es con una obra como esta, «Jugando al Toro», que Antonio puede demostrar en todas partes que el Ballet Español tiene posibilidades inagotables como espectáculo muy nuestro e inteligente y admirable en todas las latitudes.
(Semanario DESTINO)
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MARIA ROSA

La bailarina María Rosa, nacida en Andujar (Jaén) 1937, tierra de «aceituneros altivos», pero sevillana de adopción, ocupó el puesto de una de las primeras bailarinas en la Compañía de Antonio, durante el período en que Rosita abandona el baile para contraer matrimonio en terceras nupcias con el aviador catalán, José Rius Aragón.

La Segovia, que a los pocos meses de casada siente «mono» del baile, al recibir una carta de Antonio suplicándole que vuelva a la Compañía, no se lo piensa dos veces y planta al apuesto aviador, reapareciendo en los Festivales de Córdoba en Junio de 1962. En esta ocasión Rosita figura en el elenco como artista invitada, para no herir susceptibilidades, pues el trono del que desertó estaba ocupado por la bailarina andujana.

Créanme, que no me divierte nada el tener que llevar a mi teclado el estado de furia que se apoderó de María Rosa al ver que la desposeían del papel de Candela en «El Amor Brujo». Tampoco me hubiera gustado estar en la piel de Antonio «el Bailarín» al presentársele tan semejante papeleta.
Las palabras que la increpada viuda del matador de toros venezolano, Óscar Cruz, le profirió a la Segovia, antes de preparar sus maletas y marcharse de la Compañía, fueron estas:

«Yo tengo mucho cartel y soy muy buena bailarina, para que tú vengas y me quiten «El Amor Brujo».

(El dicho popular de «quien va a Sevilla pierde su silla» al tratarse de un trono no era aplicable)

Este mismo conflicto se produjo cuando en «Los Ballets de Barcelona» se le adjudicó definitivamente a Rosita el papel de Candela, que hasta ese momento había sido rotativo, compartiéndolo con las otras dos estrellas: Maruja Blanco y María de Ávila, la que más tarde sería directora del Ballet Nacional de España. Estando actuando en Pamplona, la de Ávila, abandona la Compañía sin más explicaciones al caer en sus manos el periódico de la mañana:

(…) Si «Los tapices de Goya» fue la obra más lograda en cuanto al conjunto, la de Falla constituyó para Rosita Segovia un triunfo artístico bien grande. Esta primerísima bailarina de Los Ballets de Barcelona nos bailó un «Amor Brujo» de matices poderosamente llamativos. Es una bailarina de una gran riqueza expresiva y de unos fervientes movimientos íntimamente ligados a la música.
María de Ávila hizo igualmente papeles de alto valor artístico, así como Juan Magriñá, que intervino en la Danza con el mismo acierto que en la Coreografía.

(Teatro Gayarre. Crítico: Echeveste. Pamplona).

Después de este pasaje que inserto, puesto que también pertenece al mundo del Baile, no me anima a escribirle a María Rosa ni a María de Ávila para que hagan una exaltación para este libro de su compañera Rosita Segovia.

El tiempo lo cura todo y en los postreros años de Antonio, la bailarina María Rosa fue su amiga y acompañante inseparable.
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* José de la Vega nació en Utrera (Sevilla) el 6 de diciembre de 1931. Ganador del premio nacional de teatro de España, galardón que lo catapultó a la fama. Se educó en el prestigioso Colegio Salesiano de Utrera. En la adolescencia abandonó los estudios de bachillerato y se empleó como mecanógrafo en diferentes oficinas para poder costearse las lecciones de baile. En 1951 hizo su debout profesional en el desaparecido Teatro Álvarez Quintero de Sevilla, en el espectáculo de variedades Ruiseñor de Plata, que pretendía lanzar al estrellato a Anita Rosa. En 1952 José Toledano lo observó bailando con Tona Radeli en la feria de Abril de Sevilla, quedó fascinado con su baile y lo contrata para una gira por Portugal y norte de África. Después de esa gira se traslada a Madrid y Valencia y, por último, a Barcelona. En 1955 ingresa al Ballet Español de Pilar López. En 1957 forma su propia compañía para participar en la Gira de Juventudes Mujicales de Francia. En 1960 baila en el boureau Internacional de Conciertos Kiesgen de París y participa en los más importantes recintos de baile de Europa. En 1963 se presenta en el Operettanhaus de Hamburgo. El mismo año es contratado por el empresario inglés Richard Graham para ofrecer diversas presentaciones en Europa. En 1967 se presenta en el Royal Lyceum Theatre de Edimburgom, e inicia una recordada gira por el Reino Unido. En 1971 crea la coreografía de la comedia musical La Feria de Cuerno y Cabra, escrita por Alfredo Mañas, para la compañía de Manuel Andrés, presentada en Cataluña. En 1974 se presenta en Yugoslavia en el Festival Jjublijana, uno de los más prestigiosos de Europa, gira que enlazó con otra en Italia. También se presentó en el Court Theatre de Holland Park. En 1977 crea la coreografía para Nuria Espert de la obra Salomé basada en el texto de Oscar Wilde, que adapta Terence Moix para Televisión Española, dirigida por Sergio Schaff. En 1979 crea la coreografía Homenaje a Picasso para Televisión Española y la coreografía Muchos ruidos y pocas nueces de William Shakespeare, ambas dirigidas por Antonio Chic. En 1987 produce el espectáculo Flamenco por Derecho, espectáculo que fue llevado íntegro a Televisión Española y dirigido por Ángel Alonso. En 1989 crea Flamenco por Derecho 2, que también es presentado en Televisión Española y dirigido Jordi Solana. En 1993 el Instituto de teatro de Barcelona lo requiere para que haga una semblanza de Emma Malera, en un homenaje que se le tributó con la actuación del ballet José de la Vega.

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