ROSARIO Y ANTONIO, LOS CHAVALILLOS SEVILLANOS
Por José de la Vega*
2o episodio, tercera parte.
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CARTA DE ANTONIO A VICENTE ESCUDERO
Corrió mucha tinta cuando el vallisoletano Vicente Escudero no pudo digerir el exitazo que causó Antonio «El bailarín», a su regreso de América en 1949. Le desafiaba a través de la radio y prensa, que eran los medios informativos de que disponíamos en aquel momento, aludiendo a que llevaba chapas en los zapatos, que bailaba afeminado, que movía las caderas, que su baile no era ortodoxo, etc.etc. provocación que duró varios años. Antonio no es que hiciese caso omiso –pues, según Rosita Segovia, se disgustaba bastante– a esa prensa sensacionalista a la que nunca contestó a tales improperios, como a Vicente le hubiese gustado, pues de haber sido así, esto se habría convertido en una pelea de verduleras, como vulgarmente se dice, o en un debate de líderes políticos, que quiere decir lo mismo y suena mucho mejor.
Antonio, muy elegantemente y con mucha educación, le escribió esta carta de su puño y letra a su contrincante:
Madrid, 17 de Noviembre de 1963
Querido colega Don Vicente, le agradezco mucho su carta con el recorte de prensa, el cual no había llegado a mis manos todavía, pero no hay que hacer caso de los pequeños comentarios de los periodistas.
Yo sé que usted tiene buenas palabras para gran parte de mi baile, las cuales yo agradezco mucho, y yo siento gran admiración por usted (Aunque quiero que conste que nunca tuve el gusto de poderle ver bailar) pero sólo por lo que usted significa en el baile español, soy uno de tantos españoles y bailarines que le admiran.
Un saludo afectuoso de Antonio.
(Carta facilitada por el cantaor: Alfonso Gómez.)
En 1951 V. Escudero, después de tanto arremeter contra Antonio, dicta su Decálogo de Baile Flamenco Masculino, como si no tuviésemos bastante con los Diez Mandamientos de la Ley de Dios, resultando de todo esto que los bailarines que más o menos nos ajustábamos a su doctrina, el día que nos extralimitábamos un poquito en el escenario, volvíamos al camerino con la sensación de que habíamos cometido un pecado mortal.
Antonio tenía un baile muy personal y espontáneo y como todo genio, al desdoblarse en el personaje que ese día le tocaba interpretar, podía permitirse matizarlo más, acentuarlo o jugar en la ficción como le viniese en gana, porque para eso él lo había creado y suyo era y en ningún momento, jamás presenciamos un «Molinero» afeminado, o un «Carmelo» afeminado, y en tantos y tantos héroes como interpretó nunca se percibió gesto de amujeramiento. Y mucho menos en todos los «palos» del baile flamenco, donde el sevillano bailarín se encontraba tan a gusto, no pudiendo dejar de recordar aquellos bailes castellanos, gallegos, vascos, aragoneses, donde el monstruo sagrado encarnaba al carpetovetónico y arraigado hombre español. Por supuesto que todos sabíamos de la pata que cojeaba el bailarín, pero nunca, ni en ningún momento resbaló en el escenario. Su vida privada era otro bailar, sólo a él pertenecía, y como hombre liberado, estaba en su derecho de llevarla como le apeteciese. Y es en este terreno donde Vicente Escudero quería colocarle un par de banderillas.
Lástima que nuestro admirado y recordado Antonio en el ocaso de su existencia cometiese la torpeza de airear su vida privada, a través de la pluma de P. Fuentes-Guio, desenmascarando a toda la alta sociedad, que fue la que le encumbró, «patinazo» donde encontraría como respuesta la condena al destierro de tan respetable ámbito.
JOSÉ ANTONIO
Los senderos por donde ha caminado José Antonio los he seguido paso a paso. Conozco todas sus coreografías, que nos ofreció durante su dirección en el Ballet Nacional de España, y, naturalmente, su estancia anteriormente en dicha Compañía, bajo las órdenes de Gades y María de Ávila. Lo que no he podido apreciar ha sido su propia Compañía, que él crea una vez relevado de Director por las que fueron grandes bailarinas Aurora Pons, Victoria Eugenia y Nana Lorca.
Me quedé sin ver ese «Cachorro» en el que colaboró Salvador Távora, pues, de fuentes sevillanas tuve noticias fehacientes en su estreno de la enjundia de la obra.
Cómo iba a pensar mi paisano el imaginero Ruiz Gijón, en el siglo XVII, que su imagen del Cristo Crucificado de la Expiración, conocido popularmente por «El Cachorro», una de las figuras estrella de la Semana Santa Sevillana, y la más perfecta de la serie crustífera hispalense iba a motivar a este enaltecedor coreógrafo para la puesta en pie de un Ballet de tan atractiva leyenda.
De la amistad, admiración y cariño que José Antonio siente por Rosita nos lo va a demostrar con su efusivo escrito. Tampoco Rosita Segovia es parca hablando del encanto que tiene el muchacho.
Cuando me apetece ver bailar bueno por derecho también echo mano del vídeo de «La Taberna del Toro» que grabó Antonio para Televisión Española, si no recuerdo mal en el año1973, y es muy bonito encontrarte con la maravillosa Farruca de corte tradicional que baila José Antonio.
ROSITA SEGOVIA
«La primera vez que vi a Rosita, quiero decir, que la conocí personalmente, fue en Mayo de 1966. Empezamos a ensayar con la Compañía de Antonio, la primera gira que iba a hacer un ballet Español a la entonces Unión Soviética.
Yo, con sólo 15 años, ya era el primer bailarín del ballet de Antonio. A mi me causaba un gran respeto pues era LA SEGOVIA como todos la llamaban, la estrella y la pareja de Antonio de tales años, aquella que había visto tantas veces de niño en el cine «Todo es posible en Granada» y «Luna de miel», y en los libros de baile de Gyenes.
Teníamos que bailar juntos las «danzas vascas», Rosita interpretaba «La Cantinera» y yo hacía el rol de Antonio «Spatadantza». Siempre se dirigía a mí con mucho cariño pero con la arrogancia y el respeto que sólo las estrellas como ella con su sola presencia sabía imponer.
Por supuesto yo la trataba de usted y a veces casi tartamudeaba por mi timidez, tengo que decir que este comportamiento por mi parte duró poco, tuve el honor de que me brindara su confianza (que no era cosa fácil) y yo supe ganarme su cariño y respeto tanto en lo personal como en lo artístico.
Nos divertíamos y reíamos muchísimo, siempre fuera del trabajo, llegamos a crear un lenguaje que más parecía una jerga, ya que era una mezcla de portugués, catalán, italiano y español, que era tan horroroso como gracioso.
Dentro de nuestro grupo nos llamábamos de manera diferente «Rousa-Rousita, Roujas-Carmen Roujas, Louis-Luisa (todavía no nos habíamos casado pero ya éramos pareja) y yo era el «Jous».
Nadie entendía nada pero nos reíamos un montón.
Nuestra relación se ha mantenido a través de todos estos años. En los momentos importantes de mi carrera siempre ha estado a mi lado, en La Scala de Milán, en el Metropolitan de New York cuando debutamos con el Ballet Nacional de España «éxito histórico» y en el English National Opera (Teatro Coliseo de Londres).
Es muy importante para un artista sentirse apoyado y querido por alguien que como Rosita ama tanto y sigue luchando por dignificar día a día la danza española.
Además de todo esto también ambos hemos tenido nuestros problemas y desgraciadamente nuestros dolores. Y de todo ello seguimos aprendiendo y luchando por ser más nobles.
Creo que te he agradecido alguna vez tu amistad y tus consejos pero rompiendo la timidez aquella de mis 15 años cuando te conocí, quiero decirte: te admiro por ser grande. LA SEGOVIA y te quiero por ser mi amiga. Mi Rosita.
José Antonio
CURRÍCULUM FACILITADO POR JOSÉ ANTONIO
Nacido en Madrid, empezó a estudiar baile muy pronto y debutó a los ocho años en Buenos Aires. Profesionalmente, su carrera se inicia en 1964 en la Compañía de María Rosa. Un año después, entra a formar parte de «Antonio y sus Ballets de Madrid». Tras una intensa actividad artística, que le lleva a bailar en el Teatro de la Scala de Milán y el Teatro Comunale de Bolonia, en 1978 es nombrado primer bailarín del Ballet Nacional de España dentro de su proceso fundacional dirigido por Antonio Gades. En 1982 es elegido primer bailarín y codirector artístico del Ballet Español de Madrid. Tres años después regresa como bailarín estrella al Ballet Nacional de España, dirigido por María de Ávila y en 1986 es nombrado director de la compañía que dos años después actúa con gran éxito en el Metropolitan de Nueva York, recibiendo el Premio de la Asociación de Críticos de Espectáculos como el «Mejor Espectáculo del Año en el Lincoln Center».
Sus creaciones para el Ballet Nacional quedan reseñadas en el relato «Una Historia del Ballet Nacional de España». En 1993 deja la dirección del Ballet Nacional. En 1994 crea la compañía «José Antonio y los Ballets Españoles» con el estreno del programa compuesto por las coreografías: «Aires de Villa y Corte» con música de José Nieto, «Flamenco», «Cachorro» con la colaboración de Salvador Távora. En 1995 estrena dos coreografías, «Elementos» con música de G. Holst e «Imágenes» con música de Manolo Sanlúcar. Durante los últimos años la Compañía se ha presentado en importantes teatros nacionales y del extranjero cosechando enormes éxitos de crítica y público.
Importantes teatros y compañías de todo el mundo han solicitado su trabajo como coreógrafo e intérprete. Entre sus logros más recientes se encuentran «Vs. Vitae» para el Ballet Argentino de Julio Bocca en 1995, «Goya Divertissement» para el Teatro Kirov de San Petersburgo en 1996, «El Corregidor y la Molinera» para el festival de Granada de 1996, «La Gitana» para el Teatro Arena de Verona dirigido por Carla Fracci en 1996 y «El Sombrero de Tres Picos para su compañía en 1997.
José Antonio ha bailado con bailarines y bailarinas como Antonio Gades, Manuela Vargas, Natalia Makarova, Aurora Pons, Merche Esmeralda, Aida Gómez y Lola Greco, entre otros.
En Septiembre de 1997 es llamado por Francisco Nieva para el montaje de la coreografía de la Ópera « La Vida Breve» de M. Falla, ópera representada durante la reapertura del Teatro Real de Madrid.
En Octubre de este mismo año, es nombrado Director del Centro Andaluz de Danza, y en noviembre el Ministerio de Educación y Cultura le concede el Premio Nacional de Danza 1997.
En 2004, asume nuevamente la dirección del Ballet Nacional de España.
ANÉCDOTA
Patt Clavin, la estrella norteamericana de Televisión, mientras tomaba el sol con sus dos hijas gemelas, comentaba con una amiga el malhumor que mostraba Antonio el bailarín en los Festivales de Algeciras, por causa de un accidente sufrido por Rosita Segovia horas antes de salir a escena. Rosita apareció ante el público con un esparadrapo maquillado que le tapaba los cuatro puntos de sutura que acababan de darle en la frente.
Insistimos a Rosita para que nos aclarase los motivos que provocaron este accidente. Y accedió por fin.
Os lo comentaré:
«No fue ni más ni menos que un ataque de cuernos que me provocó Elena La Puertorriqueña, una bailarina que me encontré en la Compañía a mi regreso en 1.962, después de separarme de mi tercer marido. Veníamos de tomar unas copas, discutimos y… nos alteramos más de la cuenta…»
No sé si llegaron a tirarse del consabido moño, lo cierto fue que, al entrar Rosita en el taxi resbaló y se partió la ceja.
Rosita añade divertida:
«Imaginarse cómo se pondría Antonio aquella noche, y cada vez que nos encontrábamos en el «Paso a dos», donde había que interpretar cara a cara esa gran pasión que requerían los personajes. Y menos mal que estábamos en Algeciras… ¡Figurarse si nos hubiese tocado bailar en la Scala de Milán… Antonio me mata.»
CHANO LOBATO
Chano Lobato: Nombre artístico de Juan Ramírez Sarabia, nacido en Cádiz en 1927 es un cantaor que domina a la perfección toda la gama del Flamenco, y si profundo se muestra en los cantes de avatares también sabe comunicarnos el Flamenco festivo con ese abanico de cantes jaraneros de su tierra «La Tacita de Plata» y los de sus primos hermanos los «Cantes de Ida y Vuelta» con los que Chano Lobato nos contagia de su júbilo.
(…) Para Chano Lobato, el palo más difícil es la soleá al golpe, calificada por Pepe de la Matrona como un toro que no sabes por donde te va a entrar. «El flamenco puro es el duende, la medida, la ocasión y el momento. La guitarra es fundamental para alcanzar el duende. Si te acompaña un tocaor que no te entiende, te desbarata los cantes. Pero entiendo que se haga flamenco-fusión con sentido de la medida.»
Dominical de «el Periódico». Crítico Juan Soto Viñolo.
(Recogido en el libro biográfico «Chano Lobato, Memorias de Cádiz» autores Juan José Téllez Rubio y Juan Manuel Marqués Perales)
Es un cantaor de postín con gran personalidad y siempre que le oigo cantar vienen a mi memoria aquellos célebres cantaores que en mi primera juventud tuve la oportunidad de escuchar en el «gallinero» del Teatro Triunfo de Utrera, hombro con hombro y respaldándome en las rodillas del de atrás en un ambiente de puristas exigentes, radicales, conservadores de un Arte que por antonomasia les pertenece. No en valde ahí está el dicho: «Artista seas y en Utrera te veas».
Manolo Fregenal, Juanito Varea, Canalejas de Puerto Real, Manuel Vallejos, Manolo Caracol, Pepe Pinto, Niño de Aznalcollar, Pepe Marchena, Niña de los Peines, José Cepero, El Sevillano, Niña de la Puebla, El Cojo de Málaga, Niña de Antequera, Manolo el Malagueño, Juanito Valderrama, Rafael Farina,etc.etc. Sin olvidarme de los nacidos en Utrera «la tierra del cante grande»: El Perrate, Curro de Utrera, Gaspar de Utrera, Fernanda y Bernarda, Enrique Montoya, etc.etc. artistas que desde muy pequeño ya los escuchaba cantando saetas por los balcones.
También Chano Lobato figuró en el elenco de la Compañía de Antonio los últimos años de carrera del Bailarín y por tanto alcanzaría a Rosita Segovia desde que entró en la Compañía en el año 1964 hasta 1968, que es cuando Rosita decide dejar el baile –como decía ella– «antes de que el baile me deje a mí».
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