Literatura Cronopio

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FELINO DE GUERRA

Por:  Juan Manuel Zuluaga Robledo

“Un narcotraficante colombiano, en muchos sentidos, es un señor feudal, un campesino que se enriquece de manera abrumadora, acumula millones de dólares y su sueño, su idea de felicidad es la misma que tenía en la infancia: tener tierra por supuesto, no se va a vivir a Nueva York o Paris, quiere ser el dueño de toda la tierra que alcanzaba a abarcar con la mirada cuando era niño”
LAURA RESTREPO-Entrevista a Cio.com

A muchos de los jóvenes entre 20 y 25 años nos tocó vivir en guerra, una confrontación desatada por la descomposición social,  en medio de una pobreza crónica traducida en atraso, miseria, anomia y desventura. A un vasto número de jóvenes colombianos les tocó vivir la verdadera pelea de los carteles, cuando estallaba un artefacto explosivo en cada plaza y en cada esquina. Se tiene grabada en la memoria como un daguerrotipo, el asesinato de un dirigente político, de un salvador, de un Mesías, de un Galán o un Pizarro Leongómez.

Se padeció el tiempo de los extraditables, del secuestro masivo de periodistas para frenar la extradición, del hampa, del crimen y del castigo. Sin embargo, muchos de los universitarios no conocen la génesis de los pequeños carteles de marihuana de los años 60: los marimberos, los contrabandistas de Marlboro, antes de la irrupción patológica de la cocaína y la heroína, antes de la reunión clandestina con los narcotraficantes donde éstos intentaron esbozar un plan para cancelar la deuda externa del país y quedar libres de pecado, ante personajes como Alfonso López Michelsen. Gracias a Dios, el pacto con el demonio jamás se cumplió.

Hay cosas que las sabemos y otras ignoradas en Leopardo al sol de Laura Restrepo. Claro está que Juan Gossaín ya había analizado el fenómeno, con la publicación de “La mala hierba”. Ahora bien, Restrepo –en esta novela, poco conocida en su obra- detalla la vida de boato, excesos desbordados, ganas de ostentar y aparentar en los lugares públicos, donde en gavilla, un personaje invita a todos los presentes a trago gratis y hay del que se niegue. Aquellos pobres habitantes del desierto caribeño que se enriquecieron de la noche a la mañana. Matrimonios, relaciones sentimentales turbulentas entre reinas de belleza y mafiosos.

Se detalla el inicio de la contratación de sicarios, la situación de las cárceles en pleno cambio socio-cultural, en plena época de contracultura. También, la afición por los caballos de paso y las enormes haciendas expropiadas a los campesinos. El pago vengativo de sangre en fechas determinadas entre primos y vecinos. Todo excelentemente argumentado cuando describe el tráfico de cigarrillos y luego de marihuana. El terror, el ascenso, la gloria, la decadencia y el olvido, luego de Pablos Escobares y Gachas.

En ese sentido, Laura Restrepo no tiene que ser antropóloga a la hora de analizar una historia de sangre, desaparición, indiferencia, incluso elogio de un fenómeno surgido en los 60 y que luego se tornó en un pandemonio. En repetidas ocasiones y entrevistas, Restrepo mencionó y estudió la cultura del dinero fácil, de la manera de ascender rápido en la escala social… más o menos de eso se trata Leopardo al sol, una investigación periodística de once años, en contextos donde el Frente Nacional creó un marasmo de apatía política visible hasta hoy.

Pues bien, la escritora bogotana se puede considerar una de las mejores investigadoras sociales que tiene el país y lo hace con un recurso lúdico y poderoso –a excepción de su primer libro, Historia de un entusiasmo-la literatura. Once años de ardua investigación es el resultado de Leopardo al sol que aparece publicado en el año de la muerte del capo Escobar.

Monsalves y Barraganes en medio de una geografía costeña, se trenzan en una guerra de clanes, donde abunda la muerte, la creciente corrupción en la política y en la fuerza pública y se evidencia el apoyo indirecto de una sociedad indiferente. Se puede decir que es una parodia de la vida nacional, sí…aunque suene triste, aquí también nos matamos entre hermanos, primos y vecinos y de cuando en cuando cobramos una deuda de sangre. Otro punto es la violencia y el temor psicológico latente en los personajes.

Y en verdad, la novela parece una mezcla de realidad y ficción, entre los años 60 y 80, entre la indiferencia de la primera y la ultraviolencia de la segunda. Pero en medio de la guerra, hay unos cuantos focos de solidaridad, cuando El bacán, viejo ciego y líder barrial, amo de la no-violencia, arropa y da abrigo al cadáver del tipo más malo de barrio, conocido como Nando Barragán, todo… en el clímax de la historia. O Nando al asesinar a su primo Adriano y enciende la guerra familiar, lo cobija con sus mejores prendas, porque la muerte para cualquiera debe ser digna. Por eso, al final del libro suenan aires poéticos de nostalgia: “El vuelo de un último recuerdo que quedó atrapado en ellas. Un desierto amarillo, manchado por la sombra de las piedras, sobre el cual yace la muerte como un leopardo al sol” .

Otro detalle interesante de contextualización de la historia, aparte de los diálogos, son algunos cometarios de personas anónimas. Es decir que la historia lleva un buen ritmo a partir de las opiniones de terceros y de testigos presénciales y otros chismosos donde se crea el rumor. Así se crean las leyendas y los mitos característicos de estos siniestros personajes como es el caso de Pablo Escobar.
Hay otro espacio interesante y esto tiene que ver con el tema del campo.

En una de las haciendas del Mani Monsalve, con el nombre de La Virgen del Viento, una enorme hueste de trabajadores está a su servicio y lo que él dice se convierte en orden. En cierta entrevista, Restrepo analizó esta situación de esta manera: “El narcotraficante monta unas haciendas-fortalezas absolutamente feudales, donde los campesinos le trabajan la tierra y al mismo tiempo son su ejército privado y los que cometen los crímenes que él necesita para mantener su negocio” . De hecho, en la novela, se vislumbra los inicios del fenómeno paramilitar, brigadas de personas groseras y altaneras, habitan las haciendas, cometiendo atrocidades en los alrededores de las propiedades.

Ahora bien, el mafioso colombiano es víctima del anquilosado sistema capitalista, quiere acaparar y almacenar objetos hedonistas y electrodomésticos futuristas en sus mansiones estrambóticas.
Por lo tanto, hablar de dinero en el país es un pecado. Obtenerlo de manera rápida y eficaz, es mandato divino, comentarlo es sinónimo de maldición. Cuando un colombiano promedio, tal como lo aseguró en cierto modo la autora de Delirio, ejecuta un trabajo, en el momento de pagarle, simplemente cobra lo que le quieran darle. Se actúa en silencio para obtener el dinero, se muestra con ostentación en el cuerpo y se le tiene miedo en la palabra.

En ese orden de ideas, Leopardo al sol no es sólo un tratado de la génesis de la mafia, sino la manera descontrolada en que una sociedad hipócrita  ignoró el efecto negativo de la ambición del dinero, circulando en sus propias narices y así, el valor no constituye los parámetros reales de la satisfacción personal. Graciosos son  los dólares enterrados, carcomidos por las polillas y desbaratados por la humedad, encaletados por los dos bandos homicidas, mientras la población se muere de física hambre, a pesar del pescador que encuentra un buen fajo de moneda verde al lado del río. Pero aquí no todos somos pescadores de buena fortuna. Es ese el contexto del libro; es la herida abierta: la capacidad de penetración del narcotráfico en una sociedad poco preparada para ello, antes de Galán y Escobar, de la heroína, la cocaína y el sicariato, antes de definir los verdaderos problemas que nos destruyen.
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4 COMENTARIOS

  1. que buen articulo!! felicitaciones por esta primera edicion de la revista, esta MUY BUENA y muy completa!!

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