BARBIE, EL FENÓMENO, LA VENGANZA: MACHISMO, HEMBRISMO, FEMINISMO

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barbie

Por María del Rocío Vallejo Alegre*

«La belleza no es más que
la verdad de cada uno de nosotros»
(Carlos Fuentes)

Llegó el nuevo año y con él, la oportunidad de ir a visitar a mi padre a mi lindo México. Normalmente aprovecho para ver en el avión alguna película que me ha llamado la atención y, por alguna razón, no he tenido la oportunidad de disfrutar. No podrán creer qué escogí: «Barbie, la película». Imagino que todos ustedes, por uno u otro motivo, habrán escuchado algún comentario sobre esta cinta dirigida por Greta Gerwig. Dudo que se librasen de los comentarios, reseñas, premios etc… festejados en los seis continentes gracias al dúo diabólico —como llamo a la pareja inseparable de los medios de comunicación y la publicidad—. Esta «fabulosa» película, como el dúo la ha bautizado, es una de las más taquilleras del 2023; gozó de 92 nominaciones en diferentes premiaciones [1] y se ha coronado como la película fenómeno del año. Contradictoriamente la cinta protagonizó la mayor sorpresa en los Premios Oscar, justamente por su omisión en nominaciones que se consideraban un hecho: Mejor Actriz, Mejor Película y Mejor Dirección.

Para extrañeza de muchos, la película fue clasificada como PG-13. Algunos comentan que la decisión se debió a su contenido, ya que no era apropiado para niños, otros piensan que fue una decisión de publicidad para que la cinta tuviese un mayor mercado. Me inclino por una sabia combinación de intereses con un toque de moral. Nunca me hubiese imaginado de otra manera que un grupo de chicos y chicas, entre 22 y 26 años, asistieran al cine hoy en día a ver «Barbie», como ocurrió con mi hijo y sus amigos. Migue me comentó: «mamá no es lo que piensas, es una muy buena crítica a nuestra sociedad y al rol de la mujer, ¡vale la pena que la veas!». Mi hija, que escuchó esta conversación esperó a que saliera en las plataformas digitales y decidió verla en su casa. Me llamó bastante molesta: «Mamá ¡no resistí la película, está fatal! No pude acabarla de ver. ¡No comprendo cómo le pudo gustar a Migue!» Obviamente esto despertó mi curiosidad, me atreví a insinuarle a mi marido si una de esas noches la veíamos. ¡Qué puedo decirles! Sus ojos se abrieron y la expresión de horror cubrió su rostro: «¡De ninguna manera veré eso!» Por ello tomé la oportunidad de verla en el vuelo a México, satisfaciendo mi curiosidad y sin martirizar a mi «mareado», como le llamo de cariño. Las imágenes, el colorido y los efectos llamaron mi atención momentáneamente… sin embargo debo ser honesta con ustedes y reconocer, con vergüenza, que me he quedado dormida en plena cinta. Mis sueños no fueron nada placenteros, lo que tuve fue una pesadilla: Donde la belleza corporal femenina, el hembrismo y la misandria controlaban el siglo XXI.

Al despertar pensé que tenía el tema para esta reflexión. Sin embargo, al empezar a investigar sobre la cinta los mensajes publicitarios, halagos y reconocimientos, me hicieron cuestionarme: ¿habré perdido la brújula al quedarme dormida?, ¿estaré siendo muy electrón? —como me llama mi esposo por mis continuas críticas al sistema—, ¿me habré cegado dejándome llevar por mis prejuicios?

La reseña de Peter Bradshaw (The Guardian) me tranquilizó un poco: «Esta película es, quizá, un comercial gigante de dos horas para un producto, siguiendo los pasos de la película de LEGO». Prueba de esto es que a la película de LEGO se atribuyó el triunfo de que el juguete fuese el más vendido a nivel mundial en el 2023. El que la muñeca Barbie logre el galardón del juguete más vendido en el 2024 me tiene sin cuidado. Mi problema es que, a mi juicio, «Barbie, la película» no nos está vendiendo una muñeca ¡nos está manipulando! Todos sabemos cómo el dúo diabólico es capaz de desarrollar e implantar determinadas imágenes en nuestra mente, proponiendo pautas de comportamiento y modos de referencia no solamente a nivel individual sino alcanzando a toda la comunidad de forma insospechable. Este dúo nos crea necesidades, establece clases y sin percatarnos puede llegar a definirnos [3]. En pocas palabras, nos manipula.

La bandera que los medios de comunicación suelen hondear para separarse de la publicidad es la libertad de expresión. Pilar de la sociedad democrática en la que vivimos, promotora de la justicia y la equidad. Desafortunadamente, todos sabemos que los medios de comunicación se mantienen gracias a la publicidad y por ello el dúo es diabólico. Memo Ánjel expresa claramente los estragos de este dúo: «si la mayoría lo es, la pobreza no se siente como una desgracia en tanto no llegue la publicidad anunciando lo que nos hace falta, la gentrificación que encarece los lugares o personas que les dicen a los pobres que son pobres y que lo piensen bien» [4]. Mensajes los encontramos en todos los medios de comunicación, «he ahí el detalle» de esta diabólica relación.

Es de esta manera que «Barbie» nos está diciendo a las mujeres que somos feas cuando no cumplimos el estándar de la belleza corporal que promueve. Un estándar que no refleja la diversidad de nuestro mundo y fortalece una de las peores problemáticas de nuestro siglo. Tatiana Botero Villada nos explica cómo la preocupación constante que las mujeres sufren hoy en día por su estética ha llegado a convertirse más que una obligación social en una obligación moral. Tristemente se considera que las mujeres de hoy en día que no se adaptan a estas demandas son inadecuadas, fracasadas y fáciles presas de técnicas de embellecimiento como cirugías plásticas, medicamentos, dietas, ejercicios, etc… situando la belleza corporal femenina como una cuestión de elección, voluntad y esfuerzo personal, un criterio que debe alcanzarse por todas como un atributo de la mujer moderna, emancipada e independiente [5].

La pobreza, la belleza… son solo algunas de tantas imágenes que han sido colocadas en nuestra mente, que dirigen no solo nuestro comportamiento, sino el de nuestra comunidad. Justamente esa comunidad a la que buscamos pertenecer, en la que buscamos ser aceptados y valorados. En Barbilandia, las protagonistas tienen éxito, ocupan roles laborales que comúnmente desempeñan hombres y no dependen de estos para su felicidad. Sin embargo, al concluir la trama, las barbies parecen competir con los Kens por aspectos materiales [6]. Algunos consideran que con esto la película promueve el feminismo. Lucía Núñez, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM es concisa al definir mi pesadilla: «La película refuerza estereotipos de género, raza y clase» [6]. Sarah Vine (The Independent) pone el dedo en la llaga: «Es una película profundamente antihombre, una extensión de todo el “feminismo de TikTok” que pinta cualquier forma de masculinidad —más allá de la más insignificante— como tóxica y depredadora». «Todo personaje masculino es un idiota, un déspota o un perdedor triste y algo patético. Si los roles se intercambiaran y un director masculino hiciera una película sobre cómo todas las mujeres son brujas, interesadas, histéricas y neuróticas, se ganaría las denuncias —con toda la razón— de ser profundamente ofensivo y sexista». Concluye: «Es desigual, inconexa; la trama no tiene ningún sentido real y la influencia de las corporaciones estadounidenses pesa mucho sobre ella» [2].

«Femi-nazismo» es como llama mi sobrino a este movimiento, comprendí lo que me quería decir. Yo también he percibido las inconsistencias y absurdos del movimiento «feminista». Muchas veces he sentido que las mujeres pareciese que estamos orquestando una «venganza». Queremos que los hombres vivan lo que hemos vivido, que sufran el mismo dolor que hemos enfrentado. Nos estamos cegando a tal grado que incluso estamos adoptando muchas de las características que rechazábamos de ellos.

Muchas veces me he sentido culpable al no estar de acuerdo con ciertas acciones o tendencias de lo que yo, ignorantemente, al igual que muchos, consideraba «feminismo». He tenido oportunidad de conocer mujeres profesionistas sumamente orgullosas de tener a sus esposos como «amos de casa». Desafortunadamente no vi en ellas el orgullo de un trabajo en equipo donde juntos, ella y su esposo, estaban construyendo un hogar para sus hijos. Al contrario, descubrí egocentrismo… «¡Yo soy una profesional y él está haciendo las labores de la casa. Yo soy una mujer independiente!». «Yo valgo». ¡Qué triste!, nosotras mismas estamos minimizando y devaluando el trabajo en el hogar. Nosotras mismas evitamos reconocer la «profesión de madre/padre en el hogar» y la reducimos al servicio. «La muchacha, la cuidadora, la institutriz o la nana». Cambiar pañales, lavar platos o aspirar. Estamos dejando no solo la vida de nuestros hijos en manos de estas personas, sino el de todos los futuros profesionistas. Me pregunto, ¿otras profesiones como maestros, doctores, ingenieros, etc… no tienen tareas que resultan poco gratificantes, que son tediosas y muchas veces no bien remuneradas? ¡Claro que sí! Recuerdo una frase de mi madre: «El trabajo no es ninguna panacea de que te tienen que pagar para hacerlo». Ciegamente no vemos esto y tenemos al dúo diabólico bombardeándonos constantemente en la necesidad de realizarnos como profesionistas centrándonos en el logro de enseñar, de curar, de asistir, de servir, en hacer la diferencia y sobre todo en el poder económico que estas profesiones nos brindan. Tristemente cuando hablamos de la profesión del hogar, como madre o padres, no nos centramos en la formación de nuestros hijos, en la diferencia que hacemos en ellos y en los futuros profesionistas. No, nos centramos en las actividades rutinarias que no nos gustan, en la limitante de nuestro desarrollo profesional y obviamente en que no somos remunerados… Recuerdo a Guadalupe, una amiga en México, que un día llevando a nuestras hijas a la escuela me comentó: Hoy en día ya no importa qué tipo de familia tienen los amigos de nuestros hijos, lo que es importante es saber quién es la nana, quién es la muchacha, quién es el chofer, porque sus valores serán los que sus niños compartirán con nuestros hijos… Estos empleados domésticos son los que están formando a nuestros hijos y nosotras como madres, estamos trabajando igual que los padres que tanto hemos criticado.

No podemos generalizar. Como mi madre siempre me insistió, es falta de cultura. Y no todos los casos son iguales y hay muchas madres y cada vez más padres, que están orgullosos de tener el privilegio de poder criar a sus hijos a tiempo completo, aunque esto implique sacrificios económicos como resultado del dúo diabólico, el cual cada día nos crea más necesidades por cubrir. Tristemente el consumo es el motor de nuestra economía y necesitamos seguir consumiendo.

Será porque crecí tradicionalmente en escuelas católicas y con la fantasía del «amor». Hacer el amor y tener relaciones sexuales eran dos mundos completamente diferentes para mí. Tener relaciones simplemente por pasión, deporte o placer era minimizar este acto prácticamente a una reacción biológica, animal. Hacer el amor, era dejar de ser dos individuos para ser solo uno, fundiéndonos en una nueva vida. Es decir, concebir un hijo, como una consecuencia natural. Obviamente el autocontrol debería ser un factor fundamental ya que deberías pensar en las consecuencias bajo las cuales traías ese nuevo ser a este mundo. Como futura madre o padre deberías asegurarte de que contara con todo el apoyo sociales y económico posible. Obviamente, como abuelita que soy, esto se traduciría, en pocas palabras, en llegar virgen al matrimonio. En contraparte era aceptado y, me atrevería a decir, hasta visto como un requisito que los hombres llegaran experimentados al matrimonio; enfoque del machismo para permitir, validar, esta situación. Los métodos anticonceptivos y el aborto han liberado especialmente a mujeres de la responsabilidad de las consecuencias de quedar embarazadas, por ende la virginidad ya no es necesaria. Así que sin hijos como consecuencia podemos experimentar y disfrutar igual que los hombres dejándonos llevar por los impulsos y dejando los sentimientos a un lado. Este es otro importante estandarte de la igualdad del que nuestra juventud se enorgullece por haber conquistado. He tenido la oportunidad de ver chicas en universidad acosando a los chicos, denunciándolos por no responder, profesoras seduciendo a sus alumnos y asistentes de profesores acorralados y todo orquestado bajo el grito de ¡igualdad! Me cuestiono, ¿no hubiese sido mejor encontrar un término medio donde hacer el amor y las relaciones sexuales siguieran intrínsicamente relacionados y donde estas no fuesen simplemente un deporte, o pasatiempo, o necesidad física, o un galardón como el mundo machista solía presumir?

Qué me dicen de la competencia en el mundo profesional, ese mundo absorbente que es un círculo vicioso donde más se exige al profesionista y más se le separa de su hogar, donde se le premia con estatus, reconocimiento y poder económico para satisfacer un sinfín de necesidades creadas diariamente como motor de nuestra economía. El hogar queda delegado a un segundo término con el fin de solventar todas las necesidades económicas que requerimos para pertenecer a nuestra comunidad. Los futuros profesionistas, nuestros hijos, están aprendiendo que este mundo de consumo es la normalidad… Mujeres y hombres trabajando hasta altas horas de la noche, llegando agotados a sus casas, sin ganas, ánimo o fuerzas de pelear porque el futuro profesionista coma con la boca cerrada, repita sus ABC o diga gracias. Nos quejábamos de que los padres por su trabajo delegaban el hogar. Ahora las mujeres estamos haciendo exactamente lo mismo, pero esto es aceptado porque nos estamos desarrollando profesionalmente, igual que los hombres.

Aún más dramático es cómo ahora somos las mujeres las que orgullosamente estamos eliminando a los hombres de nuestros hogares. María Calvo nos habla de este fenómeno en su libro «Padres destronados. La importancia de la paternidad». Situación que, si bien vivimos hoy en día, absurdamente dudo que seamos conscientes de ella. Calvo nos explica cómo desde la revolución del 68 la mujer se puso la idea del hombre como un enemigo a abatir. Gran error, el enemigo por abatir era el machismo/patriarcado, no el hombre per se. El objetivo era eliminar la conducta animalesca, violenta, dominadora y agresiva que durante tantos siglos había doblegado a las mujeres. Sin embargo, la sed de «venganza» nos ha cegado y hemos buscado simplemente invertir los roles, sustituir el machismo/patriarcado por el hembrismo/matriarcado e ignorantemente gritando «Feminismo».

El hombre normalmente ha estado alejado del hogar. Excusas como el trabajo o las guerras han sido frecuentemente utilizadas. Sin embargo, tenemos que reconocer el gran papel que el «machismo» ha jugado en este distanciamiento. Recuerdo en mi juventud una broma que representa muy bien este fenómeno. Cuando alguien le preguntaba a un hombre ¿cuántos hijos tenía? Él contestaba con otra preguntaba, ¿en qué colonia? El machismo en todo su esplendor… Obviamente el papel de las madres como centro de la familia, tanto económico como emocional, no es cuestionable en nuestra cultura y el dicho «madre solo hay una» lo confirma. Lo que resulta aterrador es que hoy en día sea la mujer la que provoque esta ausencia física del padre. Calvo nos explica cómo los métodos anticonceptivos, el aborto y las técnicas de reproducción asistida han favorecido que las mujeres estén solas, y si a esto aunamos el crecimiento exponencial de divorcios, donde el 90 o el 95% de las veces la patria potestad de los hijos se la lleva la madre [8], es necesario comprender que el hombre está siendo relegado. Hoy en día ser madre soltera es aceptable, estar embarazada y no compartirlo es común. Es una dulce venganza… ahora es la mujer la que no quiere que el hombre esté en el hogar. Silenciosamente la mujer está logrando eliminar a su enemigo. Desafortunadamente al igual que en los divorcios, son los hijos los que pagan las consecuencias de esta guerra sin cuartel y de este celebrado triunfo del hembrismo sobre el machismo. Calvo nos llama la atención sobre este fenómeno y nos explica cómo la naturaleza ha dotado a los hijos de un equilibrio muy especial, brindado por el padre y la madre. La madre les da la intimidad (el mundo de los afectos, lo íntimo…) y el padre, la independencia (el mundo exterior, lo público,…). Si falta el padre o falta la madre, se afecta el equilibrio del hijo.

Recapacitemos y comprendamos que «el feminismo no excluye, sino que incluye a los hombres y los exhorta a un cambio de relaciones de equidad, y propone un nuevo orden social, político, económico y eclesial beneficioso para hombres y mujeres, por igual fundamentado en la armonía, y nunca en el dominio o imposición violenta» como nos explica Marilú Rojas Salazar [7]. El «feminismo» no es esta «venganza» en la que nos estamos empecinando. El «feminismo» no consiste en hacer sentir al hombre lo que nos hizo sentir en 21 siglos de machismo. Cuando otro ser nos hace daño sistemáticamente lo vemos como una amenaza, podríamos comprender que esto es lo que como mujeres hemos sentido durante estos siglos, y por ello creemos que debemos eliminar al hombre de nuestras vidas. A mi juicio esto es un grave error, estamos solamente dejándonos llevar por nuestra ira, nuestro dolor y por ende, por nuestras ansias de venganza. Detengamos esta carrera autodestructiva y busquemos crear un mundo de armonía donde hombres y mujeres sean respetados por igual, donde estemos orgullosos de nuestras diferencias y donde nuestros nietos puedan crecer en equilibrio.

Hablé con mi hijo, le pregunté cómo pudo haberle gustado la película «Barbie» y me contestó: «Mamá, justamente la película está censurando y ridiculizando nuestra sociedad. Es una sátira… es una gran tontería para reírte. Deberías de volverla a ver… Verás qué buenas puntadas tiene». Con esta nueva óptica la intenté volver a ver; y confieso que encontré algunas de estas «puntadas». Por ejemplo el endiosamiento del patriarcado que tanto motiva a Ken. «La posibilidad de ser uno mismo» que Ken traumáticamente necesita aceptar. Vislumbrar la posibilidad de ser madre como alternativa al mismo nivel que una profesión (extraño, pero por un segundo América Ferrara lo deja ver). «El poder de ser quien imagina en contraste con ser una simple idea». Esta última es la «puntada» más profunda de la película, desde mi punto de vista.

Tristemente, mi pesadilla es verídica: los estándares de belleza femenina son claros, aunque irónicamente es obvio y se expresa claramente en la película, que nadie puede ser tan bella como Barbie. El matriarcado/hembrismo triunfa, el mundo de Barbie se salva. Y a nadie le queda ninguna duda que el rol del hombre es patético, aunque esté aprendiendo a hablar español en Duolingo.

La puntada de que la película terminará con la primera cita con el ginecólogo de la «humana Barbie» me fue incomprensible, así que le pregunté a mi hijo el significado, e irónicamente me contestó: «es otra tontería. En lugar de aplicar a un trabajo o a una escuela, va a una cita médica… Es solo para reírte, mamá». Sinceramente dudo que esa fuera la intención. Pareciese que la parte humana de Barbie radica en ser sexualmente activa, aunque tal vez Barbie escuchó el discurso de América y tomará el riesgo de ser madre, sea cual sea el significado de este fenomenal final, a todos nos quedó claro que Ken no está más en la foto.

NOTAS

[1] Forbes Staff, «‘Barbie’: Premios y nominaciones que ha obtenido el live-action», diciembre 12, 2023 @ 11:05 am

[2] Steven McIntosh, «Una película «que rompe moldes»: qué dice la crítica sobre la esperada «Barbie», BBC Mundo, 19 julio 2023.

[3] Begoña Gómez Nieto, «Publicidad: ética y manipulación al servicio de las organizaciones», Universidad Europea Miguel de Cervantes, ISSN: 1576-4192. Número 16, Vol. II, año 2016, pp. 137-155
Disponible: https://etica.uazuay.edu.ec/sites/etica.uazuay.edu.ec/files/public/2.%20Documento%20-%20Manipulacion%20en%20las%20organizaciones.pdf

[4] Memo Ánjel, «Sobre una comedia económico-política (o de cómo vivir como obreros pobres)» Cronopio leído
Por Revista Cronopio – Edición 100 -noviembre 28, 2023
Disponible: https://revistacronopio.com/sobre-una-comedia-economico-politica-o-de-como-vivir-como-obreros-pobres-por-memo-anjel/

[5] Tatiana Botero Villada, «Representaciones sociales sobre la belleza corporal femenina que manifiestan estudiantes de psicología de la Institución Universitaria de Envigado». Artículo del trabajo de grado Código: F-PI-32 Versión: 01 Página 9 de 11, Antioquia, Colombia, 2018
Disponible:https://bibliotecadigital.iue.edu.co/jspui/bitstream/20.500.12717/948/1/iue_rep_pre_psi_botero_2018_belleza_corporal_art.pdf

[6] Michel Olguín Lacunza / Emiliano Sánchez , «Ni Barbie ni su película son feministas», (Prácticas profesionales) UNAM Global Revista, Agosto 14, 2023
Disponible: https://unamglobal.unam.mx/global_revista/ni-barbie-ni-su-pelicula-son-feministas/#:~:text=Se%20promovi%C3%B3%20la%20idea%20de,mujer%20blanca%2C%20de%20ojos%20azules.

[7] Marilú Rojas Salazar, «¿Qué es el feminismo y cuál es su importancia?», DEBATEIBERO: Dom, 29 Ene 2017
Disponible: https://ibero.mx/prensa/debateibero-que-es-el-feminismo-y-cual-es-su-importancia

[8] María Calvo, «Padres destronados. La importancia de la paternidad» entrevista
Disponible: https://es.aleteia.org/2013/12/26/padre-y-madre-que-aportan-cada-uno/

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* María del Rocío Vallejo Alegre nació en México. Hija de inmigrantes y refugiados españoles, Vallejo creció en la ambigüedad que le otorga la pertenencia a dos tierras: España y México. El destino, integrar una tercera tierra, Estados Unidos, que le permita afianzar sus raíces y redescubrir su pasión: la enseñanza. Trabajó durante doce años como docente en la Universidad del Estado de Nueva York, en el campus de Geneseo. Recibiendo en el 2017 Chancellor’s Award for Excellence in Adjunct. En 2021 participó en la creación de la organización sin fines de lucro llamada «Cultures Learning TOGETHER» (Culturas aprendiendo JUNTAS) https://www.cultureslearningtogether.org/ donde sigue participando en la actualidad.

 

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