Literatura Cronopio

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BORGES EL PENSADOR Y BORGES EL ARTISTA

Por Isabel Macías Galeas*

Según Aristóteles, la literatura produce tres efectos fundamentales: induce la comprensión universal a través de una némesis. Provoca emociones específicas de catarsis o fructificación; y, genera paradigmas de alturas morales y adornos sobre la imagen de la vida. Curiosamente, aunque estos parámetros universales pueden aplicarse con éxito a prácticamente toda la literatura, no son particularmente relevantes en el caso de la producción artística de Borges. La literatura de Borges aspira a algo muy diferente: llevar las posibilidades de la ficción al límite con el fin de transformarlas, a través de los recursos de la imaginación, en un campo de prueba para tesis filosóficas, lógicas y metafísicas, ya que existe una estrecha relación entre la cosmología y metafísica.

EL PENSADOR

Creo que es precisamente allí, en la cosmología, donde reside la singularidad y universalidad inigualable de los efectos de la literatura fantástica de Borges. Sin embargo, es muy apresurado declarar que Borges hace filosofía sin sospechar que es un filósofo y explora la ciencia sin pretender ser un científico. Lo que Borges hace es utilizar tesis y argumentos filosóficos y cosmológicos como ejemplos lúcidos de su juego de palabras para establecer sus extraordinarios mundos ficticios. Efectivamente, en El jardín de los senderos que se bifurcan, Borges se enfrenta, desde un punto de vista metafísico, a la cuestión del determinismo, la libertad, el tiempo y la noción de verdad, llegando a una conclusión sorprendente. Gilles Deleuze retomará esta visión de verdad en sus libros sobre el cine «el tiempo es exactamente el que Borges describe en El jardín de senderos que se bifurcan: lo que se bifurca no es el espacio sino el tiempo, “esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades”» (Deleuze,1984: 73). Deleuze expone dos visiones del mundo de las verdades de la existencia en oposición a las verdades de la esencia asociadas entre sí.

El primero proviene del filósofo del siglo XVII Gottfried Leibniz, quien imaginó una pirámide infinita compuesta por los infinitos mundos posibles en los cuales, cada variación de las circunstancias hace que cada mundo sea lo que es. Para terminar con una verdad de existencia, Leibniz tiene que incorporar la noción de moral, e incluso de teología, ya que afirma que en la cima de la pirámide se encuentra el mundo que Dios ha elegido, ya que es, sin lugar a dudas, el mejor.

La segunda visión, nacida de la narrativa de Leibniz, ocurre dos siglos y medio después, en 1941, con el cuento escrito por Jorge Luis Borges. En esta historia, Borges presenta un libro en el que se contienen todos los mundos posibles, simultáneos e igualmente reales: «esta es la respuesta de Borges a Leibniz: la línea recta como fuerza del tiempo […] Surge así un nuevo estatuto de la narración: la narración cesa de ser verídica, es decir, de aspirar a lo verdadero, para hacerse esencialmente falsificante» (Deleuze,1984: 177). Un concepto familiar de las condiciones de verdad de una declaración es simplemente lo que tiene que ver con las cosas a las que se hace referencia en la declaración para que la declaración sea verdadera. A su vez, la única verdad es la conciencia y las experiencias o percepciones constituidas o formadas por ella. Pero a partir de ahí, para sostener que hay ciertos contenidos de conciencia que verdaderamente se correlacionan con la existencia (el mundo real de nuestras percepciones) y otros que no tienen forma de existencia y que son solo fantasías, existe un abismo que Borges no se atreve a resolver.

Así también, en el texto Borges y Yo, se puede ver claramente la confrontación y los profundos problemas del yo: quiénes somos en última instancia, qué nos persiste cuando morimos y cuál es nuestra relación con el mundo y con nuestro ser interior. Él sostiene que «sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil yo vivo, yo me dejo vivir para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifique» (Borges 1998:45). Este es un tema al que Borges vuelve una y otra vez: su relación consigo mismo, con aspectos de sí mismo, dado que las condiciones de verdad son las mismas, pero lo que se transmite es diferente, lo que se transmite no puede depender de, o depender solo de, las condiciones de verdad del sujeto. Claramente hay una diferencia que se hace por la distinción entre el «Yo» y «Borges», aunque ambos se refieren a Borges. A su vez, la única verdad es la conciencia y las experiencias o percepciones constituidas o formadas por ella. Pero a partir de ahí, para sostener que hay ciertos contenidos de conciencia que verdaderamente se correlacionan con la existencia (el mundo real de nuestras percepciones) y otros que no tienen forma de existencia y que son solo fantasías. Existe un abismo que Borges no se atreve a resolver.

En el texto El otro, Borges escribió sobre su experiencia de «el doble», un tema de cierta importancia en la literatura como en la psicopatología. «Estamos en 1969, en la ciudad de Cambridge. —No —me respondió con mi propia voz un poco lejana. Al cabo de un tiempo insistió —Yo estoy aquí en Ginebra, en un banco, a unos pasos del Ródano. Lo raro es que nos parecemos, pero usted es mucho mayor (Borges, 1998: 24). Es el tema de El Doble de Dostoievski, de la vergüenza de Shusako Endo, del Cuento de dos ciudades de Dickens y de muchas otras obras clásicas griegas. En psicopatología, es el concepto fundamental que unifica los síndromes de identificación errónea delirante, incluido el síndrome de Capgras, el síndrome de Fregoli, la ilusión de intermetamorfosis, la ilusión de dobles subjetivos y otros.

Borges, en al menos tres poemas, aborda el mismo tema, siempre variando la perspectiva y en el proceso de profundizar en la naturaleza del yo. A primera vista, el yo está unificado en tiempo y lugar, es distinto de otros sujetos de experiencia y del mundo inanimado, y tiene agencia y, por lo tanto, responsabilidad moral. Estos aparentes aspectos fundamentales son expuestos como mera ficción por la psicopatología.

Tomemos por ejemplo la unidad y la constancia del yo. Nuestra capacidad para percibir el mundo como suave y coherente. Así que vemos que los automóviles o los autobuses viajan sin problemas de A a B, excepto en algunas personas que ven que los vehículos hacen saltos saltatorios (este es el llamado problema de atascamiento). Esperamos que nuestra biografía sea un todo cronológicamente coherente, excepto para individuos con trastorno de personalidad múltiple. Y nuestro sentido de agencia es parte integral de nuestras acciones, excepto para individuos con experiencias de pasividad. Lo que enseña la psicopatología es que las características elementales del yo, las estructuras definitorias del yo se derivan de mecanismos neuronales que pueden salir mal.

Por consiguiente, Borges también expone una importante corriente de la física cuántica al proponer una teoría pluricosmica del universo. En Las ruinas circulares y Tiön, Llqbar, Orbis Tertius, de diferentes maneras, han tenido enormes repercusiones en la física contemporánea, fundamentalmente en la física cuántica que se adhiere a los teoremas de Bohm y Heisenberg. Borges demuestra a lo largo de sus escritos, una visión que obviamente está abierta a la refutación.

EL ARTISTA

El objetivo de Borges es impartir a su lector el sentido del misterio del mundo, un sentido de reverencia escéptica, similar a los «sentimientos cósmicos religiosos» de Einstein y Spinoza. Para esto, como hombre de letras, puede usar cualquier medio a su disposición, incluyendo magia y misticismo, e incluso lógica. Es sorprendente lo agudo y contundente que resulta tanto su magia como su lógica. Borges, comienza cuestionando todos los constructos e interpretaciones que imponemos sobre la realidad: lenguaje, modos de percepción, modos de pensamiento. Todos, para él, están más o menos formalizados, es decir, ritualizados, ordenamientos de una realidad que puede no tener ningún orden, o un orden que simplemente no es accesible para nosotros, o que corresponde solo accidentalmente o nunca, con nuestras versiones de ello; nosotros no, y no podemos saber.

Es por eso que la similitud entre las matemáticas, el ajedrez y la literatura, al menos la interpretación de la literatura de Borges, es su naturaleza completamente abstracta. El argentino, como Nabokov o Pushkin, consideró que el valor inextricable y necesario de cualquier obra literaria es su valor estético. Al estudiar su trabajo y sus declaraciones, uno puede identificar su deseo de mantenerse alejado de cualquier escuela de pensamiento que considere el arte como un esfuerzo práctico. Por ejemplo, se puede afirmar que la poesía no necesita ser comprensible y esto es claro en el poema Ajedrez, en el que los jugadores son piezas de otro tablero superior.

En El Milagro Secreto, publicado en 1943, el tiempo, la literatura y los sueños hacen su aparición una vez más, además del ajedrez, por supuesto. Un hombre es sentenciado a muerte y, poco antes de ser ejecutado, le pide a Dios que le dé tiempo para terminar su obra literaria más importante. Se concede el deseo: cuando las balas escapan de los rifles, el tiempo se detiene y el hombre conserva su conciencia hasta que se completa el trabajo (lo hace mentalmente; al ser una obra versificada, es más fácil de manejar en la memoria). En la introducción a este cuento, Borges una vez más recurre al ajedrez: «Jakob Boehme, soñó con un largo ajedrez». (Borges, 1998: 47).

Borges desea sacudir a su lector la confianza sin sentido de que uno conoce la diferencia entre sueño y realidad, ya que esta confianza se basa en cualquier intuición o en cualquier criterio para demarcar los dos y además crea signos capaces de irrumpir en nuestra vida, en este sentido podemos ver una analogía, ya que para Deleuze, la tarea del arte es producir «signos» que nos empujarán a dejar nuestros hábitos de percepción en las condiciones de la creación, ordenamos al mundo en lo que Deleuze llama «representación». En este sentido Deleuze comprende la historia de la filosofía como un «arte del retrato es porque consiste tanto en representar a otro como en representarse a uno mismo, tanto en copiar como en crear, tanto en repetir como en diferir –exactamente lo mismo que sucede con el Quijote de la ficción de Borges» (Cherniavsk,2012). De acuerdo con esto podemos tomar las palabras de Deleuze en las que dice que un libro de filosofía «debe ser una especie de ciencia ficción, [en la] que la búsqueda de nuevas formas de expresión recién ha comenzado» (Deleuze, 2006:17). Así es como Deleuze lee a Borges en el prefacio de Diferencia y Repetición.

EL MARCO ANALÓGICO

El marco analógico ubica la filosofía y la literatura en el mismo nivel epistemológico; ve la filosofía y la literatura como formas similares pero diferentes de buscar y transmitir conocimiento. En contraste con el marco romántico, que postula que «solo el arte es capaz de la verdad» (Badiou 2005: 3), el marco analógico sostiene que tanto la filosofía como el arte, incluida la literatura, son capaces de la verdad, y que las verdades que producen la filosofía y el arte son distintas pero están relacionadas. El marco analógico no combina literatura y filosofía, ni las separa completamente, sino que considera su semejanza sin olvidar o minimizar sus muchas diferencias y variaciones importantes, y sin asignarles una jerarquía en la escala de conocimiento platónica o eurocéntrica.

Es así que, Borges asume la actitud de «ambos» y del marco analógico en lugar de la mentalidad de los marcos clásico y romántico. Por ejemplo, afirma que la intuición, en lugar del razonamiento, produce conocimiento. Es claro ver que, mientras que en algunos de sus textos por ejemplo El Aleph, Borges está de acuerdo con Parménides en que todo es uno y con Zenón que el movimiento es imposible. En otros textos, por ejemplo La doctrina de los ciclos, está de acuerdo con Heráclito y Bergson en que todo fluye.

Hay un claro contraste que se puede ver sobre la «diferencia específica» entre filosofía y literatura, y se muestra un caso sólido de que Borges es un filósofo no sistemático que acepta doctrinas incompatibles. Además, el único acto de discutir sugiere que reconoce que la interfaz entre filosofía y literatura no está limitada por la geografía, la historia o la cultura. La complejidad de la filosofía de Borges no puede caracterizarse en términos unívocos o convencionales. Borges oscila entre diferentes posiciones filosóficas, por ejemplo, entre misticismo y escepticismo, no solo de una historia a otra, sino a veces incluso dentro de la misma historia o ensayo. Así, el autor, en lugar descartar estos hechos como evidencia de su inconsistencia lógica, privilegia un punto de vista sobre todos los demás.

La ficción de Borges «abre la posibilidad» de una nueva forma de pensar la historia como tal, es decir, post–histórica, post–estética y post–metafísicamente. Por lo tanto, la ficción de Borges puede ser un tipo de filosofía, esto es sin duda porque, para sus oídos heideggerianos, derridianos y deleuzianos , la filosofía se ocupa de la constitución de los evento y la creación de conceptos: «la filosofía es el arte de formar, inventar y fabricar conceptos». (Deleuze y Guattari 2013, 9). En tanto que el propósito del arte es producir preceptos o agregados sensoriales, el arte ahora se concentra en un solo plano: el cerebral, y condensado en una nueva dimensión ontológica.

Para concluir, las lecturas perspicaces ilustran lo que significa interpretar los textos de Borges de manera analógica. Implica concebirlas como obras de pensamiento y como obras de la imaginación, y comprometer el lenguaje, la forma y el contexto a veces específicos en los que surgieron las ideas filosóficas de Borges, que se encarnan y expresan. Implica interrelacionar diferentes modos de pensar, imaginar e interpretar el mundo sin privilegiar o subordinar a ninguno de ellos; también exige desafiar los límites que separan y subvertir las jerarquías que dividen los modos divergentes de pensamiento y escritura. También requiere desafiar las definiciones eurocéntricas y logocéntricas de la filosofía, situar la filosofía y la literatura en el mismo plano epistemológico, y ver la filosofía y la literatura como formas diferentes pero análogas de buscar, producir y transmitir conocimientos, y así demostrar que la filosofía y la literatura son dos cosas que a pesar de ser diferentes tienen rasgos en común, maneras de abordar las preguntas y lograr una visión y conocimiento conjunto.

A la luz de las obras de Borges, se miran diferentes filósofos en distintos períodos de tiempo que parecen compartir la misma opinión y estar conectados con él. Los poetas, los escritores de ficción, los ensayistas, los teólogos, los filósofos y cientos de nombres dispersos a lo largo de los escritos eruditos de Borges, sorprendentemente parecen estar sujetos a un vínculo común: la literatura y la filosofía.

BIBLIOGRAFÍA

Borges, Jorge Luis. 1997. Otras inquisiciones. Madrid: Alianza.

Borges, Jorge Luis. 1998. El Libro De Arena. Madrid: Alianza

Borges, Jorge Luis 1974. Obras completas. Emecé Editores: Buenos Aires edición online https://literaturaargentina1unrn.files.wordpress.com/2012/04/borges-jorge-luis-obras-completas.pdf

Cherniavsk, Axel 2012 «La filosofía como rama de la literatura: entre Borges y Deleuze» En: Tópicos no.24 Santa Fe dic. 2012.

Deleuze & Guattari. 2013. ¿Qué es la filosofía?. Barcelona: Anagrama

Deleuze, Guilles. 1984. La imagen-tiempo, estudios sobre cine 2.Barcelona: Ediciones Paidós

Deleuze, Gilles. 2006. Diferencia y Repetición. Buenos Aires: Amorrortu.

Ferrer, Manuel. 1971. Borges y la Nada. Londres: Tamesis.

Gutiérrez Girardot, Rafael. 1998. Jorge Luis Borges: El Gusto de ser Modesto. Edited por Juan Carlos González. Bogotá: Panamericana.

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* Isabel Macías Galeas (Guayaquil – Ecuador). Egresada de la escuela de Derecho de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Guayaquil. Estudiante de Literatura en la Universidad de las Artes, Guayaquil. Ha publicado otros textos en las Revistas Bichito Editores de Ecuador, Poémame de España, Liberoamérica y Revista Tangente de la Universidad de las Artes. Aparece en la sección «poesía» de la I Antología de la Editorial Salto al Reverso. Actualmente colabora en la revista online de loscronistas.net.

 

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