Cronoquimia diletante

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Gatico

BREVE HISTORIA DEL GATICO QUE UN DÍA LLEGÓ A NUESTRA CASA

Por Gloria N. Ramírez-Oliveri*

Como las personas, cada mascota viene al mundo con una historia. La que les contaré a continuación es la de un gatico sin nombre, raza, ni sexo definido, que un día llegó a nuestra casa. Del equipaje invisible que llegó con él se enterarán después.

Para empezar, sólo diré que este animalito se parece muy poco al Gato con botas, ese pícaro personaje que inmortalizó Perrault en uno de sus cuentos. Indiscutiblemente este es más humilde y de mejor corazón que el que concibió el escritor francés, vestido como un mosquetero y con unas botas más grandes que él mismo.

El gatico que un día llegó a la casa nació en las montañas de Antioquia, Colombia, un escenario en donde la naturaleza gobierna. Allí los ríos deciden su cauce y cuando los barrancos se deslizan por las constantes lluvias, las mulas improvisan nuevas rutas para subir y bajar las montañas con sus cargas. Todo se renueva en estos parajes a los que algunos no quisieran ir ni en sueños y a los que otros acuden por fascinación o encantamiento.

Cierto día, bajo un firmamento de azul intenso y entre los matorrales cercanos a una vivienda campesina, una gata parió tres gatos. Lo poco que contaron los dos aventureros de mi familia sobre este asunto, fue que al pasar por allí, un niño los llamó para regalarles el gatico de esta historia.

En Colombia, los obsequios que se traen de los paseos al monte suelen ser los mismos: una planta exótica, frutas del lugar, semillas, piedras para cuñar las puertas, cortezas o juncos secos para decorar… pero pocas veces un animal desesperado dentro de una caja de cartón. Como en otras oportunidades, lo que anhelaba encontrar al abrirla era que estuviera repleta de zapotes, mangos y naranjas… pero lo que contemplaron mis ojos sobrepasa todo entendimiento. Aquello era una masa extraña, negra, peluda, con cola y que no paraba de gemir.

La expresión de esa pequeña y atemorizada creatura me conmovió. Parecía un murciélago y me miraba con sus grandes ojos de cristal. Al salir de la caja tras un gran brinco, descubrí en el fondo, una bolsa plástica asegurada con un nudo. Era una pequeña porción de alimento para gatos. El niño había pensado en todo antes de entregar el regalo.

Ignorante en materia de felinos y presa de un enamoramiento a primera vista, lo acosé, lo perseguí, lo acaricié. Como temblaba de frío, se me ocurrió acostarlo en la cama y abrigarlo con las cobijas. Por entonces, todavía no sabía su género. Según me explicaron después, cuando son tan pequeños es difícil reconocer si son gatos con botas o gatas con tacones. Mejor dicho, no se sabe si son Micifuces o Micifuzas.

Gatico

¡Bastó una noche para que comenzara el drama con este minino!

Mi esposo, que era uno de los dos caballeros de la aventura y que había regresado del monte devorado por los mosquitos, descubrió al levantarse, ¡no las mil y una ronchas que ya tenía!, si no miríadas de ellas. Resulta que el gatico y la legión de pulgas que llegó con él, durmieron con nosotros y durante la noche quizá encontraron una sangre más abundante para chupar.

Como era de esperarse, el temor por la presencia de pulgas se apoderó de los habitantes de la casa. En las tareas de limpieza de sábanas y cobijas que se implementaron después, se agotaron todas las reservas de vinagre, detergente y bicarbonato de soda.

En el lapso de una noche, las pulgas le dieron descanso al gato y se devoraron lo que quedaba del señor de la casa. ¡Yo salí ilesa!

* * *

Coletilla: Las fotografías que ilustran este relato, fueron captadas los días siguientes a la fumigación de emergencia que le hizo la médica veterinaria al gatico que un día llegó a nuestra casa, después de afirmar:

—¡No cabe duda, es gatica!

Su nombre es Joy —uno que no depende del sexo, sino que funciona perfecto para los 33 tipos de género identificados hasta hoy—.

Joy, una corta palabra tomada del inglés, cuyo significado es sinónimo de elegancia, comodidad, deleite, placer, humor… felicidad. Todo esto y más es lo que ella ha traído a nuestras vidas.

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* Gloria Nivia Ramírez Oliveri, es Comunicadora Social – Periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín (1991), con un máster en Liberal Arts – Spanish en California State University Northridge, CSUN. Inició su carrera como reportera gráfica del periódico El Colombiano (1989), al registrar una de las décadas más difíciles de la historia reciente de Colombia. Sus fotografías se han publicado en diferentes medios periodísticos de Colombia y el exterior. La docencia y la investigación también hacen parte de su trayectoria profesional. Su tesis de grado (1991), Vigencia de la fotografía documental en la prensa escrita: Tras las huellas de Henri Cartier-Bresson en el contexto de Melitón Rodríguez, le abrió las puertas de la prestigiosa agencia de fotografía Magnum de París, de la que fue pasante en el año 1993. Es miembro de «Pacific Ancient and Modern Language Association», «PAMLA» y ha sido ponente de conferencias académicas en diferentes universidades de los Estados Unidos, país de residencia. Colabora con el equipo de investigación del programa de Periodismo en español de CSUN. Es editora auxiliar de esta revista y reportera «free lance».

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