Escritor del mes Cronopio

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Morandé en el nuevo siglo y milenio es más bien un desierto. No quedan huellas en las paredes, escalones, pisos, techos, estatuas y marcos. Ni en las lámparas de lágrimas. Mucho menos en la desmemoria de los que, como tú, no estuvieron.

Visité Santiago de Chile con un pretexto profesional bastante estúpido, en vuelo directo casi desde el campus mismo de la Universidad Internacional de Miami: la fea FIU donde yo era profesor de Literatura Comparada, desde poco después de desertar fuera de Cuba sin ningún pretexto profesional, pero con un libro censurado bajo la axila como garantía de prosperar en el otro exilio.

Estaba seguro de que iba a toparme contigo en Chile apenas aterrizara. Aunque hacía más de una década que habíamos perdido ya todo contacto. O, por lo menos, estaba seguro de que tu ausencia sería menos arrasadora después, aunque no aparecieras. Esa palabra. Pisar tus mismas calles, pensarte donde naciste bajo latigazos de muerte y lenguaje muerto, bien podría exorcizarme de ti. Y de mí, sobre todo a esta edad ya avanzada (edad media, Camila, edad mediocre) donde los fantasmas no resultan para nada románticos, sino que son el primer síntoma clínico de senilidad.

Morandé en democracia luce tan demacrado que. Tan museo sin musas y tan mausoleo sin muertos. Tan páramo y tan apátrida. Como los años noventa que sobremorimos en Cuba sin ti, cuando no pudiste aguantar las ganas de virar a una sociedad normal, a la que ni siquiera el horror le había corroído esa cosa humana, ese candor de gente, esa presencia de ánimo, esa vulnerabilidad. Hubo Chile después de tu Castro, Camila, pero no habrá Cuba después de nuestro Pinochet.

Una retahíla de turistas supongo que japoneses (no iban a ser norcoreanos, ¿no?) habrán creído que yo venía de ultratumba a llorar a las víctimas de 1973. La imaginación internacional siempre tiene cierto toque de idiotez. Pero, aunque por otros motivos, o por los mismos motivos quizás, tenían todos y cada uno de ellos absolutamente toda la fuerza de la razón, mientras no paraban de hacer clic y disparar sus fogonazos digitales de flash. Es la ley de la vida, Camila-san de Santiago que no apareciste ni por casualidad: los turistas en todas partes se comportan como la medida de todas las cosas y, en consecuencia (sin consecuencias), también son el criterio de la verdad.

Allí te la dejé, por si otra madrugada cubana, Camila, te desdesapareces por Morandé. Lo hice tratando de no lucir como el último de los ponebombas con traje y corbata del Cono Sur. La coloqué en la ranura de la misma puerta por donde sacaron el cadáver de quién recuerda ahora quién, entre la segunda y la tercera bisagra, contando desde la acera hasta el falso cielo foráneo de mi Santiago. Allí ojalá esté esperándote todavía. O mejor, no. Ojalá alguien la haya devuelto a la adolescencia de su destinataria. Sería tan fácil porque ¿quién no reconocería en todo el planeta tu letra?

Como una ofrenda, doblada de la misma manera en que la colaste en mi bolsillo de preuniversitario. Con aquella sonrisa de sol a sol, de soledad a soledad. Hasta el amanecer siguiente sobre una azotea habanera, mitad mirista y mitad mirador. Media hoja de papel rayado no más, con tu caligrafía arrancada de una libreta cualquiera: «Si va a ser lindo, que lo sea después», con todo el pudor del mundo, Camila, de quien por fin intentaba esa tontería tardía que es despedirse a solas de ti.

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* Orlando Luis Pardo Lazo (La Habana, 1971). Es estudiante de doctorado en el Departamento de Literatura Comparada de Washington University en Saint Louis, Missouri, Estados Unidos. Escritor y bloguero cubano. En Cuba publicó los libros de cuentos «Collage Karaoke» (2001), «Empezar de cero» (2001), «Ipatrías» (2005) y «Mi nombre es William Saroyan» (2006). Su libro de cuentos «Boring Home» fue censurado por la editorial Letras Cubanas en 2008, por mantener su blog crítico «Lunes de Post-Revolución». Desde entonces, su nombre y sus obras son censuradas en Cuba.

Fuera de Cuba, editó y prologó la antología de nueva narrativa cubana «Cuba In Splinters» (O/R Books, New York 2014), traducida al inglés, y sus crónicas periodísticas en «Del clarín escuchad el silencio» (Hypermedia, Madrid 2016).

Desde 2015, el gobierno de Raúl Castro no lo deja regresar a Cuba, como a tantos cubanos.

Correo: OrlandoLuisPardoLazo@gmail.com

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