CANCIÓN DE NAVIDAD DE DICKENS: UNA DENUNCIA LITERARIA DEL UTILITARISMO
Por Cristian Soler*
En el primer capítulo de su libro El concepto de solidaridad, Javier de Lucas señala cómo el análisis histórico de este concepto podría dividirse en dos fases diferentes. La primera fase sería la «solidaridad de los antiguos», que agrupa nociones como la amistad aristotélica, la pietas estoica o aquellas nociones de solidaridad de origen religioso como la caridad en el cristianismo. La segunda fase sería la que se denomina «solidaridad de los modernos» y que tiene como característica el que la solidaridad se transforma en un principio jurídico–político [1]. Aun cuando esta segunda fase de solidaridad tiene sus orígenes en la idea de igualdad de Rousseau o en la noción de simpatía de Spinoza, realmente sería un producto del nacimiento del capitalismo en Inglaterra y tendría como propósito el «contrapeso del instinto egoísta» (24).
Uno de los autores que presenció el desarrollo del capitalismo inglés en el siglo XIX y que a través de su obra retrata a la sociedad de su tiempo y además la critica fue Charles Dickens, quien en novelas como Tiempos difíciles, Los papeles póstumos del Club Pickwick o Canción de Navidad, condena la avaricia de la clase burguesa, su desmedido instinto egoísta y las condiciones de miseria en las que se encuentran los obreros. El propósito del presente trabajo es, entonces, mirar de qué forma Dickens se acerca al concepto de solidaridad y cómo a través de sus novelas busca generar una reflexión acerca de este tema en sus lectores. Para desarrollar estos puntos se estudiará una de las novelas más conocidas de Dickens, Canción de Navidad, y se llevará a cabo el método analítico planteado por Quentin Skinner en su libro Visions of Politics, el cual aboga por que el análisis de un concepto en un momento determinado tenga en cuenta un elemento presente en los textos: los actos ilocucionarios del escritor, es decir, que tenga en cuenta también las intenciones del autor al momento de escribir su obra (100). Es por esta razón que en el presente trabajo también se tendrá en cuenta el contexto político, social y económico en el que vivió Dickens, se mirará su biografía y la labor periodística de este autor.
Charles Dickens nació en Inglaterra en 1812, hijo de una familia de clase media, comenzó a tener formación académica hasta los nueve años pero gran parte de su educación fue autodidacta. Desde pequeño conoció de cerca las condiciones de miseria en la que se encontraban los obreros cuando su padre fue arrestado por deudas y gran parte de la familia se vio obligada a trasladarse con él a la cárcel. A los doce años, Dickens comenzó a trabajar en una fábrica de betún para así poder ayudar a su familia económicamente (Ackroyd 44–46). Su carrera literaria daría un gran salto, luego de trabajar por varios años como reportero, cuando en 1836 publica por entregas en un periódico Los papeles póstumos del Club Pickwick; tras este hecho Dickens escribiría innumerables artículos periodísticos, cuentos y novelas (Ackroyd 102). Debido a que sus escritos gozaron de gran popularidad en su época, Charles Dickens dedicó gran parte de su tiempo a realizar giras por Inglaterra y Estados Unidos en las que hacía lecturas públicas de sus obras.
La obra literaria de Dickens se mueve generalmente en un detallado escenario realista, en ella se hace una descripción y una crítica de la sociedad de su tiempo y los personajes que retrata provienen de sus distintas capas sociales. Sin embargo, en estas novelas los narradores no se limitan a relatar los hechos sino que también parodian diversas situaciones, condenan a algunos personajes mientras que exaltan a otros e interpelan constantemente a sus lectores: «Scrooge poniéndose en pie de un salto y quedándose en actitud casi inclinada, encontrose frente a frente con el sobrenatural visitante que las descorriera tan cerca de él como yo lo estoy ahora de vosotros, y, como en espíritu, me hallo a vuestro lado» (Canción de navidad 44). Canción de navidad, publicada en 1843, es una novela corta y quizás una de las obras más conocidas de Dickens, hace parte de un conjunto de historias que tienen como tema central la navidad. Su estilo se separa del realismo habitual de Dickens y lo acerca más a una fábula infantil en la que los personajes, en este caso un viejo amargado y avaro, atraviesan por una serie de situaciones que los llevan a aprender una moraleja.
El protagonista de esta historia, Ebenezer Scrooge, es un viejo solitario y amargado que administra un despacho comercial, si bien tiene un buen medio de subsistencia, él maneja su vida de forma bastante austera. Sus relaciones personales se limitan al aspecto meramente comercial, por ello no se habla casi con su sobrino y no se relaciona con su empleado. Su carácter egoísta se revela en especial en un momento en el que dos hombres entran a su despacho para solicitarle una donación para los más pobres:
—No dudamos que su generosidad [liberality] estará bien representada por su socio superviviente —repuso el caballero presentando sus credenciales.
Y lo estaba en efecto, pues, habían sido dos espíritus gemelos al oír la ominosa palabra «generosidad» [liberality], Scrooge frunció el ceño. (Canción de navidad 18).
Ante la solicitud de estos caballeros, Scrooge comienza a nombrar una serie de instituciones como las Casas de Misericordia de la Unión o las cárceles, con las cuales contribuye mediante sus impuestos y, posteriormente, se niega a colaborar en la causa de los caballeros. De esta forma se puede ver cómo Scrooge es una persona que se limita a cumplir con su deber, aporta a los organismos estatales por obligación pero no colabora voluntariamente con causas nobles que ayuden a los más necesitados. Así, se podría ver cierta crítica por parte de Dickens a esa «solidaridad moderna» de la que habla de Lucas, la cual pese a que ayuda a los pobres no por ello logra eliminar ese instinto egoísta. La postura de Dickens sería entonces más cercana a la «solidaridad de los antiguos», a esa generosidad cristiana que se hace patente sobre todo en la navidad, una fecha que en el siglo XIX empezaba a cobrar gran significación para la sociedad victoriana y que el mismo Dickens logró convertir en esa gran celebración que hoy conocemos (Rowell). ¿Quiere decir esto que es necesario para Dickens volver a la «solidaridad de los antiguos» y dejar de lado la de los modernos? ¿Por qué razón transmite este mensaje por medio de una fábula?
En 1853 Dickens publicó en un periódico «Frauds on the Fairies», un texto en el que critica a los autores ingleses de su tiempo que se han encargado de modificar algunas historias infantiles para introducir mensajes que defienden el libre comercio o que transmiten mensajes explícitos contra el alcoholismo. Una razón, entre otras, por la que Dickens se opone a la introducción de estos mensajes es porque aquello que ha hecho que estas historias cautiven a los niños y que sigan encantando a los adultos es su simplicidad e inocencia, medio por el cual los lectores han tenido la posibilidad de aprehender una gran cantidad de gentileza y misericordia. La otra razón por la que Dickens se opone a la alteración de estos textos es porque «en una época utilitaria, sobre todas las demás, es un asunto de gran importancia que los cuentos infantiles sean respetados (…) Para preservarlos en su inutilidad deben ser preservados en su simplicidad, pureza e inocente extravagancia» (Frauds on the Fairies) [2].
La fábula infantil, según Dickens, no debe ser un medio para transmitir normas rígidas de conducta, por el contrario, ésta nos aleja del ajetreo cotidiano y nos otorga un instante de tranquilidad, su utilidad quizás no es muy obvia en la vida práctica pero aun así nos ayuda a formar nuestros sentimientos, nos muestra lo que es la generosidad, la gentileza y lo fea que es la avaricia. Es así como se hace patente que la apuesta de Dickens en Canción de Navidad es la de formar los sentimientos de solidaridad en sus lectores, despertar en ellos una preocupación por el prójimo que vaya más allá de sus simples deberes. Este sentimiento es más fuerte y mueve más a la acción en una época de gran significado para el mundo cristiano como es la navidad, en la que los hombres se reconocen por un instante como hermanos; sin embargo, como lo propone Dickens, es una actividad que se debería desarrollar no sólo por una temporada sino en la vida diaria. Para lograr esto, nos muestra cómo el viejo y amargado Scrooge, aquel que encarna el egoísmo capitalista y el utilitarismo moral, transforma lentamente su comportamiento a través de su encuentro con tres fantasmas que le muestran su pasado, su presente y su futuro.
En el momento en que Dickens escribió su obra, se estaba dando en Inglaterra el auge del capitalismo, el crecimiento de las ciudades y la Revolución Industrial. A partir de que la expectativa de vida incrementó drásticamente a fines del siglo XVIII gracias a un avanzado desarrollo de la medicina y mejores políticas de higiene pública, entre otras razones, se generó una gran sobrepoblación en las ciudades que sirvió como mano de obra y la cual era empleada en fábricas con un sueldo reducido y en horarios que en la mayoría de los casos sobrepasaban las diez horas laborales al día (Ashton 11). Las reglamentaciones eran pocas y las condiciones de vida eran deplorables, en las fábricas se empleaban no sólo hombres sino también niños y mujeres en avanzado estado de embarazo, no se contaba con buenas condiciones de higiene en el trabajo ni en el hogar y los empleados tampoco tenían prestaciones. Por estos motivos varias familias resultaron divididas. Entre los jóvenes aprendices se dieron casos de crueldad, descuido y promiscuidad, además de hambre y diversas enfermedades (Ashton 135).
Una presencia constante en la obra de Dickens va a ser precisamente la ciudad, no sólo como un escenario creado por el ser humano y en el que se desarrollan sus actividades sino también como un hecho social. Las ciudades alteran el paisaje, destruyen la naturaleza para dar paso a grandes edificios y calles, pero también cambian el comportamiento de las personas que en ellas habitan. Como lo señala Raymond Williams, a fines de la primera mitad del siglo XIX, Inglaterra fue la primera sociedad predominantemente urbana en la historia de la humanidad (9). De esta forma se transfiguran las relaciones entre el hombre y su entorno. Como lo demuestran las descripciones que hace Dickens en sus obras, el hombre construye y a la vez se desarrolla en un ambiente que le es hostil, que se asemeja a un monstruo que devora cuanto encuentra a su alrededor: nubes de carbón cubren la ciudad, los barrios son focos de miseria y los hombres se convierten en seres desconocidos entre sí. El individuo que se integra en la gran masa de personas de la ciudad pierde conciencia de los demás y pierde conciencia de sí mismo [3].
Paralelo a esto, en ese momento también estaba en auge en Inglaterra una doctrina moral conocida como Utilitarismo, la cual se rige por el principio de la utilidad o de la mayor felicidad: «las acciones son correctas (right) en la medida en que tienden a promover la felicidad, incorrectas (wrong) en cuanto tienden a producir lo contrario a la felicidad. Por felicidad se entiende el placer y la ausencia de dolor; por infelicidad el dolor y la falta de placer» (Mill 46). Si bien esta moral se rige por un principio que busca el bienestar de una comunidad, o de la mayor parte de ella, pronto se puede ver que al recaer el juicio moral sobre las acciones, se deja de lado los caracteres de las personas. No importa cuáles sean las intenciones de una persona a la hora de realizar una acción, lo que importa son los resultados, los cuales se juzgan mediante un frio cálculo en el que no intervienen los propósitos de los individuos.
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