PERSONALIDAD TIPO «H»
Por Ana María González O.*
Después de cinco años y medio, logré terminar mi doctorado en inmunología y virología y era hora de conseguir el primer trabajo de mi vida a los 31 años. Una de mis entrevistas de trabajo fue en la Clínica St. Judes en Menfis, Tennessee que investiga curas para cáncer en niños. Me dieron el trabajo y cuando me preguntaron cuándo quería empezar, yo les dije que tenía una entrevista más en la escuela de Medicina de Harvard en Boston. Lo primero que me dijeron fue «¿Harvard? No se puede trabajar allá sin sufrir un infarto al miocardio en el primer año, ¡la competencia es brutal! Es mejor acá en St. Judes por que entre todos nos ayudamos».
Diez meses después estaba empezando mi posdoctorado en un laboratorio que estudia SIDA en Harvard. No lo pude evitar, trabajar con los científicos más inteligentes del planeta era lo que había soñado toda mi vida. Siempre supe que era competitiva: me gusta ganar, ser la número uno y rodearme de las personas más inteligentes para lograrlo. Una experiencia tan graciosa como humillante me lo reiteró.
Solicité una práctica rural de dermatología en Bogotá que al parecer era muy competitiva. A la entrevista final para uno de los puestos llegamos unas quince personas. Nos dividieron por universidades: los de la Javeriana en un grupo, los de la Nacional en otro, los del Bosque en otro más, etc. Yo estaba con la Javeriana y éramos sólo dos. Nos pusieron a jugar un tipo de juego a la manera de «pictionary» donde teníamos la posibilidad de quedarnos con los puntos que ganábamos o repartirlos entre todos los grupos. Nosotros no le regalamos puntos a nadie, a diferencia de los de la Nacional que repartieron sus puntos a diestra y siniestra.
Al final los de la Javeriana teníamos más puntos y creímos que habíamos ganado. Luego nos explicaron que ganaba el que fuera más generoso con sus puntos. La «repartición de los puntos» era un buen signo de trabajo en grupo. Alguien de la Nacional se quedó con el puesto.
Mi experiencia en Harvard ha sido enriquecedora, pero no necesariamente por los científicos brillantes con los que pensaba que iba a interactuar. A las malas entendí que en Harvard no necesariamente trabajan las personas más inteligentes pero sí las más ambiciosas, y esas dos características no siempre van de la mano. El típico científico en Harvard tiene personalidad tipo A, hace ejercicio todos los días, es adicto al trabajo y tiene un «hobbie» como por ejemplo, tocar viola para la filarmónica de Nueva Inglaterra.
Todos comen bien y están en forma y eso explica que a la hora del almuerzo la fila de la barra de ensaladas en la cafetería sea más larga que la fila de la sección donde se hacen las pizzas. La llamo la personalidad tipo «H» que tiene muchas cosas extraordinarias pero al mismo tiempo trae muchas enemistades.
He oído y he sido testigo de varios casos donde los científicos literalmente tienen que poner bajo llave sus notas por temor a que alguien «las tome prestadas». La persona con personalidad tipo H hace lo que sea por sobresalir.
Mi experiencia con este tipo de personalidad fue seis meses después de haber empezado el postdoctorado. Tenía que inocular unos ratones de laboratorio con una muestra de un virus de viruela que fue genéticamente modificado para poner de manifiesto una proteína de VIH. Este virus es muy parecido al virus que se usa actualmente en la vacuna de viruela, una de las enfermedades eruptivas más graves y mortales. Alguien infectado presenta múltiples vesículas, «ronchas», en la piel diseminadas por todo el cuerpo y la vacuna produce una vesícula típica en el sitio de la inyección.
Yo necesitaba ayuda con las inoculaciones de los ratones y un colega del postdoctorado aceptó asistirme en la tarea. Él era el típico personaje de Harvard que no sólo es muy ambicioso sino que también siempre está de afán. Empezamos la inoculación de los ratones usando una jeringa cargada con una solución altamente concentrada de virus de viruela.
Yo me tomaba mi tiempo por que además de que odio a los ratones (así sean blancos y chiquitos), me moría del miedo de que me mordieran. Mi colega, desesperado con mi lentitud, quería mostrarme cómo hacerlo más rápido: Cogió la jeringa con la que ya habíamos inyectado varios ratoncitos y me dijo: «Mira, tienes que hacerlo así». Movió su mano con la jeringa entre los dedos índice y pulgar y accidentalmente la aguja atravesó mi guante de látex y se clavó en mi piel.
Yo me quedé congelada, lo miré y le dije que teníamos que notificarlo. Él me dijo: «Tranquila… esto me ha pasado muchas veces y nunca lo he notificado». Yo lo miré sorprendida, cogí mis cosas y me fui a urgencias, de donde poco después me mandaron a mi casa como si nada hubiera pasado. Y sí, mi colega me acompañó, pero cinco días después se fue a una universidad en el Medio Oriente donde había aceptado una posición como profesor.
Al día siguiente recibí una llamada del Centro de Control y Prevención de Enfermedades en Atlanta y del Departamento de Salud de Massachusetts, notificándome que empezaba un periodo de cuarentena debido al accidente. La razón de la cuarentena era evitar que infectara a otras personas susceptibles como niños y embarazadas. Como la inoculación había sido en la mano, el riesgo de diseminación del virus era mayor.
Y la cuarentena fue completamente literal. Los primeros días estuve encerrada en casa, y algunos amigos llamaban pero era difícil convencerlos de que era seguro venir a visitarme. Después de la primera semana empecé a recibir visitas cortas. Todas las mañanas tenía que envolver mi mano en gasa, y repetir la operación varias veces al día cada vez que tenía que lavarme las manos.
Después de mes y medio pude volver a trabajar y nunca más volví a saber de mi apreciado colega. Tengo una cicatriz en forma de rayo en la mano y cada vez que la miro pienso que del afán no queda más que un largo descanso forzoso, diez libras más de peso que, tiempo después, sigo tratando de bajar y muchos recuerdos estresantes.
Pero a pesar de mis colegas con personalidad tipo H, hay muchas ventajas de trabajar en Harvard. Una de las mayores es tener acceso a información y noticias científicas antes de que sean publicadas. Todos los viernes los postdoctorandos del laboratorio nos reunimos a compartir los avances de nuestro proyecto individual, pero a veces mi jefe se toma la palabra y nos cuenta las «noticias del día». Un día en septiembre del 2007, él nos dio una noticia que nos sorprendió a todos en la reunión y posteriormente a toda la comunidad científica.
Una vacuna para VIH fue fabricada por la farmacéutica Merck y se encontraba en fase II de prueba clínica en África y fase I en varios países de Norte y Sur América, Australia y el Caribe e incluía 3000 voluntarios.
La vacuna fue construida con un Adenovirus que en su forma natural produce un resfriado común en humanos, modificado en este caso para poner de manifiesto tres importantes proteínas de VIH. La población fue separada entre quienes habían tenido ese tipo de resfrío, y habían desarrollado anticuerpos para el Adenovirus naturalmente, y los que no. La teoría era que haber desarrollado esos anticuerpos iba a bloquear cualquier efecto de la vacuna.
El estudio se interrumpió cuando los resultados mostraron que los anticuerpos previos, a diferencia de bloquear la vacuna, hicieron a esos pacientes más susceptibles a contraer VIH. Los científicos encargados tuvieron que explicarles a los vacunados que tenían que cuidarse más que la población general por que eran más propensos a infectarse.
Nuestro jefe luego nos contó que parecía que en la población de vacunados que sufrieron el resfrío original había por azar más individuos no circuncidados. La circuncisión parece proteger contra la infección por VIH y las razones por las cuales individuos no circuncidados son más propensos a la infección por VIH no son del todo claras.
Sabiendo esto de antemano nadie en nuestro laboratorio iba a gastar su energía y tiempo estudiando el «efecto» de la vacuna de VIH en los voluntarios con anticuerpos previos para Adenovirus.
Muchos de los profesores que trabajan en Harvard tienen mucho poder o trabajan directamente con la máxima fuente de poder del país, el gobierno. Mi jefe por ejemplo, trabaja con el Instituto Nacional de Salud (National Institutes of Health-NIH) y conoce a mucha gente poderosa que frecuentemente visita nuestro laboratorio. Una ventaja más de trabajar en Harvard es tener ese tipo de contactos.
Aun más interesante que conocer a «los poderosos», es saber las historias detrás de las decisiones tomadas por ellos. La historia de la última vacuna contra el SIDA estudiada es un buen ejemplo. Mi jefe nos contó esta historia en una de las reuniones de los viernes cuando se tomó la palabra. Esta vacuna a diferencia de la de Merck, consistió en una dosis de virus de viruela de canario (Canarypox) modificada para expresar una proteína de VIH, seguida por dos dosis de proteínas provenientes del virus.
Varios laboratorios, incluyendo el mío, habían probado previamente que estas vacunas individualmente no generaban ningún tipo de inmunidad contra VIH en animales. No existía ninguna razón para pensar que ambas vacunas combinadas iban a inducir algún tipo de efecto.
El gobierno de Estados Unidos se había comprometido a financiar una vacuna de VIH en Tailandia. Al momento de empezar el estudio no existían vacunas candidatas para escoger y el Canarypox recombinante y la proteína de VIH purificada eran las únicas opciones. Los científicos del NIH sabían que estas dos vacunas no generaban ningún tipo de inmunidad. Sin embargo, por órdenes directas del gobierno, tuvieron que producir la vacuna e iniciar el estudio.
Los resultados fueron anunciados en septiembre de 2009 y se logró un 31.2% de protección. La noticia de la protección conferida por la vacuna fue publicada como algo positivo en muchos medios. La población de tailandeses vacunados se considera de bajo riesgo. Esto sumado al antecedente de la falta de protección por la vacuna, hace que la mayoría de los científicos pensemos que los resultados son negativos. En otras palabras, los científicos estamos seguros que si esta vacuna se estudia en una población de alto riesgo, la protección va a ser nula.
No quiero juzgar el hecho que el resultado de la protección de la vacuna fuera publicado como positivo. Sin embargo, el gobierno y los científicos tienen muchas razones para permitir que la noticia se exprese positivamente. El gobierno no quiere mostrar que todo el esfuerzo y dinero invertidos se perdieron. Los científicos se quieren salvar de la insolvencia pues muchas instituciones que donan dinero para encontrar curas contra SIDA, empezaron a dudar que una vacuna pudiera ser construida. Con esta noticia «positiva» sobre la reciente vacuna, estos grupos siguieron donando dinero.
Esta historia me demostró una vez más que no importa qué tan inteligente y poderoso sea un individuo, sigue siendo humano y susceptible de equivocarse. Además, el poder sumado con la ambición y la ansiedad de cumplir metas, frecuentemente lleva a cometer errores. Sabiendo esto de antemano, siempre trato que mi respuesta a un resultado o noticia no sea: «ellos saben lo que hacen».
Todos los días me pregunto si tengo personalidad tipo «H» pues no es coincidencia que haya escogido trabajar en Harvard. No es que sea totalmente malo tenerla, de hecho he aprendido muchas cosas de este tipo de personalidad. Por ejemplo, gracias a la personalidad tipo «H», trato de ser más crítica, pensar con cabeza fría y con menos emociones. Sobretodo me esfuerzo a aceptar los hechos tal y como son. Creo que al seguir estos patrones de conducta cometo menos errores, aprendo más y me desilusiono menos.
Sin embargo me preocupa llegar a ser tan ambiciosa que no me importe cómo lograr lo que me propongo. Espero poder controlarme y hacer lo correcto en el momento indicado. De una cosa estoy segura, hay ambiciones buenas y malas, y siempre soy la primera en la fila de la barra de las ensaladas para poder escoger las mejores verduras.
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* Ana María González O. es médica Colombiana. Actualmente trabaja en investigación en la escuela de Medicina de Harvard. Su laboratorio estudia el virus del SIDA, su mecanismo de replicación e infección, la respuesta inmune en humanos y simios macacos y también desarrolla vacunas contra SIDA y tuberculosis. Ana María tiene un doctorado de la Ohio State University en Inmunología y virología en el área de Rotavirus, la causa más importante de diarrea severa y mortalidad en países en desarrollo. Tiene 17 artículos publicados en revistas internacionales y dos capítulos de libros en inmunidad de mucosas. Vive actualmente en Brookline, Massachussetts.
Quiero darte las gracias por tu escrito, y al mismo tiempo te las quiero dar por el maravilloso trabajo que estás haciendo. Los esfuerzos intelectuales, tanto individuales como colectivos no son en vano, y estoy seguro que los científicos lograrán encontrar una forma de curar el VIH, diseñar una vacuna contra ello o, por lo menos, mejorar un tanto las difíciles y tristes condiciones de salud que se perciben en la mayoría de los enfermos de VIH, especialmente en las fases terminales. Para mí es bien difícil indagar ese asunto, no solo por la dificultad inherente en entender los mecanismos del VIH, más por el hecho que soy muy sensible ante las necesidades del otro, y debe sentirse una gran impotencia al no poder hacer nada por un paciente terminal de VIH. Es bueno reflexionar sobre esa necesidad que posee ese paciente, no sobre la base de medicamentos o tratamientos, sino de comprensión, no juzgamiento, especialmente inclusión, o en muchos de los casos necesidades de cariño, afecto, acompañamiento. Eso no es menester de un médico, claro está para todos, pero es una realidad que debe tenerse presente por el solo hecho que el otro es un humano, infelizmente sufriente de VIH, sin distinguir contracción por transfusión, prostitución, nacimiento con madre doliente de VIH, homosexualidad, u otra situación. Es ahí donde esa Personalidad Tipo «H» no deberá desequilibrar el sentido de compasión, sensibilidad, comprensión, y que, al final, esa H, de ese Harvard rico en conocimiento, tradición y reconocimiento propenda para una H rica en honestidad, humanización, humildad, y que como decía anteriormente, fluya intuitivamente desde lo individual para luego ser colectivamente manifestado. En este momento soy Doctorando de un asocio entre las Universidades de Sao Paulo (la mejor de latinoamerica) y Ohio State University (una de las mejores del mundo) en biología Molecular. Tu escrito no lo olvidaré nunca (ya que me identifiqué con muchas de las cosas que escribes) así como no olvido ese compromiso antes de dejar Colombia de no perder la sensibilidad por las necesidades del otro y de la sociedad, sin dejar la suscitada «competitividad» que conlleva al progreso, la prosperidad, el avance, el desarrollo de conocimiento y superación personal. Posiblemente también tenga esa mencionada «Personalidad H», pero a final, lo queda es, independiente de la personalidad de cada persona, enriquecernos con las diferencias que nos construyen como individuos, e intentar utilizarla para ayudar a los otros, realzando sus dignidades!. Me gustaría algún día tener el placer de conocerte, darte las gracias personalmente por el escrito y tener un buen «bate-papo» científico, como dicen los brasileros. Mucho ánimo en fortalecer esa personalidad H, cargándola sólo de cosas buenas. Las demás creo que no importarían.. las podríamos dejar recesivas, como aquellos genes que no se expresan (pero pues tienen alguna funcionalidad que no sabemos).
Ana María, espero puedas leer mis
Me encantó el articulo. Me divertí mientras lo leía y al final supe en que va la vacuna del VIH e identifique mi tipo de personalidad.
Me parece muy interesasnte el artículo porque normalmente las personas del común no tenemos acceso a los detalles y aconteciemientos durante el desarrollo de los diferentes descubrimientos que algúun día serán trascendentales para la humanidad.
Además utiliza un lenguaje sencillo y ameno.