Cine de Cartelera Cronopio

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TIM BURTON Y GUY RITCHIE: EL EXQUISITO CINE DE AUTOR

Por Enrique Uribe-Jonglbloed*

Dos películas que recientemente han pasado por cartelera, y que quizá deambulan aún por ella en estos días, son una muestra que el cine de autor sigue existiendo y el toque especial de cada director no se ha dejado diluir por la maquinaria industrial del cine prefabricado. Las dos películas tratan temas completamente distintos en términos de género cinematográfico, y sus directores no son para nada equiparables en cuanto a estilo, pero tienen curiosamente muchas cosas en común.

Ambas son adaptaciones de libros escritos en la Inglaterra victoriana, ambas han sido adaptadas en repetidas ocasiones tanto para el cine como para la televisión, ambas tienen, por eso mismo, todo un bagaje visual y literario que casi todos los espectadores cargamos con nosotros a esa estación, al otro universo que llamamos cine; ambas, fuera de esto, inician con secuencias de imágenes de Londres, con su neblina, y el punzante techo del Big Ben. La época que representan no es sólo un momento histórico, sino un necesario referente de nuestra cultura audiovisual. Una es una hermosa poesía a la locura, a los sueños, a lo imposible; la otra, es una prosa académica, racional y concluyente. En una, los sueños y las fantasías ayudan a entender la realidad, incómoda y anodina; en la otra, la razón triunfa sobre la superchería y el miedo a lo inexplicable.

Ya para este momento debe estar claro a qué películas me refiero: ‘Alicia en el País de las Maravillas’ (Alice in Wonderland), dirigida por Tim Burton, y ‘Sherlock Holmes’, dirigida por Guy Ritchie. En ambos casos, las referencias literarias y audiovisuales son tan extensas que ni siquiera vale la pena comenzar a mencionarlas. Sólo directores con el reconocimiento que tienen estos dos se atreven a tomar una historia que ya ha sido contada con tan buena fortuna en el pasado y se arriesgan a tratar de crear un nuevo imaginario.

No es nada novedoso para Burton, quien ya se había lanzado al agua en la segunda versión audiovisual de ‘Batman’ y ‘Pee Wee’s greatest adventure’; (la primera versión siendo un programa de televisión en ambos casos), ‘Sleepy Hollow: La leyenda del Jinete sin Cabeza’ (que fue una animación de Disney) y en los «remake» de ‘Charlie y la fábrica de chocolates’ (que fue antes presentada como ‘Willy Wonka y la fábrica de chocolates’) y ‘El planeta de los simios’ (Planet of the apes); aunque sí lo es para Ritchie, quien hasta ahora era reconocido por sus obras originales ‘Snatch: Cerdos y Diamantes’ y ‘Lock, Stock and Two Smoking Barrels’.

Burton es un veterano del séptimo arte. Sus inevitables sellos cinematográficos están claramente presentes en esta versión de ‘Alicia en el país de las Maravillas’: tenemos al personaje demencial, casi siempre representado por Johnny Depp —Ed Wood, Edward Manos de Tijera, Sweeny Todd, Willy Wonka—  y en esta ocasión no podía ser otro que el sombrerero loco (The Mad Hatter); los árboles curiosamente retorcidos que abundan en la maqueta de ‘Beetlejuice’, el zoológico de ‘Batman Regresa’ (Batman Returns), las explanadas de ‘El cadáver de la novia’ (Corpse Bride) y el lugar donde yace ‘El Jinete sin Cabeza’; los paisajes alegres recuerdan los jardines llenos de flores en ‘Pez Gordo’ (Big Fish) y las imágenes desoladoras, ese mundo del más allá en ‘Beetlejuice’; la música fue compuesta por Danny Elfman, como en casi todas sus obras, y tiene esa mezcla de jovialidad lúgubre y maravilla oscura que las caracteriza; la escenografía llena de diagonales que evocan el expresionismo alemán inundan sus encuadres; y finalmente, los movimientos de la Reina Blanca nos recuerdan, claramente, el ondulado caminar de Vampira en ‘Ed Wood’ y de el extraterrestre disfrazado en ‘Mars Attacks’.

Todo esto junto asegura que los seguidores de Burton encuentran fácilmente su firma durante toda la obra. Sin embargo, y como es el caso de todas sus revisiones y reconstrucciones visuales, es el exceso de cercanía con su pasado lo que diluye el valor de su creatividad. El poderoso valor de sus mejores obras está en que se desprenden totalmente de narraciones tradicionales, como lo logró en ‘Beetlejuice’, ‘Edward Manos de Tijera’ y ‘Pez Grande’; por otra parte, sus reconstrucciones de obras previas son mucho más atractivas cuando están dominadas por una reinvención de los personajes y un regodeo en los artilugios mecánicos, como ocurre con ‘El jinete sin cabeza’ y ‘Charlie y la fábrica de chocolates’.

Lastimosamente, en el caso de ‘Alicia en el país de las Maravillas’ el peso del valor audiovisual impuesto por Disney evidencia su obligación a mantenerse en unos márgenes que le son muy ajenos. Es difícil no recordar los personajes de esa versión animada conforme se desarrolla la película, y sentirse curiosamente dominados por esas previas versiones. Todos tenemos una imagen del Gato, del Conejo Blanco, e incluso del Sombrerero Loco. Este último, muy bien interpretado por Depp, es sin embargo una especie de payaso visual. Sus cambiantes ojos son una adición maravillosa, pero el resto de su concepción desde el maquillaje hasta el vestuario, constituyen un error profundo.

Es muy difícil desprenderse de esas imágenes que acompañaron nuestra niñez y parte de nuestra edad adulta. La omnipresencia de Disney, gústenos o no, nos ha acostumbrado a una forma de ver a Alicia y a todo su séquito. Por doloroso que sea aceptarlo, las obras de los hermanos Grimm, de Hans Christian Andersen, incluso de Charles Perrault, y en este caso específico, de Lewis Carroll, han sido instituidas muy a nuestro pesar. Burton no se atrevió a ir más allá y replantear todo el mundo —que era lo que esperábamos sus admiradores— y lastimosamente sucumbió ante el bagaje cultural, o quizá la exigencia de producción, de Disney.

Por otra parte, Ritchie se atreve a reconstruir al detective por excelencia: Sherlock Holmes. Al mismo tiempo también dibuja un nuevo Watson. Ambos son mucho más activos y violentos que en previas versiones y combinan sus habilidades deductivas con un conocimiento en artes marciales. Pero en donde Burton se queda corto, parece que Ritchie lo logra. No sólo se sobrepone a esa imagen clásica de Holmes: rostro alargado, mentón pronunciado, larga y gruesa pipa curvilínea, un malavenido sombrero de sabueso y su reconocible gabardina.

A este nuevo Sherlock no sólo le sobra lógica y raciocinio, las características plenas del bien amado personaje, sino que también lo endulzan los cortes rápidos y las imágenes aceleradas y ralentizadas con voz superpuesta, que tanto agradan a Ritchie. Lo curioso es que este nuevo estilo le va muy bien, y este Watson, un tanto más activo pero igualmente secundario que su predecesor, parece un mejor compañero que aquel viejo preguntón y distraído que lo hubiese perseguido anteriormente. Este Sherlock está, como dice su frase promocional en inglés en un juego de palabras “En casa (Holmes) por las vacaciones”.

Sin embargo, el atrevimiento de reconstruir un personaje tan famoso y alterar su imagen más familiar no es algo que llegue fácilmente a un público de aficionados. La visión de Ritchie ha recibido elogios e insultos, y por ello se queda en ese limbo de ‘entre gustos no hay disgustos’ que tiende a tomarse las películas inconsecuentes de incluso los mejores directores. Si no les parece, hagan la comparación de esa imagen de Robert Downey Jr con la de la estatua en honor a Sir Arthur Conan Doyle que se encuentra a pocos metros de la salida del subterráneo en la calle Bond, en Londres, donde este ficticio detective tuviera su oficina.

Ninguno de los dos decepciona a sus seguidores, ni tampoco hace sufrir al público general. Pero tampoco logran convencer del todo, y no logran crear de tajo una nueva iconografía. No obstante la excelente caracterización de Depp en ‘Alicia’ y de Downey Jr. y Law en ‘Sherlock’, así como la belleza de la caracterización sonora del Gato, hecha por Stephen Fry en la versión original en inglés. Así las cosas, estos directores que plasman su rúbrica sobre el telón logran apartarse de versiones anteriores y se quedan en eso, en ser simplemente diferentes.

Coincidentemente a estas obras de realizadores con culto propio, jóvenes directores se hacen a la Internet para recrear personajes e historias no desarrolladas pero que encajan dentro de la mitología construida por sus ídolos literarios y cinematográficos. En este caso vale la pena rescatar uno de ellos en particular: ‘Nacido de esperanza’ (www.bornofhope.com). No sólo es esta obra una excelente adición a la trilogía de «El Señor de los Anillos», y un esplendoroso abrebocas a «El Hobbit» —que continúa en producción— sino que además es una muestra clara de que los jóvenes realizadores reconocen las posibilidades de la Internet y se atreven a ser aplastados por maquinarias de derechos de autor mientras preparan con una calidad y detalle impresionante, obras audiovisuales que hacen tributo a otros realizadores y que demuestran que un bajo presupuesto no es excusa para un mal producto.

Kate Madison, la directora de esta curiosa «precuela» a la reconocida trilogía dirigida por Peter Jackson y basada en los libros de J.R.R. Tolkien, logra brindar una historia creíble, interesante y visualmente sorprendente. Tal como lo plantea J.J. Abrams, el creador de ‘Lost’ y director de la más reciente entrega de ‘Star Trek’, en la serie de conferencias TED —disponibles en www.ted.com— con las capacidades de edición y de pos–producción de efectos especiales disponibles hoy en día al aficionado promedio, no es sorprendente que sean ellos quienes se conviertan en los autores de referencia a futuro.

En el caso de Madison, este parece ser el paso seguro a dar. Una de estas obras es una excelente carta de presentación. Además, demuestra que el futuro del cine también está en la participación de los aficionados y de la audiencia en el producto final. Traductores voluntarios colaboraron con los subtítulos que se pueden apreciar en la obra, y muchas personas se vincularon y apoyaron el proyecto durante su elaboración. De este modo no sólo el producto se difunde de mejor manera, sino que se convierte en una creación colectiva que nos recuerda la visión de cine que tenía uno de sus grandes directores, Fellini, quien al terminar ‘Ocho y medio’ hace desfilar a todo su equipo de producción recordándonos que el director, por más que pone la firma clara en la obra, es simplemente el líder de la orquesta, no su único integrante.
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* Enrique Uribe Jongbloed es realizador de cine y televisión de la Universidad Nacional de Colombia, candidato a doctor en el Departamento de Estudios de Teatro, Cine y Televisión de la Universidad de Aberystwyth en Gales, Reino Unido. Es profesor auxiliar de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de La Sabana. Su blog: www.3dpelicula.blogspot.com.

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