EL OSCAR, COMO SIEMPRE
Por Eduardo Espina*
¿Qué película ganó el Oscar el año pasado? ¿Y dos años atrás? ¿Y en 2011? Ganaron Argo, El Artista y El discurso del rey, respectivamente. Y si seguimos yendo para atrás encontramos Vivir al límite, ¿Quién quiere ser millonario?, Sin lugar para los débiles, Los infiltrados, Vidas cruzadas, Million Dollar Baby, El Señor de los Anillos: el retorno del Rey, Chicago, Una mente brillante, Gladiador, Belleza americana, Shakespeare apasionado, Titanic, El paciente inglés, Corazón valiente, etc., etc. Hay que remontarse a 1976 para encontrar en la copiosa lista una película realmente memorable, pues ese año ganó Atrapado sin salida, y tres años antes El Padrino, y previamente Perdidos en la noche. Clásicos. Y si seguimos, encontraremos alguna que otra excepción por el estilo, cuya posteridad no depende de haber ganado o no el Oscar.
Este año, nuevamente, después de 85 ediciones y 2.859 estatuillas entregadas desde el comienzo del premio, la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood volvió a demostrar que lo suyo no es distinguir ni premiar películas excepcionales, llamadas a transformarse en clásicos con el paso del tiempo. La democracia de opiniones pocas veces está al servicio de consagrar los grandes logros estéticos. Por eso los votantes, de entre 289 películas elegibles para competir, confeccionaron una lista de las supuestas diez mejores (seis de las cuales están basadas o inspiradas en hechos reales). Es una lista llena de altibajos, con más bajos que altos, en la cual se destacan filmes con buena manufactura técnica y destacadas interpretaciones, pero poco más que eso. La envoltura es mejor que el contenido. En el paquete hay dos que se destacan, ambas con momentos dramáticos sensacionales, de esos tan escasos en el epidérmico cine de hoy, construido con base en superficie, con efectos visuales de rápida disolución. Son: Nebraska (el gran Alexander Paine no sabe hacer malas películas) y Philomena. Ambas están en otro nivel y por eso mismo carecen de posibilidades de ganar.
La Academia, siempre tan corta en materia de exigencias, cree que ya hizo un acto de justicia incluyéndolas entre las finalistas. En un segundo plano, en cuanto a intenciones y logros conseguidos, cabe situar a Escándalo americano, Dallas Buyers Club y Ella. Con todas las películas del celebrado David O. Russell (Tres reyes, El ganador, El lado luminoso de la vida) me pasa lo mismo: las encuentro monótonas, pretenciosas y carentes de esa generosidad emocional que deben tener los filmes llamados a perdurar, aquellos que saben combinar inteligencia con emociones en la medida justa como para mantenerse lejos, tanto de lo vacuo como del sentimentalismo más elemental. Resulta difícil entender la presencia entre los postulados de filmes previsibles y efectistas de engañosa manera, como Capitán Phillips, la sobrevaluada Gravedad (con 91 minutos, la de más corta duración entre las nominadas), la agotadora (es Casino con sobredosis de histerismo) El lobo de Wall Street (con 179 minutos, la más larga), y 12 años de esclavitud, otra con más ruido que nueces, las cuales conforman el tercer nivel de calidad. Complejas de la piel para afuera. Sin embargo, de este grupo saldrá con toda seguridad la ganadora, pues Gravedad y 12 años de esclavitud son, vaya uno a saber por qué, favoritas para llevarse la estatuilla. Dentro de un año, tal cual ha ocurrido con ganadoras recientes, serán pasto del olvido. A la Academia le ha dado por premiar películas que no fueron hechas para pasar con honores la prueba del tiempo.
La selección es un poco mejor en la categoría Mejor película extranjera, en la cual aparece una obra maestra (al menos eso me pareció cuando la vi por primera vez), la italiana La gran belleza, de Paolo Sorrentino, homenaje explícito al cine de Fellini (no en vano la película tiene a Roma como centro de gravedad), esto es, estamos ante un producto anacrónico para el cine actual y por tanto genial en más de un aspecto, donde el gozo por el placer estético en dimensión renacentista atraviesa el filme de principio a fin, durante los 140 y pico de minutos de duración. Barroca, poética y delirante, orquestada para ser disfrutada por la inteligencia. La gran belleza es como un barco a la deriva, un Titanic que logra atravesar ileso el gran iceberg, sin importar cuál sea el destino, pues aquí lo trascendente, lo verdaderamente trascedente como en la filosofía de Confucio, es el viaje, la travesía a través de una forma de transformar la realidad. No en vano, Sorrentino acentúa los más mínimos detalles para generar un organismo visual que late con la lentitud propia de las obras barrocas, manieristas, esas que carecen de propósito por tener muchos y ninguno a la vez.
A pesar de su esplendor cinematográfico, La gran belleza no es una fija para llevarse el premio pues la película danesa La caza ha sido un éxito de crítica y taquilla, y eso cuenta mucho a la hora de emitir el voto, algo que ya se vio con La vida es bella, que fue nominada tras encontrar gran eco en el público estadounidense. Esperaba más de La caza, la cual tiene momentos dramáticos extraordinarios, los cuales, sin embargo, no logran sostenerse en los últimos diez minutos, como si el director no hubiera sabido cómo terminar la historia. Con The Broken Circle Breakdown (al parecer se llamará Alabama Monroe en el mundo hispano), el cine belga vuelve a los primeros planos internacionales, por más que el filme, con excelente música y actuaciones destacadas, resulta edulcorado, sin la energía dramática capaz de transformar la historia de amor entre un músico y una cantante, con una hija con cáncer de por medio, en algo más que un relato rutinario cuando en principio aspiraba a la representación de cambiantes estados de ánimo, de todo menos rutinarios. Todavía no vi The Missing Picture (Camboya) ni Omar (Palestina), pero no creo, considerando los otros tres filmes postulados, que puedan tener oportunidad.
Uno de los detalles históricos de la presente edición del Oscar lo encontramos en la categoría de Mejor Dirección de Fotografía, pues ninguno de los postulados es de origen estadounidense. La globalización llegó a donde menos se esperaba. Los postulados son Philippe Le Sourd (The Grandmaster) y Bruno Delbonnel (Inside Llewyn Davis), ambos franceses; el mexicano Emmanuel Lubezki (Gravedad); el griego Phedon Papamichael (Nebraska), y el inglés Roger A. Deakins (Prisioneros). Si mi empolvado archivo no se equivoca, es la primera vez que ocurre esto. Para Papamichael y Le Sourd, es la primera nominación; para Delbonel la cuarta; para Lubezki la sexta; y para Deakins, la décimo segunda. Ninguno de ellos hasta ahora ha ganado el premio.
Más allá de los tradicionales errores y olvidos, los Oscar han vuelto para recordarnos que solo el fútbol puede competir con el cine como gran entretenimiento de masas, el único que, lo mismo que el fútbol, nunca pierde vigencia. Los productores de la ceremonia, que será el domingo 2 de marzo, dijeron que habrá novedades en materia audiovisual, buscando con esto que los ratings no se desplomen. Puede que haya novedades, pero algunas cosas, tal cual la presente edición lo destaca, son figurita repetida: Meryl Streep obtuvo su 18ª nominación, y John Williams, uno de los grandes compositores de la historia del cine, ha sido postulado por 49ª vez. Los hechos lo evidencian: hay tradiciones que fueron establecidas para ser mantenidas y esto los votantes de los premios Oscar lo saben mejor que nadie.
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* Eduardo Espina nació en Montevideo, Uruguay. Es autor de una docena de libros de poesía y ensayo. Los más recientes son: El cutis patrio (Mansalva, 2009), poemas; y Las ideas hasta el día de hoy (Planeta, 2013), ensayos. En 2011 ganó la beca Guggenheim de poesía.