Cine de Cartelera Cronopio

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Die welle

LA OLA: EL ARTE DE LA SIMULACIÓN

Por Luis Felipe Valencia Tamayo*

Las aulas de clase suelen ser lugares en los que se práctica la simulación. El profesor simula poseer un conocimiento y unas virtudes superiores a las de sus estudiantes; los estudiantes, no menos arteros, aprenden estrategias y marrullerías para encubrir el dramático hecho de que no se estudia lo suficiente o que solo es necesario hacer uso de la creatividad como condimento malicioso de una educación para un mundo que se presenta trampero y corrupto en la adultez. Y sin embargo, enfrentar la vida tal como es carece siempre de la simulación suficiente para comprender sus absurdas y frecuentes rudezas.

Sin embargo, en medio del crecimiento de todo estudiante y de las decepciones de todo profesor, en el aula de clase la posibilidad de la vida no se aplaza, por más que se insista en postergar las decisiones trascendentales al futuro y acondicionar la juventud a la esperanza de que sus errores y perezas pueden ser enmendados en la madurez. Todo se recobra. No hay acciones que pierdan sus repercusiones, ni lo bueno, ni lo malo. En ese mundo de las simulaciones también se puede ir perdiendo la vida.

La ficción de una hora y cuarenta y cinco minutos de la película alemana Die Welle (Dennis Gansel) insiste una vez más en el hecho de que la simulación trae consigo el intento de engañar la vida mientras ella misma muestra su absurda fuerza de respuesta. Es un combate contra la naturaleza del que ya es fácil advertir quién puede salir derrotado.

El aula de clase del profesor Rainer Wenger (Jünger Vogel) es en la película el escenario de una simulación llevada al extremo, aunque con la verosímil inclinación a que ninguno note que se está llegando al límite. Tal vez esa sea la naturaleza de ciertas simulaciones convertidas en adicciones, que no hay un momento en el que se pueda decir con claridad que se ha perdido la razón. Así lo hace continuamente quien cree domesticar sus impulsos de fin de semana o sus apegos al cigarrillo. Para cada cual, todo marcha bajo control en un terso eslogan de que es para bien.

Sin embargo, la simulación lograda en Die Welle es mucho más sutil. Estudiando las conductas de las sociedades autocráticas y las rígidas formas de mantener a la masa alineada bajo un programa, el profesor Wenger propone a sus estudiantes que todos consientan hacer parte de su experimento y asuman el papel de una sociedad política comprometida con la disciplina, el orden y la cohesión. Advertidos todos de lo que ocurre, sonaría raro que de un momento a otro la inconsciencia pasara a conducir el ejercicio. Y, no obstante, nadie, ni siquiera el profesor, contaba con el hecho de que se estaba tentando la naturaleza humana y sus flaquezas. La soledad del joven con la familia destrozada; la ansiedad del matoncito que renace cada temporada en el colegio; la joven que en el descubrimiento de los placeres de la libido busca agradar; el muchacho para quien su padre solo representaba dinero y no amor; el niño que mira a sus hermanos mayores y  a los adolescentes de los cursos superiores como el gran modelo de su personalidad. Todos se confunden con la misma sociedad, a veces vil y a veces capaz de las más bellas dosis de amor y solidaridad.
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El ejercicio de simulación del profesor fácilmente puede encontrar correlatos en los clásicos ejercicios filosóficos y literarios de cómo somos y qué esperamos políticamente. A la mente llegan las intuiciones de Hobbes, Locke y Rousseau, como las de Golding, Orwell y Huxley. El cine, por supuesto, también ha apuntado un poco de lo mismo en decenas de películas que buscan iluminar la conciencia en periodos de denuestos morales y políticos. Sin embargo, la nota aclaratoria frente a Die Welle es que el experimento realmente se realizó en un aula de clase y que de la anécdota curiosa de un profesor que convierte su aula en una forma simulada de reivindicar una autocracia quedaron los crudos testimonios del desbarajuste radical de la sociedad. Es como si el hecho de haber querido comprender la moraleja nos llevara tristemente a cotejar que, sin importar el siglo en que vivamos y la historia que se haya vivido, el hombre no deja de ser vulnerable a que se haga de él el remedo de un burro, como en el clásico personaje de la Rebelión en la granja.

Creo que, incluso, nuestras fortalezas tecnológicas e informativas, asumidas bajo la égida de quienes en el uso del poder abusan de la manipulación, termina siendo una forma más de permitir que se infiltren, a pesar de los discursos más democráticos, las condiciones más desoladoras de existencia. Y lo más triste, en medio de nuestra inconsciencia y falta de voluntad por comprender cómo terminamos como terminamos. Die Welle pone el dedo en la yaga; acentúa los dolores de una juventud llevada a asumir cualquier impostura simplemente porque es bueno simular tener una familia, miles de amigos, redes sociales y múltiples variaciones de una aparente felicidad que no tarda en desvanecerse. Die Welle es una buena película, te invita a ver el mundo con nueva mirada, o con los ojos críticos necesarios para enfrentar la cotidianidad de nuestros días. Te zarandea buscando que pienses en nuestra juventud aparentemente complacida. Ese es ya, por lo menos, un necesario golpetazo a la indiferencia.

* Luis Felipe Valencia Tamayo (Manizales, Colombia). Escritor y profesor de Literatura y Humanidades en la Universidad de Manizales. Como aficiones y gustos, la literatura, el cine, el periodismo, la filosofía y la música son parte de su vida cotidiana ya sea como lecturas o como motivo para escritos. Ha participado de diferentes eventos y certámenes al respecto, haciendo parte de revistas y antologías hispanoamericanas y colombianas de ensayo y de cuento. Premio de Ensayo Tulio Bayer 2004 (Manigraf – Manizales, Colombia); Premio de Cuento Universidad de Manizales 2006 y 2009 (Universidad de Manizales – Manizales, Colombia); Premio de cuento La Monstrua de literatura fantástica, 2007 (Vavelia – Guadalajara, México); Premio de Ensayo Alenarte, 2008 (Revista Alenarte – Madrid, España). Hace parte de las antologías de relatos  El Camino de los Mitos I  (2007) y de El Camino de los Mitos III (2010) ambos en Ediciones Evohé (Madrid, España). Premio de ensayo universitario La ética en la vida universitaria 2012 (Universidad de Manizales); Premio nacional de cuento ciudad de Barrancabermeja 2012 (Alcaldía de Barrancabermeja); finalista en el IX Certamen internacional de cuento Canal Literatura 2012 (Canal Literatura – Murcia, España); finalista en el Concurso internacional de cuento Palabras Sin Fronteras 2013 (Bruma ediciones – Mendoza, Argentina).

1 COMENTARIO

  1. Fabulosa lectura de esta maravillosa película que nos recuerda el poder de la ficción para desafiar los estándares con que damos forma a lo real. Mis felicitaciones al autor.

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