JUAN MOREIRA, DE LEONARDO FAVIO: EL SPAGETTI WESTERN DEL DIRECTOR QUE CANTABA BALADAS ROMÁNTICAS
Por Juan Manuel Zuluaga Robledo*
Algunos cineastas latinoamericanos produjeron obras de gran calado cinematográfico y de gran fondo intelectual en la década de los 70. Verdaderas joyas del cine arte. Algunas pocas traspasaron fronteras y fueron premiadas en festivales internacionales, mientras eran presentadas sin envidiarle casi nada —en cuanto a lenguaje cinematográfico, guiones y técnica— a grandes obra de la época de autores de talla internacional como Kubrick, Buñuel, Bergman, Kurosawa o Truffaut. En esa época, obras como La Muralla Verde o Espejismo del peruano Armando Robles Godoy, Agarrando pueblo del colombiano Carlos Mayolo, La guerra del cerdo del argentino Leopoldo Torre Nilsson, La última cena o Los sobrevivientes, del cubano Tomás Gutiérrez Alea, tan solo por citar unos ejemplos, lograron traspasar las fronteras nacionales y conquistar a la crítica internacional en certámenes reputados del séptimo arte.
¿Qué pasó con muchas de las obras geniales que se quedaron confinadas en las fronteras de sus países? ¿Quiénes en las generaciones de nuestros padres —aquellos nacidos en América Latina, en la década de los años 50— no recuerdan baladas románticas como La foto del Carnet, o Ding dong, estas cosas del amor? Muchos las habrán tarareado en algunas noches de romanticismo desenfrenado, las habrán dedicado a sus parejas antes de pedirles matrimonio en plenos años 70 y muchas de nuestras madres, de seguro, habrán decorado sus cuartos con afiches de ese ídolo popular que fue Leonardo Favio. Pero, si hiciéramos una encuesta entre ese grupo generacional, y les preguntáramos por películas como «Crónica de un niño solo», «Nazareno Cruz y el lobo», «Soñar, soñar» o «Juan Moreira», no sería complicado encontrar que muchos latinoamericanos, afuera del territorio argentino, las desconozcan o no sepan que detrás de las cámaras de esas obras maestras del cine argentino, se encuentre el mismísimo Leonardo Favio.
Más aún, con el Leonardo Favio cineasta, sucedió lo que experimentaron muchos directores latinoamericanos: sus obras se conocieron en sus países de origen, pero por problemas de distribución, financiación e inclusive por sus posiciones políticas en contravía de los regímenes de facto, no se conocieron en el resto de la región. A Favio, fervoroso militante peronista, no le quedó otro camino que el exilio en medio del terror desatado por Videla y sus macabros asesores y esbirros.
Luego de ser el niño prodigio del cine argentino en los 60, bajo la tutela de Torre Nilsson, mucho después de presentar Crónica de un niño solo —equiparada a los 400 golpes de François Truffaut—, forjador de un cine poético, realista y conciso, tuvo un giro inesperado y criticado con su irrupción en el mercado de las baladas románticas. Ya entrados los años 70, cuando se pensaba que no volvería a dirigir, vuelve a las cámaras con Juan Moreira, una curiosa reflexión sobre el gaucho argentino, un excepcional western criollo, con una innegable influencia de los spaguetti western del maestro Sergio Leone: primerísimos primeros planos, fotografía impecable de los ámbitos rurales, una acción contenida y lenta, generando suspenso en los espectadores, al compás de una música inquietante.
Cinematográficamente impecable, basada en la novela de Eduardo Gutiérrez, con guión del propio Favio en coautoría con su hermano Jorge Zuhair Jury, es una excelente reflexión sobre la figura inmortalizada por José Hernández con su Martín Fierro. Es inclusive hasta el sol de hoy, unas de las películas más taquilleras del cine argentino de todos los tiempos.
De manera hábil, ubicados en pleno siglo XIX, Leonardo Favio retrata la tragedia del gaucho Juan Moreira —interpretado magistralmente por Rodolfo Bebán—, obligado por las circunstancias políticas y económicas, a huir como un fugitivo por toda la inmensa extensión de la pampa. La voz en off del propio Moreira, relata su historia, por medio de los versos, tal como si los lectores leyeran a viva voz el Martín Fierro.
El filme comienza con su entierro, lo cual supone un esfuerzo circular por darle redondez a la historia, esto presupone anagógicamente su trágico final. Luego, Favio detalla la manera como es encarcelado y torturado por el teniente-alcalde, por reclamar una deuda que le debía un terrateniente. Juan Moreira exclama con fuerza y sintetiza en pocas palabras la vida del gaucho: «arriar el ganado de otros, evitar el manoseo de otros».
Cuando es liberado, decide vengarse del gamonal: lo asesina al reclamar lo que le adeuda. Exacerbado por la furia, por la injusticia, decepcionado del sistema corrupto que gobierna los predios de la pampa, este homicidio decidirá su destino, en medio de una espiral de muertes, persecuciones, y rebeliones en contra del establecimiento. Luego de su trasegar como un desterrado, fugitivo, forajido del sistema, abandona a su mujer y su hijo, tal como sucede en la obra maestra de José Hernández.
En medio de los vaivenes políticos en los que se enfrentaron las fuerzas federales de Bartolomé Mitre y las unitarias de Adolso Alsina, Moreira decide integrarse a las huestes unitarias y se suma a las fuerzas políticas del comité de Alsina, en busca del indulto que le evitase volver a la cárcel o ser sometido a la pena de muerte. Engañado y maniatado, tanto por unitarios como por federales, volverá a encarnar el papel de fugitivo, figura mítica en cabeza del gaucho, emblema arquetípico de algunos personajes de los Western: Juan Moreira tiene igual suerte que el Josey Wales encarnado por Clint Eastwood en 1976, o el forajido William Munny en la crepuscular Unforgiven del mismo mítico director-actor, o el mismo sino dramático en algunos personajes de joyas firmadas por John Ford o Howard Hawks. Por lo tanto, en busca de la redención, personajes como Moreira, manipulados por las circunstancias, sujetos a una suerte de determinismo social y político, nunca lograrán redimirse; andarán al garete y tendrán como destino la muerte, la perdición o en el mejor caso, el destierro o la emigración a tierras en las que la ley no se imponga a sus designios. Son los «fuera de la ley» en toda la extensión del término. En su escapatoria eliminará soldados, asesinará al teniente-alcalde corrupto que no medió para cobrar su deuda; en medio de su huida, nunca perderá la fe en Dios, pese al desánimo de su mujer por las figuras religiosas.
Asimismo, en Juan Moreira, Leonardo Favio retrata como telón de fondo, el ambiente rural en el que transcurre la vida de los gauchos, sus peonadas, sus payadas, sus cantos desgarradores a la naturaleza, al campo, al ambiente político, a la familia, a su sistema de vida en la agreste llanura. Al final de su periplo, se comprobará que Juan Moreira nacerá y vivirá libre como el viento, sin el cobijo y el respeto de leyes creadas por una minoría criolla que no representa a la inmensa mayoría empobrecida de la llanura.
Leonardo Favio da cuenta también de las elecciones fraudulentas que tienen lugar en ese periodo de la vida nacional argentina, y de los duelos entre gauchos mientras son arengados por el pueblo.
Juan Moreira es un western sin igual de uno de los baladistas románticos más famosos del siglo XX en América Latina. No hace parte del periodo del western crepuscular contemporáneo, condensado por el maestro Clint Eastwood en la ya citada Unforgiven, o la nueva película de Tommy Lee Jones, The homesman, que cautivó a la critica de Cannes en mayo de 2014, o El asesinato de Jeese James por el cobarde Robert Ford de Andrew Dominik. No obstante, tiene todos los elementos crepusculares del género: un héroe trágico, perseguido por las circunstancias y por sus propios compatriotas, que lo ven como un elemento bárbaro y salvaje al que hay que eliminar por la fuerza, ya que va en contra de la civilización liberal que querían imponer por la fuerza en las grandes pampas.
Ya Juan Bautista Alberdi había expresado en «Bases y puntos de partida para la organización nacional» que «gobernar es poblar». Por eso, personajes como Moreira eran una piedra en el zapato para el sistema. Gracias a las buenas labores de Leonardo Favio, nos llega esta historia crepuscular y decimonónica, olvidada por la historia oficial argentina.
Juan Moreira, dirigida por Leonardo Favio, 1973. Cortesía de Centauro Films. Pulse para ver la película completa:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=-vhojC1iBWM[/youtube]
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* Juan Manuel Zuluaga Robledo es Comunicador Social y Periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana, director de Revista Cronopio, Magíster en Ciencias Políticas de la misma universidad. Magister en Artes y Literatura de la Illinois State University, donde también fue profesor de español. Actualmente es candidato a doctorado en Literatura Latinoamericana en la University of Missouri. En sus tiempos de estudiante de comunicación, disfrutó contando historias de ciudad en el periódico Contexto de la Facultad de Comunicación Social. Fue practicante del periódico El Tiempo en Medellín y trabajó en el periódico Vivir en El Poblado, medios en los que se desempeñó como un forjador de crónicas y entrevistas, géneros narrativos que le encanta practicar en los ratos de ocio, que también incluye uno que otro cuento y reseña de libros, al calor de un buen café y con la inspiración de los Beatles como música ambiental. Lector apasionado de los maestros del Boom latinoamericano, entre ellos: Cortázar, García Márquez, Vargas, Llosa, Onetti y admirador de los forjadores del periodismo literario como Capote y todo aquello que esté inmiscuido en la Generación Perdida Norteamericana. Crónicas de ciudad, artistas, cuentos y reseñas de libros serán sus temas de inspiración en la Revista Cronopio.