Cine de Cartelera Cronopio

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New world contar historias dentro de la mafia

NEW WORLD: CONTAR HISTORIAS DENTRO DE LA MAFIA

Por Luis Felipe Valencia Tamayo*

De las historias de héroes y villanos, de buenos y de malos, de las historias de victimarios y víctimas, de santos y de pecadores, ya no va mucho el cine. Acostumbrados como hemos estado a la clásica discriminación entre unos y otros, sentimos una especie de compensación por los dolores de la humanidad. La frase «Los buenos somos más» es una fórmula para delimitar las áreas en que pueden sentirse algunos bien por no ser parte de los demás. Y sin embargo, el mal coquetea con esa cruel banalidad que ya otras plumas han expuesto con mayor hondura.

El cine coreano de las últimas dos décadas ha desplegado sus alas sobre este elemento. Y de las muchas películas que han salido de aquella península puede decirse que New World es una de las más sólidas al respecto. Nos adentramos en el universo de la mafia y los clanes coreanos para ver lo que hace parte ya de un comportamiento conocido en distintos rincones del mundo: el mal que irrumpe y busca su hegemonía. Se ve en Italia, se ve en España, se ha visto en Colombia, se ha visto en Asia. Sin embargo, la representación coreana de esta tendencia no está llena de mujeres bailando en tubos, ni de antros, ni de caricaturas, está hecha con la visión estética de un conjunto social que se inserta en la vida social e impone una forma de ser en la elegancia y el silencio.

New World no es una película extraña o, como podría decirse de algunos filmes franceses, rara. Al contrario, tiene la épica de los filmes asiáticos con un buen número de extras que atraviesan el panorama y la tendencia inicial a mostrarnos a los buenos y a los malos, a los policías y a los hampones. Pero, con ello, no cuenta lo mismo. Desafía la estructura para que nos impliquemos en una dinámica violenta tanto estética como narrativa. Al final uno puede advertir las líneas de la manipulación, como en aquellas novelas que al leerlas creemos que podemos controlar por su lectura simple y lineal, pero no por ello dejar de aplaudir el ejercicio en el que hemos caído, la complacencia de sentirnos pasmados.

A lo largo de la historia nos vemos, así, abocados a sentir que se van apretando las tuercas de una máquina compleja que no acaba nunca de estar armada. Es como si reviviéramos en ella el extraño prestigio moral de clásicos como The Godfather (Francis Ford Coppola) o The Departed (Martin Scorsese), con el guiño puesto en los clásicos, pero con la posibilidad de revitalizar el género en cada fotograma. Lo mismo que podía decirse de Park Chan-wook con su revisión de las grandes tragedias se puede decir ahora de Park Hoon-jung con el crudo relato de la mafia coreana en New World.

Cuando la película inicia vemos a un hombre que es torturado, al parecer, por sus propios compañeros y jefe. Allí no hay nada extraño. Con esa misma escena podía insertarnos en la realidad de su historia Quentin Tarantino; pero ahí está presente el protagonista de la película, el actor coreano Lee Jung-jae. Con la propiedad de un boss italiano, el personaje, llamado Ja-seong, asume la conducción de la tortura como un anticipo de lo que después vendrá a ser su particular despliegue en el filme como un malo a medias o un bueno a medias. No hay más moralidad, no hay mujeres a las que adorar o por las cuales deshacerse en reclamos. Esta no es una película sentimental. Cada fragmento es una fiesta pero de la violencia más delicada y también la más feroz.
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Los latinoamericanos pocas veces —si es que ha habido alguna— hemos sido capaces de contarnos así en el cine. Creo que tampoco se trata de copiar a estas alturas lo que los asiáticos ya han logrado poner como sello de participación en la industria internacional del cine, pero con ello queda demostrado que, de tanto dolor y violencia agitada en estas tierras de occidente, nos duele repasarnos. Además de ello, un nuevo engranaje se ha sumado a lo macabro: los violentos ya hacen las grabaciones de sus ejecuciones.

Mal haría, en todo caso, en plantear que New World quiere contar lo que pasa en Corea del Sur, como se ha hecho en Colombia con las historias de narcos, que han sustentado el imaginario de las noches. Hasta donde me alcanza la comprensión de la película, los elementos son apenas si circunstanciales para referirse a las vergüenzas de toda la humanidad actual: la avaricia, la violencia, la venganza, la corrupción, la injusticia que campea, mas todo ello en medio de un gusto por los relatos de los clanes mafiosos y sus juntas directivas. Y allí es donde radica la novedad del filme, en el tratamiento narrativo que nos deja en un campo de reflexiones diversas sobre el mal y, como diría la señora Hannah Arendt, su banalidad.

La épica de New World tiene incluso su clímax con la batalla en los parqueaderos y oficinas, entre automóviles, paredes y ascensores. Allí se enfrentan los herederos de los herederos; todos vestidos con trajes finos, corbatas de seda, zapatos de charol. Esto es algo que no podrán copiar ni los narcos en México ni los capos de la mafia italiana: la estética de una batalla con un director que demuestra conocimiento, el talentoso Park Hoon-jung. Eso es lo que nos deja el cine, eso es lo que nos enseña, y en eso consiste su fiesta, en engañar la muerte, fingirla, llenarla de sangre y de heridas, pero salir indemnes. O, para el caso, hay que preguntarle al mejor actor coreano —o al menos el más famoso— de los últimos tiempos, Choi Min-sik, quien desde Old Boy a New World sigue saliendo indemne de todas sus muertes.

Con películas como estas es que el idioma del cine en el siglo veintiuno perfila tener mucho de ideogramas y poco de los aprendidos diálogos de Hollywood.

New World, dirgida por Park Hoon-jung. Cortesía de Sanai Pictures. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=rln9Hx_wPFw[/youtube]

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* Luis Felipe Valencia Tamayo (Manizales, Colombia). Escritor y profesor de Literatura y Humanidades en la Universidad de Manizales. Como aficiones y gustos, la literatura, el cine, el periodismo, la filosofía y la música son parte de su vida cotidiana ya sea como lecturas o como motivo para escritos. Ha participado de diferentes eventos y certámenes al respecto, haciendo parte de revistas y antologías hispanoamericanas y colombianas de ensayo y de cuento. Premio de Ensayo Tulio Bayer 2004 (Manigraf – Manizales, Colombia); Premio de Cuento Universidad de Manizales 2006 y 2009 (Universidad de Manizales – Manizales, Colombia); Premio de cuento La Monstrua de literatura fantástica, 2007 (Vavelia – Guadalajara, México); Premio de Ensayo Alenarte, 2008 (Revista Alenarte – Madrid, España). Hace parte de las antologías de relatos El Camino de los Mitos I (2007) y de El Camino de los Mitos III (2010) ambos en Ediciones Evohé (Madrid, España). Premio de ensayo universitario La ética en la vida universitaria 2012 (Universidad de Manizales); Premio nacional de cuento ciudad de Barrancabermeja 2012 (Alcaldía de Barrancabermeja); finalista en el IX Certamen internacional de cuento Canal Literatura 2012 (Canal Literatura – Murcia, España); finalista en el Concurso internacional de cuento Palabras Sin Fronteras 2013 (Bruma ediciones – Mendoza, Argentina).

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