FIGURANTES
Por Aquiles Cuervo*
Lo vi en los créditos de la película de Luis Ospina, Soplo de Vida. Allí decía: «agradecemos a los extras y a los FIGURANTES». Así estaba escrito, extras en minúscula y FIGURANTES, en mayúscula. Me pareció raro y me puse a averiguar sobre el tema. La palabra figurante indicaba que alguien participaría (figuraría) en una película. El verbo, figurar, tenía otro sentido también, muy distante del de «ser extra». Porque viéndolo de otra manera, ¿de dónde venía la expresión extra? Tenía un tinte cruel por donde se le viera.
Extra es una expresión que se usa en las rotativas de los periódicos para anunciar un acontecimiento extra-ordinario: la muerte de alguien celebre, el comienzo o el final de una guerra, la nominación de un nuevo Papa, una declaración política, una propaganda, un reinado de belleza, el estado del clima, un partido de fútbol, o cualquier cosa que quepa dentro del apelativo extraordinario! Así lo dicen algunos tele-noticieros: «nos veremos mañana o antes si algo extraordinario ocurre». Y claro, siempre ocurre algo extraordinario, porque son los medios los que deciden qué es extra o no. Total, ser extra no quiere decir gran cosa. Los extras en el cine y la televisión están ahí por dinero, por una pequeña paga extra. En cambio los figurantes están ahí por amor al cine (y los de la televisión por amor a la cámara, tienen una mística de la cámara). No digo que todos sean así, pero los figurantes de verdad, los que saben de dónde viene ese oficio, los que esperan su oportunidad para dar el gran salto a la actuación, son figurantes auténticos.
Si, hay un mar de distancia entre un extra y un figurante. Ser figurante es otra cosa. Si eres extra pueden tenerte durante semanas haciendo miles de tomas, dejarte todo el día bajo un sol ardiente o posando como si fueras un modelo para Giotto en un verano de Padova. Y al final, cuando vas con tu familia a ver la película, después de anunciarles que aparecerás, se te van las dos horas esperando esos segundos de gloria y casi siempre te devuelves a casa con las manos vacías.
Lo peor es sentir la mirada fría y desconfiada de tus hijos. Te miran como si te señalaran con un dedo y te gritaran: ¡mientes!. Pero tú no mientes. Tú estuviste esas cinco semanas vestido como un soldado de la independencia y marchaste todos esos días y seguiste todas las consignas que te dieron. Pero si eres figurante, al menos tendrás garantizada tu aparición. No siempre te dan un parlamento, pero te codeas con los grandes y estás presente en las escenas inmortales de las grandes películas y series. El figurante es por definición una aparición segura; el extra es tan sólo un espectro más, un elemento más de la masa. Nunca te harán un primer plano ni se escuchará tu voz. Si eres figurante, tienes más juego, las cartas no están marcadas desde el comienzo, por decirlo de algún modo. Incluso se han visto casos de figurantes que terminan influyendo en la historia, por una mirada, por un gesto, por una frase suelta en el momento apropiado.
Eso es la gloria (también es un barrio de Bogotá con un Quijote ambulante y su Biblioteca de la Noche). La gloria llega cuando el Director hace una señal para que se siga filmando y te mira a los ojos con fascinación y te protege con esa mirada burlona. El azar es otro elemento que juega a favor del figurante. Les doy un ejemplo: cuando un actor está en un mal día y olvida con frecuencia sus líneas, y si el Director no está de buenas pulgas y le joroba la paciencia tanta interrupción, a veces dice «¡hasta un figurante lo haría mejor!» y a veces llama a uno de ellos y le ordena que se aprenda una frase y la practique para el día siguiente. El figurante se queda callado y se banca la mirada envenenada del actor y sonríe por dentro. Pasa toda la noche ensayando la frase (los malos lo hacen frente a un espejo y si se trata de una escena dramática, piensan en sus seres queridos muertos o en un viejo amor mientras cortan cebolla roja para ponerle más picante y sentimiento a su ‘performance’ inútil; los buenos, leen con detalle toda la escena y logran conseguirse el guión con un amigo del set, entran a fondo en su personaje, le dan una identidad propia, un tono, una manera de caminar y de mascar chicle al mismo tiempo). Al día siguiente, el Director retoma la escena con el actor y todos olvidan lo dicho el día anterior. El figurante se queda de plomo, fundido en una estatua gris y palaciega a la que nadie ve.
Pero hay otros días, en los que el Director (eso si es bueno, pues los malos olvidan casi siempre los comentarios de la víspera y se enranchan en otro capricho y actúan así, de capricho en capricho) comienza la jornada llamando al figurante y pide silencio para que todos vean su efímera actuación, una actuación que no se repetirá. Y entonces el figurante se prepara y hace su mejor esfuerzo para convencer al Director de su talento y de sus posibilidades dramáticas.
A la mayoría de actores les molestan estas escenas y al sentirse amenazados hacen todo lo posible por sabotear a los figurantes. Les hacen bromas de mal gusto sobre su apariencia o repiten en voz alta los parlamentos buscando desconcentrarlos. Si la interpretación es buena y el Director le pone atención (si no ha usado un figurante sólo para darle una vana lección a un actor), le dirá a su asistente que tome los datos del figurante y tal vez lo convocarán para un próximo rodaje. O tal vez no. En todo caso el figurante vuelve a su puesto y los demás se olvidan del asunto.
Muy pocas veces se establecen relaciones íntimas, de amistad, entre figurante y actores. La petulancia y el egoísmo de los actores famosos le deja poco espacio a cualquiera. Sobre todo a los figurantes. No falta el actor que se empeña en convertir a uno de ellos en un miembro más de su staff de ayudantes y aduladores recalcitrantes. Cuando eso ocurre, muchos figurantes abandonan la producción.
El extra nunca es libre. El figurante, en cambio, es un Prometeo y tiene su momento de gloria a cambio de una eternidad de silencio. El extra no es un héroe ni es un personaje trágico. Es una figura gris, un John Doe, un Nadie. El figurante es la metamorfosis de un John Doe en la piel de Gary Cooper. El extra es el valet de chambre de un cantante pop de verano en Ibiza. Es simplemente un Nadie, sin el don (es literal). El figurante es Sherlock Jr., aquel maravilloso personaje de Buster Keaton, entrando y saliendo de la pantalla de cine. El extra es sólo una parte del decorado del set de grabación, como las cortinas y las falsas paredes y todos esos muebles alquilados de los que nadie sabe nada. O para decirlo en una sola palabra: el extra es un tapete rojo y el figurante es una casa de música.
Una escena que eternizó a los figurantes en el cine latinoamericano. Ricardo Darín y Eduardo Blanco en “El hijo de la novia” de Juan José Campanella. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=6p6voXUylkk[/youtube]
___________
* Aquiles Cuervo es escritor patafísico nacido en Bogotá. Vive entre Rosario y París. Ha publicado una decena de cuentos, en concursos y revistas colombianas, chilenas y argentinas. Su proyecto principal ha sido desde hace un tiempo escribir una novela ucrónica titulada «La viudez como forma de vida», basada en los encuentros fantásmicos de Anna Dostoievski con Sofía Tolstoi en Crimea a principios del siglo XX. Su primer libro de cuentos («Lichis de Madagascar») fue publicado en enero de 2011 en la Editorial argentina El fin de la noche. Blog: https://litchisdemadagascar.blogspot.com