Literatura Cronopio

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DESPERTÓ AL UNIVERSO

Donde dejas mi alma cuando te escucho.

Tú, Beethoven, que con tu oído sordo te llevaste la historia.
Tú que con tu mente te sumergiste en lo más profundo del universo
y escuchaste/escuchaste
en un viaje eterno liberando los sonidos para tu propia obra.
Estaban aprisionados en un metro cuadrado vertical de aire de vidrio.

Arrastraste burbujas e hilos invisibles de energía,
tallaste nuestro cielo con candelabros de diamantes,
incluso estampando el vacío y
lo depositaste en un lago de nuestro planeta
donde los cisnes cada día se deleitan.

Fue una lucha encarnizada con las notas musicales
a la deriva, mas metáfora acuñaste con el cuenco de tus manos
como si fuera el agua originaria.

Dónde dejas mi alma cuando te escucho.

OPUS # 46

Uno va tejiendo palabras,
se mueve como agente doble
o como bisagra ondulante
yendo de la obediencia a la intuición,
cosiendo gotas del rocío y la saliva de la abeja
con el rugido del avión que trae el moscardón.
En un océano de síntesis, parpadean corales.
El horizonte guiña interminable.
Es para imaginar más allá
de las subidas diarias por la escalera,
del cielo o del infierno,
o el abismo en las calles.
En mi mente no quisiera quedar
confinado a una matriz;
preferiría ondulaciones difusas
o el caos para sostener la campana
de la mañana y el tambor de la tarde
de cada instante. Todo en la calma
y tranquilidad del trueno del deseo.
Podré ver la ruina después de la ruina
y oír los ecos en los valles
desde donde se levantó Machu Picchu,
tal vez un susurro amoroso de un indígena.
Entonces, seguir, la lámpara ilumina
hacia adelante.

LA LUZ Y OSCURIDAD DE LAS PALABRAS

La luz siempre nos habita,
conocemos el mundo por la luz
y por su pérdida:

El rigor del mediodía, el prometedor amanecer que no es gris,
la noche sin faroles, pero vi la puñalada de amarillo.
El resplandor profundo y desconocido de los ojos de una mujer
que ofrecía el sabor de su gracia.
Las chispas que anunciaban y no eran nada.
La linterna que nos muestra a la montaña mirando hacia atrás.

Así, donde quiera que me siento
imagino las tranquilas emociones del atardecer.
Hoy rozando la palabra erguida que nació de palabra conseguida,
ayer teñida de azul, hoy en radiante verdor.
Voy pronunciando: casa, callejuela,
embarcación, iglesia, membrillo, bicicleta, mirador,
ascensor, muelle, vendedor callejero.
Alguien las escuchará, lamentablemente sin el aroma y color que se queda
en mi intimidad (que es la que comprende mi miedo).
Tal vez eso no se podrá decir nunca,
es el secreto de la casa del ser que permanece invisible.
En algún momento para ir donde todos empezamos y regresamos, lejos de la luz.


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