Sociedad Cronopio

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CONSIDERACIONES SOBRE EL FANATISMO Y LA HOMOSEXUALIDAD EN COLOMBIA

Por Nicolás Ardila Beltrán*

Según Hubert Schleichert, «el fanatismo es inhumanidad en nombre de altos ideales» (p. 63). Esta inhumanidad radica en la peligrosa tendencia a considerar como verdades universales las ideas propias y a desdeñar e incluso condenar las ajenas para luego consumarse en el maltrato y la aniquilación del otro. Dichas ideas que devienen ideales o modelos de una falsa perfección son defendidas por el fanático, quien esgrime sus argumentos para combatir y censurar las ideas de sus contrarios en guerras ideológicas. El típico argumento fanático usado en tales disputas niega por completo el contenido racional y, en la mayoría de los casos, moral de los demás argumentos, desconoce la validez del pensamiento ajeno y coarta las posibilidades de discusión gracias a ciertas propensiones en él presentes: 

[S]e apoya en premisas falsas, las premisas no son pertinentes para su conclusión, se omite información relevante muy importante, la sustentación de la conclusión se apoya en una inadecuada interpretación de los hechos y de las evidencias, la conclusión es el resultado de una deducción defectuosa o de una inducción incompleta, […] se apoya más en la emoción que en la razón, se ignoran puntos de vista importantes que se oponen a los que se defienden, […] la información de la fuente es deficiente, se basa en ataques personales, se afirma más de lo que se ha probado (Díaz, p. 94).

Un argumento con estas características también es conocido como falacia argumentativa. Ella consiste en un razonamiento incompleto cuya principal pretensión es convencer forzosamente a los demás de las ideas propias soslayando elementos importantes de la discusión y conducir finalmente a la negación total del pensamiento ajeno. La falacia reduce las bases argumentativas, es decir, los razonamientos fundamentales de una ideología, a errores del pensamiento, inmoralidades, perversiones e instintos de odio que deben ser rebatidos y eliminados para la preservación de los ideales propios, principios universales y verdades divinas.

En Colombia el fanatismo acompaña a la nación desde su fundación, y los colectivos fanáticos y las falacias aún perviven. Tal es el caso de la mayoría de los miembros del sector conservador, los cuales se oponen al matrimonio igualitario por parte de parejas homosexuales y a la inclusión de la diversidad sexual en los centros educativos. Estos opositores, mayoritariamente religiosos, basan sus argumentos en ideas erróneas (por ser incompletas) que excluyen elementos de revisión de su validez y que sesgan la discusión en busca de la verdad: la verdad de Dios o su propia verdad. A partir de dogmas bíblicos e institucionales (Iglesia o asambleas) construyen razonamientos discriminatorios de índole incuestionable que dividen a la sociedad colombiana y estigmatizan a otros sectores. Tales razonamientos obedecen a ofensas que atacan los derechos humanos y constitucionales de los homosexuales y, a partir de dogmas religiosos e ideas irrebatibles que ignoran otros razonamientos y posibilidades lógicas, generan violencia. Argumentos así se vieron en las pancartas y arengas en las manifestaciones contra las «cartillas de identidad de género», unas cartillas de origen belga y escritas en inglés que ilustran, al igual que otras cartillas con base en caricaturas de anatomía, el acto sexual entre los homosexuales, con las cuales supuestamente la Ministra de Educación pretende imponer su propia condición a todos los niños de Colombia. En fotografías tomadas por Jesús Rico para Aldía.com que registran el evento se ven mensajes como estos:

1. «El MEN convierte a Colombia en Sodoma y Gomorra. No quiero eso para mis nietos».
2. «Parody su [ininteligible] MADRE La crio sadica puta y desvergonzada y permitio q’ abusaran de usted. Le gusto mucho y quiere lo mismo para todos los NIÑOS???»
3. « LESBIANAS Y GAYS ENGENDROS SATÁNICOS QUE BUSCAN PERVERTIR A COLOMBIA».

Todos ellos son falacias argumentativas. Es decir, argumentos engañosos que pretenden demostrar una idea totalitaria, excluyente y poco sostenible respecto a los hechos que toma de partida para señalar otros. En el primer enunciado se ilustra una pendiente resbaladiza o apelación a consecuencias indirectas que, según Álvaro Díaz, «consiste en objetar una acción particular con el argumento de que una vez se acepte tal acción, será inevitable aceptar otra similar y así sucesivamente, hasta tener que aceptar otras con peores consecuencias que la primera» (p. 118). Quien sostiene esta idea asegura que Colombia será semejante progresivamente a dos ciudades ficticias de un relato bíblico en donde abundan, según la cosmogonía judeocristiana del Antiguo Testamento, la perversión y el pecado en prácticas homosexuales, la lujuria, el adulterio, el abuso del poder, la ingesta de vino y otros excesos. Entonces, esta falsa analogía (Díaz, p. 106) que establece similitudes entre elementos completamente contrarios (una república latinoamericana regida por una carta política basada en los Derechos Humanos y dos ciudades de un relato bíblico antes de la llegada de Cristo) señala a las cartillas de identidad de género como el preparativo o preámbulo de la degradación de los valores cristianos de Colombia que convertirá en homosexuales a los niños de las generaciones venideras. El segundo enunciado recurre a un argumento ad hominem que «consiste en ofender al adversario mediante ataques personales, en vez de cuestionar los méritos de sus argumentos» (Díaz, p. 101). En lugar de cuestionar algunas de las palabras de la ministra, se procede a insultarla con improperios. Por último, el tener enunciado apela a prejuicios por asociación y estereotipos, pues creer que los homosexuales están involucrados en prácticas satánicas o que son posesos de algún espíritu maligno corresponde a un «conjunto de creencias o sentimientos acerca de los atributos asignados a un grupo […]». Un conjunto de creencias basado, al igual que en el primer caso, en dogmas bíblicos e ideas de la piedad cristiana popular.

Para responder a estos argumentos fanáticos que impiden el ejercicio de los Derechos Humanos en Colombia, es necesario recordar el Decreto 2968 de agosto 6 de 2010, «[p]or el cual se crea la Comisión Nacional Intersectorial para la Promoción y Garantía de los Derechos Sexuales y Reproductivos», que considera que:

los derechos sexuales y reproductivos como Derechos Humanos están desarrollados en la Constitución Política, así: Artículo 13. Derecho a la igualdad y no discriminación de todas las personas; Artículo 15. Derecho a la intimidad personal y familiar de mujeres, hombres, jóvenes, niños y niñas; Artículo 16. Derecho al libre desarrollo de la personalidad; Artículo 18. Derecho a la libertad de conciencia; Artículo 42. Derecho de la pareja a decidir libre y responsablemente el número de sus hijos […]

Es a partir de este decreto que se pueden reivindicar los derechos de los homosexuales en Colombia. Apelando más a la justicia y a los derechos fundamentales de cada ciudadano colombiano, asumidos como pacto social al registrarse civilmente y asumir dicha nacionalidad, que a los dogmas discriminatorios que defiende el sector conservador es como se puede garantizar el ejercicio de la democracia y de los Derechos Humanos Fundamentales en una época como la nuestra. Por lo tanto, los colombianos tienen derecho a la difusión de cartillas cuyo fin es promover el respeto y la tolerancia hacia la diversidad, y no para promover las conductas homosexuales como formas de vida para los niños y jóvenes de Colombia, como erróneamente se cree. Los colombianos tienen derecho a asumir cargos públicos y ser criticados por sus decisiones políticas sin necesidad de mencionar aspectos de su intimidad y la libre elección de su sexualidad. Y, finalmente, los colombianos, como ciudadanos de un estado laico, tienen derecho a ser juzgados y sancionados penalmente por la Justicia Colombiana por sus conductas en conformidad con la ley y no con la Biblia.

En conclusión, el debate en Colombia requiere sumo cuidado. La disputa argumental debe ser siempre tolerante y debe conocer sus límites. No existen verdades absolutas. En realidad, nada es cierto. Lo único que existe son los acuerdos ideológicos que respetan la vida humana y los derechos de todos. Y estos acuerdos deberán defenderse siempre con argumentos claros, precisos y completos que permitirán discutir por la vía más justa y pacífica los problemas entre los seres humanos. De otro modo, seguirá la discriminación, el desprecio y la violencia. «El que los seres humanos estén en desacuerdo, permanentemente y sobre cualquier cosa, no deja de ser un fenómeno cotidiano; pero no se trata siempre de un fenómeno inocuo» (Schleichert, p. 61).

 

REFERENCIAS

Díaz, A. (2002). Falacias argumentativas. La argumentación escrita. (pp. 94- 120). Colombia: Editorial Universidad de Antioquia.

Schleichert, H. Ideología, fanatismo y argumentación. Cómo discutir con un fundamentalista sin perder la razón: introducción al pensamiento subversivo. (pp. 59- 65). España: Siglo XXI.

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* Nicolás Ardila Beltrán es estudiante de Licenciatura en Español y Literatura.
Publicaciones: «Sobre el arte y el arte contemporáneo», publicado en Águilas y Moscas: https://www.aguilasymoscas.com/article/sobre-el-arte-y-el-arte-contempor%C3%A1neo

Investigaciones: «Análisis morfosintáctico de corpus escritos de estudiantes de sexto y undécimo grado de un colegio del Área Metropolitana de Bucaramanga».

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