ARMAS Y CRIMEN MADE IN USA
Por Roxana Martel*
Uno de los temas que más apasionan en un país como los Estados Unidos es el de las armas. El derecho de tener y portar armas está regulado en la Segunda Enmienda de su Constitución. Frente a ella, hay dos posturas: los que defienden la enmienda y los que apelan a un mayor control. El debate adquiere mayor visibilidad por acontecimientos relevantes. Uno de ellos fue el ataque en Tucson, Arizona, en el que murieron nueve personas y resultó gravemente herida Gabrielle Gliffords, representante del Partido Demócrata, en enero de este año (2011).
Yo soy salvadoreña. Crecí en medio de una guerra civil. Cuando se firmaron los acuerdos de paz, yo era adolescente. Las armas y la muerte no son algo desconocido ni lejano. Aunque en el país se firmó la paz, la violencia y las balas continuaron sumando números a las estadísticas de muertos y heridos. Tenemos el triste reconocimiento de ser uno de los países, sin guerra política, más violentos del mundo. Con semejante experiencia de vida, lo que más deseo es que ya no se sumen víctimas a las estadísticas fatales. Ese es mi deseo, pero desde que vivo en Estados Unidos he aprendido a escuchar los múltiples puntos de vista que hay entre el control y el libre acceso a las armas.
El 15 de abril, el periódico Los Ángeles Times publicó una noticia relacionada con la venta de armas, que abre nuevamente el debate desde un punto de vista peculiar. Una investigación encontró que Estados Unidos, a través de una de sus agencias, instó a comerciantes de armas a continuar vendiéndolas a pesar de sus preocupaciones. Un vendedor de armas en Arizona (uno de los Estados que más defiende el derecho de portación), alertó varias ocasiones a agentes federales sobre su temor de que las armas vendidas, bajo su consentimiento, terminaran en manos de los «bad guys». En la nota se identifica a estos «tipos malos» con miembros de carteles de droga en México.
La nota revela los hallazgos de una investigación del Congreso sobre la Agencia para el Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF, por sus siglas en inglés). Con ella confirman que bajo el «Project Gunrunner» se permitió la venta de armas a sospechosos de tener vínculos con los carteles de droga. El objetivo del proyecto, según la ATF, era obtener información de inteligencia sobre las redes de tráfico ilícito de armas para desmantelarlas con el arresto de sus líderes.
No sé si los medios le darán seguimiento a esta investigación. Aunque la he buscado, no encontré nada sobre ella en otros medios influyentes ni del lado estadounidense, ni del mexicano, ni del centroamericano —que tanto debería interesarnos.
Cada párrafo de la nota sorprende por los datos que revela, como el hecho de que tres armas vendidas a sospechosos bajo este proyecto están vinculadas con el asesinato de dos agentes norteamericanos (uno en México y otro cerca de la frontera en Arizona). Sin embargo, uno de los detalles que me parece más interesante es la preocupación que motivó al vendedor a hacer las alertas. En la nota transcriben parte de los correos electrónicos que envió. En uno de ellos dice: «Yo quiero ayudar a ATF con su investigación, pero no arriesgando la seguridad de los agentes, porque tengo amigos bien cercanos que son agentes de la U.S. Border Patrol en el sur de Arizona». En junio del año pasado, el vendedor expresó nuevamente sus preocupaciones a los agentes de la ATF. En esa ocasión lo perturbó la publicación de noticias sobre armas vendidas en Estados Unidos encontradas en escenas de crímenes en México.
En estos momentos, somos testigos de las profundas crisis que afectan a las instituciones y a la sociedad. Todos esos problemas sociales encuentran a los individuos desprotegidos y solos. El vendedor de armas enfrenta, con sus temores personales y cercanos, las consecuencias de acciones institucionales que se cruzan con el oscuro mundo de la economía criminal global. Él está solo en la encrucijada que lo pone una sociedad en donde la lucha entre los tipos buenos y los tipos malos se vuelve difusa.
Muchos defienden el derecho de portación de armas y otros tantos su control. Mientras el debate se alarga, en el camino surgen estas historias. Ellas nos alertan sobre cómo un debate público, que se puede volver abstracto entre estadísticas y términos legales, es una preocupación concreta para la vida de hombres y mujeres que se encuentran en los bordes de lo legal y lo ilegal. Ojalá haya cada vez más historias que nos den puntos de vista distintos de los temas que nos afectan a todos. Ojalá esas voces, que de momento parecen lejanas e inaudibles, encuentren medios para que podamos escucharlas y se tomen en cuenta al darle forma al mundo que estamos creando.
Fragmento de Bowling for Columbine de Michael Moore. Clic para ver el video
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* Roxana Martel es profesora- investigadora del Departamento de Comunicaciones y Cultura de la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» (UCA). Licenciada en Comunicación y Periodismo, con especialidad en Comunicaciones para el Desarrollo por la UCA, en El Salvador. Candidata a Doctora en Sociología por la Universidad Pública de Navarra, España, con la investigación doctoral «Normalizar y proscribir: Sistema de Justicia Penal Juvenil y pandillas en El Salvador democrático». Coautora de los libros «Violencia Urbana y recuperación de los espacios públicos. “El caso del Área Metropolitana de San Salvador», UCA Editores/PNUD El Salvador (2006) y «Catálogo de Estudios Urbanos. El Salvador: 1980-2000, Uca Editores (2001). Colaboradora de revistas en Centroamérica y Sur América. Sus áreas de investigación son identidades, narrativas, violencia urbana, justicia juvenil, sociología y antropología urbana.
Enlace a nota en Los Angeles Times: