Literatura Cronopio

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CORRE, NO TE DETENGAS

Por Joel Almeida*

«Corre, no te detengas» —Se decían una a la otra. Y las dos pequeñas corrían por aquel laberinto del bosque infinito. Se escuchaban pasos detrás de ellas, pasos que hacían temblar aquel lugar lleno de hierbas y plantas. ¿Quién o qué podría perseguir a dos pequeñas inocentes en medio de la noche, de la oscuridad, de la nada?, ¿qué pretendía con alcanzarlas?

Las niñas corrían como alma que lleva el demonio, aún con su esfuerzo de querer escapar, parecía todo en vano, los pasos se acercaban más y más. Las niñas pronto encontraron una cueva. Se ocultaron dentro. Temblando de frío, miedo e incertidumbre, se quedaron quietas, esperando que aquello que las perseguía continuara y pasara por alto aquel lugar.

«Estás manchada, deja te limpio», le dijo una a la otra mientras las dos vigilaban la entrada a la cueva. «¿Quién es, quién nos persigue?, ¿qué quiere de nosotras?» —Preguntó una. «No lo sé, pero debemos estar alertas» —respondió la otra. «¿Dónde está mamá?» —Pregunta una llorando…

«No te preocupes. Mira, recuerdo que por donde comenzamos a correr, había una calle, una carretera, podemos ir allá y pedir ayuda…» —Respondió la otra, buscando consolar a la más inquieta. Tomando algo de valor, las pequeñas niñas comenzaron a correr en el mismo sentido que inició su persecución.

Intentaron caminar a pasos veloz y cuando podían corrían, no querían llamar la atención de aquello que los perseguía. En eso una de ellas tropezó con la raíz saliente de un árbol, el cual alcanza a leer las letras grabadas Thasaidon en la corteza, y gritó oyéndose a lo lejos nuevamente acercarse aquello desconocido que las perseguía.

Todavía quejándose, la hermana pudo incorporar a la otra niña y continuaron con su escape. «¡Ahí, ahí está la carretera!» —Gritó una de ellas y una de las hermanas soltó de la mano de la otra para quedarse ahí, congelada, estática. «Qué tienes» —Le preguntó la hermana. La niña en silencio, apuntó a lo lejos. Casi oculto entre la maleza del bosque, se asomaba a un viejo Cadillac Club Coupe; deteriorado, lleno de ramas, producto de un accidente, aparentemente.

Las niñas se acercaron a él lentamente, ya no importaba aquello que los seguía, el carro les resultaba familiar; abrieron la puerta del copiloto se quedaron frente, ahí viéndolo con ojos atónitos para ver lo que parecen ser los restos de un cuerpo en descomposición. Se vieron una a la otra, con tristeza para ver que lo que estaba frente a ellas no era otra cosa sino los restos de su madre; ahora todo tiene sentido, así y dirigiéndose al asiento trasero pudieron contemplar sus respectivos restos.

«Alguien viene» —Gritó una. Y cerrando las puertas del carro, las niñas se dirigieron nuevamente hacia el bosque mientras una sombra deforme cubría el lugar en el que se encontraban.

Dicen que el infierno son meras repeticiones de dolor. El purgatorio meras repeticiones de tristeza. «Corre, no te detengas» —Se decían una a la otra. Así las dos pequeñas corrían por aquel laberinto del bosque… infinitamente.

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* Joel Almeida es Licenciado en comunicación y magíster en pedagogía. Ha sido editor de la Gaceta institucional de la Universidad de las Californias Internacional.

 

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