UNA MIRADA A GERNIKA
Por Sebastián Uribetxeberría*
En un día caluroso del mes de agosto de 2012 me dirigí, desde Plentzia (Costa vizcaína), a la ciudad de Gernika, en compañía de mi hermano Andoni y de mi cuñada Agurtzane.
La ciudad se ve muy organizada, a base de amplias avenidas, construcciones modernas y todo tipo de servicios que requiere una sociedad desarrollada. Nada sugiere la tragedia que vivió la ciudad el 26 de abril de 1937.
Precisamente este año (2012), al conmemorase los 75 años del bombardeo de Gernika, realizo esta visita para recordar un hecho histórico violento, pero con inmensos deseos de paz.
Así que aquel 26 de abril de 1937 era lunes de mercado y los campesinos, aunque con algunas restricciones, iban bajando a Gernika con el fin de vender sus productos hortícolas y sus ganados. La jornada, a pesar de un ambiente tenso, transcurría con cierta normalidad, desarrollándose las compraventas de costumbre.
El bombardeo (por parte de aviones alemanes, italianos y algunos nacionales) se inició a las 16:30 y terminó hacia las 19:30.
El ataque se planeó en tres tiempos. Primero fueron lanzadas bombas rompedoras de hasta 250-300 kgs. con el fin de destruir los edificios, luego bombas incendiarias de 1 kg. de peso y, finalmente, el ametrallamiento de la población.
No hay acuerdo sobre el número de muertos durante el bombardeo. El informe oficial del Gobierno Vasco citaba 1650 muertos y 889 heridos.
La destrucción total de la villa nos induce a pensar que se trató de un operativo planificado. Según el arquitecto Cárdenas, quedaron destruidas 721 casas, lo que significa que el 71% del total se perdieron por completo, mientras que el 7% sufrió grandes daños y el 22% sufrió daños leves. La destrucción de la Villa afectó igualmente a edificios públicos y a viviendas particulares. El mayor castigo lo recibió el centro de la ciudad puesto que esta fue la zona más afectada por las bombas y donde se concentraba una mayor densidad de población.
Aparte de las declaraciones sobre el bombardeo de Gernika por parte de gobernantes, políticos, periodistas, etc. fue Pablo Picasso con su obra «Gernika» el mejor difusor del horror del bombardeo el cual ayudó a clarificar la verdad histórica: «En el mural que estoy trabajando y que llamaré “Guernica”… expreso mi execración de la casta que ha hundido a España en un océano de dolor y muerte».
Picasso respondió a la guerra con el arte por la paz y la liberación.
Bien, después que he descrito brevemente la tragedia vivida por la población de Gernika, quiero, amigo lector, que me acompañe a visitar la Casa de Juntas.
Esta Casa y el Árbol de Gernika se nos presentan como símbolos vivos de la historia del Pueblo Vasco. Sede del máximo órgano institucional de Bizkaia (las Juntas Generales), el edificio se alza junto al roble foral, punto de encuentro de todos los territorios de Euskadi, unidos en una misma tradición cultural y etnográfica. El núcleo central de la Casa de Juntas es la Sala de Juntas.
Las Juntas ya tenían lugar en la Edad Media, cuando sus asambleas se reunían alrededor del Árbol de Gernika, donde había una ermita llamada Santa María La Antigua. Allí se celebraba un acto religioso que precedía al acto político y donde tenían lugar los actos correspondientes al Juramento de los Fueros.
A partir de 1826, las asambleas se trasladaron a la actual Sala de Juntas, la cual es considerada como una Iglesia-Parlamento, porque mantiene la tradición de íntima relación entre vida pública y religión.
Finalmente, destaco la visita al Árbol de Gernika, que es el símbolo más universal de los vascos. Bajo su sombra se celebraban originariamente las asambleas de las Juntas Generales a las que llegaban los representantes de todos los municipios vizcaínos.
Aquí termina mi visita a Gernika, no sin una sentadita en un céntrico restaurante para degustar un sabroso almuerzo con el menú del día.
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* Sebastián Uribetxeberría, nacido en Aretxabaleta (Gipúzkoa), es miembro de la Euskal Etxea de Antioquia.