LA AMAZONÍA ANTROPOGÉNICA
Por William I. Woods*
Traducción, Camilo Ramírez**
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Muchos ven hoy día el ambiente amazónico como un constructo social y no como un elemento culturalmente definitorio. Esta perspectiva es una visión que trasciende la dicotomía entre las sociedades humanas y la naturaleza; el ser humano no es considerado un agente pasivo que simplemente reacciona ante estímulos. Este cambio de enfoque presenta a los humanos como agentes que transforman el paisaje mediante el uso y la manipulación de los recursos y tiene en cuenta el carácter inventivo del ser humano. Esta perspectiva en la Amazonía ha presentado la génesis de suelos fértiles antropogénicos como señal de los cambios culturales asociados con el manejo intensivo del ambiente, incluyendo la agricultura. El debate sobre la articulación humana con el ambiente sigue vigente y las implicaciones de los números poblacionales precoloniales son considerables. Este proceso de manipulación y mejora humana de los suelos, tanto en sentido intencional como involuntario, no se restringe a la Amazonía, sino que ha sido y está siendo hallada en todo el mundo a nivel de poblaciones agricultoras y no agricultoras y los antrosuelos son su resultado. Actualmente, un grupo internacional e interdisciplinario realiza esfuerzos para estudiar el pasado, el presente y el futuro de la manipulación de suelos y del reciclaje de nutrientes.
Grupos pretéritos y presentes de Amerinidios Amazónicos han sido considerados habitualmente como comunidades políticas pequeñas, autónomas, no sedentarias y no estratificadas, usualmente con unidades de asentamiento singulares guiadas por un cabecilla, cuyo liderazgo es transitorio y situacional. Dichos grupos han sido vistos como dependientes de la horticultura extensiva más que de la intensiva y, respecto a ellos, la infertilidad del suelo y la escasa y dispersa cantidad de proteína han contribuido a la calidad de «paraíso falsificado» de su ambiente. Si bien este modelo concierne a virtualmente todos los grupos modernos de Amerinidios en las tierras bajas amazónicas, simultáneamente explica poco sobre los registros arqueológicos regionales. Evidencia de tradiciones elaboradas de artesanía, de redes de intercambio a larga distancia, de grandes asentamientos, de construcciones en montículos, de extensos campos elevados y otros trabajos de la tierra, y de áreas enormes de suelos antropogénicamente enriquecidos eran conocidas en la Amazonía prehistórica desde bastante antes de que dicho «modelo estándar» fuera estandarizado. Sin embargo, esta evidencia fue ignorada, desdeñada desde la explicación de una intrusión cultural proveniente de los Andes o limitada a unos cuantos ambientes «ecológicamente ricos» tales como los llamados espacios de «aguas blancas» donde las planicies aluviales fértiles permitieron formas extraordinarias de complejidad cultural.
Las últimas décadas de investigación han cuestionado esta visión monolítica de los Amerindios de la región. Evidencias provenientes de la Isla Marajó, de los Llanos de Mojos, y de las cuencas del Tapajós, el Negro, el Solimões, el Xingu, y el Purus, así como muchas otras locaciones menos conocidas en Colombia, por ejemplo, nos han proveído de una interpretación bastante diferente del «modelo estándar». Al menos al comienzo de la era cristiana, aunque probablemente bastante previo a ella, las articulaciones exitosas y las modificaciones al ambiente como el sedentarismo verdadero basado en la agrosilvicultura y la ganadería intensiva de múltiples animales domesticados estaba presente en muchos asentamientos amazónicos y numerosos grupos estaban encaminados hacia la complejidad sociopolítica plenamente lograda. Durante los 1.500 años siguientes estas tendencias se vieron aún más difundidas a nivel regional. Los asentamientos, grandes y pequeños, no se restringían a los espacios adyacentes a los ríos principales, sino que se encontraban también cerca a los nacimientos, en el interior, y ambos tipos conjuntamente agrupaban a millones de habitantes. Las fuerzas liberadas tras la llegada de los Europeos y otros trajo el colapso de éste y de virtualmente todos los grupos amerindios durante los siglos XVI y XVII, y aquellos que sobrevivieron terminaron por conformar un símil de las características del «modelo estándar» de las culturas de bosque tropical.
Al discutir la calidad de vida y las estimaciones numéricas de las poblaciones, las consideraciones sobre la subsistencia son fundamentales; la gente consume comida. Se vuelve cada vez más claro que las respuestas amazónicas a los problemas de producción de comida se valían de un arsenal de adaptaciones que incluyen una multitud de variedades de cultigenes y semidomesticados, la agrosilvicultura, la manipulación de ecologías locales y la modificación de las condiciones del suelo. Zonas de suelos oscuros, antropogénicos y excepcionalmente fértiles aparecen a lo largo de las tierras bajas de las cuencas (Ver Figura 1). Éstos han sido utilizados para sostener numerosas teorías respecto a los patrones de asentamiento pre-europeos, a las densidades poblacionales y al desarrollo cultural. La actividad biótica aumentada y la capacidad de retención de nutrientes logradas mediante el entierro de carbón y de material orgánico parece ser el principal responsable de la notoria persistencia de estos suelos tiempo después de que su manipulación cultural ha cesado. (Lehmann, et al. 2003; Glaser and Woods 2004; Woods, et al. 2009; Teixeira et al. 2010).
¿Por qué han sido ampliamente ignorados estos suelos por los investigadores? La culpable es sin dudas la tiranía de la escala. Ningún mapa de la cuenca amazónica representa estos suelos; las extensiones individuales rara vez exceden unos cuantos kilómetros cuadrados y, en general, comprenden un área bastante menor. No obstante, al ser tomadas en conjunto su extensión acumulada es tremenda. Debemos recordar que, si no buscamos algo, no habremos de encontrarlo y, en casi todas las zonas observadas recientemente por lo investigadores, éstos han encontrado tierras negras. Reportes de Brasil, Bolivia, Colombia, Perú y Venezuela apuntan a la distribución amplia y a la inmensa área acumulativa de estos suelos enriquecidos antropogénicamente. Si tan sólo el 1% de la porción baja de la cuenca amazónica consiste en tierras negras, ha de entenderse por esto que existen aproximadamente 60.000 kilómetros cuadrados o seis millones de hectáreas de ellas; una cantidad enorme de suelo fértil. ¿Estaba esta gigantesca capacidad de producción aplicada a la producción real? En el presente la respuesta es «Sí, pero en un grado desconocido». Incluso ante tal duda las implicaciones para los estimados poblacionales y las relaciones con el ambiente son tremendas.
Por tanto, tenemos un largo período de interacción humana y manipulación del ambiente amazónico que, para 1491, había llevado a una situación que bajo ninguna perspectiva puede ser considerada natural ni prístina. ¿Qué hubiera podido ocurrir en últimas con este experimento sobre la domesticidad? No sabemos y no podremos nunca saberlo dado que, al igual que con muchas otras cosas del hemisferio, su trayectoria fue truncada en 1.492 y, por tanto, sólo hemos recibidos los remanentes del jardín asilvestrado.
Una anotación final y más general es necesaria. Debemos entender que los habitantes pre-europeos de la Amazonía eran humanos con todas las consecuencias negativas y positivas que ello implica. Estas gentes vivieron sus vidas propendiendo por hacer de su mundo algo mejor para ellos, sus familias y las futuras generaciones y, al hacerlo, lograron grados variables de éxito y de fracaso. El suyo, como el nuestro propio, es un ambiente físico y cultural dinámico con interacciones complejas y es por tanto evidencia de los cambios resultantes y sus relaciones con el proceso que apenas comenzamos a entender. La investigación de sus modos de vida, de la forma en que cambiaron su ambiente y de cómo estas prácticas tradicionales pueden ser entendidas y aplicadas a contextos modernos requiere de un esfuerzo interdisciplinar. Mientras un enfoque en la Amazonía es propuesto, los antrosuelos son un fenómeno mundial y las aplicaciones de las investigaciones amazónicas han de tener implicaciones para el futuro de la agricultura en todo el mundo.
REFRENCIAS
Glaser, Bruno, and William I. Woods, editors. 2004. Amazonian Dark Earths: Explorations in Space and Time. Springer-Verlag, Berlin. 216 p.
Lehmann, Johannes, Dirse C. Kern, Bruno Glaser, and William I. Woods, editors. 2003. Amazonian Dark Earths: Origin, Properties and Management. Kluwer Academic. Publishers, Dordrecht. 505 p.
Teixeira, Wenceslau G., Dirse C. Kern, Beáta E. Madari, Hedinaldo N. Lima, and William I. Woods, editors. 2010. As Terras Pretas de Índio da Amazônia: Sua Caracterização e Uso deste Conhecimento na Criação de Novas Áreas. Embrapa Amazônia Ocidental, Manaus. 421 p.
Woods, William I., Wenceslau G. Teixeira, Johannes Lehmann, Christoph Steiner, Antoinette WinklerPrins, and Lilian Rebellato, editors. 2009. Amazonian Dark Earths: Wim Sombroek’s Vision. Springer, Berlin. 502 p.
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* William I. Woods
** Camilo Ramírez es estudiante de Filosofía de la Universidad de Antioquia.