CRONOQUIMIA DILETANTE
Por Gloria N. Oliveri*
PLANO SUBJETIVO DE PRAGA, LA BELLEZA Y UN BESO
La temperatura era aún tibia a comienzos de junio de 2017 en Praga, la «Reina de Europa» y la ciudad siempre hermosa. Con tanto esplendor por contemplar y con la prisa de los días contados, madrugar es la mejor opción. Levantarse antes que el sol, es el secreto a gritos de muchos fotógrafos y quizá la única posibilidad de tomar fotografías sin gente. No se olvide que durante todas las estaciones del año y especialmente durante el verano, las hordas, clanes y tribus humanas son la constante en la tierra de Kafka, Kundera y Václav Havel. ¿El amanecer?, fastuoso en naranja, amarillo, dorado. ¡Que lo describa un pintor!
Desperté pensando en Carlos IV, o dicho mejor, en el puente que lleva su nombre, esa sólida y majestuosa obra arquitectónica (1357), emblema de la ciudad. En mi mente lucía nuevo, sin la pátina de su vejez milenaria. Era como si en siete siglos de historias y guerras nada hubiera menoscabado su esplendor. Hasta las 30 estatuas que lo custodian a cada lado, parecían renovadas, maquilladas y vestidas con prendas nuevas.
Al llegar al puente, descubrí que los madrugadores éramos muchos. Contrario a la lógica, la única quietud perceptible era la de las aguas del Rio Moldavia que, como un espejo, o mejor, como un río congelado —congelado en el verano—, reflejaba el azul del cielo y la majestuosidad de un día que apenas comenzaba.
A cada paso algo o alguien llamaba mi atención: personas de todas las etnias con sus sombreros, cámaras, termos, celulares, sombrillas, bolsos, morrales y carteras. Vendedores, músicos, fotógrafos, artistas y turistas en menor cantidad. Una agitación que, aunque tolerable, me hacía sentir como atrapada en una ola. No podía avanzar a mi ritmo y hasta me estaba convirtiendo en Vicente, el protagonista del dicho, que siempre camina «pa’ donde va la gente». Me asusté. Me detuve. Respiré. Expiré, seguí caminando y concentrada en lo mío.
Después, y con mi poca fe en los santos, me fui, como toda turista, a buscar la estatua de San Nepomuceno mártir, santo patrón de Bohemia y a quien según la tradición se le piden deseos. Lo miré y sentí lastima con toda esa gente a sus pies, pidiéndole cosas por días, noches, años y siglos. ¡Pobre santo!, pensé. Luego le dije en silencio: —si es que algún poder tienes ¡Cúrame del mal que me causan las multitudes!
—¡Glorita, ya estás en Praga!, —me dije. —Así que, a lo que viniste. Ignora todo lo que te incomode, aprende de los budistas que saben estar por encima del bien y del mal, busca el estado de Nirvana, ama a todos los seres, ignora las molestias y que nada te distraiga. —Seguí tomando fotos y quedé sorprendida al comprobar la rapidez con que el santo procesaba y daba trámite a pedimentos expresados en mandarín, japonés, coreano, patún, camboyano, alemán, español, ruso, azerí, bengalí, italiano, francés, portugués… Luego me alejé en paz. Un milagro de sincretismo había ocurrido.
UNA PAREJA LLAMÓ MI ATENCIÓN EN PRAGA, LA BELLA.
Él, un hombre mayor y atlético. Ella, una mujer joven y sensual. Él, con los ojos cerrados, se deja besar. Ella lo conduce, lo seduce, mientras él parece levitar sobre el río, el puente y las cabezas de las multitudes que se desplazan de un lado a otro. Ella, con los ojos abiertos y con gran experticia, se concentra en besar. Da la impresión de que le dosifica el placer para que él lo resista. Ella, al besarlo, empinada y con los pies muy bien afirmados sobre el puente, también juguetea con sus labios por el cuello y las orejas de él. Parece que se esfuerza en activar todos sus sentidos. No cabe duda de que ella, «la rubia de vestido rojo», está para complacerlo.
No creo que nadie distinto a mí lo haya notado, pues para llegar a estas conclusiones se requiere tiempo, salir ileso de las multitudes, y caminar al contrario que Vicente.
¡OH BESO¡ PROTAGONISTA DEL DESEO EN PRAGA, LA BELLA.
Besos sinceros, besos comprados, besos permutados y hasta cambiados por un plato de lentejas. Besos traidores, besos de judas. Besos que se publican, besos que se enmarcan, besos que se fingen, besos íntimos, besos puros, besos prohibidos, besos reales, besos virtuales. Besos de amor, besos de madre, besos impresos en servilletas. Besos que se anhelan, besos que se reprimen, besos adictivos.
La culpa fue del primer beso, como dice una canción. Besos carmesí, besos borrados, besos guardados. Besos que se derrochan, besos festivos. Besos presentes, besos ausentes. Besos furtivos. Besos en aeropuertos, en cárceles. Besos en tumbas, besos en iglesias, besos en hospitales. Besos en ceremonias, besos en rituales y en bosques encantados.
Tumbas a prueba de besos, como la de Oscar Wilde. Una barrera de vidrio impide darlos, como para que nada ni nadie altere la paz de quien ya no besa ni es besado. Por algo decía el poeta, que un beso puede arruinar una vida.
En El libro que explora el mundo de los besos, su autor los define como el acto más dulce creado por la humanidad. Por su parte, Tristan Bernard, insiste en que el primer beso no se da con la boca sino con la mirada. Becquer —poeta de besos— complementa: el alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada.
Besos torpes, besos de fuego. Bésame como nadie me ha besado desde el día en que nací, como en «La leyenda del beso». Besos míticos, besos fantásticos, besos leídos, besos sentidos, besos ansiados. Beso en la frente, beso en la mano, beso en la boca, beso en los labios. Besos tirados, besos chantaos, Besos cantados: ¿Cómo se desbesa el beso?
*Créditos: Andrés Cepeda. Besos usados.
«Un beso lento, un beso tierno, un beso violento en el pavimento, uno en la costilla, uno enredado, uno despacito, uno arrebatado, un beso mordido, uno chupeteado, un beso encendido, un beso gastado, uno que me ahogue, uno que me rompa un beso en la frente, un beso en la boca». (Mon Laferte, «El beso»).
Besos nativos, besos criollos, besos colonizados. Besos en el exilio: «Beso soy, sombra por sombra. Beso, dolor con dolor, por haberme enamorado, corazón sin corazón» (fragmento de un poema de Miguel Hernández). Besos de película. El beso de la mujer araña. Besos auténticos, besos polémicos, besos diversos. Besos del tercer género, besos pansexuales, besos queer, besos y más besos. Besos que baten récords y este beso que registró mi cámara.
REGRESÉ AL PUENTE DE PRAGA, LA BELLA, UNAS 14 HORAS DESPUÉS.
La puesta de sol sobre el Rio Moldavia, era otro acontecimiento que no me podía perder durante mi estancia en Praga, la bella. Ya habían pasado 14 horas desde los besos de la mañana. Cuando me disponía a tomar las fotos de la tarde, la luz del ocaso auguraba aún mejores resultados. En ese momento, las nubes no solo añadían fuerza a la composición, sino que servían de filtro natural, esencial para realzar los detalles.
Recorrer el puente en la tarde parecía imposible. Los turistas se habían multiplicado en la misma proporción que los deseos que escuchaba San Nepomuceno y que los besos que se seguía dando la misma pareja de la mañana. Óigase bien: ¡la misma pareja! ¡Oh beso de la mañana, oh fuego que no se extingue! —Este sí que es un beso eterno, me dije. En este segundo «avistamiento» me sentía como «extraterrestre» o, mejor dicho, como habitante de un mundo sin tiempo, un mundo raro al que un beso había detenido.
Al observarlos por segunda vez, ella ya no estaba empinada, sino con sus dos pies sobre la tierra (quiero decir, sobre el puente). Su cuello se estiraba como el de un cisne. Noté que el paso de las horas no había menguado su ímpetu. Al contrario, parecía una bailarina de ballet: por lo flexible, por lo delicada, por lo armónica. A esas horas, él le correspondía sentado, con los ojos cerrados y completamente indiferente al asombroso paisaje que solo él no veía. Al contemplarlos de nuevo, sentí que el «show de la tarde» era la misma función que había visto en la mañana. Besos de televisión, besos repetidos, besos con transmisión en directo y en diferido.
Fue entonces cuando decidí fotografiarlos y continuar mi camino.
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Cronoquimia diletante es un espacio para que la fotografía de interés humano, periodístico o documental se aprecie más allá del clic. Con sus haluros, cronuros y alquimia, la fotografía será entonces, no solo el medio para revelar instantes cotidianos (con sus circunstancias de tiempo, modo y lugar), sino también la excusa para pensar, escribir, opinar y explorar aspectos de mi realidad y de la que descubro caminando por el mundo.
El porqué del nombre:
Aunque pare el Cronopio mayor, «Crono» nada tenía que ver con el concepto de tiempo, en esta columna Sí lo incluye, aunque en pequeñísimas fracciones de segundo, que es lo que necesito para el Momento decisivo, ese en el que se funden alma, mente y corazón, como lo aprendí de Cartier–Bresson, mi maestro. Tiempo, en fracciones de segundo, es parte de lo que necesito para lograr un registro de la vida cotidiana y de la estética de este tiempo. Aclaro que a excepción de esos 1/15, 1/60, …1/2000, que corresponden a la velocidad de obturación, lo demás tiene mucho más que ver con mi naturaleza, que al igual que los Cronopios de Cortázar, son «criaturas verdes, idealistas y sensibles». Quimia, alquimia, química, aluden a lo mismo, a la ciencia que necesité por más de 20 años para hacer posible el proceso fotográfico, y la que sigo necesitando en la actualidad con la fotografía digital, para «estar lo suficientemente cerca» y conseguir que mis fotografías sean «lo suficientemente buenas», como lo dijo mejor el gran Robert Capa. Finalmente, Diletante, (un adjetivo del español y del italiano, «diletantte»), complementa el sentido de Cronoquimia para describir a quien se deleita cronoquimiotipiando, como la suscrita.
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* Gloria Nivia Ramírez Oliveri, es Comunicadora Social – Periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín (1991), con un máster en Liberal Arts – Spanish en California State University Northridge, CSUN. Inició su carrera como reportera gráfica del periódico El Colombiano (1989), al registrar una de las décadas más difíciles de la historia reciente de Colombia. Sus fotografías se han publicado en diferentes medios periodísticos de Colombia y el exterior. La docencia y la investigación también hacen parte de su trayectoria profesional. Su tesis de grado (1991), Vigencia de la fotografía documental en la prensa escrita: Tras las huellas de Henri Cartier-Bresson en el contexto de Melitón Rodríguez, le abrió las puertas de la prestigiosa agencia de fotografía Magnum de París, de la que fue pasante en el año 1993. Es miembro de «Pacific Ancient and Modern Language Association», «PAMLA» y ha sido ponente de conferencias académicas en diferentes universidades de los Estados Unidos, país de residencia. Colabora con el equipo de investigación del programa de Periodismo en español de CSUN. Es editora auxiliar de esta revista y reportera «free lance».