BARARIDA
Por Juan Carlos Méndez Guédez*
AVISO CLASIFICADO I
a Fernando Iwasaki y Andrés Neuman
Ratón recién divorciado y algo deprimido, posición económica precaria, hijos viviendo lejos, tranquilo, hogareño, ojos melancólicos, amante de las novelas de Isabel Allende, busca gato de ojos claros y pelambre oscura. Para pasear con él, conocer la ciudad o experimentar situaciones intensas y vivir hasta el límite.
Gatos vegetarianos abstenerse.
JIRAFA
A la mujer le gustan los documentales sobre animales.
La mujer vive sola, en la parte sur de Bararida, y cada tarde mira y mira documentales sobre animales.
La mujer almuerza día a día espinacas y un bistec jugoso que devora mientras pasea por internet.
La mujer nunca recuerda a Llorente.
La mujer abre páginas de internet y contempla documentales sobre osos, cebras, tigres, monos, gorilas.
La mujer jamás piensa en Llorente, el jugador de voleibol al que ella abrazaba, al que ella lamía, al que ella paladeaba durante los amaneceres de tres años, dos meses, tres semanas, cuatro días y siete horas.
La mujer ya conoce las páginas que mejores materiales recogen sobre la vida animal.
La mujer admite que hay un documental que la apasiona. Le produce miedo; asco; temblores; pero no puede dejar de mirarlo.
La mujer encontró cualquier viernes un correo electrónico de disculpas. Ni una palabra, ni una nota en papel, ni una llamada. “Me voy a Madrid”, sentenciaban aquellas letras en la pantalla.
La mujer respira hondo y pincha el vídeo: una jirafa avanza entre la llanura, parece algo ansiosa, con esa tensión de quien llega al trabajo con un poco de retraso.
La mujer contempla cómo baja la cámara y descubre a dos leones que inútilmente intentan detener a la jirafa con sus mordiscos. La jirafa continúa su marcha, sus largas piernas no se detienen.
La mujer activa la pausa. Va a la nevera y se sirve un vaso de limonada. Pone el play. Los leones saltan: ridículos, impotentes, como si fuesen roedores. La jirafa avanza veloz.
La mujer bebe la limonada. Pulsa la pausa otra vez. Va a la nevera y unta un pan con mantequilla. Cuando pincha el play uno de los leones toma impulso, parece calcular su salto. La jirafa se detiene en seco. El león cuelga de los testículos de la jirafa, se sostiene en ellos, hunde sus colmillos y logra que la jirafa incline sus patas.
La mujer se muerde las uñas. Pulsa la pausa, luego pulsa el play. El otro león salta y muerde en la misma zona. La jirafa chilla, intenta correr, debajo de ella cuelgan los dos leones, como frutos de un árbol, como arriesgados acróbatas.
La mujer se acomoda en la silla para mirar atentamente. La jirafa se detiene. Roza un árbol con su cuello y se deja caer sobre la tierra rodeada de una nube de polvo.
La mujer desconecta internet. Le caen dos gotas de sudor. Entrecierra los ojos.
La mujer acaricia sus muslos.
UNA IMPOSIBLE HISTORIA DE AMOR ENTRE EL SAPO Y LA HORMIGA
1
El sapo y la hormiga se tropezaron una tarde.
Puede decirse que se tropezaron en la vaguada más pequeña de la parte norte de la isla Bararida.
Puede decirse que se tropezaron un miércoles 8 de agosto a las cuatro y doce de la tarde.
Puede decirse que se tropezaron en la página 81 de este libro.
No es complicado exponer las varias posibilidades en las que se produjo ese encuentro.
La consecuencia sí pareciera más sencilla. El sapo alargó su lengua y con un pequeño latigazo devoró a la hormiga.
2
No.
Los hechos no ocurrieron de esa manera.
Cada animal continuó su camino. Impasible, ausente.
3
La explicación no responde a temas exclusivamente zoológicos, sino también incluye asuntos de teoría literaria. El autor desconoce si los sapos también comen hormigas. Por lo tanto desde este mismo momento el autor no autoriza al narrador a concluir ese gesto veloz con el que el sapo guarda la hormiga dentro de su boca y la traga como si fuese una pastilla para la tos.
La ignorancia salva la vida de un animal y provoca la hambruna de otro.
4
El sapo y la hormiga se tropiezan una tarde en la parte norte de la isla. Luego se miran con curiosidad; se inmovilizan por segundos, como aguardando la lucidez, la quemante certeza de un acto inminente, feroz.
Luego se retiran por caminos distintos. Y mientras se alejan, cada uno piensa, desde ese territorio en el que se mezclan el alivio, la curiosidad, la melancolía y el miedo, que quizás la vida le quedará debiendo una aventura, una experiencia para la que faltaron siempre unas palabras.
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* Los presentes textos pertenecen al libro en preparación “Bararida (manual de zoología romántica”
Juan Carlos Méndez Guédez: (Barquisimeto, Venezuela, 1967) es autor de títulos como Tal vez la lluvia (DVD, Barcelona, 2009) con la que obtuvo el Premio Internacional de novela Ciudad de Barbastro; Una tarde con campanas (Alianza, Madrid, 2004); Árbol de luna (Lengua de trapo, Madrid, 2000); y El libro de Esther (Lengua de trapo, Madrid, 1999). En el género del relato corto ha publicado La ciudad de Bruno y otros cuentos (ediciones B, Caracas, 2009); Hasta luego, Míster Salinger (Páginas de espuma, Madrid, 2007), Tan nítido en el recuerdo (Lengua de trapo, Madrid, 2001), entre otros. Reside en España.
magníficos… gran autor para siempre, lo he leído todo de él.