Literatura Cronopio

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BELLA TRAMPA FATAL

Por Laura Vélez Franco*

Creía que eras único, que como tú ninguno. Tú también creíste que era única y que como yo ninguna. Pero qué equivocados estábamos. No pretendo echarte la culpa de las cosas, así como tampoco pretendo ser la víctima. Aunque confieso que desde que te fuiste lejos sin decir una sola palabra, sin avisarme, la sangre se me congeló y las venas se convirtieron en cuchillos afilados que me desgarran lentamente.

No sé si soy mala por no buscarte o por no interesarme saber de ti, pero es que quizá así sea mejor para evitar el dolor que me causa el no tenerte, el no probar tus besos tibios y el no saborear tu cuerpo casi inerte frente al mío. Prefiero creer que estás bien y que no volviste a caer en ese juego absurdo del amor. Ese que yo evito tanto.

A veces creo que me estoy engañando, fingiendo que estoy bien, sin que nadie vea reflejado el dolor en mis ojos y perder mi orgullo, ya que siempre he criticado a todos esos mártires del amor, en especial a las mujeres que creen que sin un hombre al lado no son nada. Pero no puedo mentirme. Tu ausencia se convirtió en mi condena. Una maldita condena.

Eres mi condena y aún no sé cómo escapar de eso que me ata a ti. He perdido la cordura y sigo marcando tu número telefónico aún sabiendo que no escucharé tu voz. He intentado de mil formas huir pero no consigo zafarme de tus fuerzas sobrenaturales, que aún en tu ausencia me siguen condenando.

Tu recuerdo me envenena, siento cómo me destruye. Siento tus besos fríos rozando mi cálido cuello y veo cómo tus manos recorren suavemente mi espina dorsal… Sabías exactamente dónde tocarme para excitarme, pero ya lo único que sucede cuando te recuerdo, es que siento que por esos puntos se me escapa la vida. Tu silueta se desvanece suavemente entre las sábanas de una cama de hotel, recordándome que no me perteneces y que ahora te marchas dejándome sólo tu olor impregnado en mi cuerpo como la muerte impregna de formol a sus víctimas.

Quién lo creyera. Tampoco puedo negar la risa que me produce mi situación. Maldita condena, maldito tú que me has robado el orgullo para criticar a todos los que sufrían por amor. Mierda, eras mierda, pero qué raro que no había percibido tu putrefacto olor.

Tu ausencia me envenena. Siento cómo los líquidos envenenados de tu ser fluyen por mis venas y me destruyen lentamente. Aún no encuentro el antídoto para salvarme y creo que no existe. Siempre pensé que el amor era una bella forma de complementarse el uno al otro, pero qué equivocada estaba. El amor es simplemente una forma de autodestrucción. Es como la muerte, sale todos los días en busca de sus mejores víctimas. El amor sale siempre en busca de aquellos que caerán en una bella trampa fatal…
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* Laura Velez Franco  es Periodista y Comunicadora de la Universidad Pontificia Bolivariana

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